• Andrea Valenzuela
Andre32
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  • País: Chile
 
LUNES, OCTUBRE 29-Y eso fue lo que pasó-, fue la última frase que formulé antes de beber lo que me quedaba de mi taza de café ante la atenta mirada de mi amiga y editora de la compañía Red Book Ediciones, Mariah Donoso.-¿Te quieres embriagar?-, fue lo primero que quiso saber.Suspiré sin nada más que agregar .  La conocía demasiado.  Ella siempre me decía que tomarse unas copas era la mejor manera de evadir todo tipo de problemas.  "Quizás no se acaban, pero por un momento te das el lujo de enviar todo a la mierda".  Ese era su lema.-Creo que no-, se respondió a sí misma.  -No eres una buena bebedora.  Seguramente después de un par terminarías llorando por ahí o dando semejante espectáculo y todo por Diego.Moví la cabeza hacia ambos lados en señal de negativa.-¿Qué quieres que te diga, Emma?-No lo sé.  ¿Qué soy patética, estúpida, celosa, por ejemplo?-¡Un encanto de mujer!-, alardeó.  -Patética sí, pero lo otro está de más.  Pero dime, ¿por qué recriminarlo si sabías que alguna vez esto sucedería?  O me vas a decir que ¿jamás se te pasó por la cabeza que Diego pudiese llegar a conocer a alguien que realmente "le moviera el piso"?  ¡Estás jodidamente enamorada de él desde la primera vez que lo viste y de eso han pasado 18 años!  ¿No te parece que es mucho tiempo?-No estoy enamorada de mi mejor amigo-, recalqué con la voz algo temblorosa.-Claro, negación de la realidad... ¿Y por qué estás aquí remordiéndote la conciencia sobre lo que acabas de hacer?  Si Diego no te interesara de la forma en que tú y yo sabemos no habrías reaccionado así.-¡La conoce hace sólo un par de meses y va a casarse con ella!  ¿No te parece una verdadera estupidez?-¡Eso es problema de él, muchachita, no tuyo!  Si quiere casarse con ella o con cualquiera lo va a hacer estés de acuerdo o no.-Sarah no es para él-, insinué.-¿Y tú sí?-, me preguntó mientras se cruzaba de brazos y arqueaba una de sus cejas color marrón.  -¿Tú eres la mujer perfecta para Diego?-Yo no soy buena ni para mí misma-, respondí.  Me levanté de la silla y caminé por su oficina en forma de círculos.  -Pero no me agrada.  Va a herirlo, lo sé.  Es como si...-¿Lo supieras?  No eres vidente, Emma, eres escritora y una de las mejores que he conocido en el último tiempo.-¡Maldita sea, Mariah!  Lo sé, es como si...-, suspiré.  -Sólo no confío en ella.-No confías en ninguna mujer que se acerque a ese abogado histérico, guapo, pero histérico, amiga.  ¡Déjalo ya!  Deja que comenta sus propios errores alguna vez y no te tenga a ti como escudo.-¡No tiene a nadie!-¡Pues tendrá que aprender a vivir con ello!  ¿No lo crees?  Tú tienes una vida que no debe funcionar ni girar en torno a él.  ¡Tienes una vida, Emma Del Real!  ¡Acéptalo!Tragué saliva algo nerviosa.  Sus palabras me hicieron temblar y mis ojos ya no pudieron contener las lágrimas que osaron asomar en aquella cafetería.  Ya no pude con ellas, simplemente, comenzaron a rodar por mis mejillas sin que pudiese contenerlas.  ¿Traición, rabia o algún otro turbador sentimiento?Sentí el tibio abrazo de Mariah mientras me dejaba llevar por mis emociones.  No quería llorar ni menos aceptar lo que parecía evidente.  Por mucho tiempo mi corazón había estado dormido y mi vida actuaba en torno a la figura de Diego Cañas.  Sí, lo quería a morir y me era difícil entender que pertenecía a otra persona, que ya no era la única mujer con la cual compartía sus momentos, sus tristezas, sus sueños... su vida.  Ahora había otra persona en mi lugar o quizás, siempre lo estuvo, sólo que no me di cuenta de ello hasta que me lo hizo saber de la peor manera.-Olvídate de él, Emma, por tu bien-, fue su consejo.Me zafé de su abrazo y limpié mi rostro.  No me agradaba llorar ni menos que otros me vieran hacerlo.  No lo había hecho desde... Sí, desde aquella vez.-Será lo mejor...-, le contesté.-Lo digo en serio, amiga.  Diego no es para ti ni nunca lo será.  Tienes que aceptarlo.Sus palabras herían, pero eran tan certeras.¿Y cómo se supone que deba hacerlo?  ¿Hay algún manual que diga paso a paso cómo debo alejarme de su vida o quitármelo de mi cabeza?  Quizás, si me marcho al otro lado lado del mundo o huya de él hacia el sitio más recóndito del planeta...  No, por más que lo haga él siempre estará ahí.-Será mejor que me marche-, anuncié.  -Tengo que terminar el capítulo.-Tienes bastante tiempo aún.-No, necesito pensar en otras cosas y mantenerme ocupada-.  Tomé mi bolso y mi abrigo.  Me dirigí hacia la puerta, pero antes tuve que detenerme ante sus insistentes llamados.-¡Emma, espera!-¿Sí?-¿Vas a llamar si me necesitas?-, quiso saber.-Claro-, expresé con desgana.Ella advirtió por mi tono de voz que no estaba dispuesta a hacerlo.-Sólo llama si necesitas compañía.-De acuerdo-, intenté decirle antes de voltear mi rostro y marcharme.Salí a toda prisa hacia la calle, me puse mis gafas de sol y comencé a caminar avenida abajo.  