Nov 19, 2012 Nov 13, 2012 Sep 08, 2012 Sep 07, 2012 Jun 28, 2012 Jun 16, 2012 Jun 15, 2012 Jun 14, 2012 Jun 11, 2012 Jun 10, 2012 Jun 09, 2012 Jun 08, 2012 Jun 07, 2012 << Inicio < Ant.
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Las almas retroceden en llamas,persignadala imperiosa guerrra reitera su ferozcometido,los involucrados se funden a lo efímero,funden sus cuerpos con peligrosas ráfagas ,funden sus oídos con bombas y metrallas,con la música zumbadora que acerca alotro mundo.En el repiqueteo ensordecedor que destripa¿alguien se apiadará del que llora sin pausa?La levedad del ser asiste a todas las cobardías,y en ese páramo del descaro deviene la experiencia atroz, infamante, la moralidadchamuscada, los rostros de piedras.La sensación animal del vértigo fue atrapada.Cuerpos mercenarios en pesada marcha,hollan la arena y sobre esa pesadez solitaria menoscabada, ya sin nombre, los gemidosson el rito inintelegible.Pero escucha bien, por favor escucha:Esos involuntarios asesinos estan malditosy lo saben.Una vez vieron cielos azules y el rumor del mar fue excelso.Una vez se prosternaron ante las floresmaravillosas.Una vez tuvieron piedad y amaron,una vez pesaron la primer tristeza.Pero al volverse locos de furoressus hijos se avergonzaron,inútiles ruegos lanzaron sus madresy sus padres temblaron.Ellos volvieron amarrados al timón de laverguenza o de la insanía.Y mientras en aquel desierto rojo el cielo se ha vuelto índigolas estrellas se fueron a otro mundo. No querías ya volarquerías permanecer entre rejas esclavas,querías cubrir mis ojos con tus pupilas gastadas.No querías ya más que descubra tus lágrimasy fui hacia tí con pupilas de espantopero te habité como una paloma mensajera.Con la olvidada señal de un murmurllo antiguo,de un rumor oceánico, te pedía perdón por encender tu oleaje desvanecido.En adelgazadas migajas de antiguas sonrisas,con estrategias usadas para embestir molinos,en desvestidas secuencias me puse a tus pies.Pero no sé si fuiste cruel, si bastó mi entrega,pues siempre inclinabas tu fisonomía triste ytapabas irónicos pensamientos o enmudecíasen lugar de multiplicar las palabas...Hoy, sobre el ojo ciclópeo del Universo me detengoy te veo.Y aunque tu cabeza de muñeca caiga de ladoansiosamente te amo.No sé si aún crees que soy Judas o un verdugo.Un borrón que tapa las penas enclava tu decisiónde amar.Por eso me inclino y escribo este poema:tal vez tu rostro de hielo que congela mi sangre se vuelva tibieza. Ese murmullo manifiestoen el fuego consumido,que distrae la soledadde mis noches y es ligeroaleteo de alondra es de tuvoz que siempre de mi escapa.Ese murmullo etéreo de floresy brisa trasvasada entrepedestales y antiguas casas,es de tu voz que apaciguala mañana.Ese murmullo que amanececon el sol y acaricia con susavia es de tu voz quenunca se cansa.Ese sedoso murmulloque a mis labios rescatay diligente se agiganta,que trepa montañas,que desciende hondonadas,es el eco de tu voz, amada. Estás en mi corazónque nunca fue de piedra.Estás en mi almaque siempre fue cantera.Estás en mí de un modoirrevocable y esperoya entiendasque unidos fuimoslastimados en la tierra. vientos y niebla y el frío inmortalse adueñan del cielo y abajo de latierra que cae sepultada por la nievey más abajo, en la ciudad,la muralla de lluvia que la tapa. Diluvio irremediable,parto de vagidos insoportables,con ojos esperanzados detrás,y en ese dudoso calor de los sinuosos caminos,siempre hay ojos esperanzados, y detrás de las edificaciones depiedra,en los techos donde los gatos se aterran,ecos extraños negadores de Dios sufren agonías,mientras en lo alto la nevisca se lanzaa redoble,retumba al desbarranque y debajo del aludvoces penosas encerradas suspiran. Si un misterio desaparece detrás de otro misterio,si ninguna expectativa alcanza,ni siquiera una que te deje vislumbrarlas flores del duraznero,o a una serpiente tentadora desde su trono,y si vas por ahí, por ese camino sin retornocomo si nada sucediese en el sideral espacio,que vibra y desbroza malezas tristesque anuda la calma- esclavitud de nada-,y si acaso este nuevo día es noche alumbraday en sendos cielos, rosado y negro, halles espíritus benignos en colinas verdeso un perro malditamente extraviado queociqueando soslaye la muerte diez mil veces,y que mordiente te indignes por las trampasdel descaro y por la saña amenaces conpuños de furia, con la hiel de repente desatada,y cuando te juzgues o cuando sin piedad te juzguen y desfallezcas subiendo escaleraso vayas con pasos sin rumbo, con pasostan largos, tan silenciosos como la cruz negada,o cuando tu silueta se dibuje por sí misma,solitaria en la amarga sombra de la penumbra,iras segura, debatiendo con la frente en altoaquel lugar de las sonrisas enmudecidas,adonde caes sobre espejos hechos trizas,con tu rostro angelical arrasado por las llamas. Porque padecí derrotas y me amparé en el fracaso.Porque atravesé el desierto sin sentirme solo.Porque emprendí el peregrinaje y di con el mar.Porque rendido en tus brazos pude besar un lunar.Porque me puse de pie con un poema de amor.Porque admiré el cielo, el de ahora y otro después.Porque desperté contigo y me llenó tu sonrisa.Porque nada ocurrió vanamente ni porque sí.Porque aprendí a sofocar el llanto gracias a ti.Porque aprendí a beber sin caer borracho. Porque de mañana nada se sabe ni de hoy tampoco.Porque mi sangre no se enfría si en tu corazón palpita.Porque contigo encontré un alma afín, un sosías. La luna escapa desnuda,desde tu cuerpo dormidose va con su brillo de platay tu sin vacilar la acompañas.Pero otro noche ella se va solay con el alma conturbadasolo me deja en mi cama.La luna escapa desnuda, como si tuviese dos alas,y nadie asegura que otra vezasome y de nuevo te traiga. Ya no se si antes existió un rio manso o tortuoso de aguas tumultuosasYa no se si una mano abrió otra mano y si un desliz se aunó con otroen el pecado.Ya no se si de tanto amor derramado se fueron gestando rencoresabriendo surcos a temores extraños.Ya no se si es tiempo de cerrargrietas y de enjugar lágrimas temporales.Ya no se si de repente el dolor te ciega y comienza el acorde infinitoYa no se si aún habrá cosascomo vender la suerte y el recuerdo de esa noche traslúcida. ¿Será bueno ser defenestrados de toda cordura,será bueno estar amordazados desde la cintura,hasta que la frágil lengua raída se haga esclava y un grito sepulcral aislado sesgue el solitario lamentoy una risa cruel soslaye el aliento de la maravillosa flordormida hasta que esa maravillosa flor quede vencida?Para quienes tengan fuerzas, para quienes se tiendan en el pacífico cesped con un hierbajo en sus labios fríos,les pido que rían, les pido que no lloren, solamente rían,pues ya hartos de ser domesticados han sido eludidospor sus hastiados mentores, también han sido hastiadospor todas las alabanzas del pretérito y del futuro.Sientan inciertamente el vago recorrido de heridas abiertas,sientánse unidos a la irremediable desdicha pues hanhecho crujir la grava con esos pasos hacia la muerte,que de un modo sempiterno renegará siempre de la vida,de esa vida que es la suma quebrada de una tontería, aleteando a cada rato bajo el precario cobijo de los Dioses. Terco y atormentado por los remordimientosme meto en el terreno fangoso que evaporamiasmas. He descendido al mismo infierno,donde hormiguean demonios fraguados porflores malolientes y perros de presa cebados.No me asustan sus colmillos pero si sus ladridoslocos, histéricos, porque los buitres están...tragando y tragando varias piezas de carne.Han cumplido con esa honorable depradacióny no les importa los llantos involuntarios nila piedad , nos les importa la cimitarra quedesgaja cuellos a ojos cerrados ni la guillotinaque derribó a miles de reyes de lo absurdo.Hay un fondo de tambores primigenios queacompañan al cortejo ansioso del derrame;esos malvados seres me odiaron hasta hace un momento; cuando la cuerda enroscó mi cuelloelevaron loas demoníacas al cielo ennnegrecido.Para qué preguntarse si existe el perdón,para qué... para qué...para qué...para qué. Un rinoceronte burdo de al menos una toneladaiba a embestirnos como un bolido y sin tardanza. Inútiles eran las armas, el gran idiota ya resoplaba; su primitivos ojillos , su primitivo cerebro elucubraba,terriblemente inquieto a todos miraba malignamente, era igual que un demonio que sólo traerá desgracias,los relojes de nuestras muñecas marcaban ciertaesperanza,pero la oscuridad más tenebrosa nos emboscaba, no parecía haber salida puesestabamos insertos en el parque de las venganzas. Acuerdate de esa tarde que salimos del café,y con la risa estrellada en nuestros labiosrecibimos la lluvia para jugar con ella.Acuerdate que te fuiste sin mirar hacia mi,pues cuando puse mi mano dentro de tu corazónte ofendí, él se había agitado malamentey yo no pude hacer más que ocultarmey arrepentido silencié en mi mente tu nombre. Debí dejarte partir bajo esa lluvia incesante,mientras tu sangre ardiente, mojada por esalluvia de sal ya no se detendría nunca,porque esa lluvia de lágrimas preanunciaba unduelo espantoso, un desconsuelo