• alberto carranza
albertocarranza
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  • País: Argentina
 
Las almas retroceden en llamas,persignadala imperiosa guerrra reitera su ferozcometido,los involucrados se funden a lo efímero,funden sus cuerpos con peligrosas ráfagas ,funden sus oídos con bombas y metrallas,con la música zumbadora que acerca alotro mundo.En el repiqueteo ensordecedor que destripa¿alguien se apiadará del que llora sin pausa?La levedad del ser asiste a todas las cobardías,y en ese páramo del descaro deviene la experiencia atroz, infamante, la moralidadchamuscada, los rostros de piedras.La sensación animal del vértigo fue atrapada.Cuerpos mercenarios  en pesada marcha,hollan la arena y sobre esa pesadez solitaria  menoscabada, ya sin nombre, los gemidosson el rito inintelegible.Pero escucha bien, por favor escucha:Esos involuntarios asesinos estan malditosy lo saben.Una vez vieron cielos azules y el rumor del mar fue excelso.Una vez se prosternaron ante las floresmaravillosas.Una vez tuvieron piedad y amaron,una vez pesaron la primer tristeza.Pero al volverse locos de furoressus hijos se avergonzaron,inútiles ruegos lanzaron sus madresy sus padres temblaron.Ellos volvieron amarrados al timón de laverguenza o de la insanía.Y mientras en aquel desierto rojo el cielo se ha vuelto índigolas estrellas se fueron a otro mundo.
No querías ya volarquerías permanecer entre rejas esclavas,querías cubrir mis ojos con tus pupilas gastadas.No querías ya más que descubra tus lágrimasy fui hacia tí con pupilas de espantopero te habité como una paloma mensajera.Con la olvidada señal de un murmurllo antiguo,de un rumor oceánico, te pedía perdón por encender tu oleaje desvanecido.En adelgazadas migajas de antiguas sonrisas,con estrategias usadas para embestir molinos,en desvestidas secuencias me puse a tus pies.Pero no sé si fuiste cruel, si bastó mi entrega,pues siempre inclinabas tu fisonomía  triste ytapabas irónicos pensamientos o enmudecíasen lugar de multiplicar las palabas...Hoy, sobre el ojo ciclópeo del Universo me detengoy te veo.Y aunque tu cabeza de muñeca caiga de ladoansiosamente te amo.No sé si aún crees que soy Judas o un verdugo.Un borrón que tapa las penas enclava tu decisiónde amar.Por eso me inclino y escribo este poema:tal vez tu rostro de hielo que congela mi sangre se vuelva tibieza.
Púas de Espanto
Autor: alberto carranza  707 Lecturas
Ese murmullo manifiestoen el fuego consumido,que distrae la soledadde mis noches y es ligeroaleteo de alondra es de tuvoz que siempre de mi escapa.Ese murmullo etéreo de floresy brisa trasvasada entrepedestales y antiguas casas,es de tu voz que apaciguala mañana.Ese murmullo que amanececon el sol y acaricia con susavia es de tu voz quenunca se cansa.Ese sedoso murmulloque a mis labios rescatay diligente se agiganta,que trepa montañas,que desciende hondonadas,es el eco de tu voz, amada.
Murmullo
Autor: alberto carranza  883 Lecturas
Estás en mi corazónque nunca fue de piedra.Estás en mi almaque siempre fue cantera.Estás en mí de un modoirrevocable y esperoya entiendasque unidos fuimoslastimados en la tierra.
Irrevocable
Autor: alberto carranza  718 Lecturas
vientos y niebla y el frío inmortalse adueñan del cielo y abajo de latierra que cae sepultada por la nievey más abajo, en la ciudad,la muralla de lluvia que la tapa. Diluvio irremediable,parto de vagidos insoportables,con ojos esperanzados detrás,y en ese dudoso calor de los sinuosos caminos,siempre hay ojos esperanzados, y detrás de las edificaciones depiedra,en los techos donde los gatos se aterran,ecos extraños negadores de Dios sufren agonías,mientras en lo alto la nevisca se lanzaa redoble,retumba al desbarranque y debajo del aludvoces penosas encerradas suspiran.
Si un misterio desaparece detrás de otro misterio,si ninguna expectativa alcanza,ni siquiera una que te deje vislumbrarlas flores del duraznero,o a una serpiente tentadora desde su trono,y si vas por ahí, por ese camino sin retornocomo si nada sucediese en el sideral espacio,que vibra y desbroza malezas tristesque anuda la calma- esclavitud de nada-,y si acaso este nuevo día es noche alumbraday en sendos cielos, rosado y negro, halles espíritus benignos en colinas verdeso un perro malditamente extraviado queociqueando soslaye la muerte diez mil veces,y  que mordiente te indignes por las trampasdel descaro y por la saña amenaces conpuños de furia, con la hiel de repente desatada,y cuando te juzgues o cuando sin piedad te juzguen y desfallezcas subiendo escaleraso vayas con pasos sin rumbo, con pasostan largos, tan silenciosos como la cruz negada,o cuando tu silueta se dibuje por sí misma,solitaria en la amarga sombra de la penumbra,iras segura, debatiendo con la frente en altoaquel lugar de las sonrisas enmudecidas,adonde caes sobre espejos hechos trizas,con tu rostro angelical arrasado por las llamas.