Mi cabeza estaba revuelta, mis emociones habían salido a la luz y lo peor de todo es que había llorado como una niña pequeña.  Me prometí a mí misma no hacerlo.  Me prometí no volver a dejarme llevar por algo que me hiciese daño y ahora lo había echado a perder.-¡No estoy enamorada de Diego!-, repetí una y otra vez mientras marchaba sin rumbo.  -No estoy enamorada de Diego... No...-, decía sin silenciar mi voz.  No estaba enamorada de ese abogado soltero que ahora resulta de que iba a casarse, y no porque no le quedase mas remedio, o... tal vez Sarah... No, definitivamente ella no podía estar embarazada.  Diego ya tenía 33 años, dos más que yo y no iba a contraer matrimonio sólo porque ella se hubiese dejado embarazar (una de de mis posibilidades más escalofriantes)Acaso, ¿había sentado cabeza tan pronto?  Un cotizado abogado y el socio más joven del bufette Lyons & Royale una de las firmas de más prestigio de toda la ciudad, que nunca había perdido un caso, que arrasaba con todos (de ahí su fama) y era excelente en lo que hacía, pese a que su carácter, a veces, le jugaba en contra, ¿iba a contraer matrimonio?   Mmm, me lo pensé detenidamente... Diego era un hombre guapo y con su metro ochenta y cinco de estatura, con su mirada azul y penetrante, su sonrisa inquieta, nunca pasaba inadvertido.  Todo en él era casi perfecto y exquisito... Simplemente, era un hombre impecable de pies a cabeza, pero con un sólo detalle.  Era mujeriego y de esos que son capaces de enviarte flores después de haber pasado una noche de pasión desbordante.  Y no precisamente para verte otra vez, sino en agradecimiento... Sonreí.  Sí, me había contado de sus aventuras y de cómo ahora sabía tanto de jardinería. En definitiva, a Diego le gustaban en demasía las mujeres.  En teoría, a ellas también les gustaba él, pero por desgracia sus aventuras y/o revolcones se remitían sólo a una noche de lujuria, de sexo desenfrenado.  Lo tenía más que claro, su vida no estaba hecha para enamorarse, menos para atarse a una sola mujer, al menos no por ahora.  Le gustaba su soltería, añoraba salir a beber con sus amigos, ocupar su tiempo libre en practicar uno que otro deporte y gastar su dinero y su libertad en lo que se le antojara, sin tener que darle explicaciones a nadie.  Su lema "soldado que huye, sirve para otra guerra".  Era especial, un espécimen único... Pero de un tiempo a otro su vida había dado un vuelco.  ¡Y qué vuelco!  Había abandonado todo por una "emocionante mujer", una joven anticuaria de 28 años llamada Sarah, a la que conoció por intermedio de un compañero de trabajo en una de esas famosas "citas a ciegas" a la cual yo incentivé a que asistiera.  ¡Menuda estupidez!  Lo había dejado todo por ella, sus juergas, sus amigos, su tiempo libre y por sobre todo... su afición a la jardinería.  Por un momento creí que estaba bien, que sería sólo otra de sus conquistas, pero cada vez nuestras conversaciones se remitían sólo a ella, lo especial que era, alegre, divertida, atrevida y otros tantos adjetivos con lo cual me dejaba más que claro que las cosas entre ambos iban por otro camino.  Y hoy, después de haber visto ese maravilloso anillo de diamantes se estaba confirmando mi tesis.  Diego sí quería estar con ella y nada más que "para siempre".-Para siempre...-, exclamé dejando que se me arrancara un enorme suspiro del pecho.  Eso era mucho tiempo, muchísimo.  Y con ella, la budista anticuaria de 28 años en quien, obviamente, no confiaba.  Sí, porque eso me sucedía extrañamente con esa mujer.  No lo conocía del todo, pero simplemente entre Sarah y yo no existía química.  No la entendía ni ella me entendía a mí.  No me gustaba y a ella tampoco le gustaba yo.  Era un perfecto empate.  Lo raro de todo es que nunca supe las razones, por más que se las pedía a Diego jamás quiso decírmelas.Bueno, la cosa es que a partir de la existencia de Sarah en nuestras vidas la relación amigo-amiga se vio bastante deteriorada.  Ya no había tiempo para nosotros, ya no existían las charlas nocturnas, las confidencias, etc, etc.  O.K., lo admito, la presencia de esa mujer me enervaba y me hacía sentir un poco celosa, pero desde el estricto rigor de la amistad entre un hombre y una mujer (o sea, entre Diego y yo).  Por eso sabía y sentía que no estaba enamorada de mi mejor amigo, porque mi llanto a eso se refería, a no tenerlo para mí cada vez que necesitara de sus abrazos, de sus consejos..., en fin... Ahora sólo la necesitaría a ella, dependería claramente de aquella mujer y yo... su amiga de toda la vida... pasaría a la historia.-¡En qué idiota te has convertido, mujer!-, me recriminé tras otro de mis largos suspiros mientras detenía mi andar.  Si lo quería tanto cómo podía sentir celos de su vida, de lo que deseaba formalizar, de lo que ansiaba comenzar a vivir.  Había elegido a la persona menos correcta para darle la noticia (según mi punto de vista), pero desde el punto de vista de él... me había elegido como su primera opción, como su empuje, su determinación.  ¿Eso era lo que significaba ahora para Diego?
