Nov 19, 2012 Nov 13, 2012 Sep 08, 2012 Sep 07, 2012 Jun 28, 2012 Jun 16, 2012 Jun 15, 2012 Jun 14, 2012 Jun 11, 2012 Jun 10, 2012 Jun 09, 2012 Jun 08, 2012 Jun 07, 2012 << Inicio < Ant.
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Habremos estado llenos de buenas intencionespero seremos juzgados por los hechos consumados.Habremos repudiado a esos mercenariospero nunca sabremos cómo perdonarlos,porque habremos caído de pronto en la cuentade que nada sabemos de los elefantes blancosni tampoco nada de los elefantes negros,absolutamente nada dentro del actual caos,absolutamente nada de lo que fuimos y seremos.Y cuando las imágenes se vuelvan inconcretas,tal huidizas, tan discontinuas y tan distantesque nos dará pena y pavor al invocarlas,habremos perdido un tiempo preciosorecuperando el paraíso matinal de los pájaros de larosa, de los narcisos, de la blanca cala procaz y de la disyuntiva amorosa como el juego de ajedrez.Pero habremos recuperado el tiempo perdidodesandando resueltos por el sendero arbolado,por la extensión pujante de los sembrados,y a través de las cumbres heladas de vientos feéricos,porque de nuevo habremos caído en la cuentaque a la hora de visitar a nuestros muertos,que a la hora de consumir rondas insomnes,que a la hora en que el mundo entra en su cénit( con un faso apagado en mortecinos labios),con un rosario prendido a dedos insensibles,con un rostro espejado irreconocible en el baño,después del sueño marchito del que fuimos robados,y aún con el afán del amor insatisfecho,que seremos cien veces perdonadospor aquel que inclina la balanza del azar,por aquel que pierde con nuestras pobres mediaciones,por aquel guardián de nuestros 35.000 días vividos,vividos y soportados sin razones.Por los 35.000 días referidos a esta historia,- que pudo ser tuya, que pudo ser otra o pudo ser mía-.Y luego de vivir despechos extremados,injertados por esos dudosos héroes de barro,que dieron la espalda a la guerra fratricida,Y luego de ser ignorados y caer derrumbados,en el aciago despertar habremos exclamado:" ¡ Dónde están madres!¡ Dónde están hijos!"Y habremos salido del frío episodio con un:" No importa el milagro es existir."El milagro es respirar el universoconcedido a la aventura.El milagro es volvernos cabezas infantiles,rumores en las calles y en vocingleras plazas.El milagro es mirar a las novias invírgenes,tumbadas en plúmbeos lechos nupciales.Y habremos salido de aquel frío episodiohacia los tenues vagidos de la luz.Hacia la miríada de vagidos atemporales.Y habremos consumido de esos corazones duros,obstinados negadores de la propia sustancia,caricias, desplantes, absurdas instancias;de la tristeza triunfal al más triste fracasode cuando fuimos cruelmente vejados...Porque nunca sabré finalizar este poemaporque el final de este poema ya no existepero sí existe el palpable sentido de la vida,unida a la tortura de las épocas sombrías,porque sí existe la veladura de la verdad,y también existimos inciertamente vos y yo.Existimos quienes nombramos lo innombrable,Existimos quienes gritamos regularmentelos murmullos esenciales de la cegadora violencia,Y existe aunque más no sea nuestra Fe en Dios.En el milenario canon de poner la otra mejilla.En el milenario canon de aprender misericordia.En el milenario canon de aprender del Crucificado:" Amaos los unos a los otros, amaos...."Aunque el mundo anide de trampas amaosAunque el mundo sea torpemente desvastadoamaos lo unos a los otros, amaos, amaos... Ofreces a mis brazos centelleantestus firmes contornos,Ofreces a mi intensidadla gran blancura de tu alma rica.Déjame entonces realizar el milagro:¡Que los cielos se detengan e ilumine la pasión!¡Qué los cielos se detengan y transformen en un haz de amor! Se parece tanto el odio al amor quecomo idénticos espejos bajo palabra.no asiste el perdón para quienes aman.No habrá prolijo salir de una cama llenade seda y prendas frustradas que consumensuspiros o preciados sollozos o la envidiamalsana de quienes ven pecado en almassanas.En esa ambiguedad por el dolor vejada,se enquistan nuestros amores y antecedenalabanzas a la incomprensión de los frígidosque suelen guardan rencor sin medir el alma. Esos sabores de lluvia sobre el marde pétalos vacíos,que se agitan como vajillas llenas,son clamores de tu nombreque me incitan a buscarte,en el fragante torrente de espaciosinviolables.Sin embargo por más que anduve no te encontré,y bajé de un árbol hasta la ciudad de los tormentos,donde todos lloran, gimen y tropiezan,hasta que terminan enredados en las algas del lago donde las moiras se enrevesancon iridiscentes peces de colores.Pero ya no me miro en esos espejosnarcisitas del agua sino que deambulo;y en ese deambular y cobijarme en el frondosoramaje de la sinuosa orilla, recorro los senderos cenagososy al no encontrarte ya no sé quéhacer. Porque la vida es tuya es mía,alcemos el vuelo.Porque el deseo de amarmetambién es tuyoy porque tu lo quieres,alcemos el vuelo.Y dado que tu me quieresporque tu me amas,y dado que yo te quiero porque yo te amo,y dado que existe el vinoy este amor es cierto,nunca habrá heridas que no cure el tiempo. El amor fue doblemente lanzado a las furiasgriegas tanto como a los perros,y las cascadas apenas cubrieronaquel incendio.Los soles no pueden apagarse enmilésimos.sin fulgor las estrellas se fueroncomo durmiendoarrulladaspor extravíos que no comprendo.La plena claridad y su belleza secaronhasta el aliento.Estupores y desconciertos castigancon el venenoque va por dentro.Todo adorno a tu belleza es comovelase derrama y coagula.Simple certeza de brazos viejos.Al animal le urge la voracidady abrazado a tu piel se aferraal vientosin obtener perdón sino recuerdosde pupilas vencidas plasmadasy tachonadas en un desierto. Una fuga debe ser muy bien planificada.deben ser bien hechidos los espacios implicados,bien exprimidos hasta conseguir labios resecos.Una fuga bien puede volverse interminable,con un nombre ya esculpido hasta el espanto,si aún clavado a sus ardientes pupilas no escapas,te evaporaras sin morir en esa doble instancia.Una fuga debe volverse siempre interminable,debe tejerse como telaraña irresistible.Después de la fatiga amorosa en entrepiernas,que fueron tibias, embriagantes y sedientas,te debes hundir en las tinieblas babeantes,para ser saltimbanqui del carnaval de la víspera,y con sigilo dar comienzo a esa fuga interminable.En una fuga bien planificada siempre escapas,igual que un fantasma de una silueta desbocada,que masacrando el sentimiento más puro,ha empalidecido con el azar irrespirable,que enturbiando con llamas la fosa de vidrio,ha roto candados de hierros fraguados,en la única fuga que soporta el aviso insoportable. Cada vez que el dolor te hiere el alma,y en el desierto estás con una sedque ningún oasis apaga,cada vez que el dolor te hiere el alma,y atisbas algún vestigio de templanza,o te parece conquistar la brisa clara,en verdad te engañas,sólo pereces y yaces en casi nada. Éramos muy pendejos todavía cuando, al volver del baldío, fuimos fatídicamente atraídos por las fuertes emanaciones de la áspera casona. Era la más ignorada del arrabal y no supimos nunca cómo nos atrevimos a entrar ni por qué descendimos la crujiente escalera, acompañados por el perenne gorgoteo de la alcantarilla y los ojos huidizos de los grandes Hurones que seguramente perviven.El cuerpo del malevo Contreras yacía bocabajo; el brazo derecho se angulaba y la mano entre miasmas aún apretaba el facón que lo hizo famoso; y no sólo tenía orificios de balas en su espalda cubierta por el saco enlutado, también se evidenciaban en el costado de su cara y su cabeza a merced de la carcoma. En murmullos nos preguntamos por cuanto tiempo habría estado allí y uniendo nuestro fervor en un mismo miedo, escuchamos el ulular repentino del viento y en lo alto fragmentarse la tempestad. No supimos entonces hacer otra cosa que quedarnos inmóviles al pie de la escalera tapando las narices con nuestras palmas, memorando su paso recio por los barriales de Pompeya; su idas a los tugurios, a los boliches donde los parroquianos, conocedores de sus andanzas y de su mirar indescifrable, se apartaban presurosos de su camino con el mismo temor que ahora se adueñaba de nosotros al salir de allí persignándonos porque ni aferrados aquel pánico podíamos aceptar aquella desgracia. En realidad nunca habíamos creído al malevo Contreras un perdulario servidor de comité, ni que fuese protegido por la extraña justicia del caudillo Páez.Pero sí creímos en los mentados enfrentamientos donde su figura heroica aguantó la embestidas del guapo Díaz, finalmente postrado con un corte en barbijo que lo desangró como a una bestia. Sí creímos en las escaramuzas y enfrentamientos con adversarios de la talla del cordobes Lucero que gustaba batirse con un puñal; o ante el porteño Pereyra y el rosarino Lemos, quienes fueron estremecidos uno tras otro por sus fintas precisas, por su movimientos rasantes y endiablados cortes de su facón que, en las noches más tristes, al nutrirse de los pechos enemigos, relumbró sangrante bajo los faroles esquineros. Sí creímos en su gesto inflexible al limpiar la sangre tibia del acero sobre las ropas de sus muertos. Y creímos en su impavidez al entrar de nuevo al boliche de Sáenz a calmar su sed con mucha grapa y creímos también que acodado en el estaño con su cigarro entre los labios, esperaría en un silencio tenso, paciente, la próxima vez.Al ser el malevo Contreras un orillero, fervoroso jugador de truco y de taba y apostador consumado en el reñidero, lo regía el odio, el eterno rencor y no algún legado político. Nunca iba a olvidar que era primogéntio del otro legendario malevo, muerto también a traición.