Porque padecí derrotas y me amparé en el fracaso.Porque atravesé el desierto sin sentirme solo.Porque emprendí el peregrinaje y di con el mar.Porque rendido en tus brazos pude besar un lunar.Porque me puse de pie con un poema de amor.Porque admiré el cielo, el de ahora y otro después.Porque desperté contigo y me llenó tu sonrisa.Porque nada ocurrió vanamente ni porque sí.Porque aprendí a sofocar el llanto gracias a ti.Porque aprendí a beber sin caer borracho. Porque de mañana nada se sabe ni de hoy tampoco.Porque mi sangre no se enfría si en tu corazón palpita.Porque contigo encontré un alma afín, un sosías.   
Urgencia del amor
Autor: alberto carranza  1035 Lecturas
La luna escapa desnuda,desde tu cuerpo dormidose va con su brillo de platay tu sin vacilar la acompañas.Pero otro noche ella se va solay con el alma conturbadasolo me deja en mi cama.La luna escapa desnuda, como si tuviese dos alas,y nadie asegura que otra vezasome y de nuevo te traiga. 
Evanescente
Autor: alberto carranza  745 Lecturas
Ya no se           si antes existió                              un rio manso o tortuoso                                                                                                            de aguas tumultuosasYa no se             si una mano abrió otra mano                                                   y si un desliz se aunó con otroen el pecado.Ya no se               si de tanto amor derramado                                                  se fueron gestando rencoresabriendo surcos a temores extraños.Ya no se                                    si es tiempo de cerrargrietas                                                 y  de enjugar lágrimas temporales.Ya no se                  si de repente el dolor te ciega                                               y comienza el acorde infinitoYa no se                  si aún habrá cosascomo vender la suerte                                                   y el recuerdo de esa noche traslúcida. 
¿Será bueno ser defenestrados de toda cordura,será bueno estar amordazados desde la cintura,hasta que la frágil lengua raída se haga esclava y un grito sepulcral aislado sesgue el solitario lamentoy una risa cruel soslaye el aliento de la maravillosa flordormida hasta que esa maravillosa flor quede vencida?Para quienes tengan fuerzas, para quienes se tiendan en el pacífico cesped con un hierbajo en sus labios fríos,les pido que rían, les pido que no lloren, solamente rían,pues ya hartos de ser domesticados han sido eludidospor sus hastiados mentores, también han sido hastiadospor todas las alabanzas del pretérito y del futuro.Sientan inciertamente el vago recorrido de heridas abiertas,sientánse unidos a la irremediable desdicha pues hanhecho crujir la grava con esos pasos hacia la muerte,que de un modo sempiterno renegará siempre de la vida,de esa vida que es la suma quebrada de una tontería, aleteando a cada rato bajo el precario cobijo de los Dioses.  
Desgarros
Autor: alberto carranza  713 Lecturas
Terco y atormentado por los remordimientosme meto en el terreno fangoso que evaporamiasmas. He descendido al mismo infierno,donde hormiguean demonios fraguados porflores malolientes y perros de presa cebados.No me asustan sus colmillos pero si sus ladridoslocos, histéricos, porque los buitres están...tragando y tragando varias piezas de carne.Han cumplido con esa honorable depradacióny no les importa los llantos involuntarios nila piedad , nos les importa la cimitarra quedesgaja cuellos a ojos cerrados ni la guillotinaque derribó a miles de reyes de lo absurdo.Hay un fondo de tambores primigenios queacompañan al cortejo ansioso del derrame;esos malvados seres me odiaron hasta hace un momento; cuando la cuerda enroscó mi cuelloelevaron loas demoníacas al cielo ennnegrecido.Para qué preguntarse si existe el perdón,para qué... para qué...para qué...para qué.
Vida monstruosa
Autor: alberto carranza  736 Lecturas
Un rinoceronte burdo de al menos una toneladaiba a embestirnos como un bolido y sin tardanza. Inútiles eran las armas, el gran idiota ya resoplaba; su primitivos ojillos , su primitivo cerebro elucubraba,terriblemente inquieto a todos miraba malignamente, era igual que un demonio que sólo traerá desgracias,los relojes de nuestras muñecas marcaban ciertaesperanza,pero la oscuridad más tenebrosa nos emboscaba, no parecía haber salida puesestabamos insertos en el parque de las venganzas. 
Primitivo
Autor: alberto carranza  763 Lecturas
Acuerdate de esa tarde que salimos del café,y con la risa estrellada en nuestros  labiosrecibimos la lluvia para jugar con ella.Acuerdate que te fuiste sin mirar hacia mi,pues cuando puse mi mano dentro de tu corazónte ofendí, él se había agitado malamentey yo no pude hacer más que ocultarmey arrepentido silencié en mi mente tu nombre. Debí dejarte partir  bajo esa lluvia incesante,mientras tu sangre ardiente, mojada por esalluvia de sal  ya no se detendría nunca,porque esa lluvia de lágrimas preanunciaba unduelo espantoso, un desconsuelo perenne, unmordiscón de labios en un segundo de eternidad.Arreció la lluvia y te perdí de vista y yo,cobijado debajo del portal con mi alma contritarecibí mi derrota posternado...  