DÍA 1Me quedé sin habla y casi sin respiración cuando lo vi sentado frente a mí en aquella cafetería del centro, la habitual, la de siempre, con una de sus maravillosas sonrisas que le iluminan el rostro, en conjunto con el brillo de sus ojos que hoy parecían resplandecer más que nunca.  Estaba radiante, feliz, emocionado.  Parecía fuera de sí y eso de alguna manera me asustó.Lo observé una y otra vez mientras me acomodaba en mi silla.  Esperé pacientemente a que comenzara a hablar, pero no lo hacía, estaba nervioso.  Lo conocía perfectamente como para notarlo.  Diego no era precisamente una "caja de sorpresas", sino más bien alguien demasiado predecible, tanto en sus actos como en sus emociones.  Hubiera querido adelantarme a sus palabras, como tantas otras veces lo hice, pero hoy... no, hoy no iba a ser uno de esos días; hoy iba a ser... aterradoramente especial.Tosí una, dos, tres veces mientras me observaba.  Le di tiempo a esos ojos azules que ahora parecían nostálgicos junto a esa sonrisa inquieta que le brotaba de los labios naturalmente... Diego me estaba sacando de quicio.-¿Y?-, me atreví a expresar al ver que no formulaba palabra alguna.  -¿Vas a decirme qué sucede o tendré que adivinarlo?Se mantuvo en silencio, sólo jugueteó con sus manos entrelazadas mientras sonreía exquisitamente, tanto como me gustaba.-No tengo mucho tiempo-, le advertí.  -Así que si quieres jugar a las adivinanzas, será mejor que lo hagas en otra ocasión.Diego suspiró profundamente mientras dejaba caer una de sus manos sobre las mías.-Espera-, me detuvo.  Acto seguido, buscó algo dentro de uno de los bolsillos al interior de su traje.  No demoró más que un par de segundos en dejar frente a mi pálido rostro una cajita gris aterciopelada.-¿Y?-, volví a expresar, pero esta vez con una rara sensación en el estómago.No pudo ser peor.  No sé si fue mi reacción de pánico al ver el hermoso anillo de diamantes que allí se encontraba frente a la altura de mis ojos o su cara de emoción al ver mi rostro totalmente desencajado.-¿No vas a decir nada?-, me preguntó casi al instante, aún con la mano extendida y sobre ella la caja y el anillo.¿Qué se suponía que iba a decir?  ¡Oh, es maravilloso, gracias!  Pero no, ese anillo tenía otra dueña..., pensé. Suspiré y comencé a despejar mi mente de tantas interrogantes que rondaban desequilibradamente dentro de mi cabeza.  ¿Por cuál de ellas iba a comenzar?-Es un poco ostentoso, pero es... bonito y una broma, ¿cierto?-, dije sin más, sin saber a ciencia cierta por qué había elegido esas palabras.-No-,me respondió.  -Me caso con Sarah.¿Casarse?  ¿Estaba oyendo bien?  ¿Había dicho "casarse" con todas sus letras?  ¿Y con Sarah?  Guardé silencio mientras sentía como mi estómago estaba conteniéndose.  Si en un primer momento consideré mariposas revoloteando dentro de él (eso era lo que Diego me causaba desde... ¿siempre?),  ahora estaba siendo devorada por diminutos murciélagos asesinos.-Siempre te adelantas a los hechos y a todo lo que tiene que ver con mi vida.  ¿Tan bien me conoces, Emma?-, expresó clavando sus intensos ojos azules sobre los míos.-Sarah... Vas a casarte con ¿Sarah?-, logré pronunciar sin ningún tipo de entusiasmo, pero en realidad deseaba, anhelaba decirle: ¡Maldición, Diego! ¿Para esto me hiciste venir hasta aquí?  ¡Eres un...!  Tuve que morderme la lengua.-Sí, ¿no es una locura?  Fue todo tan precipitado... Ella se marcha a la India... No quiero perderla... Ella y yo...-Con que ella y tú...-, fue lo único que pude decir, después que apreté mis labios uno contra otro para evitar soltar alguna que otra estupidez de la cual, obviamente, me arrepentiría.  No es que estuviese en desacuerdo, no es que no me agradara la noticia, pero... ¿casarse?  Diego, mi mejor amigo ¿iba a casarse?-Emma-, me llamó atrayendo toda mi atención de regreso a la realidad.  -¿Emma?  Aún estoy aquí-, dijo colocando una de sus poderosas manos sobre mi mentón.-Sí, creo que... es un... seguro va a agradarle muchísimo-, logré al fin exclamar.-¿Te sucede algo?-, me interrogó mientras dejaba la cajita sobre la mesa.  -¿Dije algo malo?-No-, mentí.  -Me pillaste por sorpresa.  Es una gran... noticia, sin duda-.  Y una gran mentira la que acabo de decir.  Bajé la mirada hacia la caja aterciopelada y la observé por un par de extensos segundos.  El rostro de Sarah se vino a mi mente riendo de alegría, incluso llorando patéticamente.-¿Seguro que no vas a decir nada?-, volvió a preguntar.-¡Te felicito!-, opiné con una de mis mejores frases llenas de sarcasmo.-Creo que no es eso lo que realmente me quieres decir-, se anticipó sin dejar de quitarme la vista de encima.  -Tus ojos...Se suponía que mis ojos no debían decir nada.  Debían estar neutrales sin atisbo de sentimiento alguno.  Él no podía notar lo que en este momento estaba pasando por mi mente y por mi corazón.  Debía ser su amiga, su mejor amiga como lo habíamos sido desde los doce años, cuando nos conocimos un verano en la playa.-No me hagas caso-, le pedí mientras movía mi cabeza de lado a lado.  -Estoy algo...-, intenté explicarle mientras buscaba la definición a cómo me sentía.  -¿Impactada?-¿Impactada?  ¡Vaya!-, se sorprendió.  -No era el adjetivo que esperaba oír.¿Y qué deseabas escuchar?  ¿Estoy feliz?  ¡Ja!-Pero viniendo de ti está bien.  Lo siento, Emma.-¿Lo sientes?  ¿Por qué?¿Al fin un poco de cordura?Diego suspiró antes de hablar y tomó la cajita entre sus manos para luego guardársela definitivamente dentro del bolsillo del cual la sacó.-Es que todo ha sido tan...-¿Inesperado?-.  Estaba acostumbrada a terminar alguna que otra de sus frases.  Sí, lo sé, una maldita manía.-Sí-, dijo tras una cálida sonrisa.¡Entonces deja que se vaya a donde quiera y date el tiempo necesario para saber si es ella realmente a quien quieres en tu vida!, pensé.-Sarah es una estupenda mujer, es dulce, cariñosa...¿Y qué más?  ¿Te comprende, te entiende?-Y vas a casarte con ella sólo por eso o por que se va?Por un momento Diego borró todo atisbo de felicidad de su rostro. Fue como si hubiese dado en el clavo con aquella tan insignificante pregunta que le había formulado.-Lo siento, suelo hablar de más-, me disculpé prontamente.  -No me hagas caso-, intenté excusarme sabiendo que había metido la pata hasta el fondo.  Bajé la miraba hacia el piso para no tener que cruzarme con la suya otra vez.  Quizás la pregunta no había sido tan insignificante después de todo.-¿Por qué lo dices de esa forma, Emma?  Pareces molesta.-¿Decir qué?  Me parece lo más adecuado en este momento.  Tengo derecho a cuestionarme ciertas cosas con respecto a ti.  Somos amigos desde hace bastante, Diego.-Sí, pero por lo mismo creí que te agradaría la noticia que acabo de darte.  ¡Voy a casarme, mujer!Sí, lo sé, ¡pero ella no es para ti, hombre!-Sí, pero ella...-.  Tuve que contener mis palabras que osaban salir de mi boca como fieros latigazos.-¿Pero ella qué?  Sé que Sarah y tú nunca han congeniado del todo, pero eso no es lo más importante ahora.¿Qué no es lo más importante?  Estaba escuchando bien o ¿ni siquiera le importaba que ella y yo hiciéramos buenas migas?-De acuerdo... No soy yo quien va a cometer semejante locura.  O.K-, atreví a señalarle con total ironía, cosa que se me daba de lo más natural.-No es una locura, Emma, es mi vida-, me sentenció.-¿Sarah es tu vida?  ¡Wow! ¡Entonces, déjame felicitarte!Nos estábamos enfrascando poco a poco en una singular discusión.Diego se acomodó en su asiento mientras suspiraba otra vez.-¿Por qué tienes que cuestionar todo lo que hago? ¡Ya no tenemos 12 años!-No cuestiono tu vida o tus decisiones, sólo me aseguro de que ellas sean las mejores.  ¡Quiero lo mejor para ti!  ¿Qué no lo entiendes?-Claro que lo entiendo, pero ¡es mi vida, Emma!  ¡Mi vida!-, recalcó alzando un poco la voz.Con ese tono me di cuenta de lo que realmente estaba pasando.  Él tenía toda la razón y me lo estaba dejando más que claro.  Era su vida y podía hacer con ella lo que quisiera.-Pues...-, medité bien antes de decir una o que otra estupidez.  No sabía si la opresión que sentía en el pecho era por su "fantástica noticia" o saber realmente que no formaba parte de ella.-¡Déjalo ya!-, me dijo mientras comenzaba a levantarse.  -No quiero discutir, menos contigo.-Tampoco yo-, insinué con la mirada perdida en algún punto distante de aquel lugar.-Creí que esta conversación me daría el empuje necesario como para pedírselo, por eso te cité aquí.¿Y me había elegido a mí como su fuente de inspiración y valentía?  ¡Maldición!  Suspiré, tenía que decir algo, pero no sabía qué.-Lo siento, creo que no te seré de mucha ayuda-.  Necesité de toda mi fortaleza para levantarme de la silla.  Los murciélagos comenzaban a subir por mi pecho e iban directo a devorar mi pequeño corazón.Diego estaba dispuesto a marcharse.-¿Por qué?-, quiso saber algo intrigado.  -¿Por qué de pronto siento como si hubiese dicho o hecho algo malo?-No hiciste nada malo y... lamento mucho mi exagerada reacción, pero... te quiero y... también deseo que seas feliz.-Soy feliz con Sarah, Emma.Primera mordida, ¡ouch!-Entonces... ¡qué rayos estás haciendo aquí conmigo!  Ve... por ella-, expresé luchando por no decir aquellas palabras, pero hoy mi boca no estaba en pleno contacto con mi cerebro.-¿Estás hablando en serio?-, me preguntó.  Sus ojos comenzaban a brillar.Segunda mordida, ¡te desangras, Emma Del Real!Traté de sonreír mientras no me quitaba los ojos de encima.  Luego, depositó cariñosamente una de sus manos sobre mi pálida mejilla que al contacto con su piel tibia se sonrojó inevitablemente.