Éramos muy pendejos todavía cuando le veíamos pasar por la calle, con sus tacos resonando en el angosto empedrado, orientado hacia las luces titilantes, hacia los sonidos de la milonga del inmediato tugurio.Y no se sabe a ciencia cierta pero se dijo que, siendo hijo de mujer de prostíbulo, le tocó por propia una mujerzuela, una arrabalera falaz a la que sacrificó en la cama junto a otro perdulario.No obstante ninguno jamás dudó de su temple; y nosotros tampoco pues lo entendimos en cuanto miramos con pudor y respeto la cabeza de melena grasienta destrozada. Mucho después, ya hombres, a veces abrevamos en el viejo boliche de Sáenz. Lo curioso es que en cierta ocasión lo vimos ( o creímos verlo), acodado como siempre en el estaño esperando el próximo embate. Quedamos atónitos al observar la recia figura, el perfil impasible en su mutismo, el fungi de ala fina, el lenge con monograma... De pronto, finalizó decididamente su trago y al salir nos cruzó con una mirada siniestra que opacó nuestras almas. Te llamo y nunca estásentonces ¿ qué haré cuando me sienta solo?Reclamo en vano una respuestay de pronto apareces y desapareces,¿acaso te escondes detrás de alguna puerta?No hagas, amor mío, un dolor de tu ausenciaNo hagas , amor mío, que me duela tu amorcuando ya no estés en mi presencia. Fue un rayo de esperanza,quien nos cobija en su cieloy con presteza inauditainduce nuestra marchahacia algunas de esas calles donde las luces no se apagan.Fue un rayo espontáneoun refuciló breve sin sañaquien con infinita pacienciatanto como el agua clara de un sólo y simple soplido despabiló esta mañana, y con igual mansedumbreconque las palomas zurean en nuestras ansiosas almas,o con la misma ansiedad conque los gorriones construyennidos de barro, de saliva y de paja,o con la placidez de esta tardeo con la placidez de esta noche,que hoy nos acompaña,y que nos permite un beso,que deja un pasmo en nuestros labiosun pasmo del dulce gusto a nada,que arrebolan nuestras mejillas,de rubores indómitos,de inesperada pasión ingenua,de inocencia jamás programada.Y es por eso, tal vez sólo por eso,que con sinsabor de soledad hastiadacaemos demolidos y trituradospor tales amores que matan, e inducidos a un solitario silencio en esta noche que de tan oscura ya mismo nos parece tan clara. Ayer, con las hadas y ninfas sustraidas del bosque tapaste tus ojos y fuecomo si los espejos de agua te cegaran. Fue como tratar imagenes rezagadas,que inauguran fiestas absurdas porqueno te apropiaste de un corazón lacerado,porque no pudiste modelar conjuros,o reconciliar la diversidad del amorcon herejes mortajas ebrias,que no ansían perfumes enervados,ni caminos sin dioses,que no se visten de seda ni de terciopelopara deslizarse con la lentitud del caracol,o para derramarse en el placer más idiota.Ayer, los ruidos falsos del desamor,repercutieron en el aire viciado sinlograr arruinar las hermosas amapolasNi volar bajo ni alto fue el vuelosobre esas rocas dispersas en el río.Ayer, tus ojos no vieron nacerlas montañas nocturas que lloran,ni en la entrega fueron sobados tus senos, ubres de lunas clandestinas,que nunca se reconcilian contigo. Ni bien cesó la cadencia de los boleros se creó un suspenso y Ludiana y M.O. se miraron un poco turbados. ¿Qué hacer?Desviaron hacia la barra. El amante de Lucy Prat indiscretamente los había espiado todo el tiempo y ahora se decía con malicia: "Estos dos ya se conectaron y queman naves de pasión". Los vio venir y con aire pretendidamente indiferente prosiguió su invariable tarea de entretener y servir bebidas en las copas de las sedientas parejas allí reunidas. Lucy Prat no había cejado de darle directivas a troche y moche, pero al acercarse la acaramelada pareja se detuvo. Los notó tan amorosamente abstraídos que no pudo evitar enrojecer de envidia. Sin embargo combatió esa subjetiva impresión y con esforzada elegancia esbozó una sonrisa casi deslumbrante. Siempre quería sentirse segura y activa. Lo lograba ejerciendo su rol de anfitriona el cual se patentizó en las llamadas vehementes a los invitados apiñados ante la barra incitándolos acomodarse en los mullidos sillones del living.La ahora solitaria pareja necesitaba pasar inadvertida, lo cual no era sencillo ni fácil si se tenía en cuenta que llamaban la atención de todos. M.O. estaba familiarizado con todos esos chismosos, pero Ludiana era novata y se sentía algo picada, de modo que en medio de esa atmósfera intrascendente, densificada por el fluctuante y acre humo de los cigarrillos, el optó por conducirla al porche donde podrían charlar y beber tranquilamente los tragos. Allí, él hizo hincapié en su torpeza durante el baile agradeciéndole que ella la hubiese disimulado.El murmullo que llegaba amortiguado de la sala- que poco después sería alterado por otro ruidoso zarandeo musical-, era propicio para conocerse más. M.O. estimó la sonrisa blanca con curiosidad: ¿ Acaso esos ojos oscuros, brillantes y redondos que indagaban en su alma hasta derretirla lo amarían para siempre?Avistaba placenteramente los labios pulposos entrecerrados y evocaba que de esa boca hermosamente diseñada- que le había entibiado el cuello y acelerado el pulso-,había surgido la sensación de estar atrapado en un fuego tan potente como un sol. En el sombrío interior del castillo de piedras, en su andar eterno, late un único recordatorio: ¿Quién me dio el permiso a la vida? Se llama Quien Sabe y desde entonces vagabundea, recorre en estado de alerta y en completa desnudez todos los recintos y las remotas escaleras. Muchas veces mira con aprensión hacia todas partes husmeando una amenaza pero todas las partes del castillo estan desiertas, salvo su gran habitación donde hay muebles vetustos que nunca usa porque cada vez que lo intentó le resultaron insoportablemente incómodos lo mismo que la ropa que nunca pudo ponerse. Y ya que todo le es enorme y dificultoso, salvo el peremne andar, va de un lado a otro y esto lo redime un poco, pero nada más. Cabría decir que no tiene más remedio que caminar o que sólo quiere caminar ya que nunca pudo acostarse y por lo tanto desconoce las restantes acciones. Las comunes, las habituales, son constantes enigmas que jamás podrá resolver. Su peso no lo explica todo porque no es un mastodente ni un gigante, podría decirse que no es casi nada; cualquier brisa que se filtre por las rendijas o imperceptibles aberturas lo eleva como una pluma y eso cambia su modalidad a un vuelo incierto, sin derrotero. En realidad es como un animalito gastado por los siglos pero sigue sin poder recordar que sucedió tan siquiera un rato antes. Como carece de la facultad de pensar reflexivamente, una vez en el suelo continúa su camino sin ton ni son. Cierta vez, en forma casual, estuvo colgado de un ventanuco que le permitió enterarse de un foso que rodeaba al gran castillo de piedra aislándolo del fértil valle no muy lejano donde vivían toda especie de animales, muchos de ellos depredadores, salvajes, agresivos y perentorios. También se enteró de un río, más bien- por su pacificidad- de un lago que se ensanchaba constantemente y de árboles que inclinaban su ramas para beber de él. Pero, a Quien Sabe todo eso le está vedado. Ha buscado, es cierto, ser diferente de como es y raspó las gruesa paredes con un metal que no les hizo mella. También descubrió en forma inesperada diversos juegos escondidos Quien sabe por quien, arrumbados en un desván gatero. Se detuvo y miró las piezas incógnitas del juego y al fin lo dejó con estupor; hizo igual con los dardos que no asoció con el blanco destinado donde se dibujaban simétricas circunferencias de color, y que estaba adosado a una manpara reluciente y de gran espesor. Como no supo qué hacer todo aquello lo importunó. Es evidente que Quien Sabe, no sabe nada, salvo que tiene permiso para vivir. Dijiste:Es alusión apropiadadecir que el amor incendió nuestras almaspúes me sentiste y te sentípues me amaste y te améY dos pájaros volaronunidos hasta la muerteque es vana ilusión de la vida. Juntos esperamos volviese el perdón,pero tantas cargas nos pesan,tantas voces nos anidan,tantos ecos inundan nuestro jardínque sólo podemos mirar pasarla solitaria brisa de la mañana.Si voz amases esas mañanascomo yo las amo,hallaríamos espadas de silencioSi vos amases estos instantescomo yo los amo,tal vez sabrías que soy dos,unido por un hilo sutil,y por una sutil influencia, del que pide perdón siempre soy dos. En esos supremos momentoscuando la tierra se sacude y estalla,cuando los miedos te atrapan,cuando las fragancias lastimadasinvaden tus bellos ojos oscurosy a golpes rotundos de puertas- inmensas puertas cerradas -trituran emociones, caen nostalgias.En esos supremos momentoscuando se funde la trama urdidapor manos locas afiebradas, observa si queda algo y si quedala ternura es la única esperanza. Los días sombríos -no como el de hoy domingo en el que las nubes grises de plomo se tiñieron de cierto matiz de blancura revistiendo el cielo de un raro y deslumbrante aspecto- tienen que ver con evocaciones. En ellas veo parcializadas, instancias de mi propia niñez. Recuerdo que comenzaba el solsticio de Junio con lluvia y granizo y que el vecino sentando a la puerta, en la vereda de enfrente, miraba con idénticos ojos soñadores la inundación de la calle de nuestro barrio. Esa inundación periodica procuraba distracciones muy placenteras; cuando amainaba el vendabal podía jugar con barquitos de papel e imaginar que viajaba en ellos hacia ignoradas latitudes. Los días de fuertes vientos ocurría más o menos igual: con hojas de diarios o de cuadernos ideaba aviocintos cuyos derroteros seguían rumbos empecinadamente inciertos. La matáfora consistía en apropiarme de la fugaz libertad.Cuando mi calle se inundaba tenía siete años y disfrutaba como todos los niños con esas pequeñas distracciones que procuraban algunas respuestas a las incipientes curiosidades y emociones. Hoy escribo mi