perenne, unmordiscón de labios en un segundo de eternidad.Arreció la lluvia y te perdí de vista y yo,cobijado debajo del portal con mi alma contritarecibí mi derrota posternado... El sol refulgió parejo en las copudas ramas,la sombra la cubrió perpleja y un pájaroaposentado, sin nido, la sembró de esabelleza inesperada. Un cúmulo de hojas lentas iban posandoen las escarchadas sombras de lucesnimbadas por el tornasol.Ahora, ¿sabes? temo por ti amada, temo porque el silencio ensordina tu amor, temo porque esos besos de flores rosadas,esos besos intensos y recurrentes,transfiguren la escena y píerda tu amor. Porque la vida es tuya es mía,alcemos el vuelo.Porque el deseo de amarmetambién es tuyoy porque tu lo quieres,alcemos el vuelo.Y dado que tu me quieresporque tu me amas,y dado que yo te quiero porque yo te amo,y dado que existe el vinoy este amor es cierto,nunca habrá heridas que no cure el tiempo. Acechan ráfagas invernalessobre heridas punitivas invisibles,y sobre la inmensidad del campo, poblado de raros fantasmas,acechan despreciables gritos tercos,cuyo desamor cae a cachetadas,hundido en volcanes secos,quimera letal, quimera lastimada.Acechan los dolores sin memoria,en lamentos de heridas fraguadas deshechas en cruces patriarcalesy sobre la cruz ansata monogramada.Acecha el flujo y el reflujo del tiempo,que protege del viento y del frío,extendiéndose en el sol naciente donde viveAquarius, quien ruega y con sus alas asciende,acechando obsesivamente la cruz Gammadia. Esos sabores de lluvia sobre el marde pétalos vacíos,que se agitan como vajillas llenas,son clamores de tu nombreque me incitan a buscarte,en el fragante torrente de espaciosinviolables.Sin embargo por más que anduve no te encontré,y bajé de un árbol hasta la ciudad de los tormentos,donde todos lloran, gimen y tropiezan,hasta que terminan enredados en las algas del lago donde las moiras se enrevesancon iridiscentes peces de colores.Pero ya no me miro en esos espejosnarcisitas del agua sino que deambulo;y en ese deambular y cobijarme en el frondosoramaje de la sinuosa orilla, recorro los senderos cenagososy al no encontrarte ya no sé quéhacer. No creas que hoy es simplemente hoyhoy es ayer vestido con otro ropaje.Lo singular es que para nada importeel mañana ni que hayas renunciado a ti misma,porque tu recuerdo se impone en este vaivénde infinitos movimientos callados.Así las cosas, sólo es la ruina mencionadala que paciente hila tu cuerpo desde siempre. Te enjugas lágrimaspero ¿miras hacia atrás?Con plumas en nuestras manos sonreíamos.Pero ves también, en ciertas humillaciones,desconsoladores gestos de venganza.Luego llegó el tiempo donde se presentóla muerte, esa macabra,con el sudario que se extendió a tus piesla dejaste ir y ella pasó de largo, irritada.Luego pasaron años,¿te acuerdas del paseo de tarde firme?Con los últimos rayos del solentramos al aeroparquey fuimos felices corriendo por la pista.Después vi el pánico en tu mirada y escapamos.Aquella visita selló nuestro último encuentro. Mientras arrastra el madero y es flagelado con sañael gentío alertado se escurre en huecos de arañas;y de esto que nunca termina y de eso que nunca pasase forma un declive, un cieno, una cruz elevada, y en perturbadora perspectiva una mirada cansada,que es cuando el alma perdona y al perdonar se hace pedazos contra la incomprensible muralla.Así arrecia la lluvia y no hay paz que valga.Así, las estruendosas nubes suspiran y seaborregan si ningún viento las apaga.Entretanto, de los crujientes techos del cielo, deviene la opacidad silenciosa, es que se ofusca,( silencio que engatusa los informes del miedo),se amansa en simples nubes y vuelta a empezarun poco contrito, un poco turbado, un poco sin feen esa turbulencia, en ese retumbe de ubres quemadas,es cuando el Ecce homo agujereado repite la ceremoniade dar su carne inerte, vacía de sangre ya marchita, y testa inútilmente misericordia sobre los deshauciados. Miserable angel demoníaco:Eres brasero esculpido a palospues hallas en un caldero hirvienteel mono cultivo para la venganza.Pero además de brasero esculpido...eres un corazón manchadomerecedor de azotes con látigos de fuegopues las cien parcas furiosasanidan en tu espíritu fraguado.Banal bestia furiosa ,que bebesdel cáliz más amargo, merecesla hostia esclava del solitario.¿o acaso eres invocante irremediablede una vida sin sentido?¿O simplemente un renegado de laversión Divina...? Ofreces a mis brazos centelleantestus firmes contornos,Ofreces a mi intensidadla gran blancura de tu alma rica.Déjame entonces realizar el milagro:¡Que los cielos se detengan e ilumine la pasión!¡Qué los cielos se detengan y transformen en un haz de amor! Ningún cansancio aguarda,ningún vestigio que puedaperturbar nuestra calma niningún rasgo de luz malsanao una mueca que delate y vea.Ninguna irrupción malévolani ningún sopor nos quiebra.En el crepúsculo otoñal,en esa bruma donde todo da vueltas,desapareció la montañay mientras tu sal y mi sal se secanse esfuma la tristeza.Por eso espero,siempre espero que nunca mueras. Te llamo y nunca estásentonces ¿ qué haré cuando me sienta solo?Reclamo en vano una respuestay de pronto apareces y desapareces,¿acaso te escondes detrás de alguna puerta?No hagas, amor mío, un dolor de tu ausenciaNo hagas , amor mío, que me duela tu amorcuando ya no estés en mi presencia. Cuando no te veo me declaro muertoy si no me amas me declaro enfermo.Cuando no estás soy un fantasma que gime e igual que un hombre sin alma se abre una llaga,se abre a la insania si no oigo tu voz o o veoojos de terciopelo, manto oscuro que adivinaya a los lejos ya en breves pestañeos...Oye pues brisa acariciante de mi vida,oye pues, boca de labios encantados,vete y espera en aquel lugar donde Dios se apiada,vete y espera que mi amor sea tu amorque mi llanto sea el llanto de la dueña de mi alma,vete y pósate en las tinieblas de la gruta mágica,undete en esos fuegos ardientes, castos, voluptuososdonde descubriremos perfumes vastos y, junto al Arco Iris repentino, desdeñaremoslas despreciables, siempre recurrentes tormentas... En esos supremos momentoscuando la tierra se sacude y estalla,cuando los miedos te atrapan,cuando las fragancias lastimadasinvaden tus bellos ojos oscurosy a golpes rotundos de puertas- inmensas puertas cerradas -trituran emociones, caen nostalgias.En esos supremos momentoscuando se funde la trama urdidapor manos locas afiebradas, observa si queda algo y si quedala ternura es la única esperanza. Segundos antes de beber la lejaníase despertó el sol en la ventana.Desarmonía en los ojos siempre clamany un sinsabor: único secreto develado.Espinas que extraen jugosos pleitos,viejos paisajes hundidos en la barca,al crearse lapsos de soledad angustiadadel mayor amor con dolor en llamasse desconcertó nuestra memoria.Así jadearon emociones extinguidas,Así, enlutaron la melancolía perenne,y en esos lapsos de repetida memoria,de cuadros repintados y corazones tristes,fundidos en el hastío al fin vimos la nada Habría que fijarse que en este plenilunioque entre mudos despojos se abrieroncírculos sedientos y asustados.Habría que saber que los lirios llegaroncuando tu cuerpo ya no fue gris como el viento.Habría que advertir en la inútil sensación,de este incierto crepúsculo de oro y plata,las murmuraciones de playas desgarradas.Habría que disimular la servidumbre de lossentimientos para entender la soledadque a solas siento en los montes seculares, y en los racimos donde el amor yace.Habría que contemplar en la inútiles entregaslos resabios de tus labios amarrados a mis labios.Habría que sentir piedad ante el rezagado pesoante la misteriosa levedad de la vida en apremioy ante tu altivez de niña caprichosa que en lasempiterna brevedad de pronto se colgó de la cordura. Y en este derrotero camino fútilmentehacia tus ojos y veo el tren ligeramente detenido en estaciones invernales y note veo y digo: ¿por qué nunca regresas?Lleno de piadosa resignación vuelvo a entregarme a sueños sin despreciosa hilos invisibles de tu rostro felizen un derrotero hacia la ternurahacia la libertad reflejada en espejosde acero y en desnudas lámparasque lucen como tu luces desnuday al acecho sobre la alfombra dondenuestros cuerpos fulguraron azotadospor las embravecidas venas del oleajede un mar ignoto y de todos los mares que me abandonaron enmudeciendoenmudeciendo en ese final silenciosoque es un olvido aparente y previsibleen el que fui cobijado por la ternura. Un tic-tac avisó cuando enmudeciste,acrisolada vegetaciónfue tu cabellera,la que depositaste en mialmohada con impiadososlabios de cera.Luego esa voz roncadeformada por un sueño tristefinalizó en apagada candela. Llevó como absurda posesiónel antiguo murmullo de uncorazónque habitó en silencio el templo.Pero hoy ese silencio es una señal olvidada pues los mundos que lo habitan se han vuelto pálidosreflejos.Cosas ignoradas como luces quecierta vez estuvieron encendidasfueron desdibujadas por el hastío.Llevó en el corazón ese murmullooriginal de escenas inconsistentes,y ese otro lenguaje,el alud irresistiblede arenas movedizas y de lluvia