-Gracias-, formuló casi en un murmullo.  -Eso es lo que esperaba de una gran amiga.Tercera mordida.  Estás muerta.Me besó en la mejilla y se alejó de mi lado dejándome de pie frente a todas aquellas personas que a esa hora de la mañana desayunaban en aquel café, en el habitual, en el de siempre.  Tuve que volver a sentarme mientras que en mi mente divagaban todo tipo de recuerdos... ¿Estaba siendo egoísta?  ¿Podía ser tan estúpida como para creer que alguna vez Diego...?  No, eso no iba a suceder.  Por como iban las cosas obtuve un rotundo "no" como respuesta.  Sólo era para él su "gran amiga" y eso no facilitaba para nada las cosas.-Sarah, ¡felicidades!-, exclamé algo emocionada y llena de ira a la vez con los ojos un tanto humedecidos, con el pecho oprimido y ,obviamente, con ganas de salir huyendo a toda prisa.                                                                                                                         Continuará...
Aquella noche mi mente estaba en blanco.  Tenía que escribir y por más que necesitaba hacerlo no lograba conseguirlo.  Volteé a ver el reloj de la pantalla de mi ordenador y tan sólo habían transcurrido siete minutos desde la última vez que lo había observado.  Eran las 10:55 de la noche.  Me restregué los ojos, me acomodé en mi silla y bebí un sorbo de café que ya estaba frío, por lo demás.-¡Rayos!-, dije algo asqueada, por lo que decidí a regañadientes levantarme y preparar otra taza.  Esta noche sí que se venia larga.      Mientras el agua hervía coloqué uno de mis CD´s favoritos a modo de inspiración.  Recopilaciones de éxitos que me ayudaban con mi concentración, a desbloquear mi mente y a pensar en otras cosas y qué mejor que en mi próximo libro.  Y para mi sorpresa, el primer tema que comenzó a sonar fue "Warning Sign" de Coldplay con su"When the truth this, I miss you..." en el coro, que se repetía una y otra vez.  ¡Maldita coincidencia!  Temas de amor, ¡qué mejor relajo!  Dejé que la canción transcurriera mientras regresaba a la cocina.  El agua ya estaba lista y un buen café me ayudaría a entrar en calor.  Dentro del departamento el ambiente estaba tibio por lo que opté por vestir unos simples jeans y una camiseta blanca ceñida, sin calzado en mis delgados pies (me agrada estar descalza cuando estoy en casa trabajando).  Mi cabello largo y negro estaba algo revuelto, por mi estúpida manía de llevarme las manos a la cabeza cada vez que mis pensamientos se obstaculizaban.  Quizás, no era una belleza, pero para mí estaba bien.  A mis 31 años no era una madre de familia, no, eso no estaba dentro de mis planes (no tenía nada en contra de los hijos, pero debía aprender a cuidarme de mí misma primero), pero sí una buena escritora con un par de libros ya a mi haber de los que estaba orgullosa y había tenido excelentes críticas.  En cuanto a mi vida personal tenía citas como cualquier mujer normal, pero rara vez tenía "algo mas" con ellos.  Era curioso, pero lo que menos me preocupaba era tener a alguien a mi lado.  Me sentía bien conmigo misma en la soledad de mi departamento, con mis tiempos, preocupándome de mí persona y sinceramente... no estaba para compromisos.  Un par de veces me lo habían exigido ( en una que otra de mis fugaces relaciones express), pero no pude dárselos.  Y por eso, prefería estar sola que mal acompañada.      Iba a beber un sorbo de café cuando un par de golpes familiares y leves en la puerta me advirtieron que alguien estaba allí.  Y ese alguien era Diego.  Me dirigí a abrir sin la necesidad de preguntar quien era.-¿Es que nunca te cercioras quien llama a tu puerta?-, me regañó, perfectamente vestido con uno de sus tantos trajes oscuros Armani, al verme desde el otro lado del umbral.-No, si sé que eres tú-, le respondí dejando entreabierta la puerta.-No deberías hacerlo.  No seas tan confiada, Emma.-Gracias por el consejo.  ¿A qué debo tu visita?-.  Diego aún seguía de pie en la puerta vestido elegantemente y con un par de cervezas y una pizza en la mano.  Ni siquiera había dado un paso para entrar.-Quiero disculparme por lo de hoy.  ¿Hay tiempo aún?      Me crucé de brazos mientras le dedicaba una mirada de pies a cabeza a su figura, a su cabello castaño, a sus hermosos ojos azules, a su boca tan... perfecta, a sus amplios hombros... Y si le agregamos a eso que es una buena persona, un hombre muy inteligente, seductor...-Y qué opinas, ¿puedo pasar?-, quiso saber levantando todo lo que llevaba.-Claro, adelante-, respondí casi por inercia.  Su pregunta me había sacado de aquella contemplación.Fui por el café mientras Diego dejaba todo sobre la mesa.-Creí que estarías celebrando con ella.-Pero no lo estoy.  Tenía algo pendiente contigo-, me dijo mientras me quitaba el café de las manos.-¿Conmigo?-, expresé algo entusiasmada.-Sí, contigo.  