Acuerdate
Autor: alberto carranza  712 Lecturas
El sol refulgió parejo en las copudas ramas,la sombra la cubrió perpleja y un pájaroaposentado, sin nido, la sembró de esabelleza inesperada.                                   Un cúmulo de hojas lentas iban posandoen las escarchadas sombras de lucesnimbadas por el tornasol.Ahora, ¿sabes? temo por ti amada, temo porque el silencio ensordina tu amor, temo porque esos besos de flores rosadas,esos besos intensos y recurrentes,transfiguren la escena y píerda tu amor. 
Temores
Autor: alberto carranza  760 Lecturas
Porque la vida es tuya es mía,alcemos el vuelo.Porque el deseo de amarmetambién es tuyoy porque tu lo quieres,alcemos el vuelo.Y dado que tu me quieresporque tu me amas,y dado que yo te quiero porque yo te amo,y dado que existe el vinoy este amor es cierto,nunca habrá heridas que no cure el tiempo. 
Alcemos el vuelo
Autor: alberto carranza  959 Lecturas
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Acechan ráfagas invernalessobre heridas punitivas invisibles,y sobre la inmensidad del campo, poblado de raros fantasmas,acechan despreciables gritos tercos,cuyo desamor cae a cachetadas,hundido en volcanes secos,quimera letal, quimera lastimada.Acechan los dolores sin memoria,en lamentos de heridas fraguadas deshechas en cruces patriarcalesy sobre la cruz ansata monogramada.Acecha el flujo y el reflujo del tiempo,que protege del viento y del frío,extendiéndose en el sol naciente donde viveAquarius, quien ruega y con sus alas asciende,acechando obsesivamente la cruz Gammadia. 
Esos sabores de lluvia sobre el marde pétalos vacíos,que se agitan como vajillas llenas,son clamores de tu nombreque me incitan a buscarte,en el fragante torrente de espaciosinviolables.Sin embargo por más que anduve no te encontré,y bajé de un árbol hasta la ciudad de los tormentos,donde todos lloran, gimen y tropiezan,hasta que terminan enredados en las algas del lago donde las moiras se enrevesancon iridiscentes peces de colores.Pero ya no me miro en esos espejosnarcisitas del agua sino que deambulo;y en ese deambular y cobijarme en el frondosoramaje de la sinuosa orilla, recorro los senderos cenagososy al no encontrarte ya no sé quéhacer. 
No creas que hoy es simplemente hoyhoy es ayer vestido con otro ropaje.Lo singular es que para nada importeel mañana ni que hayas renunciado a ti misma,porque tu recuerdo se impone en este vaivénde infinitos movimientos callados.Así las cosas, sólo es la ruina mencionadala que paciente hila tu cuerpo desde siempre.
Vaivén
Autor: alberto carranza  800 Lecturas
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Te enjugas lágrimaspero ¿miras hacia atrás?Con plumas en nuestras manos sonreíamos.Pero ves también, en ciertas humillaciones,desconsoladores gestos de venganza.Luego llegó el tiempo donde se presentóla muerte, esa macabra,con el sudario que se extendió a tus piesla dejaste ir y ella pasó de largo, irritada.Luego pasaron años,¿te acuerdas del paseo de tarde firme?Con los últimos rayos del solentramos al aeroparquey fuimos felices corriendo por la pista.Después vi el pánico en tu mirada y escapamos.Aquella visita selló nuestro último encuentro.
Tarde firme
Autor: alberto carranza  840 Lecturas
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Mientras arrastra el madero y es flagelado con sañael gentío alertado se escurre en huecos de arañas;y de esto que nunca termina y de eso que nunca pasase forma un declive, un cieno, una cruz elevada, y en perturbadora perspectiva una mirada cansada,que es cuando el alma perdona y al perdonar se hace pedazos contra la incomprensible muralla.Así arrecia la lluvia y no hay paz que valga.Así, las estruendosas nubes suspiran  y seaborregan si ningún viento las apaga.Entretanto, de los crujientes techos del cielo, deviene la opacidad silenciosa, es que se ofusca,( silencio que engatusa los informes del miedo),se amansa en simples nubes y vuelta a empezarun poco contrito, un poco turbado, un poco sin feen esa turbulencia, en ese retumbe de ubres quemadas,es cuando el Ecce homo agujereado repite la ceremoniade dar su carne inerte, vacía de sangre ya marchita, y testa inútilmente misericordia sobre los deshauciados.
Holocausto
Autor: alberto carranza  687 Lecturas
Miserable angel demoníaco:Eres brasero esculpido a palospues hallas en un caldero hirvienteel mono cultivo para la venganza.Pero además de brasero esculpido...eres un corazón manchadomerecedor de azotes con látigos de fuegopues las cien parcas furiosasanidan en tu espíritu fraguado.Banal bestia furiosa ,que bebesdel cáliz más amargo, merecesla hostia esclava del solitario.¿o acaso eres invocante irremediablede una vida sin sentido?¿O simplemente un renegado de laversión Divina...?