literatura con la misma sensación de apropiación fugaz. Hoy, llevo vividos muchos días desde aquellos hermosos momentos en los que sobraban las horas para ser yo mismo y las pasaba resolviendo los primeros dilemas significativos para mí. Hoy lo significativo es carecer de tiempo, incluso es significativo que esa carencia de tiempo para el ocio, por ejemplo, incida para no hacer algo mejor de mí mismo. No importa, aún vale la intención y la posibilidad. Lo trágico sería haber vivido pocos días o pocos años, como Miguelito que murió exactamente al cumplir los cinco. Un camión sobrecargado con cajones de tomates se desniveló y esos pesados cajones cayeron sobre su cuerpo ínfimo. Lo trágico es lo infructuoso para siempre.Cuando uno ha pasado los cincuenta se asombra de ciertos episodios de la propia existencia. Por ejemplo, si uno dedicó muchos años a conseguir tenazmente el sustento para su familia, y sin poder disfrutar de tiempos libres, salvo excepciones, es poco probable que haya conseguido desarrollarse con la plenitud necesaria, y lo dejo ahí.Al visualizar la calle de mi barrio inundada, retorno también a mi orfandad, a ese primer contacto con la realidad espuria y lo más parecido a mi primera incursión en el verbo. Esa asombrada visualización de las hormigas sendereando en el umbrío Jardín del Orfanato, me permitió cincelar un argumento: las diminutas hormigas, cargando enormes pesos, cumplían las exigencias de sus vidas sin la menor queja, simplemente armonizadas con el destino común. Las rejas altas que cercaban el ala interna del parque, separaban mi pequeñez del exterior.Recuerdo esa calle y las siluetas de paso que probablemente ya son fantasmas.La curiosidad es innata, gracias a ella evolucionamos hacia la creatividad y hacia formas complejas del pensamiento. De ese tiempo también puedo evocar la domumental naturalista: bandadas de pájaron gritones y en formación plasmados sobre un cielo espléndido, luego pelícanos- criaturas mutadas-dominando con sus pesados cuerpos el aire donde navegaban majestuosos. El niño que miraba esa y películas similares, dominaba la angustia y la timidez impregnado su retina de cielos bellos emanados de la enorme pantalla. Recuerdo el triste sentimiento del final, cuando la portentosa formación abandonaba el jubiloso cielo y dejaba el telón en blanco hasta el domingo siguiente.Cuando se es mayor, sucede como con la historia del viejo pintor que se acaricia las manos. Pone un lienzo en lugar de otro, que ya es obra de arte, y ese lienzo es pintado con la mirada del recuerdo, que es la mejor mirada poética de que es capaz un hombre que se acaricia las viejas manos mientras mira por el ventanal la arboleda dorada -verdoso-dorada del comienzo del bosque que cada vez que lo recorre tanto ama y que sabe dejará de apreciar inesperadamente en algún momento.Los recuerdos, revividos por la elusiva memoria aunque sean tristes son magníficos en su verosimilitud. Lo extraño es que no haga falta ningún atributo material para que puedan ser reinventados y contemplados despojadamente. Sin embargo, a medida que se acerca el fin, el lienzo pintado con el recuerdo si bien anticipa también rescata de la muerte. Sospecho que no hallas el modo de escucharme,ni el modo de virar la lluvia que chamusca lágrimas,pero interiormente no te cabe duda de la brutal fierezaconque mi alma se corporiza en tu alma y tu cuerpo en mi cuerpo.Esta tarde aguardaré hablar contigo una vez más,y no sabré si es un premio o es un castigo sentirtan odiado amor...En el abismo vacío, donde me arrojé sin miedo,no pude escuchar más que sonidos de alondrasque atacan y tienen el sabor de tus ásperas estocadas,estocadas que dan de pleno en mi corazón abatido,por la fuerza oscura, por la fuerza negra que derribade antemano.Y aunque yo no quiera, aunque me resista, será inútil.Igual moriré a traición.Y como ya sabes, responderé con un estúpidointerrogante, que tal vez apacigüe el empalagado fuego del amoren éxtasis. Hoy es como si no nos viésemos,el ídolo fue aplastado por el cienode un corazón impiadoso y polar.La vida se voló de todos los balconesy tu dolor se deshizo en madejas,dudas que complacen las dudas,perdones que rechazan perdonesy en ese acendrado rencor te alegrasde no renacer y dejas las cuitas porculpas, lágrimas silenciosas y secretasensucian tu hermoso rostro rehuído.No mires, ya que no puedes, la marchitezdel tiempo, no inclines tu faz desencajadaporque los molinos son piedras que trituran.No mires el amor que no te apetece,ni arrastres la sed del Universo diseñadosólo por Dios para que vivas con sueñosque has roto creyendo en tu pobre razón. La fuerte lluvia sembró calles vacías,sin embargo despertó verdores en los parques,en las extensiones de campos y en las plazas.Una bella brisa tuya inundó con suaves aromasel instante en que pasaste por mi alma y yaen plena calma de un pasajero violín se apagóesa luz que tanto amas...¿Sabes? Quisiera ser gaviota; alcanzar de prontotu figura y apenas rozarla, apenas como apasionado fantasma.¿Me dirás por fin que me amas?¿Por qué me lleno de Litof y añoranzas?Frecuento estas noches tu voz seductora,frecuento tu risa de manantial serrano.Y esa voz tan dulce, ya cansada es unbálsamo para mis revueltas entrañas.Al evocar tus palabras evoco tu Patria,porque cuando los corazones se unennada, tampoco la muerte los separa.Por ello; cuando sueño sueño que sueñasy siempre que sueño sé que me amas... Un mapa me sugiere adónde estáspero al absorverlo entontezco por quenunca se adónde ir, nunca seadonde estoy ni de adonde vengo ni tampoco adonde voy.Así, parece que perdí un monton de partidas,idas y vueltas, idas y venidas que una llamada no rescata.Un mapa supuestamente útil nunca rescata,Se difumina en el horizonte donde cae la lunadonde cae el sol igual que una estrella fugaz.los espacios vacíos raramente sirven de aposento,un mapa es un objeto, un objeto irreal si no te veo,por eso idas y vueltas son meras ilusionesque ni siquiera alguna palabra consuela,que ni siquiera ninguna llamada rescata,porque no hay barcas disponibles queconduzcan el pecho húmedo al salvataje, de un corazón descalabrado, de un reloj en desuso,de ese reloj sin agujas desgajado en lento ardorpor los poros irrespirables que ya nada esperan,a un puerto donde hallar la redención. Si el aire cae derrotado por el color púrpura, y con el te has sentido mancillado y manchado,o si cuervos malignos dan vuelta en derredor,o si al exponer tu pecho caes desgarrado sin oportunidad siquiera de conseguir perdón.Y si con ojos desvelados llegas a un amanecerdonde parezca despiadado hasta lo más sagrado,no temas que has ganado un lugar en su corazón.Si vuelves la espalda a la locura o a la infamia,si ves vana la esperanza o la vergüenza espuria,y no encuentras en nadie mínimo destello de amor,no temas, la Beatriz de Dante supo más que nadie adonde habitar hasta expurgar tamaño dolor... " La trampa cerrada fatalmente es inexorable" Con toda la impiedad transcurre otro día,y el miserable del crepúsculo aún espera,que una corriente del Ebro, del Támesisdel nilo- ya no importa cuál río-, concurraa la citade parejas que con su pasos la bordean.Por eso, el solitario no contiene sus lágrimas,lágrimasque manchan la nostalgia y sus zapatos.Hay un imaginario -que explica con sensatez-que al mundo se lo agarra de las patascomo a un recien nacido.En una ochava,en un umbral alguien acecha,si reconoces su nombre nunca será anónimo.Se arrodilla,musita ruegos incomprendidos,se arrodilla,y otra figura se suma a la vera del río,sentado esperará que la brisa venga,La superficie quieta alude a la virginidad,porque así nace el cielo,huevo sideral.Porque así entrega la hembra el placer carnal.Los ruegos suben copiosamente,y en lugar de volar,de irsechasquean, como gotas apagadas por el viento,chasquean y dan besos a la tierrade lenguas partidas. Cuando ningún tiempo cierra las heridascomo una guillotina enloquecida que caesobre un cuello de bardana,sobre un hombre de máscaras,tu corazón es partido por el hacha inesperada.Cuando la flor estrujada por manos innobles,por manos de guantes oscuros,con agujas de puntas aguzadas,con la tempestad que arrecia en las entrañas,dejando un tendal de rosas asesinas,debajo del tronco seco,con la lluvia atenazada,y sin ninguna cordialidad frente a tu puerta,entonces será para siempre cerrada la mortíferacala, pues un eficaz encierro inunda esta casa. Desde que la memoria pertinazno alcanzaa cubrir el fruto tibio de lo prohibido,ni el intenso pesar que he sentido alolvidarlos abrazos de tus anillos dorados.Con esas mejillas que derrotaronla ceremonia del amor.Dejando mi pecho al abrigo de laausencia,con la presteza que retuerce y desgarraen un momento de frío a la intemperiedonde el corazón, que ardió tantas veces,prosigue anillado en tus llamasy supo que no habrá más penas,tampoco olvidos,ni desbocados deseos salvajesni muecas extrañas,ni entradas al sitio donde guardascon temor reverencial,el delicado ultrajede una noche solitaria de rasgosimpresos,en un suelo de desencantos y poemasahora desparramados en los senderos,en las dispersas hojas otoñales,poema resistido....Resistiendo en vano a la pulida negativa que tiene cierto alcancey resbala por tus mejillas asustadasy al final, al finalen la oquedad del día cuando se queno estarás... Porque fuiste herida y deshonradavolaste con premura dulce pájaro entre nubes informes, en suspenso,sin pedir nunca hojas perdidas.Tu mudez no adoró jamás falsosídolos escondidos con pena encada instante preciso cuando yacías de espaldas aprensiva.No proclamaste clemencia y unamúsica noble hendió la afilada espinaen tu ultrajado corazón de rosa.Volaste hacia un mundo diferente,dejando respuestas inconclusas,odiabas la carroña del pasado,odiabas cualquier desafío inútil.Sólo en el