perenne,desvanecidas en el misterioso sonidodel centro de un laberinto. Asi, todo se va ejecutando como en unjuego de dados en el cual nadie gana la partida. continuación páginas 2 y 3.Ni bien oyó el forcejeo en la cerradura de la puerta principal Laura supo que eran rateros o tal vez algo peor, porque nadie sabe nunca lo que le depara el destino. Aterrada saltó de la cama y esforzándose por dominar el pánico corrió hacia el cuarto donde descansaban sus pequeños mientras aquellos ruidos de la violencia se intensificaban; entonces maldijo haberse metido a vivir de prestado en aquella casa perdida en un barrio recien colonizado, maldijo que ese bueno para nada de su marido estuviese a 500 Km. trabajando supuestamente para mejorar la situación económica y maldijo a su madre y a Pedro (el actual marido) por alentarla a tentar suerte en otra casa aparentemente mejor.Llegó al cuarto de los pequeños con la lengua afuera, el corazón se le desorbitaba con esos ruidos cada vez más escandalosos con tal de echar la puerta abajo. Se dio cuenta al despertar a los pequeños que afrontaba lo imprevisible, pero naturalmente debía protegerlos aunque ninguna decisión tomada en esa instancia le pareciese la más apropiada.Primeramente debía vencer la aprensión hacia el revólver de su cuñado, extraído de la mesita de luz al lado de la cama grande, que llevaba en su carrera de la culata como si quemase. Involuntariamente se había persignado cuando le echaba una ojeada, aunque confiaba con eso asustar a los ladrones en el caso de que lograsen entrar. Luego cambió de idea y una vez encerrados los pequeños bajo llave en la bohardilla, empezó a entender que al ponerse a tono con las circunstancias cabía obrar con determinación lo cual significaba impedir a los fascinerosos acceder al interior de la casa y dado que quien golpea primero golpea dos veces se propuso usar el arma que no sabía usar y luego llamar a su medio-hermano Julián quien seguramente a esa hora debía estar roncando como un burro serrano.Debió seguidamente buscar un par de gruesos listones del cuarto de trastos y acercarse al escenario donde los fascinerosos continuaban su trabajosa tarea. La puerta se sacudia como coctelera pero Laura no iba a reparar ya en otra cosa que en martillar aquellos listones cruzándolos imperfectamente sobre los gruesos marcos de la puerta de entrada; sin embargo sí iba a reparar en que a medida que realizaba ese duro trabajo la puerta se afirmaba y dejaba de sacudirse. Era evidente que la estrategia defensiva aportó buenos resultados a lo que debía añadir las vociferaciones histéricas y la descarga de balas, que de repente se le ocurrió hacer, atronaron el parque trasero sin luna lo cual lógicamente hizo temblar el pulso de los fascineros provistos sólo de navajas pues la supuesta víctima era una flor de turra defendiendo su bastión con garras de leona y no valía la pena jugarse la vida por unos pesos y algún artefacto en posible deterioro. Por lo tanto ( y aunque solamente fuese una mujer la que andaba a la balacera desbordando la medianoche que concluiría en un silencio casi enfático), comenzaron a desbandarse en todas direcciones como si de repente tomasen consciencia de que en lugar de una madre asustada los acosaba mil mujeres temiblemente endiabladas. Yazmín, su amiga de toda la vida, estaba demasiado lejos. La tia Lala ( que tan amorosamente había bregado con ella durante su niñez y primera juventud),ya no pertenecía a este mundo. Respecto a Lucy Prat aún desconocía su grado de comprensión. Sin embargo marcó las teclas del celular de la porteña que siempre parecía disponer de tiempo extra.A Lucy Prat no sólo la dejo boquiabierta y perpleja aquel cambio en la tonalidad especiada de la voz de la amiga cordobesa quien se explayaba con elocuente vivacidad sobre lo que de pronto pertenecía a un mundo exclusivo:- " No alcanza con decir que M.O. es el hombre por el cual esperé toda mi vida" Había afirmado vehemente. Y Lucy Prat tuvo la impresión que de allí en más debería acostumbrarse a esa desmesura de la pequeña enamoradiza." No hay nada qué hacer - pensó con asombrosa frialdad- el amor además de cambiar nuestra actitud, nos hace estúpidas" Y en una forma casi indiferente continuó escuchando la exaltaciónque Ludiana hacía del hombre que amaba pero, en su Yo recóndito, merodeaba un conato de sedición. Por supuesto tenía sus razones para que tales efusiones no le causasen el mínimo placer. No era asunto de risa aquel mal trago que experimentó en otro tiempo, cuando le tocó también a ella ser vulnerable al sentimiento amoroso.Desde entonces execraba aquella vivencia que tuvo con un presumido condiscípulo de la secundaria ( quien urdió la trama de conquista con bajeza y ella se mostró dócil a esas primeras sensaciones eróticas), y la clasificaba como una debilidad suya imperdonable. Confrontando su entrega por amor con la avidez grotesca del muchacho inescrupuloso, le restaba el amargo sabor de haber sido sometida y arrastrada al fuego corruptor.¿ Fuego corruptor? Incendio emocional que la tuvo en vilo cierto tiempo, cuando él no quiso volver a verla y del cual no volvió ilesa.Entonces ¿ cómo había manejado la desalentadora experiencia que había mellado su confianza y aún la estremecía despertando en su alma agudo furor? Ese día lunes en que la llevó con su auto hasta el trabajo en la Av. Carlos Pellegrini, ambos advirtieron de que no lograrían despedirse así como así. El proseguía maravillado con la apreciación visual de su amada cordobesa que se había vestido con mucho esmero, maquillándose para disimular sus ojeras ( él le había visto hacer el íntimo trabajo como si estuviese admirando una obra de arte), y ella, avasallada y vulnerable ante aquella suavidad de su voz afectuosa susurrándole frases que nunca olvidaría, tenía sus ojos aún apasionados y embebidos de amor por él.Ninguno de los dos tuvo en cuenta que esa despedida duraba simplemente hasta la noche. Sumamente ansiosos deseaban prolongar el momento, hacerlo eterno de ser posible, fijarlo como se fija una bella foto de una pareja de enamorados; por eso hubiesen preferido seguir juntos cada instante de ese día que acompañaría el sol y el calor.Cuando Ludiana lamentó descender del auto y se alejó indecisamente hacia la entrada de la Cia. Aseguradora, llevaba como una reliquia, esos besos ciegos y suaves en el alma; en el alma eufórica e impaciente que en todo momento del día laboral se manifestaría pleno de felicidad. Y al atravesar la puerta vidriada del edificio enorme observó con extraña curiosidad el montón de gente apurada, todos corriendo detrás de las comunes preocupaciones, y tuvo la impresión de ser ajena, de no compartir las mismas finalidades, pues su ánimo aligerado e inquieto había aceptado el más hermoso presente de la vida. Sentía una desbordante inquietud oprimiéndole el pecho, inquietud que se concretaría en la extrema necesidad que se alzaba en su garganta para gritar a los cuatro vientos que por primera vez amaba y era amada.En su oficina, posó sus ojos oscuros , dilatados y chispeantes ( la asiduidad de esa mirada remitiría siempre a M.O. a la contemplación de una Diosa pagana),en el montículo irresuelto de folios que acechaban desde el escritorio y que, aún sin quererlo, pasarían a un segundo plano cuando las ganas de afrontar de nuevo la tarea habitualmente agobiadora retornasen. A su pesar, esos primeros meses del idilio, sería falible, por primera vez desecharía cualquier otra cosa que la distrajese de la obsesión amorosa.Y de repente, sentada allí, mirando el ventanal por donde entrevía el cielo azul de la hermosa mañana fuertemente soleada, jugueteó pensativa con el auricular y el cable telefónico, aún desbordante de dicha al percibir todavía el aroma de la colonia de hombre cuando se había preguntado: ¿ Con quién hablaré de esta extraña y loca felicidad? Despues de la tempestad emocional que había arreciado desde la noche del sábado a Ludiana le hubiese gustado hallar un equilibrio pero se hallaba descolocada y con su sensibilidad a flor de piel. Cada vez que sondeaba en sus pensamientos buscando un centro que la identificase con su vida hasta el viernes anterior fracasaba; se sentía repleta por el cúmulo de impresiones azarosas desde que la madrugada del Domingo se había entregado en cuerpo y alma a M.O.Quizá influyese el que hubiese vivido durante años ajena a esa clase de tentaciones. No tenía compromisos, no aceptaba entablar ninguna relación, permanecía libre de toda debilidad en ese sentido, lo cual significaba que prefería vivir en soledad, prefería abstraerse en sus estudios y en su trabajo, ensimismarse en el hermoso silencio de sus largos paseos alrededor del lago o durante los dias feriados dedicarse a contemplar los estremecedores paisajes de la serranía cordobesa. Las relaciones amorosas le habían parecido hasta entonces algo abstracto, algo prohibido, algo tabu, por lo tanto no las pensaba para sí misma; directamente no la entusiasmaban y se hallaban ajenos a su enfoque del porvenir. Pero de repente el amor se había presentado complaciéndola de un modo inesperado. El alma aterida se había encendido de una forma insólita y al descubrir aquel secreto, su vida se revertía con una sensación maravillosa que bullendo en su sangre la transformaba en una mujer profundamente feliz. M.O. se hallaba en un trance porque Ludiana se había ya filtrado en sus huesos y en sus venas que ardían con ese latido acelerado por todo su cuerpo hasta recorrer el periplo y llegar al corazón donde se hallaba el centro del potente sol. Sentía secársele la garganta con esas emociones y deseó salir de aquellas extrañas vibraciones donde se asentaban esos campos de fuerza inusitada. _ Lucy me contó que llegastes a fines de Enero. Creo que para trabajar un tiempo acá.