Ofreces a mis brazos centelleantestus firmes contornos,Ofreces a mi intensidadla gran blancura de tu alma rica.Déjame entonces realizar el milagro:¡Que los cielos se detengan e ilumine la pasión!¡Qué los cielos se detengan y transformen en un haz de amor!
 Ningún cansancio aguarda,ningún vestigio que puedaperturbar nuestra calma niningún rasgo de luz malsanao una mueca que delate y vea.Ninguna irrupción malévolani ningún sopor nos quiebra.En el crepúsculo otoñal,en esa bruma donde todo da vueltas,desapareció la montañay mientras tu sal y mi sal se secanse esfuma la tristeza.Por eso espero,siempre espero que nunca mueras. 
Intensidades
Autor: alberto carranza  698 Lecturas
Te llamo y nunca estásentonces ¿ qué haré cuando me sienta solo?Reclamo en vano una respuestay de pronto apareces y desapareces,¿acaso te escondes detrás de alguna puerta?No hagas, amor mío, un dolor de tu ausenciaNo hagas , amor mío, que me duela tu amorcuando ya no estés en mi presencia.  
Cuando no te veo me declaro muertoy si no me amas me declaro enfermo.Cuando no estás soy un fantasma que gime e igual que un hombre sin alma se abre una llaga,se abre a la insania si no oigo tu voz o o veoojos de terciopelo, manto oscuro que adivinaya a los lejos ya en breves pestañeos...Oye pues brisa acariciante de mi vida,oye pues, boca de labios encantados,vete y espera en aquel lugar donde Dios se apiada,vete y espera que mi amor sea tu amorque mi llanto sea el llanto de la dueña de mi alma,vete y pósate en las tinieblas de la gruta mágica,undete en esos fuegos ardientes, castos, voluptuososdonde descubriremos perfumes vastos y, junto al Arco Iris repentino, desdeñaremoslas despreciables, siempre recurrentes tormentas... 
Hombre sin alma
Autor: alberto carranza  709 Lecturas
En esos supremos momentoscuando la tierra se sacude y estalla,cuando los miedos te atrapan,cuando las fragancias lastimadasinvaden tus bellos ojos oscurosy a golpes rotundos de puertas- inmensas puertas cerradas -trituran emociones, caen nostalgias.En esos supremos momentoscuando se funde  la trama urdidapor manos locas afiebradas, observa si queda algo y si quedala ternura es la única esperanza.
Debajo del olvido
Autor: alberto carranza  854 Lecturas
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Segundos antes de beber la lejaníase despertó el sol en la ventana.Desarmonía en los ojos siempre clamany un sinsabor: único secreto develado.Espinas que extraen jugosos pleitos,viejos paisajes hundidos en la barca,al crearse lapsos de soledad angustiadadel mayor amor con dolor en llamasse desconcertó nuestra memoria.Así jadearon emociones extinguidas,Así, enlutaron la melancolía perenne,y en esos lapsos de repetida memoria,de cuadros repintados y corazones tristes,fundidos en el hastío al fin vimos la nada
Lapsos
Autor: alberto carranza  750 Lecturas
Habría que fijarse que en este plenilunioque entre mudos despojos se abrieroncírculos sedientos y asustados.Habría que saber que los lirios llegaroncuando tu cuerpo ya no fue gris como el viento.Habría que advertir en la inútil sensación,de este incierto crepúsculo de oro y plata,las murmuraciones de playas desgarradas.Habría que disimular la servidumbre de lossentimientos para entender la soledadque a solas siento en los montes seculares, y en los racimos donde el amor yace.Habría que contemplar en la inútiles entregaslos resabios de tus labios amarrados a mis labios.Habría que sentir piedad ante el rezagado pesoante  la misteriosa levedad de la vida en apremioy ante tu altivez de niña caprichosa que en lasempiterna brevedad de pronto se colgó de la cordura.
Cordura
Autor: alberto carranza  714 Lecturas
Y en este derrotero camino fútilmentehacia tus ojos y veo el tren ligeramente detenido en estaciones invernales y note veo y digo: ¿por qué nunca regresas?Lleno de piadosa resignación vuelvo a entregarme a sueños sin despreciosa hilos invisibles de tu rostro felizen un derrotero hacia la ternurahacia la libertad reflejada en espejosde acero y en desnudas lámparasque lucen como tu luces desnuday al acecho sobre la alfombra dondenuestros cuerpos fulguraron azotadospor  las embravecidas venas del oleajede un mar ignoto y de todos los mares que me abandonaron enmudeciendoenmudeciendo en ese final silenciosoque es un olvido aparente y previsibleen el que fui cobijado por la ternura.
Venas saladas
Autor: alberto carranza  832 Lecturas
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Un tic-tac avisó cuando enmudeciste,acrisolada vegetaciónfue tu cabellera,la que depositaste en mialmohada con impiadososlabios de cera.Luego esa voz roncadeformada por un sueño tristefinalizó en apagada candela.