La situación de hoy fue... Bueno, lamentable desde mi punto de vista, pero sólo te tengo a ti y eres en quien más confío.  Sabía que ibas a sermonearme y a cuestionármelo todo y te entiendo.  No es tu culpa el problema soy yo.      Me quedé en silencio.  Dejé que continuara hablando mientras lo observaba.-Sé que lo eché a perder.  Sé que te he dejado de lado por mi relación con Sarah, pero eres...¿Qué? ¡Anda, dilo!  Quiero escucharlo de tus labios.  ¿Qué significo en tu vida?-Mi mejor amiga, Emma.¡Vaya, qué novedad!-Lo sé, lo sé...-, alardeé.  -Y agradezco tus palabras, pero... mi opinión sigue la misma.  Por lo buenos amigos que somos y por lo mucho que te conozco siento que mi deber es decirte con todas sus letras que...-.  Tomé aire antes de expresarlo.  -¡Todo esto me parece una verdadera estupidez!      Diego quedó absorto en sus pensamientos.  Creo que no podía dar crédito a mis palabras, otra vez.-Sigues siendo tan honesta.  Es una característica que siempre me gustó de ti-, afirmó.  Se volteó un momento y se quitó la chaqueta.  -¿Pizza con extra queso?-Y tú sigues evadiendo lo que más importa.  ¿Y aún así piensas casarte?-No me has respondido.  ¿Cuántos trozos quieres?  Traje lo mejor de lo mejor porque sé que te gusta más que a mí.-Diego...-Te cortaré un buen trozo.  Seguro te encantará.-¡Diego!-, lo detuve tomándolo por uno de sus brazos.  -¡Ya basta!      Algo en mi reacción le hizo dejar todo de lado.  Luego, se volteó lentamente y se me quedó viendo a los ojos por un momento.  Pude notar en ellos que algo no andaba bien.-¿Por qué?-, dije.-No hay un por qué, Emma.  Sólo hay... amor.-¿Amor?-, ironicé.  -La gente hoy en día no se casa sólo por amor.  Existe lo que se llama planificación de vida, de familia, futuro.  ¿Sabes algo de eso?-Puedo aprender.-¿Aprenderlo?-.  Puse los ojos en blanco.  -¿Diego Cañas quiere aprender?-, fue mi tajante respuesta.  Volví a suspirar intranquila.  -Bueno, si eso es lo que tanto deseas... ¡Qué te aproveche!      Ahora quien cortaba un trozo de pizza era yo y con él me fui a sentar al sofá.-¿Sólo eso vas a decirme?-¿Y qué quieres que te diga?  Es tu vida, ¿no lo recuerdas?  Hoy por la mañana, la cafetería, nuestra profunda charla...-Eres tan amorosa cuando te pones en ese plano.-Soy divina, lo sé-, alegué en mi defensa.      Destapó las cervezas y comenzó a beber de una de ellas.  Se sentó a mi lado dejando caer la mirada hacia el enorme ventanal que daba hacia el balcón del departamento.-La quiero, pero... pero no sé-.  Por sus palabras pude notar que Diego no sabía que decir.  Era la primera vez que lo sentía y veía tan aproblemado.  Incluso, más que en aquellos casos del bufete.Instintivamente coloqué mi trozo de pizza sobre la mesa para luego dejarme caer en su pecho.  Lo abracé lentamente y aunque luché con mi cerebro para que no dejase a mi boca hablar, no pudo dejarme callada.-Lo... siento.      Diego dibujó una tenue sonrisa, para luego decir:-¿De verdad lo sientes o es sólo para congraciarte conmigo?-.  Sus palabras parecían una burla.  Definitivamente me conocía lo bastante bien para haberme echo esa pregunta.-Lucho... a cada momento y no sabes cuanto me cuesta guardar silencio-, confesé.      Después que expresé esas palabras sentí como sus manos comenzaron a depositarse sobre mi espalda, una a una, lentamente, como si tuviese cuidado de romper algo.  Estaban algo tibias y extrañamente temblorosas.-¿Recuerdas la primera vez que te di un abrazo?-, pregunté a modo de que pensara en otra cosa.     Sonrió y luego dijo: -Claro que lo recuerdo.  Era el primer abrazo que recibía de una mujer que no fuese mi madre.     También sonreí al recordarlo.-Aquel verano fue cuando te conocí en la playa.  ¿Lo recuerdas, Emma?-Como si fuese ayer-.  Cerré mis ojos evocando aquella situación.  -Te había un par de veces paseando con tu perro.-Sí, y tú estabas tratando de montar un castillo de arena, cosa que no se te daba muy bien-, se carcajeó.     Le hice cosquillas a la altura de las costillas.-Era un castillo, no te burles.-¡No me burlo, sólo que para "tus ojos" eso pretendía ser!      Levanté la mirada para encontrarme con la suya.  Deposité mis ojos marrones sobre su intensa mirada azul en la cual parecía reflejarme.-Me ayudaste a hacerlo.-Después que casi te rogué.  En primer lugar no querías ningún tipo de ayuda.  Estabas obstinada en hacerlo tú sola.      Bajé mi rostro hacia su pecho.  Aún me sentía avergonzada sólo de recordarlo.-Pero dejaste que me acercara y lo intentamos una y otra vez hasta que funcionó.-O hasta que una ola se lo llevó-, agregué casi riendo.-Te dije que no te preocuparas que teníamos todo el verano para hacer otros, ¿lo recuerdas?-Sí.-Y eso fue lo que hicimos cada mañana.-Y cada tarde...-Hasta que ese verano terminó.-Y tuviste que regresar con tus padres.      Una de sus manos se fue directamente hasta mi cabello, el cual comenzó a acariciar.  