silencio vos creías,sólo en el frío prenatal vos creías,y desapareciste con un estertorsin dejar huellas de tu alma.Se que te despediste de mí,en esa ráfaga postrera quepesó mílesimos imaginarios yque estremeció mis entrañascon un recuerdo perenne, para siempre inolvidable. En noches impertérritas se instaló de pronto la infamia,forajidos ansiosos de sangre irrumpieron las calles,hicieron añicos faroles, parabrisas, luces, debían ahogarlas ideas con sus armas, debían matraquear con mentes cerradas a quienes pensaban distinto y con sus sablesdebían dejar el tendal de caras rebeldes destrozadas,a esos vacilantes pájaros muertos que aleteaban libresles abrieron tumbas en las frías calzadas, los hundíana patadas, a trompadas, en un soberbio festejo de poderles abrieron jaulas donde figuras sombrías martirizaban,jaurias demoliendo encrucijadas, torturas refinadasy cuando estaban inertes los cargaban, los drogaban, los metían en aviones y los tiraban al río inapacible,los convertían en entes, en figuras negadas...Durante esas luctuosas madrugadas un desgarrode silencio nutrió de sangre la hermosa nocheestrellada... Ese murmullo manifiesto en la soledad nocturnade noches insomnes que distrae horas y es cantotenue, o es fuego suave, suave de paloma tenue tenue aleteo de alondra enderredor de mi casa,es de tu voz que a su modo siempre de ti escapa.Ese murmullo que mueve las flores enhiestasen extensos pedestales unidas a la brisa matinales naturalmente de tu voz que apacigua flores.Ese mumullo que amanece con el sol y acariciacon su savia es de tu voz que ya no se cansa.Ese murmullo semejante a la seda más preciada que pegado a mis labios como si nada los rescata,- de manera que es un murmullo que se agiganta-,que fácilmente trepa montañas y desciende hondonadas.Créeme: ese murmullo sólo es el eco de tu voz amada. Si en este derrotero ignorado de principiosy finalesHe caminado hacia tus ojos esquivos comosi afrontase laberintos en un trendetenido ligeramente en esas estacionesesteparias de las que nunca regresas,sin tener respuestas inconclusas o en todo caso, vuelves con piadosa resignación y comienzas otra vez aentregarte a sueños sin despreciosmediante hilos del corazón ya amortiguado.Y en ese derrotero confluyes en libertadde abrirte a la ternura reflejada tal vez en este pobre y mísero verso para quede una vez por todas luzcan desnudaslámparas de papel de arroz y de cuarzosobre este lecho dormido de cuerposque estuvieron al acecho de las venasembravecidas cuando fueron azotadospor el oleaje de todos los mares, de todoslos huracanes y al fin enmudecieron,como si fuesen tenues voces o gritos regulados de ternura y de martiriosya en el olvido, ya en el silencioso andardel amor que pacientemente esperacongelarse de frío.... Me quedé sin luces tanteando saltosfluyendo hacia lo ilógico y lo absurdo,entonces me liberé de quedar atrapadoen la razón de tus apasionados brazos.Y en esa absoluta oscuridad atrapé luciérnagas del parque que se llenóde indefensas y titilantes músicas...Debí esperar paciente, en suspenso,que un beso tuyo sellase mis labioso que un beso mío sellase los tuyossúbitamente fríos esta noche en la quese posó el invierno más crudo...el delmudo hollín de tu desprecio...¡ oh, amante ingentil que giras en unbaile sin nombre abandonda ya tu rebeldíae imagina otra vez que el amor no ha muerto! Si tu espada destella con el solmiles de corazones en uno imploran"haz lo posible para que no estalle"Ahora es imposible...imposible...se impone la estrechez del tiempoy sin embargo cada uno trae al nacersus horas fijas para vivir y la del morir...Ya no implores destellos esperanzadosa ninguna utopía sideral, a ninguna...deja las ansias del recuerdo quietas, en muda miopía como aguas mansas.Ya no espero nada del presente, esuna trampa y se vive como se puede,se vive a como den tus fuerzas o conel coraje y la esperanza que te prestes.El pasado es nada más que incertidumbredel futuro. Grande es el Universo y no se,hoy no se más que contar conmigo sinexcecrar angustias ni torpes ilusiones...¿Gratitud a quién...? Un remanso eso si.Pues los milagros siempre los hace Diosy yo parezco ahora un excusa de El...A veces eso causa pena pero nada más. Y en este derrotero camino fútilmentehacia tus ojos y veo el tren ligeramente detenido en estaciones invernales y note veo y digo: ¿por qué nunca regresas?Lleno de piadosa resignación vuelvo a entregarme a sueños sin despreciosa hilos invisibles de tu rostro felizen un derrotero hacia la ternurahacia la libertad reflejada en espejosde acero y en desnudas lámparasque lucen como tu luces desnuday al acecho sobre la alfombra dondenuestros cuerpos fulguraron azotadospor las embravecidas venas del oleajede un mar ignoto y de todos los mares que me abandonaron enmudeciendoenmudeciendo en ese final silenciosoque es un olvido aparente y previsibleen el que fui cobijado por la ternura. Miserable angel demoníaco:Eres brasero esculpido a palospues hallas en un caldero hirvienteel mono cultivo para la venganza.Pero además de brasero esculpido...eres un corazón manchadomerecedor de azotes con látigos de fuegopues las cien parcas furiosasanidan en tu espíritu fraguado.Banal bestia furiosa ,que bebesdel cáliz más amargo, merecesla hostia esclava del solitario.¿o acaso eres invocante irremediablede una vida sin sentido?¿O simplemente un renegado de laversión Divina...? Porque padecí derrotas y me amparé en el fracaso.Porque atravesé el desierto sin sentirme solo.Porque emprendí el peregrinaje y di con el mar.Porque rendido en tus brazos pude besar un lunar.Porque me puse de pie con un poema de amor.Porque admiré el cielo, el de ahora y otro después.Porque desperté contigo y me llenó tu sonrisa.Porque nada ocurrió vanamente ni porque sí.Porque aprendí a sofocar el llanto gracias a ti.Porque aprendí a beber sin caer borracho. Porque de mañana nada se sabe ni de hoy tampoco.Porque mi sangre no se enfría si en tu corazón palpita.Porque contigo encontré un alma afín, un sosías. Cuento de antes y después. Autor: Alberto Carranza Fontanini. " Todas las horas hieren, la última mata" ( P. Romano) Había una vez un hombre común que se arrepintió de ser y resolvió dedicarse a contemplar el tiempo. Su mujer se enojó mucho con él y habló con sus hijos. Estos, le vieron allí, sentado a la puerta de su casa, con la vista puesta en la distancia y le preguntaron cuanl era la causa por la que había cambiado tanto. Pero no obtuvieron respuesta y el hombre siguió imperturbable, mirando los ocasos y amaneceres siempre cambiantes. La mujer, aunque decía amarlo, ya no quería estar con él; no quería volver a su lado y para justificarse decía a sus hijos: "¿Cómo podría continuar viviendo con semejante hombre? Y después de cierto tiempo buscó otro hombre que estuviese en sus cabales. Cierto día los hijos también lo abandonaron y la casa quedó desierta. Ellos creyeron preferible dejarlo tranquilo con su manía; además les pareció imposible sacarlo de sus trece, el padre no los atendía ni se dignaba a hablarles.El hombre adelgazó singularmente. Los ojos asomaron de la arrugada faz como ascuas apagadas y la barba, abundante, caía desprolija hasta su pecho. Allí, siempre sentado a la puerta, casi sin respirar semejaba una estatua pensativa, muda...es un decir, pues nadie podía segurar que respirase tal era su postura de quietud infinita. Los vecinos en un principio, fueron considerados y corteses al acercarle platos con comida y también al preguntarle por su salud. Pero también se cansaron de sus ojos vacíos y de su mutismo inconmovible. "¿ Pero quién se cree que es" comentaban entre sí, ofendidos, casi indignados y a la vez confundidos. Y se alejaron de él. De manera que si debían pasar ante la puerta de su casa rehuían mirarlo y saludarlo.Desde su resolución de detenerse a contemplar el tiempo pasaron cuatro años; entonces alguien dijo haberlo visto levantarse para estirar los miembros y enseguida volver a su postura habitual, temeroso de que todos se enteraran.Pero en verdad, el hombre jamás se movió, ni siquiera después de un siglo, transcurrido el cual descubrió dentro de sí quien realmente era. El milenio me aprisionó;dejó librado al azar el pasaje de ida y vuelta,una mariposa revolotea ajena a las flores,raudosdesfilan los soldados debajo de los bombarderos.Nada terminó, nada terminó pero rondan los Kamikazes.La multitud se agolpa, presta a ver los suicidios en masaLa multitud cae sumida, pero puedo amarte a pesar de todo. Esas matas y canteros florecidos que de pronto entretienen la vista, en un tonificante domingo de festejo patrio en el que me dirijo al extremo de la plaza que enfrenta de un lado la transitada catedral y del otro (donde la banda de música entona con sus instrumentos esa hermosa sinfonía por lo que los paseantes se detienen embelesados a escuchar las variaciones interpretadas por esos artistas sin nombre que aspiran el aire y el leve sol que les entibia las mejillas), el palacio municipal desierto, de paredes opacas, percudidas, ajenas, mientras un grupo de escolares rompen formación frente a la bandera y arman un bullicio hermoso debajo de los copudos árboles, cerca del busto principal del héroe patrio que todo lo ve con ceño adusto y cerca del símbolo alegórico- un mapa con forma de bife de costilla-, en ese especial día de conmemoración por la masacre en las Islas de vientos feéricos. Los bancos de piedra ocupados por algunos ancianos reflexivos y hundidos en sus pesares, reciben la perspectiva total del verde cambiante del ámbito en su plenitud, reciben pensativos el movimiento irregular de los paseantes, reciben con agrado la vista de las madres ocupadas en el parloteo incoherente y recuerdan esas viejas madres que aún lloran por los hijos masacrados en las invasión a las Islas del Sur; las madres lloran: por qué hijos míos fueron a morir en trincheras en las que padecieron hambre, miedo, frío, protegidos precariamente con unos guantes sostuvieron las armas en desuso y asomaban los cascos impulsados por las órdenes de unos trastornados que les gritaban como si fuesen perros sarnosos. Entonces vuelve el frágil equilibro de la vida a una realidad diferente, a una plaza alegre a las hamacas que se mueven con la algarabía de los niños amados que llenan sus zapatitos con arena del sector de juegos y al parloteo que encanta a los ancianos, y tal vez, como a testigos mudos, se nos revela el devenir incesante, el principo de todo,aquel despelote sideral de estrellas que explotan, de gas que se condensa, de negrura que no es vacío, ni nada, simplemente es algo inintelegible aunque después de eso deviniera la vida,y mucho después se poblara la tierra, y muchísimo después en el mar tumultuoso surgieran esas islas, escenario de la brutalidad y la estupidez que embola y nubla la razón y el sentimiento. Ellos, los ancianos, ven con otros ojos el pasado, ven fragmentarse el oleaje contra los riscos, ven las lomas oscuras y los pozos de los muertos, ven los gestos procaces de los mercenarios, de los mutiladores, de la guerra bastardeada en artículos mentirosos que recorrieron el continente, ven los barcos torpedeados, los gritos de la impiedad, la sangre que oscurece las piedras, los pibes carajeados,las súplicas... Dios...