Llevó como absurda posesiónel antiguo murmullo de uncorazónque habitó en silencio el templo.Pero hoy ese silencio es una señal olvidada pues los mundos que lo habitan se han vuelto pálidosreflejos.Cosas ignoradas como luces quecierta vez estuvieron encendidasfueron desdibujadas por el hastío.Llevó en el corazón ese murmullooriginal de escenas inconsistentes,y ese otro lenguaje,el alud irresistiblede arenas movedizas y de lluvia perenne,desvanecidas en el misterioso sonidodel centro de un laberinto. Asi, todo se va ejecutando como en unjuego de dados en el cual nadie gana la partida.
continuación páginas 2 y 3.Ni bien oyó el forcejeo en la cerradura de la puerta principal Laura supo que eran rateros o tal vez algo peor, porque nadie sabe nunca lo que le depara el destino. Aterrada saltó de la cama y esforzándose por dominar el pánico corrió hacia el cuarto donde descansaban sus pequeños mientras aquellos ruidos de la violencia se intensificaban; entonces maldijo haberse metido a vivir de prestado en aquella casa perdida en un barrio recien colonizado, maldijo que ese bueno para nada de su marido estuviese a 500 Km. trabajando supuestamente para mejorar la situación económica  y maldijo a su madre y a Pedro (el actual marido) por alentarla a tentar suerte en otra casa aparentemente mejor.Llegó al cuarto de los pequeños con la lengua afuera, el corazón se le desorbitaba con esos ruidos cada vez más escandalosos con tal de echar la puerta abajo. Se dio cuenta al despertar a los pequeños que afrontaba lo imprevisible, pero naturalmente debía protegerlos aunque ninguna decisión tomada en esa instancia le pareciese la más apropiada.Primeramente debía vencer la aprensión hacia el revólver de su cuñado, extraído de la mesita de luz al lado de la cama grande, que llevaba en su carrera de la culata como si quemase. Involuntariamente se había persignado cuando le echaba una ojeada, aunque confiaba con eso asustar a los ladrones en el caso de que lograsen entrar. Luego cambió de idea y una vez encerrados los pequeños bajo llave en la bohardilla, empezó a entender que al ponerse a tono con las circunstancias cabía obrar con determinación lo cual significaba impedir a los fascinerosos acceder al interior de la casa y dado que quien golpea primero golpea dos veces se propuso usar el arma que no sabía usar y luego llamar a su medio-hermano Julián quien seguramente a esa hora debía estar roncando como un burro serrano.Debió seguidamente buscar un par de gruesos listones del cuarto de trastos y  acercarse al escenario donde los fascinerosos continuaban su trabajosa tarea. La puerta se sacudia como coctelera pero Laura no iba a reparar ya en otra cosa que en martillar aquellos listones cruzándolos imperfectamente sobre los gruesos marcos de la puerta de entrada; sin embargo sí iba a reparar en que a medida que realizaba ese duro trabajo la puerta se afirmaba y dejaba de sacudirse. Era evidente que la estrategia defensiva aportó buenos resultados a lo que debía añadir las vociferaciones histéricas  y la descarga de balas, que de repente se le ocurrió hacer, atronaron el parque trasero sin luna lo cual lógicamente hizo temblar el pulso de los fascineros provistos sólo de navajas pues la supuesta víctima era una flor de turra defendiendo su bastión con garras de leona y no valía la pena jugarse la vida por unos pesos y algún artefacto en posible deterioro. Por lo tanto ( y aunque solamente fuese una mujer la que andaba a la balacera desbordando la medianoche que concluiría en un silencio casi enfático),  comenzaron a desbandarse en todas direcciones como si de repente tomasen consciencia de que en lugar de una madre asustada los acosaba mil mujeres temiblemente endiabladas. 
Yazmín, su amiga de toda la vida, estaba demasiado lejos. La tia Lala ( que tan amorosamente había bregado con ella durante su niñez y primera juventud),ya no pertenecía a este mundo. Respecto a Lucy Prat aún desconocía su grado de comprensión. Sin embargo marcó las teclas del celular de la porteña que siempre parecía disponer de tiempo extra.A Lucy Prat no sólo la dejo boquiabierta y perpleja aquel cambio en la tonalidad especiada de la voz de la amiga cordobesa quien se explayaba con elocuente vivacidad sobre lo que de pronto pertenecía a un mundo exclusivo:- " No alcanza con decir que M.O. es el hombre por el cual esperé toda mi vida" Había afirmado vehemente. Y Lucy Prat tuvo la impresión que de allí en más debería acostumbrarse a esa desmesura de la pequeña enamoradiza." No hay nada qué hacer - pensó con asombrosa frialdad- el amor además de cambiar nuestra actitud, nos hace estúpidas" Y en una forma casi indiferente continuó escuchando la exaltaciónque Ludiana hacía del hombre que amaba pero, en su Yo recóndito, merodeaba un conato de sedición. Por supuesto tenía sus razones para que tales efusiones no le causasen el mínimo placer. No era asunto de risa aquel mal trago que experimentó en otro tiempo, cuando le tocó también a ella ser vulnerable al sentimiento amoroso.Desde entonces execraba aquella vivencia que tuvo con un presumido condiscípulo de la secundaria ( quien urdió  la trama de conquista con bajeza y ella se mostró dócil a esas primeras sensaciones eróticas), y la clasificaba como una debilidad suya imperdonable. Confrontando su entrega por amor con la avidez grotesca del muchacho inescrupuloso, le restaba el amargo sabor de haber sido sometida y arrastrada al fuego corruptor.¿ Fuego corruptor? Incendio emocional  que la tuvo en vilo cierto tiempo, cuando él no quiso volver a verla y del cual no volvió ilesa.Entonces ¿ cómo había manejado la desalentadora experiencia que había mellado su confianza y aún la estremecía despertando en su alma agudo furor?