-dijo inesperadamente y primero tuvo como asentimiento un tenue fruncimiento de sus armoniosos labios y seguidamente preguntó si le gustaba Buenos Aires._ Si, aunque la aprecié como en un video-clip; desambalé en un abrir y cerrar de ojos, ya instalada esa misma tarde me presenté en la Cia. Aseguradora Central. Mi idea había sido alquilar un departamento más amplio y cercano al trabajo. Este es pequeño por lo que todo se pone en orden en minutos- repuso con voz bien modulada secundada por el cantito cordobés._ Estuviste antes..._ El año anterior a instancia de Lucy Prat paré cinco días en su piso de Barrio Norte. Ella estaba interesada en que Buenos Aires me cautivase ( sonrió), en esos días la recorrimos de cabo a rabo.El plazo para indagar precio de alquileres de departamentos que yo pudiese ocupar cuando se produjese mi recambio laboral no alcanzó ni ahí. Yo debía volver a mi ciudad, entonces ella ofreció hacerse cargo y mantenerme informada.M.O. mantenía en reserva su opinión de aquella amistad. Lucy Prat hacía amistades con rapidez pero era veleidosa y de un carácter muchas veces exasperante; su intransigencia podía manifestarse inoportunamente. No obstante con Ludiana era muy considerada, mostraba hacia ella una gran admiración. ¿Pero que entusiasmaba a la altanera Lucy Prat de aquella juiciosa y ponderada cordobesita para que estableciese tal lazo de admiración?Le preguntó adonde se habían conocido._ En una de las repetidas reuniones en la casona que tiene en el Valle de Punilla. Ella tiene muchos conocidos que la frecuentan, principalmente un racimo de amigos míos, discipulos de la Universidad. En ese grupo compartimos casi todo. Recibí una invitación a una de esas reuniones; allí la conocí y enseguida hicimos buenas migas.- dijo con su voz que ahora era baja y tornasolada.M.O. quedó mirándola con curiosidad, tratando al mismo tiempo de no sentirse incómodo con el encadilamiento que le producían sus ojos. Además aquel fuego seguía quemándole las entrañas._ Bueno, ella parece apreciarte de una manera poco común. - dijo rapidamente y en súbita calma.Ludiana se quedó en silencio, mirándolo con fijeza. Tenía una mirada honda y franca que podía llegar a causar aprensión.M.O. seguía con su idea de sospechar diferencias irreconciliables; ambas poseían temperamentos dispares y no podía ver ninguna afinidad entre ellas.De pronto la cordobesa dijo: Quería decir que cuando estuve el año pasado me llevé una sorpresa con Lucy pues me llevó por toda la ciudad mediante un itinerario meteórico. Ella decía que había mucho que ver y me mostraba todo- edificios, barrios residenciales, estaciones de trenes, avenidas atestadas etcétera-, narrándome lo que veíamos con toda clase de pormenores. Sin duda conoce Bs. As. muy bien y domina la mente de una con su apasionada verborragia. Quiero decir...M.O. estaba atento y callado, como si lo que ella le decía fuese lo más importante del mundo._ Quiero decir que con su manera de ser aceleró todas mis impresiones- repitió Ludiana reflexivamente- Mirá: te digo que en primer lugar quedé muy sorprendida por la vitalidad de los porteños. Los cordobeses son muy vitales puedo asegurarlo, pero no tan acelerados. En eso nos superan aunque se sabe que la contraindicación es que de esa forma se dispara el stress a las nubes. Ni bien cesó la cadencia de los boleros se creó un suspenso y Ludiana y M.O. se miraron un poco turbados. ¿Qué hacer?Desviaron hacia la barra. El amante de Lucy Prat indiscretamente los había espiado todo el tiempo y ahora se decía con malicia: "Estos dos ya se conectaron y queman naves de pasión". Los vio venir y con aire pretendidamente indiferente prosiguió su invariable tarea de entretener y servir bebidas en las copas de las sedientas parejas allí reunidas. Lucy Prat no había cejado de darle directivas a troche y moche, pero al acercarse la acaramelada pareja se detuvo. Los notó tan amorosamente abstraídos que no pudo evitar enrojecer de envidia. Sin embargo combatió esa subjetiva impresión y con esforzada elegancia esbozó una sonrisa casi deslumbrante. Siempre quería sentirse segura y activa. Lo lograba ejerciendo su rol de anfitriona el cual se patentizó en las llamadas vehementes a los invitados apiñados ante la barra incitándolos acomodarse en los mullidos sillones del living.La ahora solitaria pareja necesitaba pasar inadvertida, lo cual no era sencillo ni fácil si se tenía en cuenta que llamaban la atención de todos. M.O. estaba familiarizado con todos esos chismosos, pero Ludiana era novata y se sentía algo picada, de modo que en medio de esa atmósfera intrascendente, densificada por el fluctuante y acre humo de los cigarrillos, el optó por conducirla al porche donde podrían charlar y beber tranquilamente los tragos. Allí, él hizo hincapié en su torpeza durante el baile agradeciéndole que ella la hubiese disimulado.El murmullo que llegaba amortiguado de la sala- que poco después sería alterado por otro ruidoso zarandeo musical-, era propicio para conocerse más. M.O. estimó la sonrisa blanca con curiosidad: ¿ Acaso esos ojos oscuros, brillantes y redondos que indagaban en su alma hasta derretirla lo amarían para siempre?Avistaba placenteramente los labios pulposos entrecerrados y evocaba que de esa boca hermosamente diseñada- que le había entibiado el cuello y acelerado el pulso-,había surgido la sensación de estar atrapado en un fuego tan potente como un sol. La excitante ansiedad producida por todas aquellas fases diferentes del sentimiento amoroso invalidaban cualquier recuerdo del idilio de su primera juventud. A Ludiana la dominaba una especie de inercia, quería dejarse estar en los brazos de ese hombre que la conquistaba con su silencio y su mirada. Y no cejaba de preguntarse si el fugaz recuerdo del idilio trunco acaso interferiría en algún momento para enfriar su ánimo. Resultaba un hallazgo formidable encontrarse sumergida en el encantamiento amoroso. Sabía que ya amaba a ese hombre y su vida cambiaba de ahí en más por completo. Aquel hombre parecía corresponder y ser definitivamente su complemento exacto. Por lo cual, aceptaba su languidez ante esa revelación iluminadora pues no estaba dispuesta a rechazar la felicidad que se aproximaba, ni dispuesta a la desilusión.Había estado confinada muchos años y ahora le resultaba extraño haber descubierto en aquella reunión a la que había sido invitada por casualidad el misterio más apasionante de los seres mortales. Pero, además, sintiéndose metida hasta el tuétano en aquella esfera amorosa que iluminaba su conciencia con una nueva luz, se veía arrojada a una forma inmaterial, a un sitio desconocido donde el propio espíritu se une a otro espíritu, donde se abren las puertas del encierro y se piensa solamente en el otro y en una libertad casi fantástica e invariablemente coincidente. ( continuación pág 1.)De repente el ritmo aturdidor de la música amainó. Era como una tormenta cacofónica que se detiene para dejar paso a la voz sensual del trovador romántico que motiva a las parejas a un baile más íntimo en un ámbito súbitamente umbrío. En esa instancia M.O. no perdió el tiempo y sacó a bailar a la cordobesa que parecía ansiosa ante la invitación. Bastó el entrecruce de miradas intensas para que se sellase un pacto en ciernes. M. O. se sentía feliz y Ludiana se sentía dichosa mientras era llevada con suavidad por la penumbrosa sala y en él espontáneamente surgió un juramento impensado: " Amaré a esta mujer hasta la disolución final".En realidad se examinaban, se reconocían con curiosidad. Los grandes y penetrantes ojos de Ludiana se despojaban de precauciones y observaba a su pareja que parecía tener una imperiosa confianza en sí mismo y que, sin embargo, se sentía totalmente inseguro. Llegó él a sentir una especie de desfallecimiento con sólo estrechar la cintura del fibroso cuerpo, entretanto ella giraba repleta de una profunda embriaguez y ambos se volvieron indefensos ante los embates del amor. Experimentaron lasitudes y sudores mientras se insinuaba el juego amoroso trasvasado en vértigos y desconciertos. Y en esas circunstancias sus ritmos cardíacos- unidos a la cadencia arrulladora de la poesía musical -,redoblaban alocadamente.Por otro lado Ludiana parecía adaptarse a los pasos de baile algo vastos y torpes de M.O. quien seguía creyendo sostener entre sus brazos a una criatura frágil y se desconcertaba al percibir una energía exuberante. Aspiraba sus fragancias mientras contemplaba el rostro enmarcado por la cabellera imperiosa que gravitaba sobre su espalda y le rozaba su tensa mano. La respiración de la cordobesa, centrada en su cuello, era anhelante. En ciertos momentos, al separarse un tanto, él lamentaba que la música decayera en los necesarios paréntesis.En todas esas instancias el escrúpulo pareció caminar hacia el destierro dando paso a la misteriosa percepción del amor. Descendí hasta tus palmas y te extendiste plena,descendí hasta tu ternura y la acorraló el desencanto,descendí hasta tu ruina e imperiosamente la sedujoel vértigo y el desgajado miedo de los campanarios.Esa aciaga noche arreció una llovizna incierta¿acaso lo recuerdas?¿ o permanecías cruel y prisionera?Descendí de nuevo y signado inicié mi viajey amado por tu dolor aspiré tu raro aroma,asi que ya no supe si en el rescoldo de una esferaalguien ( que no soy yo)presintió días de calmade una feliz primavera. << Inicio < Ant.