¿dónde, dónde estás...por qué me abandonaste? No te achiques carajo, sos macho, che metele el cuerpo a los gurkas asesinos, sacá tu facón y matá, sé valiente che para morir por esas... islas endiabladas que son nuestras qué joder..." mamá, mamita," POR QUÉ , POR QUÉ ME ABANDONASTE. Pero y después de morir ¿ QUÉ? Fue una vida cancelada, amortizada por la locura y el frenesí sangriento, del desamparo de la vida que se conduce como una potra salvaje, de esos pibes que nunca volverán a ser besados por sus novias, que ya no podrán escribir cartas a sus madres, madres que jamás podrán olvidar, padres ancianos que miran pensativos a esos chicos correr por todas las plazas del mundo y no pueden evitar la punzada en el cuore, que quién sabe hasta donde resistirá la tristeza de haber perdido a un hijo, a un nieto, a un hermano de la patria, a un ser humano cuya vida tronchada quedó en tierra propia pero ajena aún. La vida sigue su derrotero y los verdugos quizá ya sean fantasmas. Hablaré desde mi alma hacia tu alma,hablaré bien despacio de aquellos mestizos,de los criollos y patizambos y de los negros que jamás fueron exonerados.Hablaré de los aborígenes que son hermanos y fueron impadiosamente masacrados.Hablaré de la poesía y de los instrumentosque lloran de pena por tanto estrago.Hablaré de quienes duermen en las estacionescubiertos de harapos, tapados con diarios,de los que piden limosnas en las esquinasy son atropellados sin verdes semáforos,y de ese viejo que noche a noche esperauna mezquina moneda ante las opulentas puertas del Supermercado. Hablaré del corazón humano que ya no amaporque se hizo añicos con tanto daño.Y hablaré a los hombres que se sienten hermanosy de los otros, los mercenarios, que todo destruyenen la inclemente furia de lo malsano.Hablaré de los ricos que son humanos,y de los pobres ricos que son nefastos,y hablaré de América y de mis hermanosy cuando ya no pueda hablar, ni hacer estrofas,soñaré que un día fui y atrás quedó el llanto amargo. Ese mes murió mi alma con tu alma,fue una canción de violines que treparoninfiernos, ocultas miradas se abalanzaronrenuentes a la desesperanza y al jugar conlas emociones, al caer inadvertidamente,sube la cumbre, transforma una musa,rompe cualquier lustre de piel desaforada.Ese fue el mes: tu alma murió con mi alma. << Inicio < Ant.
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Fin >> ¿Okey? ¡Okey! Autor: Alberto Carranza Fontanini. (Género Cuento) El clásico del cine truculento interpretado por Bela Lugosi, finalizó entre las tres y las cuatro de madrugada y, antes de acostarse, sólo con nausea logró deglutir el trozo de carne apenas cocida. Ya en la oscura plenitud de su cuarto, emergieron del agitado sueño escenas evocadoras de aquella película vetusta; escenas espantosas, escenas fascinantes como los secretos más íntimos o como las nefastas flores de una noche sublunar cuyos tenues aromas aturden los sentidos enervando toda resistencia. Tal vez aquelas criaturas desalmadas que advinieron a la penumbra desde la pesadez que embargó su sueño, fuesen esenciales como el sumi-e: germinando en los abismos sin luz (provenientes de la espalda virtual de esa oscuridad horrorosa), surgiesen en las sombrías calles del mundo acechando los inocentes cuellos de las posibles víctimas.Tal vez pasando a su lado como ráfagas de ultratumba algunas noches las cruzó; pero al saber el origen de la sustancia que las patentizaba en una vida irreverente y extraña ya no podrían engañarlo. Ahora sabía cuál misterio las delataba y, en adelante, protegería su cuello con la cruz guardada desde la última peregrinación, con cabezas de ajos ocultas en los bolsillos de su gastado pantalón y desplegadas en los umbrales ( ristras enteras colgaban prolijas en el armario de la cocina), y con una daga que diseñaría con una pata de la dura mesa, en la ocasión propicia atravesaría sus embalsamados corazones.Convecido de que esos preparativos evitarían la confiscación de su preciosa sangre, reafirmándose en una vieja costumbre juvenil, exclamó ¿OKey? ¡ Okey! Sin embargo, el amparo fue ilusorio; en cuanto apoyó la cabeza en la almohada y quedó dormido, no logró relajarse. Al siguiente intervalo - ya de madrugada- se levantó. Flotaba en la divergencia, asediado por el pánico vagó por las habitaciones de su departamento con las arterias fulgurando debajo de la epidermis en un orden impreciso, sin emanciparse de las imaginarias secuencias de esos seres sanguinarios dipuestos a perforar su palpitante carótida.En un instante de opaca lucidez quiso poner coto a la propia tontería y al considerar algún flagelo que le devolviese la cordura mordió sus labios con incontrolable furia. Vio en el espejo, deslizándose por sus comisuras, filamentos rojos de su propia sangre y por un instante lo engolisnó absorverla (¡ era espesa, sabrosa, dulzona!) Pero esforzándose para salir de tal fruición exclamó:¡ Nunca...jamás seré un infame chupasangre!Su elocuente negación la aportó el reconocer aquel gesto aprensivo evidenciado en el espejo principal (como es sabido, las figuras de esas espectrales criaturas no pueden reflejarse en ellos), por lo tanto, milagrosamente él permanecía a salvo. A sabiendas que daría revueltas en la cama por temor a ser rabiosamente mordido por alguna desalmada criatura noctámbula, estaría siempre alerta, con litros de café bien cargado nunca lograrían hacerle cerrar los ojos. Inutilmente fue buscando arriba y abajo de la alacena algún frasco con restos de café. ¿ Pero salir a comprar café a las seis de mañana con el riesgo consiguiente? Siguió errando confusamente; idas y vueltas, subidas y bajadas por las ruidosas escaleras que iban a su cuarto sin acertar con ninguna solución. Y aunque no le fuera posible vencer sus resquemor hacia la inexpresiva vecina del departamento de enfrente - a la que había sacado de apuros de pedidos muy sospechosos -, resolvió cruzar el pasillo de un par de metros para solicitar café. No podía olvidar que cada vez que ella había tocado a su puerta (y él abría siempre con la misma hostilidad), repetía el enigmático pedido: " Vecino,¿me daría unos churrascos para mí y para mi maridito, antes que enloquezcamos por falta de carne fresca? Solamente una vez, la cara-de-piedra se había aventurado a explicarle el aparente motivo de su periódicos mangazos: tanto el maridito como ella pertenecían al gremio de los desocupados y, aunque insolventes, tampoco estaban abonados a ningún seguro social o municipal. Por su lado, los familiares soberbios y tacaños, les hacían pito catalán, o minga tomá de acá.De cualquier forma a él que era muy astuto, no se le pasaba por alto un contrasentido: ¿ en qué fundamentaban esos dos carnívoros esa manía de pedir carne sanguinolenta en lugar de porotos, garbanzos o cualquier otro producto basado en verduras u hortalizas?Por fin, sacando fuerzas de la propia flaqueza; y venciendo su repulsión a esos vecinos angurrientos de proteinas carnívoras, masculló: "¡ Yo necesito café y voy a pedirles café! ¿Okey? ¡Okey! Pulsó el timbre con insistencia. Resopló estufado por cada minuto de espera.