Ese día lunes en que la llevó con su auto hasta el trabajo en la Av. Carlos Pellegrini, ambos advirtieron de que no lograrían despedirse así como así. El proseguía maravillado con la apreciación visual de su amada cordobesa que se había vestido con mucho esmero, maquillándose para disimular sus ojeras ( él le había visto hacer el íntimo trabajo como si estuviese admirando una obra de arte), y ella, avasallada y vulnerable ante aquella suavidad de su voz afectuosa susurrándole frases que nunca olvidaría, tenía  sus ojos aún apasionados y embebidos de amor por él.Ninguno de los dos tuvo en cuenta que esa despedida duraba simplemente hasta la noche. Sumamente ansiosos deseaban prolongar el momento, hacerlo eterno de ser posible, fijarlo como se fija una bella foto de una pareja de enamorados; por eso hubiesen preferido seguir juntos cada instante de ese día que acompañaría el sol y el calor.Cuando Ludiana lamentó descender del auto y se alejó indecisamente hacia la entrada de la Cia. Aseguradora, llevaba como una reliquia, esos besos ciegos y suaves en el alma; en el alma eufórica e impaciente que en todo momento del día laboral se manifestaría pleno de felicidad. Y al atravesar la puerta vidriada del edificio enorme observó con extraña curiosidad el montón de gente apurada, todos corriendo detrás de las comunes preocupaciones,  y tuvo la impresión de ser ajena, de no compartir las mismas finalidades, pues su ánimo aligerado e inquieto había aceptado el más hermoso presente de la vida. Sentía una desbordante inquietud oprimiéndole el pecho, inquietud que se concretaría en la extrema necesidad que se alzaba en su garganta para gritar a los cuatro vientos que por primera vez amaba y era amada.En su oficina, posó sus ojos oscuros , dilatados y chispeantes ( la asiduidad de esa mirada remitiría  siempre a M.O. a la contemplación de una Diosa pagana),en el montículo irresuelto de folios que acechaban desde el escritorio y que, aún sin quererlo, pasarían a un segundo plano cuando las ganas de afrontar de nuevo la tarea habitualmente agobiadora retornasen. A su pesar, esos primeros meses del idilio, sería falible, por primera vez desecharía cualquier otra cosa que la distrajese de la obsesión amorosa.Y de repente, sentada allí, mirando el ventanal por donde entrevía el cielo azul de la hermosa mañana fuertemente soleada, jugueteó pensativa con el auricular y el cable telefónico, aún desbordante de dicha al percibir todavía el aroma de la colonia de hombre cuando se había preguntado: ¿ Con quién hablaré de esta extraña y loca felicidad?
 Despues de la tempestad emocional que había arreciado desde la noche del sábado a Ludiana le hubiese gustado hallar un equilibrio pero se hallaba descolocada y con su sensibilidad a flor de piel. Cada vez que  sondeaba en sus pensamientos buscando un centro que la identificase con su vida hasta el viernes anterior fracasaba; se sentía repleta por el cúmulo de impresiones azarosas desde que la madrugada del Domingo se había entregado en cuerpo y alma a M.O.Quizá influyese el que hubiese vivido durante años ajena a esa clase de tentaciones. No tenía compromisos, no aceptaba entablar ninguna relación, permanecía libre de toda debilidad en ese sentido, lo cual significaba que prefería vivir en soledad, prefería abstraerse en sus estudios y en su trabajo, ensimismarse en el hermoso silencio de sus largos paseos alrededor del lago o  durante los dias feriados dedicarse a contemplar los estremecedores paisajes de la serranía cordobesa. Las relaciones amorosas le habían parecido hasta entonces algo abstracto, algo prohibido, algo tabu, por lo tanto no las pensaba para sí misma; directamente no la entusiasmaban y se hallaban ajenos a su enfoque del porvenir. Pero de repente  el amor se había presentado complaciéndola de un modo inesperado. El alma aterida se había encendido de una forma insólita y al descubrir aquel secreto, su vida se revertía con una sensación maravillosa que bullendo en su sangre la transformaba en una mujer profundamente feliz.