Su otra mano buscó mi mentón e hizo que alzara mi rostro para que ambos nos mirásemos directamente a los ojos.-Y me diste ese abrazo de despedida, Emma.-En realidad... no quería que te fueras.  Me había acostumbrado a ti, a tus bromas, a tus burlas, a tus sueños...-Sólo teníamos doce años-, agregó.-Y yo que creí que nunca más iba a volver a verte-, dije con algo de sarcasmo mientras él desviaba la mirada.-Gracias-, expresó muy bajito, sólo para nosotros dos.-¿Por qué?-, exclamé de la misma forma tratando de que sus ojos regresaran otra vez a encontrarse con los míos.      Me acarició la mejilla y suspiró quedándose en silencio por varios y extensos segundos.  Estábamos muy cerca el uno del otro que casi podía sentir su respiración y el ritmo un tanto acelerado de su corazón.-Por ese abrazo que cambió mi vida para siempre.-¿A qué te refieres?-, lo interrogué.  Eso me estaba sonando a confesión.-Desde ese momento supe que eras tú, sólo tú.  No hay nadie ni tampoco lo habrá, Emma.  -Diego...-Mi gran amiga...      Y ahí íbamos de nuevo.  "Su gran amiga Emma", pensé.  En eso me había convertido y eso siempre sería para él.  Me zafé lentamente de su abrazo aludiendo a que estaba algo incómoda.-Sí, no hay nadie como yo-.  La ironía se estaba apoderando de mí, otra vez.  -¡Qué recuerdos!      Diego notó mi reacción y como lo esquivaba, pero no dijo nada al respecto.  Bebió otro sorbo de su cerveza para luego tenderse otra vez en el respaldo del sofá.-¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?-Porque la vida no sería vida-, manifesté.-¿Por qué contigo todo parece distinto?-¿Y con Sarah no lo es?-No quiero hablar de ella estando aquí contigo-, expresó algo molesto.-¿Qué te pasa? ¿Por qué de pronto tu semblante cambió de ser el hombre más feliz al hombre más aproblemado de este planeta?  ¡Vas a casarte, por Dios!  ¿No es eso lo que quieres?      Me miró indignado por mis comentarios.-¿Qué? ¿Te saca de quicio oír la verdad?-.  Estaba a muy poco de perder mi preciada y valorada paciencia.-Si vine hasta tu departamento fue para hablar de otros temas que no tienen nada que ver con mi situación actual y mi vida privada.-Pues, pertenezco a tu vida privada, ¡sé todo de ella!-, me burlé.-No, no lo sabes todo, Emma.-¿No?-, pregunté desafiante.  -¿Quieres que comience por ese tema de la jardinería, por ejemplo?  ¿Quieres que te diga con nombre y apellido con qué mujeres aún no te has acostado?-¡Dios, haz que cierre la boca!-La voy a cerrar cuando realmente vea que estás haciendo lo correcto.-¿Y si ni quiero hacer lo correcto?  ¿Y si quiero equivocarme como el común de la gente?  ¿Y si realmente Sarah no es la mujer a quien... amo?  No sabes todo de mí, no lo sabes.  Lo crees, pero realmente no sabes quien soy.      Diego estaba muy ofuscado.  Muy pocas veces lo había visto de esa forma, ya sea por casos que creyó que no ganaría o por acaloradas discusiones en el bufete de abogados.  Y ahora... por mi culpa.-Lo lamento, me excedí.  Sabes que suelo hablar de más, pero tú...-¡Yo qué! No soy yo tu único problema.  Siempre estás lamentándote por todo lo que dices, pero nunca haces nada para remediarlo.  Me recriminas todo, lo que pienso, a quien veo, lo que digo... ¿Por qué, Emma?  ¿Por qué alguna vez no intentas estar de acuerdo con lo que deseo?  ¿Tan difícil es para ti que otros puedan ser felices?¿Felices?  ¿Realmente quería ser feliz al lado de esa mujer?-Pues...-.  Estaba indignada tras cada palabra que salía de sus labios, pero a la vez también estaba en aprietos.  ¿Cómo iba a defenderme de sus acusaciones si todo lo que decía era malditamente cierto? Me levanté del sofá y caminé hacia la gran ventana de la sala de estar, en donde se podía admirar gran parte de la ciudad bellamente iluminada.  Digerí una a una sus palabras y comprendí que era demasiado egoísta para pensar sólo en mí y no en él.-¿No vas a decir nada?  ¿No vas a culparme o a defenderte?-, preguntó.-No-, respondí sin darle mayores detalles.  -Ya he hablado lo suficiente.      Diego tomó aire profundamente mientras se pasaba una de sus manos por el cabello.  Algo pronunció en voz baja, pero esta vez no pude escuchar qué era lo que decía.  Sabía que me estaba observando, pero aún así no me volteé para verlo.      El silencio y la incomodidad nos invadieron a ambos, era como si fuésemos dos perfectos extraños que estaban encerrados en un sitio del cual sólo deseábamos huir.  Lo oí como bebió el último sorbo de su cerveza y dejó la botella sobre la mesa.  Escuché sus pasos dirigirse en busca de su chaqueta y luego desplazarse hacia la puerta.  No dijo nada, yo tampoco lo hice.  Tal vez lo esperó, pero preferí cerrar mi bocota y sólo quedarme observando las luces de la ciudad.  Un par de segundos bastaron para que que la puerta de entrada se cerrara despacio.  Diego finalmente se había marchado.      Me quedé en silencio.  