¿ Por qué no lo atendían? Entonces dos voces incomodadas repitieron en seguidilla: "¡ Ya... va!" ¿ Tenía taponados los oídos? Había creído diferenciar matices muy diversos e incomprensibles en las disolutas voces hematófagas.: en la voz de ella, un desfalleciente Si-menor. En la de él un Do-mayor que culminó con un mugido ultrajante.Al final, al entreabrir la vecina la puerta, emanó del interior del departamento la temible ranciedad. Sin maquillaje, con la bata de un rosa gastado, tenue y traslúcido recubriendo la blanca piel de su cuerpo ( del cual sobresalía el cuello mórbido, de venas lalentes), lo recibió con una sonrisa de cinísmo espectral. Estas facetas, más la mirada voluptuosa, le hicieron especular que había llegado en mal momento. Posiblemente una deduccón acertada ya que sin disimular su fastidio ella le espetó: "¿Qué quiere a esta hora?" _ Disculpé que los moleste, vecina....necesito un poco de café; quedé sin café y el alamacenero todavía no abre. _ Espere; ya le traigo_ respondió ella y acerrojó la puerta como si el solitario habitante del otro departamento fue un atracador. El esperó con la certeza de que los signos cadavéricos observados rápidamentre en la vecina, patentizaban la lubricidad y la truculencia. No era improbable que cuando pulsó el timbre largamente, ella estuviese dejándose libar su sangre por el marido hematófago y de ahí el Si-menor que emitió desfallaciente. De nuevo la mano escuálida, con uñas como estiletes, entreabrió la puerta y le aproximó la bolsita con gránulos marrones. Al descubir en la frágil muñeca dos orificios paralelos húmedos y rojos carmesí su mirada se desorbitó: Evidentemente, la languidez de la articulación del brazo al extenderse hacia él y la mano basculante delataban el hecho de las perforaciones ejecutadas por el habitual vampirísmo. El encorvó radicalmente su cuerpo al agarrar la pequeña bolsa que se le ofrecía y agradeciendo con brusquedad, de un brinco desapareció en su departamento. Resuelto a velar por su integridad física cerró la puerta con pasadores y con doble llave. Debía hallar un modo rotundo de trancarla. Debía impedir que esos dos muertos en vida refregándose las uñas lo contasen como futuro alimento. No se dejaría doblegar, actuando con prudencia saldría de sus miras; tomaba en cuenta el proverbial noctambulismo de esas espantosas criaturas y solamente en las horas en las que descansan en sus pestíferos sarcófagos, arriesgaría sus pasos hacia el ascensor o hacia las escaleras de servicio. En el día, lo mejor sería aprovisionarse, pero procurando volver siempre antes del crepúsculo. Mientras pensaba en esto febrilmente empezó a delirar. Una inexplicable repulsión se proyectó hacia la familiaridad que solía tener con la gente. Evitaría a los amigos y conocidos, evitaría los compañeros de trabajo. Transformaría su departamento en una bunquer y los Jefes sanguijuelas podrían esperarlo hasta nunca más ver. Disfrutó por anticipado su renuncia laboral. Ya no lo atraía la vieja manía de tratar con aire donjuanesco a las blondas compañeras de oficina quienes (ahora se percataba), acostumbraban a mirarle el cuello relamiéndose, aunque aún aceptase que en tal demanda de sangre fresca las presuntas vampiresas tuviesen prerrogativas sin duda agradables para él. Esa tarde, antes de atrincherarse en el departamento- caja- fuerte, entró en lagunos comercios cercanos. En la Iglesia (algo extrañado), el cura le bendijo un bidón de agua cristalina; en la Santería se surtió de amuletos, sahumerios, aceites esenciales y velas aromáticas. En el supermecado, compró además de varias botellas de Wysky, muchas bolsas de café y al volver y descargar todo aquello, sintió cvierta liviandad y cierto contento. Pero el exceso de café absorvido en pocas horas causaron una extrema reacción hiperkinética, de la que se repuso bebiendo una botella de wysky en las rocas. Para eso estuvo sentado largamente en el sillón de living cavilando- vaso en mano- en un silencio como el silencio estelar, que por momentos plasmaba huidizas imágenes, de colores, calidoscópicas. Cuando sus párpados agotados cedieron al descanso, quizá logró dormir pero tan sólo fue un poco. Se desconoce si padeció pesadillas en el silencio sin tiempo del sueño.Probablemente sí.Despertó de golpe, con un presentimiento terrible; un instrumento punzante le fisuraba el alma.Alguna criatura abismal en el pasillo rasgaba con empecinamiento el otro lado de la puerta. Alguna criatura diabólica quería envolverlo en sus negras alas de paraguas y ostentar sus filosos colmillos...¿Okey? ¡Okey!Con toda presteza pormenorizó las defensas: la puerta seguía sellada gracias a un mueble descomunal (arrastrado desde la habitación más lejana, con un esfuerzo similar al de un esclavo egipcio), que la hacía inviolable. Las ristras de ajo enrrolladas en los amuletos custodiaban todos los rincones. En cada abertura pendían esos tubérculos protectores de su preciada sangre y una grandiosa cruz atalayaba victoriosa su querido cuello. ¿ Okey? ¡ Okey!No obstante faltaban dos cuestiones. La primera, no había podido afilar una estaca como la gente (ni siquiera consiguió quebrar en sesgo la pata de la mesa de roble); la segunda, cada intento que hizo por levantarse del sillón resultaba infructuoso. Su trasero, con los miembros amasados por la flacidez provocada por el exceso de esfuerzos y del alcohol, quedaba atornillado al sillón y semejante extenuación anulaba cualquier consistencia muscular.Los rasguños del otro lado de la puerta no cesaban.¿Tenía otro remedio que inculpar a la vecina anémica que esta vez no venía por carne fresca sino por su delicada carótida, fuese la izquierda o la derecha? Basta con evocar los ojos adormilados, la escualidez de su figura y de su brazo al extenderle la bolsita con café para darse cuenta que detrás de su apariencia insustancial encubría la detestable glotonería de sangre floreciente. Imaginado su desglose, elaboró en segundos el plan que lo preservaría. Sin embargo, no podía erguirse todavía y tuvo que mentalizarse en que debía mantener su pequeña dosis de sensatez hasta la salida del benefactor sol. En cuanto el astro galáctico enviase sus brillantes mensajeros de luz, su invalidez desaparecería como por encanto. Podría entonces acercarse a descorrer las cortinas y los poderosos rayos esparcirían doradas franjas en el interior de los ambientes. Sería ese el instante propicio de destrabar la puerta para dar paso a la miserable criatura que se empeñaba aún en rasgar la puerta. Y al abrirla , amablemente burlón, le diría: " ¡Pase querida, pase por favor...!"Y al ella entrar dispuesta abalanzársele, los candentes rayos le causarían penosos estragos; corromperían su piel, demolerían sus huesos secos, extirpando para siempre la pervesidad de ese cuerpo falsificado para la dudosa inmortalidad terrestre. Lo haría a la parrilla dentro de un infernal fogonazo...¿ Okey? ¡Okey!Conforme con el maravilloso plan, esperó confiado en el mullido sillón mientras consumía el resto de la tercer botella. Y al ascender el sol en el horizonte el momento crucial había llegado. Pero en cuanto quiso ponerse de pie cometió una torpeza insuperable. Vaso y botella cayeron de sus manos estrellándose en el piso. Avanzó a tontas y a locas; las plantas desnudas de sus pies presionaron los agudos fragmentos y comenzó la sangría. A cada paso el espeso líquido que manaba de las plantas de sus pies regaba el parquet. Los agudos fragmentos, como un torrente anegaron su sangre sobre el parquet y sin embargo, con gesto sañudo, él proseguía la marcha hacia los ventanales, cubiertos por gruesas cortinas, dando los últimos pasos hacia el fin de la noche Los Piolas. Autor: Alberto Carranza Fontanini. Al escuchar a Jacinto excomulgar a nuestra ex- amante, sentí el dudoso consuelo de no haber sido el único afectado por los cuernos. El quería mostrarse despiadado e imparcial pero leí en sus ojos relampagueantes mi misma humillación. Adiviné el corolario de aquel diálogo: sería en vano despreciarla. _ Mirá Juancho -dijo - no tiene caso, esa mina lleva la corrupción a flor de piel. _ ¿Crees que vine a defenderla?- repuse suspirando involuntariamente.Supuse que ambos estabamos incapacitados para dejar de amarla y por ello añorabamos la "flor de Lis" de su hombro mórbido; tatuaje realizado por un experto. Gabriela había pretendido que cada uno de nosotros se grabase una idéntica aunque más pequeña; la caprichosa marca haría más tangible su predominio. Indudablemente persistía algo tortuoso en esa exigencia. _ No sólo me refiero a su conscupicencia ¿eh?- recalcó.Pedimos al mozo más café. Sabíamos quienes eramos los estafados morales y materiales; todos buenos amigos, amigos de toda la vida. Cruzamos nuestras miradas con la tristeza honda e irremediable de los que se hundieron en el mismo lodo. Maldije la humedad pegajosa de ese mediodía lluvioso: no había modo de quitar el sudor de nuestras frentes y nuestras manos. Jacinto empalideció extremadamente. _ Se destapó la olla podrida con el asunto del crédito- me apresuré a aclarar- la intención que tuvo, al filtrear con unos y con otros, clarifica toda la cuestión...El crédito rondó en mi mente. Gabriela solicitó $ 200.000., al Banco donde me desempeño de tesorero y los cinco primeros vencimientos seguían impagos, y ya no pude ocultárselo al Gerente._ ¡La atorranta nos jodió bien jodidos!- estalló Jacinto. Su cara se crispó angustiosamente.- Che, tranquilizate...Hizo una mueca, algo se resquebrajaba en su estructura humana, no supe diferenciar si ese algo era físico o espiritual._ Aguanté a esa loca como buen porteño. Siempre inquieta como una avispa, tenía que parar en cada Casino, en cada Hipódromo...un " tour de force" con esa extorsionadora por ciudades veraniegas y por cada villa suntuosa,estaba claro que el asunto era fundirme la billetera... _ Te fue peor entonces, por que en mi caso no hubiese podido seguir esa carrera infernal con mi sueldo de bancario- repuse y me pregunté si habría servido de algo nuestro amorío. Sentí envidia por Jacinto y no estoy seguro por qué._ La nuestra fue una relación cenagosa, che :-dijo mirándome con ojos perdidos-; solía preguntarme:¿con quién estarás ahora perra de mierda? y me había acostumbrado a esperarla acechando desde la ventana, en el umbral cercano al sospechoso hotel alojamiento, o enfrente, debajo de una sombría ochava...me gustaba esa situación desesperada de espiar y celar como una bestia a otra bestia...