M.O. se hallaba en un trance porque Ludiana se había ya filtrado en sus huesos y en sus venas que ardían con ese latido acelerado por todo su cuerpo hasta recorrer el periplo y llegar al corazón donde se hallaba el centro del potente sol. Sentía secársele la garganta con esas emociones y deseó salir de aquellas extrañas vibraciones donde se asentaban esos campos de fuerza inusitada. _ Lucy me contó que llegastes a fines de Enero. Creo que para trabajar un tiempo acá.-dijo inesperadamente y primero tuvo como asentimiento un tenue fruncimiento de sus armoniosos labios y seguidamente preguntó si le gustaba Buenos Aires._ Si, aunque la aprecié como en un video-clip; desambalé en un abrir y cerrar de ojos, ya instalada esa misma tarde me presenté en la Cia. Aseguradora Central. Mi idea había sido alquilar un departamento más amplio y cercano al trabajo. Este es pequeño por lo que todo se pone en orden en minutos- repuso con voz bien modulada secundada por el cantito cordobés._ Estuviste antes..._ El año anterior a instancia de Lucy Prat paré cinco días en su piso de Barrio Norte. Ella estaba interesada en que Buenos Aires me cautivase ( sonrió), en esos días la recorrimos de cabo a rabo.El plazo para indagar precio de alquileres de departamentos que yo pudiese ocupar cuando se produjese mi recambio laboral no alcanzó ni ahí. Yo debía volver a mi ciudad, entonces ella ofreció hacerse cargo y mantenerme informada.M.O. mantenía en reserva su opinión de aquella amistad. Lucy Prat hacía amistades con rapidez pero era veleidosa y  de un carácter muchas veces exasperante; su intransigencia podía manifestarse inoportunamente. No obstante con Ludiana era muy considerada, mostraba hacia ella una gran admiración. ¿Pero que entusiasmaba a la altanera Lucy Prat de aquella juiciosa y ponderada cordobesita para que estableciese tal lazo de admiración?Le preguntó adonde se habían conocido._ En una de las repetidas reuniones en la casona que tiene en el Valle de Punilla. Ella tiene muchos conocidos que la frecuentan, principalmente un racimo de amigos míos, discipulos de la Universidad. En ese grupo compartimos casi todo. Recibí una invitación a una de esas reuniones; allí  la conocí y enseguida hicimos buenas migas.- dijo con su voz que ahora era baja y tornasolada.M.O. quedó mirándola con curiosidad, tratando al mismo tiempo de no sentirse incómodo con el encadilamiento que le producían sus ojos. Además aquel fuego seguía quemándole las entrañas._ Bueno, ella parece apreciarte de una manera poco común. - dijo rapidamente y en súbita calma.Ludiana se quedó en silencio, mirándolo con fijeza. Tenía una mirada honda y franca que podía llegar a causar aprensión.M.O. seguía con su idea de sospechar diferencias irreconciliables; ambas poseían temperamentos dispares y no podía ver ninguna afinidad entre ellas.De pronto la cordobesa dijo: Quería decir que cuando estuve el año pasado me llevé una sorpresa con Lucy pues me llevó por toda la ciudad mediante un itinerario meteórico. Ella decía que había mucho que ver y me mostraba todo- edificios, barrios residenciales, estaciones de trenes, avenidas atestadas etcétera-, narrándome lo que veíamos con toda clase de pormenores. Sin duda conoce Bs. As. muy bien y domina la mente de una con su apasionada verborragia. Quiero decir...M.O. estaba atento y callado, como si lo que ella le decía fuese lo más importante del mundo._ Quiero decir que con su manera de ser aceleró todas mis impresiones- repitió Ludiana reflexivamente- Mirá: te digo que en primer lugar quedé muy sorprendida por la vitalidad de los porteños. Los cordobeses son muy vitales puedo asegurarlo, pero no tan acelerados. En eso nos superan aunque se sabe que la contraindicación es que de esa forma se dispara el stress a las nubes.
Ni bien cesó la cadencia de los boleros se creó un suspenso y Ludiana y M.O. se miraron  un poco turbados. ¿Qué hacer?Desviaron hacia la barra. El amante de Lucy Prat indiscretamente los había espiado todo el tiempo  y ahora se decía con malicia: "Estos dos ya se conectaron y queman naves de pasión". Los vio venir y con aire pretendidamente indiferente prosiguió su invariable tarea de entretener y servir bebidas en las copas de las sedientas parejas allí reunidas. Lucy Prat no había cejado de darle directivas a troche y moche, pero al acercarse la acaramelada pareja se detuvo. Los notó tan amorosamente abstraídos que no pudo evitar enrojecer de envidia. Sin embargo combatió esa subjetiva impresión y con esforzada elegancia esbozó una sonrisa casi deslumbrante. Siempre quería sentirse segura y activa. Lo lograba ejerciendo su rol de anfitriona el cual se patentizó en las llamadas vehementes a los invitados apiñados ante la barra incitándolos acomodarse en los mullidos sillones del living.La ahora solitaria pareja necesitaba pasar inadvertida, lo cual no era sencillo ni fácil si se tenía en cuenta que llamaban la atención de todos. M.O. estaba familiarizado con todos esos chismosos, pero Ludiana era novata y se sentía algo picada, de modo que en medio de esa atmósfera intrascendente, densificada por el fluctuante y acre humo de los cigarrillos, el optó por conducirla al porche donde podrían charlar y beber tranquilamente los tragos. Allí, él hizo hincapié en su torpeza durante el baile agradeciéndole que ella la hubiese disimulado.El murmullo que llegaba amortiguado de la sala- que poco después sería alterado por otro ruidoso zarandeo musical-, era propicio para conocerse más. M.O. estimó la sonrisa blanca con curiosidad: ¿ Acaso esos ojos oscuros, brillantes y redondos que indagaban en su alma hasta derretirla lo amarían para siempre?Avistaba placenteramente los labios pulposos entrecerrados y evocaba que de esa boca hermosamente diseñada- que le había entibiado el cuello y acelerado el pulso-,había surgido la sensación de estar atrapado en un fuego tan potente como un sol.