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Fin >> ¿Okey? ¡Okey! Autor: Alberto Carranza Fontanini. (Género Cuento) El clásico del cine truculento interpretado por Bela Lugosi, finalizó entre las tres y las cuatro de madrugada y, antes de acostarse, sólo con nausea logró deglutir el trozo de carne apenas cocida. Ya en la oscura plenitud de su cuarto, emergieron del agitado sueño escenas evocadoras de aquella película vetusta; escenas espantosas, escenas fascinantes como los secretos más íntimos o como las nefastas flores de una noche sublunar cuyos tenues aromas aturden los sentidos enervando toda resistencia. Tal vez aquelas criaturas desalmadas que advinieron a la penumbra desde la pesadez que embargó su sueño, fuesen esenciales como el sumi-e: germinando en los abismos sin luz (provenientes de la espalda virtual de esa oscuridad horrorosa), surgiesen en las sombrías calles del mundo acechando los inocentes cuellos de las posibles víctimas.Tal vez pasando a su lado como ráfagas de ultratumba algunas noches las cruzó; pero al saber el origen de la sustancia que las patentizaba en una vida irreverente y extraña ya no podrían engañarlo. Ahora sabía cuál misterio las delataba y, en adelante, protegería su cuello con la cruz guardada desde la última peregrinación, con cabezas de ajos ocultas en los bolsillos de su gastado pantalón y desplegadas en los umbrales ( ristras enteras colgaban prolijas en el armario de la cocina), y con una daga que diseñaría con una pata de la dura mesa, en la ocasión propicia atravesaría sus embalsamados corazones.Convecido de que esos preparativos evitarían la confiscación de su preciosa sangre, reafirmándose en una vieja costumbre juvenil, exclamó ¿OKey? ¡ Okey! Sin embargo, el amparo fue ilusorio; en cuanto apoyó la cabeza en la almohada y quedó dormido, no logró relajarse. Al siguiente intervalo - ya de madrugada- se levantó. Flotaba en la divergencia, asediado por el pánico vagó por las habitaciones de su departamento con las arterias fulgurando debajo de la epidermis en un orden impreciso, sin emanciparse de las imaginarias secuencias de esos seres sanguinarios dipuestos a perforar su palpitante carótida.En un instante de opaca lucidez quiso poner coto a la propia tontería y al considerar algún flagelo que le devolviese la cordura mordió sus labios con incontrolable furia. Vio en el espejo, deslizándose por sus comisuras, filamentos rojos de su propia sangre y por un instante lo engolisnó absorverla (¡ era espesa, sabrosa, dulzona!) Pero esforzándose para salir de tal fruición exclamó:¡ Nunca...jamás seré un infame chupasangre!Su elocuente negación la aportó el reconocer aquel gesto aprensivo evidenciado en el espejo principal (como es sabido, las figuras de esas espectrales criaturas no pueden reflejarse en ellos), por lo tanto, milagrosamente él permanecía a salvo. A sabiendas que daría revueltas en la cama por temor a ser rabiosamente mordido por alguna desalmada criatura noctámbula, estaría siempre alerta, con litros de café bien cargado nunca lograrían hacerle cerrar los ojos. Inutilmente fue buscando arriba y abajo de la alacena algún frasco con restos de café. ¿ Pero salir a comprar café a las seis de mañana con el riesgo consiguiente? Siguió errando confusamente; idas y vueltas, subidas y bajadas por las ruidosas escaleras que iban a su cuarto sin acertar con ninguna solución. Y aunque no le fuera posible vencer sus resquemor hacia la inexpresiva vecina del departamento de enfrente - a la que había sacado de apuros de pedidos muy sospechosos -, resolvió cruzar el pasillo de un par de metros para solicitar café. No podía olvidar que cada vez que ella había tocado a su puerta (y él abría siempre con la misma hostilidad), repetía el enigmático pedido: " Vecino,¿me daría unos churrascos para mí y para mi maridito, antes que enloquezcamos por falta de carne fresca? Solamente una vez, la cara-de-piedra se había aventurado a explicarle el aparente motivo de su periódicos mangazos: tanto el maridito como ella pertenecían al gremio de los desocupados y, aunque insolventes, tampoco estaban abonados a ningún seguro social o municipal. Por su lado, los familiares soberbios y tacaños, les hacían pito catalán, o minga tomá de acá.De cualquier forma a él que era muy astuto, no se le pasaba por alto un contrasentido: ¿ en qué fundamentaban esos dos carnívoros esa manía de pedir carne sanguinolenta en lugar de porotos, garbanzos o cualquier otro producto basado en verduras u hortalizas?Por fin, sacando fuerzas de la propia flaqueza; y venciendo su repulsión a esos vecinos angurrientos de proteinas carnívoras, masculló: "¡ Yo necesito café y voy a pedirles café! ¿Okey? ¡Okey! Pulsó el timbre con insistencia. Resopló estufado por cada minuto de espera.¿ Por qué no lo atendían? Entonces dos voces incomodadas repitieron en seguidilla: "¡ Ya... va!" ¿ Tenía taponados los oídos? Había creído diferenciar matices muy diversos e incomprensibles en las disolutas voces hematófagas.: en la voz de ella, un desfalleciente Si-menor. En la de él un Do-mayor que culminó con un mugido ultrajante.Al final, al entreabrir la vecina la puerta, emanó del interior del departamento la temible ranciedad. Sin maquillaje, con la bata de un rosa gastado, tenue y traslúcido recubriendo la blanca piel de su cuerpo ( del cual sobresalía el cuello mórbido, de venas lalentes), lo recibió con una sonrisa de cinísmo espectral. Estas facetas, más la mirada voluptuosa, le hicieron especular que había llegado en mal momento. Posiblemente una deduccón acertada ya que sin disimular su fastidio ella le espetó: "¿Qué quiere a esta hora?" _ Disculpé que los moleste, vecina....necesito un poco de café; quedé sin café y el alamacenero todavía no abre. _ Espere; ya le traigo_ respondió ella y acerrojó la puerta como si el solitario habitante del otro departamento fue un atracador. El esperó con la certeza de que los signos cadavéricos observados rápidamentre en la vecina, patentizaban la lubricidad y la truculencia. No era improbable que cuando pulsó el timbre largamente, ella estuviese dejándose libar su sangre por el marido hematófago y de ahí el Si-menor que emitió desfallaciente. De nuevo la mano escuálida, con uñas como estiletes, entreabrió la puerta y le aproximó la bolsita con gránulos marrones. Al descubir en la frágil muñeca dos orificios paralelos húmedos y rojos carmesí su mirada se desorbitó: Evidentemente, la languidez de la articulación del brazo al extenderse hacia él y la mano basculante delataban el hecho de las perforaciones ejecutadas por el habitual vampirísmo. El encorvó radicalmente su cuerpo al agarrar la pequeña bolsa que se le ofrecía y agradeciendo con brusquedad, de un brinco desapareció en su departamento. Resuelto a velar por su integridad física cerró la puerta con pasadores y con doble llave. Debía hallar un modo rotundo de trancarla. Debía impedir que esos dos muertos en vida refregándose las uñas lo contasen como futuro alimento. No se dejaría doblegar, actuando con prudencia saldría de sus miras; tomaba en cuenta el proverbial noctambulismo de esas espantosas criaturas y solamente en las horas en las que descansan en sus pestíferos sarcófagos, arriesgaría sus pasos hacia el ascensor o hacia las escaleras de servicio. En el día, lo mejor sería aprovisionarse, pero procurando volver siempre antes del crepúsculo. Mientras pensaba en esto febrilmente empezó a delirar. Una inexplicable repulsión se proyectó hacia la familiaridad que solía tener con la gente. Evitaría a los amigos y conocidos, evitaría los compañeros de trabajo. Transformaría su departamento en una bunquer y los Jefes sanguijuelas podrían esperarlo hasta nunca más ver. Disfrutó por anticipado su renuncia laboral. Ya no lo atraía la vieja manía de tratar con aire donjuanesco a las blondas compañeras de oficina quienes (ahora se percataba), acostumbraban a mirarle el cuello relamiéndose, aunque aún aceptase que en tal demanda de sangre fresca las presuntas vampiresas tuviesen prerrogativas sin duda agradables para él. Esa tarde, antes de atrincherarse en el departamento- caja- fuerte, entró en lagunos comercios cercanos. En la Iglesia (algo extrañado), el cura le bendijo un bidón de agua cristalina; en la Santería se surtió de amuletos, sahumerios, aceites esenciales y velas aromáticas. En el supermecado, compró además de varias botellas de Wysky, muchas bolsas de café y al volver y descargar todo aquello, sintió cvierta liviandad y cierto contento. Pero el exceso de café absorvido en pocas horas causaron una extrema reacción hiperkinética, de la que se repuso bebiendo una botella de wysky en las rocas. Para eso estuvo sentado largamente en el sillón de living cavilando- vaso en mano- en un silencio como el silencio estelar, que por momentos plasmaba huidizas imágenes, de colores, calidoscópicas. Cuando sus párpados agotados cedieron al descanso, quizá logró dormir pero tan sólo fue un poco. Se desconoce si padeció pesadillas en el silencio sin tiempo del sueño.Probablemente sí.Despertó de golpe, con un presentimiento terrible; un instrumento punzante le fisuraba el alma.Alguna criatura abismal en el pasillo rasgaba con empecinamiento el otro lado de la puerta. Alguna criatura diabólica quería envolverlo en sus negras alas de paraguas y ostentar sus filosos colmillos...