( hizo silencio; breve, escueto su silencio);podría enumerarte las noches de martirio, noches de incomprensibles rencores, de recriminaciones y de odio y al final de amor...estaba consciente que por entonces se encamaba con vos y con los otros y sin embargo no la patié...Los ojos de Jacinto al lagrimear y ser enjugados con rabia se congestionaron, al final quedaron secos y enrojecidos. Extraña identificación anímica- pensé- levantándome de mi silla. Recorrí el local. Miré mi rostro en el espejo del baño con curiosidad. Traté de dibujar la silueta de grabiela y mía besándonos. No pude, mi rostro estaba poseído, parecía el de un loco; sonreí sardónicamente. Tuve miedo,demolí la sonrisa burlona y de nuevo me sentí conturbado. _ Gabriela nunca paraba de repetir esa historieta de su fracaso matrimonial con enorme y calculada persuación. Sabía usar al pelo esa cara de estampa religiosa, una pose que seguramente iba a seducirme. ¿ No te pasaba lo mismo,che?Ya habíamos entrado en un suspenso denso, casi inefable. Desde el baffle, nos llegó " Adios Nonino" quizá homenajeando nuestro esgunfio y tal vez apaciguando nuestros ánimos bajoneados, sobre todo a Jacinto que ya tenía las facciones enfermizas de profesor de música tísico y en declive. Esta observación mía apareció al observar su bien cortado cabello renegrido pegado a la testa armoniosa, al temblor de su bigotillo sobre sus labios finos y tensos, y al tamborilleo de los dedos musicales de su diestra sobre el mantel blanco, un poco menos blanco que el pañuelo inicialado con que enjugó sus comisuras al sorber su café, como un modo de despistarme de sus ojos que tenaces retornaban a las lágrimas.A través de las vidrieras de la enorme confitería solitaria, nos compenetramos en los perfiles otoñales de los transeuntes que rebalsaban las veredas con sus paragüas y arriesgamos que aquel diluvio que envolvía Buenos Aires, terminaría por inundar grandes franjas de la zona ribereña.Cuando Jacinto me interrogó especificamente por la deuda y qué podía ocurrirle an Gabriela si seguía empecinada en no pagar las cuotas, preferí no responder. Todos eramos sus garantes y me preguntó si había hablado de esto con Mazzini y con Quique. _ El Gerente me citó esta mañana: reprobó aquella recomendación que le había dado para otorgarle el crédito, y no dejó ni un minuto de rascarse los codos soriácicos, tan molesto estaba que apenas escuchó las seguridades que yo le di respecto a ustedes ( reitero: todos mis amigos eran avales de Gabriela.) A Gabriela le advertí muchas veces que era mejor hablar y ponerse de acuerdo, pero no me dio pelota. Me desconcierta su irresponsabilidad; la última vez que conseguí comunicarme a su celular, se lo dije. " Apretá a tus amigotes que me usaron hasta que venda el departamento" me contestó y veo que no bromeaba._ Será mejor no hacernos ilusiones. Esa mina vive el momento, te enrieda la soga...Mañana voy a dar la cara, voy a ir al banco. Ya que vas a verlos decíselo a Quique y Mazzini... La lluvia, al menos por un rato se detuvo y nos despedimos como dos perros abandonados al incierto destino de la ciudad tormentosa.Mazzini era un tipo más práctico que Jacinto, lo mismo que Quique en cuestiones de negocios; en las cuestiones sentimentales, en cambio, era el más sensible de los cuatro. Nos vimos en el café del Chino esa misma tarde. El café era sumario, un poco más amplio y con las mesas mejor distribuidas que los cafetines de paso que abundan en Buenos Aires._ Traé dos fecas, Chino-pedí. confiado._ No toi de mozo, toi de lavacopa. Dijo y nos sonrió desde el mostrador con su cara redonda-amarilla y sus ojos orientales insistieron en los titulares del matutino reaccionario. Mazzini era un tipo lleno de insinuaciones sentimentales y de melancolía. El pasado se había ensañado con él fijándolo a un presunto drama. Al enterarse de mi ingrata misión con su rostro ensombrecido empezó a consumirse en evocaciones._ Ya no admito que esa papusa mistonga me siga escorchando...__ Tampoco Jacinto,ni yo, tampoco Quique...- dije.Tenía encanecida la melena; arrugas profundas se ahondaban en su frente al agregar:_¿ Lloré por mi fracaso y ahora tengo que llorar por el de ustedes?Más tarde en su bulín ( un cuarto bien puesto, zaguán al fondo al 500 de Necochea), entre sus fotos tangueras me mostró un par de ellas: Gabriela y él._ Ella era feliz.Descorchó el tinto. Abrió el ventanal. Respiramos la humedad recalcitrante del puerto no muy distante._ Ya te digo, pibe; me conforta saber que ahora somos extraños. Esa mina es ladina, quizá le vengan bien las rejas. Decíselo a tu Gerente.Bebimos largamente. Me contaba despacio varias historias de grelas y reos. Con el escabio y los puchos se olvidó de sí mismo. Con su "sed de tangos" entonó imperfectamente: " Tu color, tu pálido color; tu mirar, tu límpido mirar, tu cantar, tu cálido cantar...- y así siguió cloceando con las mejillas encendidas-, y unimos nuestras voces borrachas con el verso final de H. Manzi:- " ¡De nuevo me dirá que sí...que sí!"A Quique lo hallé al día siguiente descansando en el puente de su velero "Adelaida", en el naútico de Zárate. Almorzamos con indolencia una paella rociada con un buen Torrontés. Me conservé prudente durante el almuerzo. Después de la siesta, contemplamos el Paraná y ahí fue propicio hablar de Gabriela._ ¿ Y la imunda tuvo el tupé después de lo que me hizo?- dijo fastidiado por el zumbido de un mosquito.- ¿ Qué te hizo?- dije sombriamente._ Nimiedades. Filtreaba acá con mi agente de bolsa, con mi abogado y con...¡bah! mujer furtiva como pocas;¿ miedo a la vida? ¿ al avance de la edad? Está perdida. Yo la aconsejé bien: le dije que si seguía por esa senda terminaría en la abominación. Se lo dije una tarde antes de cortar el vínculo que nos unió tres meses: " ¡sos fiel sólo al error, Gabriela!" Se encabritó y se fue.En las vacaciones siguientes la vi en la rambla Marplatense. Su hermosura se había purificado. Esa mañana caminaba con lentitud, en contra del viento marino que hacía revolotear su cabellera. El día iba a ser soleado, espléndido. En el bar, denotó el cansancio que empezaba acumularse en sus rasgos. No estaba dispuesto a ser comprensivo ni bondadoso con ella y, sin embargo...Después de un rato de charla le pregunté si había dejado clavado al banco por su excesos en el escolaso._ No, Juancho - dijo con un tono suave y percibí ( o creí percibir), su angustia, una misma angustia que nos hermanaba-, me vengué de ustedes porque estaba demasiado triste._¿ Triste, vos?- no lamenté que mi tono de voz denotase esa ironía pulcra que revienta._ Los hombres merecen lo peor, son crueles y egoístas._¿Mis amigos lo fueron? ¿ Yo lo fui?_ Ustedes vinieron después... - me miró,creo, compasivamente.Y me sorprendió. Se desparramó en sollozos, la imagen desvalida de su cuerpo convulcionándose imponía piedad. Le acerqué mi pañuelo y me senté a su lado para que descargase su pena en mi hombro. Supuse que mis amigos lejanos habrían aprobado mi gentileza, inexplicable._ Soy tan desgraciada Juancho, desde que Mirko me dejó.Imaginé que el tal Mirko era cualquier cosa, un gigoló, un rufián, una culpa por la cual una mujer buena se pierde._ Siempre acusándome, acusándome- decía ella sollozando sin parar- vivimos juntos, muy juntos, mucho tiempo estuvimos unidos y nos amamos, pero él de repente cambió, se volvió despiadado, no perdía ocasión para molerme a golpes, me hacía cosas..., que si las dijera te pondría los pelos de punta. El alcohol lo trastornaba, lo ponía un demonio: la noche que me tiró al suelo a puñetazos, deliraba, me acusaba sin parar de haberlo obligado a dejar a su familia: era un monstruo el que arrastraba hacia el fondo de la casa, hacia el parque, ¿sabés? Allí, en ese parque cavó un hoyo, me enterró hasta el cuello y se fue. ¿ A vos te parece? A la otra mañana me sacó y dijo lo más campante: "! Te merecías esta lección!" El estaba sobrio y después dijo: " de ahora en más sólo vas a servir para decorarme el Jardín, así que mejor ¡andáte!"; supe entonces que había entrado en su desamor y por eso me echaba para siempre... Cuento de antes y después. Autor: Alberto Carranza Fontanini. " Todas las horas hieren, la última mata" ( P. Romano) Había una vez un hombre común que se arrepintió de ser y resolvió dedicarse a contemplar el tiempo. Su mujer se enojó mucho con él y habló con sus hijos. Estos, le vieron allí, sentado a la puerta de su casa, con la vista puesta en la distancia y le preguntaron cuanl era la causa por la que había cambiado tanto. Pero no obtuvieron respuesta y el hombre siguió imperturbable, mirando los ocasos y amaneceres siempre cambiantes. La mujer, aunque decía amarlo, ya no quería estar con él; no quería volver a su lado y para justificarse decía a sus hijos: "¿Cómo podría continuar viviendo con semejante hombre? Y después de cierto tiempo buscó otro hombre que estuviese en sus cabales. Cierto día los hijos también lo abandonaron y la casa quedó desierta. Ellos creyeron preferible dejarlo tranquilo con su manía; además les pareció imposible sacarlo de sus trece, el padre no los atendía ni se dignaba a hablarles.El hombre adelgazó singularmente. Los ojos asomaron de la arrugada faz como ascuas apagadas y la barba, abundante, caía desprolija hasta su pecho. Allí, siempre sentado a la puerta, casi sin respirar semejaba una estatua pensativa, muda...es un decir, pues nadie podía segurar que respirase tal era su postura de quietud infinita. Los vecinos en un principio, fueron considerados y corteses al acercarle platos con comida y también al preguntarle por su salud. Pero también se cansaron de sus ojos vacíos y de su mutismo inconmovible. "¿ Pero quién se cree que es" comentaban entre sí, ofendidos, casi indignados y a la vez confundidos. Y se alejaron de él. De manera que si debían pasar ante la puerta de su casa rehuían mirarlo y saludarlo.Desde su resolución de detenerse a contemplar el tiempo pasaron cuatro años; entonces alguien dijo haberlo visto levantarse para estirar los miembros y enseguida volver a su postura habitual, temeroso de que todos se enteraran.Pero en verdad, el hombre jamás se movió, ni siquiera después de un siglo, transcurrido el cual descubrió dentro de sí quien realmente era. Cebar Mate autor:Alberto Carranza Fontanini. A medida que el auto avanza y sorbemos mate expandiendo nuestras miradas en el cambiante paisaje, observo a mi mujer en su acción repetida de engullir glotonamente los pan de leche y que de repente- movida por cierta malignidad- se da vuelta hacia mí para zampar uno en mi boca de Loro hablador, y así impedir por un rato que la moleste al interferir en sus comentarios agrios y triviales.Por añadidura, en un improntus casi desesperado, me concentro en el manejo del auto socorrido por una imagen cómica redentora: concretamente veo a mi mujer rumiando maníes durante las visitas dominicales al zoológico. Que ella esté encerrada en una de las jaulas sería un consuelo; una travesura mental que me regocija (bien sé que si ella sintiese lo mismo con respecto a mí, sus ojos también se llenarian de chispas burlonas), pero al reflexionar y darme cuenta de que con el mismo lenguaje compartimos idéntico destino me parece conveniente desechar esa idea desvalorizadora; lo cual es prácticamente imposible hasta que logro avanzar otro Km., cuando soslayando el sol restallante sobre los campos, la veo cebar mate con esa yerba misionera reconocible y a la vez noto que se queja porque se insinúa de nuevo su migraña, previsible desde que la escasez económica frustró su manía de comprar todo (incluídas las baratijas), y sus ganas de llorar. Ella sabe muy bien -¡ quién no!