 La excitante ansiedad producida por todas aquellas fases diferentes del sentimiento amoroso invalidaban cualquier recuerdo del idilio de su primera juventud. A Ludiana la dominaba una especie de inercia, quería dejarse estar en los brazos de ese hombre que la conquistaba con su silencio y su mirada. Y no cejaba de preguntarse si  el fugaz recuerdo del idilio trunco acaso interferiría en algún momento para enfriar su ánimo. Resultaba un hallazgo formidable encontrarse sumergida en el encantamiento amoroso. Sabía que ya amaba a ese hombre y su vida cambiaba de ahí en más por completo. Aquel hombre parecía corresponder y ser definitivamente su complemento exacto. Por lo cual, aceptaba su languidez ante esa revelación iluminadora pues no estaba dispuesta a rechazar la felicidad que se aproximaba, ni dispuesta a la desilusión.Había estado confinada muchos años y ahora le resultaba extraño haber descubierto en aquella reunión a la que había sido invitada por casualidad el misterio más apasionante de los seres mortales. Pero, además, sintiéndose metida hasta el tuétano en aquella esfera amorosa que iluminaba su conciencia con una nueva luz, se veía arrojada a una forma inmaterial, a un sitio desconocido donde el propio espíritu se une a otro espíritu, donde se abren las puertas del encierro y se piensa solamente en el otro y en una libertad casi fantástica e invariablemente coincidente.
 ( continuación pág 1.)De repente el ritmo aturdidor de la música amainó. Era como una tormenta cacofónica que se detiene para dejar paso a la voz sensual del trovador romántico que motiva a las parejas a un baile más íntimo en un ámbito súbitamente umbrío.  En esa instancia M.O. no perdió el tiempo y sacó a bailar a la cordobesa que parecía ansiosa ante la invitación. Bastó el entrecruce de miradas intensas para que se sellase un pacto en ciernes. M. O. se sentía feliz y Ludiana se sentía dichosa mientras era llevada con suavidad por la penumbrosa sala y en él espontáneamente surgió un juramento impensado: " Amaré a esta mujer hasta la disolución final".En realidad se examinaban, se reconocían con curiosidad. Los grandes y penetrantes ojos de Ludiana se despojaban de precauciones y observaba a su pareja que parecía tener una imperiosa confianza en sí mismo y que, sin embargo, se sentía totalmente inseguro. Llegó él a sentir una especie de desfallecimiento con sólo estrechar la cintura del fibroso cuerpo, entretanto ella giraba repleta de una profunda embriaguez y ambos se volvieron indefensos ante los embates del amor. Experimentaron lasitudes y sudores mientras se insinuaba el juego amoroso trasvasado en vértigos y desconciertos. Y en esas circunstancias sus ritmos cardíacos- unidos a la cadencia arrulladora de la poesía musical -,redoblaban alocadamente.Por otro lado Ludiana parecía adaptarse a los pasos de baile algo vastos y torpes de M.O. quien seguía creyendo sostener entre sus brazos a una criatura frágil y se desconcertaba al percibir una energía exuberante. Aspiraba sus fragancias mientras contemplaba el rostro enmarcado por la cabellera imperiosa que gravitaba sobre su espalda y le rozaba su tensa mano. La respiración de la cordobesa, centrada en su cuello, era anhelante. En ciertos momentos, al separarse un tanto, él lamentaba que la música decayera en los necesarios paréntesis.En todas esas instancias el escrúpulo pareció caminar hacia el destierro dando paso a la misteriosa percepción del amor.
Descendí hasta tus palmas y te extendiste plena,descendí hasta tu ternura y la acorraló el desencanto,descendí hasta tu ruina e imperiosamente la sedujoel vértigo y el desgajado miedo de los campanarios.Esa aciaga noche arreció una llovizna incierta¿acaso lo recuerdas?¿ o permanecías cruel y prisionera?Descendí de nuevo y signado inicié mi viajey amado por tu dolor aspiré tu raro aroma,asi que ya no supe si en el rescoldo de una esferaalguien ( que no soy yo)presintió días de calmade una feliz primavera.
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