¿Okey? ¡Okey!Con toda presteza pormenorizó las defensas: la puerta seguía sellada gracias a un mueble descomunal (arrastrado desde la habitación más lejana, con un esfuerzo similar al de un esclavo egipcio), que la hacía inviolable. Las ristras de ajo enrrolladas en los amuletos custodiaban todos los rincones. En cada abertura pendían esos tubérculos protectores de su preciada sangre y una grandiosa cruz atalayaba victoriosa su querido cuello. ¿ Okey? ¡ Okey!No obstante faltaban dos cuestiones. La primera, no había podido afilar una estaca como la gente (ni siquiera consiguió quebrar en sesgo la pata de la mesa de roble); la segunda, cada intento que hizo por levantarse del sillón resultaba infructuoso. Su trasero, con los miembros amasados por la flacidez provocada por el exceso de esfuerzos y del alcohol, quedaba atornillado al sillón y semejante extenuación anulaba cualquier consistencia muscular.Los rasguños del otro lado de la puerta no cesaban.¿Tenía otro remedio que inculpar a la vecina anémica que esta vez no venía por carne fresca sino por su delicada carótida, fuese la izquierda o la derecha? Basta con evocar los ojos adormilados, la escualidez de su figura y de su brazo al extenderle la bolsita con café para darse cuenta que detrás de su apariencia insustancial encubría la detestable glotonería de sangre floreciente. Imaginado su desglose, elaboró en segundos el plan que lo preservaría. Sin embargo, no podía erguirse todavía y tuvo que mentalizarse en que debía mantener su pequeña dosis de sensatez hasta la salida del benefactor sol. En cuanto el astro galáctico enviase sus brillantes mensajeros de luz, su invalidez desaparecería como por encanto. Podría entonces acercarse a descorrer las cortinas y los poderosos rayos esparcirían doradas franjas en el interior de los ambientes. Sería ese el instante propicio de destrabar la puerta para dar paso a la miserable criatura que se empeñaba aún en rasgar la puerta. Y al abrirla , amablemente burlón, le diría: " ¡Pase querida, pase por favor...!"Y al ella entrar dispuesta abalanzársele, los candentes rayos le causarían penosos estragos; corromperían su piel, demolerían sus huesos secos, extirpando para siempre la pervesidad de ese cuerpo falsificado para la dudosa inmortalidad terrestre. Lo haría a la parrilla dentro de un infernal fogonazo...¿ Okey? ¡Okey!Conforme con el maravilloso plan, esperó confiado en el mullido sillón mientras consumía el resto de la tercer botella. Y al ascender el sol en el horizonte el momento crucial había llegado. Pero en cuanto quiso ponerse de pie cometió una torpeza insuperable. Vaso y botella cayeron de sus manos estrellándose en el piso. Avanzó a tontas y a locas; las plantas desnudas de sus pies presionaron los agudos fragmentos y comenzó la sangría. A cada paso el espeso líquido que manaba de las plantas de sus pies regaba el parquet. Los agudos fragmentos, como un torrente anegaron su sangre sobre el parquet y sin embargo, con gesto sañudo, él proseguía la marcha hacia los ventanales, cubiertos por gruesas cortinas, dando los últimos pasos hacia el fin de la noche Los Piolas. Autor: Alberto Carranza Fontanini. Al escuchar a Jacinto excomulgar a nuestra ex- amante, sentí el dudoso consuelo de no haber sido el único afectado por los cuernos. El quería mostrarse despiadado e imparcial pero leí en sus ojos relampagueantes mi misma humillación. Adiviné el corolario de aquel diálogo: sería en vano despreciarla. _ Mirá Juancho -dijo - no tiene caso, esa mina lleva la corrupción a flor de piel. _ ¿Crees que vine a defenderla?- repuse suspirando involuntariamente.Supuse que ambos estabamos incapacitados para dejar de amarla y por ello añorabamos la "flor de Lis" de su hombro mórbido; tatuaje realizado por un experto. Gabriela había pretendido que cada uno de nosotros se grabase una idéntica aunque más pequeña; la caprichosa marca haría más tangible su predominio. Indudablemente persistía algo tortuoso en esa exigencia. _ No sólo me refiero a su conscupicencia ¿eh?- recalcó.Pedimos al mozo más café. Sabíamos quienes eramos los estafados morales y materiales; todos buenos amigos, amigos de toda la vida. Cruzamos nuestras miradas con la tristeza honda e irremediable de los que se hundieron en el mismo lodo. Maldije la humedad pegajosa de ese mediodía lluvioso: no había modo de quitar el sudor de nuestras frentes y nuestras manos. Jacinto empalideció extremadamente. _ Se destapó la olla podrida con el asunto del crédito- me apresuré a aclarar- la intención que tuvo, al filtrear con unos y con otros, clarifica toda la cuestión...El crédito rondó en mi mente. Gabriela solicitó $ 200.000., al Banco donde me desempeño de tesorero y los cinco primeros vencimientos seguían impagos, y ya no pude ocultárselo al Gerente._ ¡La atorranta nos jodió bien jodidos!- estalló Jacinto. Su cara se crispó angustiosamente.- Che, tranquilizate...Hizo una mueca, algo se resquebrajaba en su estructura humana, no supe diferenciar si ese algo era físico o espiritual._ Aguanté a esa loca como buen porteño. Siempre inquieta como una avispa, tenía que parar en cada Casino, en cada Hipódromo...un " tour de force" con esa extorsionadora por ciudades veraniegas y por cada villa suntuosa,estaba claro que el asunto era fundirme la billetera... _ Te fue peor entonces, por que en mi caso no hubiese podido seguir esa carrera infernal con mi sueldo de bancario- repuse y me pregunté si habría servido de algo nuestro amorío. Sentí envidia por Jacinto y no estoy seguro por qué._ La nuestra fue una relación cenagosa, che :-dijo mirándome con ojos perdidos-; solía preguntarme:¿con quién estarás ahora perra de mierda? y me había acostumbrado a esperarla acechando desde la ventana, en el umbral cercano al sospechoso hotel alojamiento, o enfrente, debajo de una sombría ochava...me gustaba esa situación desesperada de espiar y celar como una bestia a otra bestia...( hizo silencio; breve, escueto su silencio);podría enumerarte las noches de martirio, noches de incomprensibles rencores, de recriminaciones y de odio y al final de amor...estaba consciente que por entonces se encamaba con vos y con los otros y sin embargo no la patié...Los ojos de Jacinto al lagrimear y ser enjugados con rabia se congestionaron, al final quedaron secos y enrojecidos. Extraña identificación anímica- pensé- levantándome de mi silla. Recorrí el local. Miré mi rostro en el espejo del baño con curiosidad. Traté de dibujar la silueta de grabiela y mía besándonos. No pude, mi rostro estaba poseído, parecía el de un loco; sonreí sardónicamente. Tuve miedo,demolí la sonrisa burlona y de nuevo me sentí conturbado. _ Gabriela nunca paraba de repetir esa historieta de su fracaso matrimonial con enorme y calculada persuación. Sabía usar al pelo esa cara de estampa religiosa, una pose que seguramente iba a seducirme. ¿ No te pasaba lo mismo,che?Ya habíamos entrado en un suspenso denso, casi inefable. Desde el baffle, nos llegó " Adios Nonino" quizá homenajeando nuestro esgunfio y tal vez apaciguando nuestros ánimos bajoneados, sobre todo a Jacinto que ya tenía las facciones enfermizas de profesor de música tísico y en declive. Esta observación mía apareció al observar su bien cortado cabello renegrido pegado a la testa armoniosa, al temblor de su bigotillo sobre sus labios finos y tensos, y al tamborilleo de los dedos musicales de su diestra sobre el mantel blanco, un poco menos blanco que el pañuelo inicialado con que enjugó sus comisuras al sorber su café, como un modo de despistarme de sus ojos que tenaces retornaban a las lágrimas.A través de las vidrieras de la enorme confitería solitaria, nos compenetramos en los perfiles otoñales de los transeuntes que rebalsaban las veredas con sus paragüas y arriesgamos que aquel diluvio que envolvía Buenos Aires, terminaría por inundar grandes franjas de la zona ribereña.Cuando Jacinto me interrogó