- que desde siempre la miseria se ensañó con gran parte de la humanidad mientras la otra siguió dedicada al dolce farniente. Seguidamente acude a mi memoria el concepto cívico del laisefer, ya que decidimos irnos de vacaciones casi amortizados. No importa - le digo a ella arrimándole un pañuelo para que suene su nariz y expela el atchís con un característico rebuzno rechinante-, estos días son nuestros y dalo por hecho que vamos a disfrutar... Su exclamación me deja pagando: "¡ Qué iluso que sos!, dice con sarcasmo. Y en ese total desacuerdo con mi perspectiva feliz, pasa por alto la poca esperanza que me ha ayudado a soportar la dura tarea diaria de esos meses pasados. Se que ella menosprecia mi resignación de bestia de carga, aunque gracias a ese aguante consiga cada día el pase de sobrevivencia...¿Cabe duda que seis bocas hambrientas traman una condena prolongada?A veces lamento que en cierta ocasión se nos haya escapado la posibilidad de irnos a un lugar diferente. Habría sido reconfortante encarar otra posibilidad, empezar de nuevo y sentirnos que vale la pena lo que uno hace con el sudor de los pies, ya que mi trabajo de vendedor callejero me obliga a caminar cientos de cuadras cada jornada.Pero se me ha evidenciado que nunca será probable en nuestra situación. Además no hay coincidencia ni diversidad sino oposición absoluta en nuestros respectivos criterios. Ella se hubiese ido para operarse las lolas y un sin fin de intervenciones estéticas " porque allá en estos importantes asuntos están super tecnificados"- dice ¿...? En realidad también sé muy bien de su anhelo de permanecer joven muchos años, lo que no es raro en el género femenino (ni tampoco en el masculino). Yo, para terminar esa especie de desacuerdo, le digo que se da por descontado que la fuente juventus es poco probable o casi imposible. Entonces me retruca que para ser feliz, feliz, feliz, no alcanza con tener una familia numerosa que llega abrumar. Y Es innegable que tiene su razón: la agobia lavar, lavar, barrer, barrer, y cocinar y cocinar y cocinar- igual que una sirvienta full-time-, porque el instinto (como a cualquier otra pareja que reside en el globo terráqueo), en su momento nos puso el celo reproductivo.Ella deglute otro pan de leche mientras yo, solvente, suelto mi mano derecha del volante para recibir el mate cebado con todo esmero. Una súbita aprensión deja el paisaje campestre que transitamos con largueza en segundo plano; se trata del invariable malestar que me aqueja cada vez que me ceban mate y me autoengaño eludiendo el consejo médico del nó definitivo a la bombilla, pues, según su apreciación, arruina mi sistema digestivo. ¡Ah, como odio esa prohibición! ¿Odio? Sí, al médico que quiso extirpar mi vesícula, odio esa cara de bicho deforme con escalpelo. Odio a ese cirujano que elimina cálculos de tu maravilloso higado cirrótico o grasoso, quizá porque en alguna instancia le reporta pingües ganancias y a mí me da inconcientemente envidia. ¿ Viste médicos pobres?- dijo alguien- Nó, vi pobres médicos que jamás logran ascender de un modo veloz al ansiado status- repuse yo sin respirar.Le devuelvo el mate y acepto que me dé otro mate bien cebado, pero sigue crispándome echar vistazos a las partículas de los pan de leche desparramadas sobre su falda y los bordes de su asiento. Con el habitáculo salpicado de esos restos debería detenerme en cualquier estación de servicio y sacudir los asientos afelpados y demás recovecos del auto. ¡ Pero los humanos somos tan pero tan sucios!Cierta vez, mi compañero de pesca - amigo de siempre-, indicando con su ceño fruncido la superficie del río Paraná, me advirtió sobre aquellas bolsas plásticas brincando sobre el agua color melena de león, infectada por detritus, y sobre la aglomeración de pescados inflados e inertes que se mecían en la orilla cerca nuestro y no pudo evitar clamar al cielo por semejante desaprensión. Sin embargo, muchos siguen inmutables con mi deporte favorito (la pesca) porque desestreza. Nadie niega las bondades de la pesca ni el derecho a pescar, aunque al abrir los peces que se cosecharon vivos toda clase porquerías rebose de sus tripas lo cual, tarde o temprano, igual los hubiese liquidado sin morder los anzuelos.Mi mujer continua engullendo y pienso que junto con las dimensiones de su estómago creceran sus protestas porque no subirá el cierre o porque la biquini remarcará los flotadores de la cintura. En verdad, deberíamos aceptar que, secularmente, los humanos estamos enfermos del bocho y cuando mi mujer sufra por sus excesos de ingesta, condescenderé a persuadirla de que esas cosas simplemente no interesan, mientras nos amemos. Después de todo me incluyo como heredero del zoológico actual. No por casualidad llevo cada tanto a nuestros pequeños depredadores (nuestros hijos) a que disfruten de ver las especies constreñidas por vallas. Parsimoniosos, desandamos los senderos del Zoo., extansiándonos a cada momento frente a sus prisiones. En particular, me fascina la jaula de los gorilas. Sobre todo, la del poseedor de una expresión memorable: su cara sarmientina parece la del prócer de la educación con el sutil agregado de un buen carácter. " Es impresionante - dijo mi arisca mujer al recordárselo y cebando otro rico mate remató satisfecha-: es impresionante que ese bestia peluda haya demostrado ser más civilizado que vos." En esa ocasión me habían entretenido los meditativos y tristes ojos del gorila que a intervalos expulgaba su cabeza. Ambos nos mirabamos estudiándonos con obvia complicidad. Yo tuve la impresión mística de estar ante un buda impertérrito que, ante la inopia circundante , imposibilitado para demandar nuestra habitual injusticia, recurre a frotarse la cabeza de un modo resignado.¿Cabia otra actitud que hermanarme con él?Originé el estupor de la gente que lo contemplaba cuando con toda desición entré a la Jaula, le dije unas palabras comprensivas y terminé dándole un abrazo inolvidable y conmovedor. Traje de mi paísun pilchero de penas,hambre y heridas.Desde el setenta y tresque las ando trayendo.Se me han pegadocomo abrojos en mi pellejo.Si en las chiguas y riatasse me asoma alguna,es que todavía andan conmigo. Los septiembres ya no me alegran.Son veinte de ellosque como inviernosse han estacionado en mi cuerpo. Pero he encontrado esta tierrapara mis almendrosque en pleno inviernoflorecen. ( continuación pág 1.)De repente el ritmo aturdidor de la música amainó. Era como una tormenta cacofónica que se detiene para dejar paso a la voz sensual del trovador romántico que motiva a las parejas a un baile más íntimo en un ámbito súbitamente umbrío. En esa instancia M.O. no perdió el tiempo y sacó a bailar a la cordobesa que parecía ansiosa ante la invitación. Bastó el entrecruce de miradas intensas para que se sellase un pacto en ciernes. M. O. se sentía feliz y Ludiana se sentía dichosa mientras era llevada con suavidad por la penumbrosa sala y en él espontáneamente surgió un juramento impensado: " Amaré a esta mujer hasta la disolución final".En realidad se examinaban, se reconocían con curiosidad. Los grandes y penetrantes ojos de Ludiana se despojaban de precauciones y observaba a su pareja que parecía tener una imperiosa confianza en sí mismo y que, sin embargo, se sentía totalmente inseguro. Llegó él a sentir una especie de desfallecimiento con sólo estrechar la cintura del fibroso cuerpo, entretanto ella giraba repleta de una profunda embriaguez y ambos se volvieron indefensos ante los embates del amor. Experimentaron lasitudes y sudores mientras se insinuaba el juego amoroso trasvasado en vértigos y desconciertos. Y en esas circunstancias sus ritmos cardíacos- unidos a la cadencia arrulladora de la poesía musical -,redoblaban alocadamente.Por otro lado Ludiana parecía adaptarse a los pasos de baile algo vastos y torpes de M.O. quien seguía creyendo sostener entre sus brazos a una criatura frágil y se desconcertaba al percibir una energía exuberante. Aspiraba sus fragancias mientras contemplaba el rostro enmarcado por la cabellera imperiosa que gravitaba sobre su espalda y le rozaba su tensa mano. La respiración de la cordobesa, centrada en su cuello, era anhelante. En ciertos momentos, al separarse un tanto, él lamentaba que la música decayera en los necesarios paréntesis.En todas esas instancias el escrúpulo pareció caminar hacia el destierro dando paso a la misteriosa percepción del amor.
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alberto carranza
MARIANO DOROLA
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Susana Sols