especificamente por la deuda y qué podía ocurrirle an Gabriela si seguía empecinada en no pagar las cuotas, preferí no responder. Todos eramos sus garantes y me preguntó si había hablado de esto con Mazzini y con Quique. _ El Gerente me citó esta mañana: reprobó aquella recomendación que le había dado para otorgarle el crédito, y no dejó ni un minuto de rascarse los codos soriácicos, tan molesto estaba que apenas escuchó las seguridades que yo le di respecto a ustedes ( reitero: todos mis amigos eran avales de Gabriela.) A Gabriela le advertí muchas veces que era mejor hablar y ponerse de acuerdo, pero no me dio pelota. Me desconcierta su irresponsabilidad; la última vez que conseguí comunicarme a su celular, se lo dije. " Apretá a tus amigotes que me usaron hasta que venda el departamento" me contestó y veo que no bromeaba._ Será mejor no hacernos ilusiones. Esa mina vive el momento, te enrieda la soga...Mañana voy a dar la cara, voy a ir al banco. Ya que vas a verlos decíselo a Quique y Mazzini... La lluvia, al menos por un rato se detuvo y nos despedimos como dos perros abandonados al incierto destino de la ciudad tormentosa.Mazzini era un tipo más práctico que Jacinto, lo mismo que Quique en cuestiones de negocios; en las cuestiones sentimentales, en cambio, era el más sensible de los cuatro. Nos vimos en el café del Chino esa misma tarde. El café era sumario, un poco más amplio y con las mesas mejor distribuidas que los cafetines de paso que abundan en Buenos Aires._ Traé dos fecas, Chino-pedí. confiado._ No toi de mozo, toi de lavacopa. Dijo y nos sonrió desde el mostrador con su cara redonda-amarilla y sus ojos orientales insistieron en los titulares del matutino reaccionario. Mazzini era un tipo lleno de insinuaciones sentimentales y de melancolía. El pasado se había ensañado con él fijándolo a un presunto drama. Al enterarse de mi ingrata misión con su rostro ensombrecido empezó a consumirse en evocaciones._ Ya no admito que esa papusa mistonga me siga escorchando...__ Tampoco Jacinto,ni yo, tampoco Quique...- dije.Tenía encanecida la melena; arrugas profundas se ahondaban en su frente al agregar:_¿ Lloré por mi fracaso y ahora tengo que llorar por el de ustedes?Más tarde en su bulín ( un cuarto bien puesto, zaguán al fondo al 500 de Necochea), entre sus fotos tangueras me mostró un par de ellas: Gabriela y él._ Ella era feliz.Descorchó el tinto. Abrió el ventanal. Respiramos la humedad recalcitrante del puerto no muy distante._ Ya te digo, pibe; me conforta saber que ahora somos extraños. Esa mina es ladina, quizá le vengan bien las rejas. Decíselo a tu Gerente.Bebimos largamente. Me contaba despacio varias historias de grelas y reos. Con el escabio y los puchos se olvidó de sí mismo. Con su "sed de tangos" entonó imperfectamente: " Tu color, tu pálido color; tu mirar, tu límpido mirar, tu cantar, tu cálido cantar...- y así siguió cloceando con las mejillas encendidas-, y unimos nuestras voces borrachas con el verso final de H. Manzi:- " ¡De nuevo me dirá que sí...que sí!"A Quique lo hallé al día siguiente descansando en el puente de su velero "Adelaida", en el naútico de Zárate. Almorzamos con indolencia una paella rociada con un buen Torrontés. Me conservé prudente durante el almuerzo. Después de la siesta, contemplamos el Paraná y ahí fue propicio hablar de Gabriela._ ¿ Y la imunda tuvo el tupé después de lo que me hizo?- dijo fastidiado por el zumbido de un mosquito.- ¿ Qué te hizo?- dije sombriamente._ Nimiedades. Filtreaba acá con mi agente de bolsa, con mi abogado y con...¡bah! mujer furtiva como pocas;¿ miedo a la vida? ¿ al avance de la edad? Está perdida. Yo la aconsejé bien: le dije que si seguía por esa senda terminaría en la abominación. Se lo dije una tarde antes de cortar el vínculo que nos unió tres meses: " ¡sos fiel sólo al error, Gabriela!" Se encabritó y se fue.En las vacaciones siguientes la vi en la rambla Marplatense. Su hermosura se había purificado. Esa mañana caminaba con lentitud, en contra del viento marino que hacía revolotear su cabellera. El día iba a ser soleado, espléndido. En el bar, denotó el cansancio que empezaba acumularse en sus rasgos. No estaba dispuesto a ser comprensivo ni bondadoso con ella y, sin embargo...Después de un rato de charla le pregunté si había dejado clavado al banco por su excesos en el escolaso._ No, Juancho - dijo con un tono suave y percibí ( o creí percibir), su angustia, una misma angustia que nos hermanaba-, me vengué de ustedes porque estaba demasiado triste._¿ Triste, vos?- no lamenté que mi tono de voz denotase esa ironía pulcra que revienta._ Los hombres merecen lo peor, son crueles y egoístas._¿Mis amigos lo fueron? ¿ Yo lo fui?_ Ustedes vinieron después... - me miró,creo, compasivamente.Y me sorprendió. Se desparramó en sollozos, la imagen desvalida de su cuerpo convulcionándose imponía piedad. Le acerqué mi pañuelo y me senté a su lado para que descargase su pena en mi hombro. Supuse que mis amigos lejanos habrían aprobado mi gentileza, inexplicable._ Soy tan desgraciada Juancho, desde que Mirko me dejó.Imaginé que el tal Mirko era cualquier cosa, un gigoló, un rufián, una culpa por la cual una mujer buena se pierde._ Siempre acusándome, acusándome- decía ella sollozando sin parar- vivimos juntos, muy juntos, mucho tiempo estuvimos unidos y nos amamos, pero él de repente cambió, se volvió despiadado, no perdía ocasión para molerme a golpes, me hacía cosas..., que si las dijera te pondría los pelos de punta. El alcohol lo trastornaba, lo ponía un demonio: la noche que me tiró al suelo a puñetazos, deliraba, me acusaba sin parar de haberlo obligado a dejar a su familia: era un monstruo el que arrastraba hacia el fondo de la casa, hacia el parque, ¿sabés? Allí, en ese parque cavó un hoyo, me enterró hasta el cuello y se fue. ¿ A vos te parece? A la otra mañana me sacó y dijo lo más campante: "! Te merecías esta lección!" El estaba sobrio y después dijo: " de ahora en más sólo vas a servir para decorarme el Jardín, así que mejor ¡andáte!"; supe entonces que había entrado en su desamor y por eso me echaba para siempre... Cuento de antes y después. Autor: Alberto Carranza Fontanini. " Todas las horas hieren, la última mata" ( P. Romano) Había una vez un hombre común que se arrepintió de ser y resolvió dedicarse a contemplar el tiempo. Su mujer se enojó mucho con él y habló con sus hijos. Estos, le vieron allí, sentado a la puerta de su casa, con la vista puesta en la distancia y le preguntaron cuanl era la causa por la que había cambiado tanto. Pero no obtuvieron respuesta y el hombre siguió imperturbable, mirando los ocasos y amaneceres siempre cambiantes. La mujer, aunque decía amarlo, ya no quería estar con él; no quería volver a su lado y para justificarse decía a sus hijos: "¿Cómo podría continuar viviendo con semejante hombre? Y después de cierto tiempo buscó otro hombre que estuviese en sus cabales. Cierto día los hijos también lo abandonaron y la casa quedó desierta. Ellos creyeron preferible dejarlo tranquilo con su manía; además les pareció imposible sacarlo de sus trece, el padre no los atendía ni se dignaba a hablarles.El hombre adelgazó singularmente. Los ojos asomaron de la arrugada faz como ascuas apagadas y la barba, abundante, caía desprolija hasta su pecho. Allí, siempre sentado a la puerta, casi sin respirar semejaba una estatua pensativa, muda...es un decir, pues nadie podía segurar que respirase tal era su postura de quietud infinita. Los vecinos en un principio, fueron considerados y corteses al acercarle platos con comida y también al preguntarle por su salud. Pero también se cansaron de sus ojos vacíos y de su mutismo inconmovible. "¿ Pero quién se cree que es" comentaban entre sí, ofendidos, casi indignados y a la vez confundidos. Y se alejaron de él. De manera que si debían pasar ante la puerta de su casa rehuían mirarlo y saludarlo.Desde su resolución de detenerse a contemplar el tiempo pasaron cuatro años; entonces alguien dijo haberlo visto levantarse para estirar los miembros y enseguida volver a su postura habitual, temeroso de que todos se enteraran.Pero en verdad, el hombre jamás se movió, ni siquiera después de un siglo, transcurrido el cual descubrió dentro de sí quien realmente era. Cebar Mate autor:Alberto Carranza Fontanini. A medida que el auto avanza y sorbemos mate expandiendo nuestras miradas en el cambiante paisaje, observo a mi mujer en su acción repetida de engullir glotonamente los pan de leche y que de repente- movida por cierta malignidad- se da vuelta hacia mí para zampar uno en mi boca de Loro hablador, y así impedir por un rato que la moleste al interferir en sus comentarios agrios y triviales.Por añadidura, en un improntus casi desesperado, me concentro en el manejo del auto socorrido por una imagen cómica redentora: concretamente veo a mi mujer rumiando maníes durante las visitas dominicales al zoológico. Que ella esté encerrada en una de las jaulas sería un consuelo; una travesura mental que me regocija (bien sé que si ella sintiese lo mismo con respecto a mí, sus ojos también se llenarian de chispas burlonas), pero al reflexionar y darme cuenta de que con el mismo lenguaje compartimos idéntico destino me parece conveniente desechar esa idea desvalorizadora; lo cual es prácticamente imposible hasta que logro avanzar otro Km., cuando soslayando el sol restallante sobre los campos, la veo cebar mate con esa yerba misionera reconocible y a la vez noto que se queja porque se insinúa de nuevo su migraña, previsible desde que la escasez económica frustró su manía de comprar todo (incluídas las baratijas), y sus ganas de llorar. Ella sabe muy bien -¡ quién no!- que desde siempre la miseria se ensañó con gran parte de la humanidad mientras la otra siguió dedicada al dolce farniente. Seguidamente acude a mi memoria el concepto cívico del laisefer, ya que decidimos irnos de vacaciones casi amortizados. No importa - le digo a ella arrimándole un pañuelo para que suene su nariz y expela el atchís con un característico rebuzno rechinante-, estos días son nuestros y dalo por hecho que vamos a disfrutar... Su exclamación me deja pagando: "¡ Qué iluso que sos!, dice con sarcasmo. Y en ese total desacuerdo con mi perspectiva feliz, pasa por alto la poca esperanza que me ha ayudado a soportar la dura tarea diaria de esos meses pasados. Se que ella menosprecia mi resignación de bestia de carga, aunque gracias a ese aguante consiga cada día el pase de sobrevivencia...¿Cabe duda que seis bocas hambrientas traman una condena prolongada?A veces lamento que en cierta ocasión se nos haya escapado la posibilidad de irnos a un lugar diferente. Habría sido reconfortante encarar otra posibilidad, empezar de nuevo y sentirnos que vale la pena lo que uno hace con el sudor de los pies, ya que mi trabajo de vendedor callejero me obliga a caminar cientos de cuadras cada jornada.Pero se me ha evidenciado que nunca será probable en nuestra situación. Además no hay coincidencia ni diversidad sino oposición absoluta en nuestros respectivos criterios. Ella se hubiese ido para operarse las lolas y un sin fin de intervenciones estéticas " porque allá en estos importantes asuntos están super tecnificados"- dice ¿...? En realidad también sé muy bien de su anhelo de permanecer joven muchos años, lo que no es raro en el género femenino (ni tampoco en el masculino). Yo, para terminar esa especie de desacuerdo, le digo que se da por descontado que la fuente juventus es poco probable o casi imposible. Entonces me retruca que para ser feliz, feliz, feliz, no alcanza con tener una familia numerosa que llega abrumar. Y Es innegable que tiene su razón: la agobia lavar, lavar, barrer, barrer, y cocinar y cocinar y cocinar- igual que una sirvienta full-time-, porque el instinto (como a cualquier otra pareja que reside en el globo terráqueo), en su momento nos puso el celo reproductivo.Ella deglute otro pan de leche mientras yo, solvente, suelto mi mano derecha del volante para recibir el mate cebado con todo esmero. Una súbita aprensión deja el paisaje campestre que transitamos con largueza en segundo plano; se trata del invariable malestar que me aqueja cada vez que me ceban mate y me autoengaño eludiendo el consejo médico del nó definitivo a la bombilla, pues, según su apreciación, arruina mi sistema digestivo. ¡Ah, como odio esa prohibición! ¿Odio? Sí, al médico que quiso extirpar mi vesícula, odio esa cara de bicho deforme con escalpelo. Odio a ese cirujano que elimina cálculos de tu maravilloso higado cirrótico o grasoso, quizá porque en alguna instancia le reporta pingües ganancias y a mí me da inconcientemente envidia. ¿ Viste médicos pobres?- dijo alguien- Nó, vi pobres médicos que jamás logran ascender de un modo veloz al ansiado status- repuse yo sin respirar.Le devuelvo el mate y acepto que me dé otro mate bien cebado, pero sigue crispándome echar vistazos a las partículas de los pan de leche desparramadas sobre su falda y los bordes de su asiento. Con el habitáculo salpicado de esos restos debería detenerme en cualquier estación de servicio y sacudir los asientos afelpados y demás recovecos del auto. ¡ Pero los humanos somos tan pero tan sucios!Cierta vez, mi compañero de pesca - amigo de siempre-, indicando con su ceño fruncido la superficie del río Paraná, me advirtió sobre aquellas bolsas plásticas brincando sobre el agua color melena de león, infectada por detritus, y sobre la aglomeración de pescados inflados e inertes que se mecían en la orilla cerca nuestro y no pudo evitar clamar al cielo por semejante desaprensión. Sin embargo, muchos siguen inmutables con mi deporte favorito (la pesca) porque desestreza. Nadie niega las bondades de la pesca ni el derecho a pescar, aunque al abrir los peces que se cosecharon vivos toda clase porquerías rebose de sus tripas lo cual, tarde o temprano, igual los hubiese liquidado sin morder los anzuelos.Mi mujer continua engullendo y pienso que junto con las dimensiones de su estómago creceran sus protestas porque no subirá el cierre o porque la biquini remarcará los flotadores de la cintura. En verdad, deberíamos aceptar que, secularmente, los humanos estamos enfermos del bocho y cuando mi mujer sufra por sus excesos de ingesta, condescenderé a persuadirla de que esas cosas simplemente no interesan, mientras nos amemos. Después de todo me incluyo como heredero del zoológico actual. No por casualidad llevo cada tanto a nuestros pequeños depredadores (nuestros hijos) a que disfruten de ver las especies constreñidas por vallas. Parsimoniosos, desandamos los senderos del Zoo., extansiándonos a cada momento frente a sus prisiones. En particular, me fascina la jaula de los gorilas. Sobre todo, la del poseedor de una expresión memorable: su cara sarmientina parece la del prócer de la educación con el sutil agregado de un buen carácter. " Es impresionante - dijo mi arisca mujer al recordárselo y cebando otro rico mate remató satisfecha-: es impresionante que ese bestia peluda haya demostrado ser más civilizado que vos." En esa ocasión me habían entretenido los meditativos y tristes ojos del gorila que a intervalos expulgaba su cabeza. Ambos nos mirabamos estudiándonos con obvia complicidad. Yo tuve la impresión mística de estar ante un buda impertérrito que, ante la inopia circundante , imposibilitado para demandar nuestra habitual injusticia, recurre a frotarse la cabeza de un modo resignado.¿Cabia otra actitud que hermanarme con él?Originé el estupor de la gente que lo contemplaba cuando con toda desición entré a la Jaula, le dije unas palabras comprensivas y terminé dándole un abrazo inolvidable y conmovedor. Traje de mi paísun pilchero de penas,hambre y heridas.Desde el setenta y tresque las ando trayendo.Se me han pegadocomo abrojos en mi pellejo.Si en las chiguas y riatasse me asoma alguna,es que todavía andan conmigo. Los septiembres ya no me alegran.Son veinte de ellosque como inviernosse han estacionado en mi cuerpo. Pero he encontrado esta tierrapara mis almendrosque en pleno inviernoflorecen. ( continuación pág 1.)De repente el ritmo aturdidor de la música amainó. Era como una tormenta cacofónica que se detiene para dejar paso a la voz sensual del trovador romántico que motiva a las parejas a un baile más íntimo en un ámbito súbitamente umbrío. En esa instancia M.O. no perdió el tiempo y sacó a bailar a la cordobesa que parecía ansiosa ante la invitación. Bastó el entrecruce de miradas intensas para que se sellase un pacto en ciernes. M. O. se sentía feliz y Ludiana se sentía dichosa mientras era llevada con suavidad por la penumbrosa sala y en él espontáneamente surgió un juramento impensado: " Amaré a esta mujer hasta la disolución final".En realidad se examinaban, se reconocían con curiosidad. Los grandes y penetrantes ojos de Ludiana se despojaban de precauciones y observaba a su pareja que parecía tener una imperiosa confianza en sí mismo y que, sin embargo, se sentía totalmente inseguro. Llegó él a sentir una especie de desfallecimiento con sólo estrechar la cintura del fibroso cuerpo, entretanto ella giraba repleta de una profunda embriaguez y ambos se volvieron indefensos ante los embates del amor. Experimentaron lasitudes y sudores mientras se insinuaba el juego amoroso trasvasado en vértigos y desconciertos. Y en esas circunstancias sus ritmos cardíacos- unidos a la cadencia arrulladora de la poesía musical -,redoblaban alocadamente.Por otro lado Ludiana parecía adaptarse a los pasos de baile algo vastos y torpes de M.O. quien seguía creyendo sostener entre sus brazos a una criatura frágil y se desconcertaba al percibir una energía exuberante. Aspiraba sus fragancias mientras contemplaba el rostro enmarcado por la cabellera imperiosa que gravitaba sobre su espalda y le rozaba su tensa mano. La respiración de la cordobesa, centrada en su cuello, era anhelante. En ciertos momentos, al separarse un tanto, él lamentaba que la música decayera en los necesarios paréntesis.En todas esas instancias el escrúpulo pareció caminar hacia el destierro dando paso a la misteriosa percepción del amor.
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alberto carranza
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