Me cuestioné muchas cosas que, obviamente, tenían que ver con lo que él había dicho había un momento atrás.  Pero lo que no comprendí fue: "Siempre estás lamentándote por todo lo que dices, pero nunca haces nada para remediarlo".  -¡Lo estás perdiendo, maldita loca!-, me recriminé.  -Se lo vas a dar en bandeja de plata a esa mujer que terminará llevándoselo lejos de ti y todo por...-.  De pronto mi teléfono comenzó a sonar y por un instante creí que podría ser él.  Me apresuré a contestar la llamada no sin antes fijarme en la pantalla que decía: Liz llamando.-¡Hola, tía Liz!-¿Emma?-, dijo con la voz algo temblorosa.-Tía, ¿estás bien?-Sí, cariño.  Lo estoy.-¿Estás segura?-, pregunté otra vez algo intrigada.  Me estaba poniendo nerviosa.  -Es casi medianoche y tú nunca sueles llamar a esta hora, a no ser que... ¡Dios!  ¿Te sucedió algo?-Emma, Emma...-Dime lo que sea, por favor.-Emma Del Real, ¿te puedes calmar?-Lo haré cuando me digas qué está pasando.-Cálmate, cariño, que a esta pobre vieja no le ha pasado nada.-Tía, creo que lo de vieja está de más.-Pues gracias. Es el mejor cumplido que he oído en mucho tiempo.      Comencé a reírme de sus palabras. Ella era mi perdición y mi único cable a tierra.-¿Cómo estás, querida mía?-Bien.-¿Estabas trabajando?  ¿Interrumpí algo?-No, nada.  No te preocupes.  Sólo haz interrumpido la soledad de mi departamento.  Es algo habitual en mi ritmo de vida.-¿Y Diego?-, quiso saber.-Diego... está... muy bien.-¿No está contigo?-¿Por qué tendría que estarlo?  Tiene su vida...-Lo decía por lo inseparables que se volvieron el uno del otro desde hace ya varios años.  Él me agrada.  ¿Nunca te has planteado la idea de...?-De acuerdo, ¿decías?-, la interrumpí.  Aquella frase típica de mi persona daba por terminado ese tema de conversación.-Bien-.  Y luego el silencio prosiguió entre ambas, lo que me hizo sentir que no había llamado necesariamente pasa saber como me encontraba.-Tía, ¿qué sucede?-Cariño...-, se detuvo.      Aún cuando se encontraba a cientos de kilómetros de mí podía sentir su tensión.-Tía, ¿qué es lo que pasa?-Emma, lo que voy a decirte es muy difícil tanto para mí como para ti.-¡Maldición, tía!-¡Deja de maldecir, Emma!-Esto no me está gustando, ¡pero sea lo que sea dilo ya!-Se trata de tu madre, amor.  Clara está muy enferma y quiere... necesita verte.      Oí a Liz que continuaba con la charla de forma paulatina, como si le costara demasiado pronunciar cada palabra, por lo mismo no pude procesar con calma lo que me decía.  Era como si mi mente hubiese regresado muchos años atrás.-Emma, Clara se está muriendo-, sentenció.      Tras aquellas palabras sentí como mis piernas no lograban contenerme, pero no supe de dónde saqué las fuerzas necesarias para mantenerme en pie.  No iba a caer, no esta vez.-Querida, ¿estás ahí?-, preguntó Liz al no sentirme desde el otro lado de la línea telefónica.  -¿Emma?      Me sacó de mi trance su voz que pronunciaba mi nombre sin detenerse.-¡Emma, por Dios!  ¿Aún estás ahí?-Sí, sí... lo siento.  Estaba ... distraída.-Cariño, ahora la preocupada soy yo.  Di algo.-Ya te escuché.  ¿Qué quieres que haga?-No se trata de lo que yo quiero que hagas.  Independientemente de todo lo que ha sucedido con ella y contigo es tu madre y te necesita.-Yo también la necesité muchas veces.  De echo, ahora es uno de esos momentos, pero nunca estuvo ahí.  ¿Lo recuerdas?-No sabes como me duele que lo digas de esa forma, pero lamentablemente es cierto.  No voy a abogar por mi hermana, no voy a justificar la vida que ha llevado, pero la amo y te amo a ti más que a nada en el mundo.  Sólo busco un poco de tu buena voluntad.-Ella no la tuvo, ¿por qué yo debería hacerlo?  ¿Por qué tendría que darle un poco de mi buena voluntad y de mi vida si no se la merece?-Por la sencilla razón de que tú no eres como Clara.  Eres mejor que tu madre, Emma.      Cerré los ojos sin saber si lo que sentía era rabia o dolor al escuchar todo lo que me estaba pidiendo.-Ella te necesita ahora más que nunca, querida.  Haz lo que ella nunca hizo por ti, por favor-, casi me suplicó.-No lo sé.  No voy a mentirte, pero no siento nada en este momento.  No quiero prometer algo que quizás, no llegue a cumplir.  Dame tiempo, ¿quieres?-Eso es lo que no tenemos, Emma.¡Maldición, como odiaba que me presionaran!-¿Y qué voy a decirle después de tantos años?-No tienes que decir nada... Por ahora.-No es tan fácil, tía.  Lo que me estás pidiendo para mí es casi imposible.  ¡Ella se fue, por Dios!  ¡Me abandonó! ¿Qué ya no lo recuerdas?-Lo recuerdo muy bien, pero esa mujer es tu madre.  No te estoy pidiendo que recuperes el tiempo perdido.  No te estoy pidiendo que la quieras, sólo que deseo que la veas... tan sólo un momento.  Ella... quiere hablar contigo.      Sus palabras parecían sensatas.  ¿Podía confiar en tía Liz y en todo lo que me estaba proponiendo?  ¿Sí, no?-Si es tan importante para ti... Está bien.  Pero que te quede claro, no lo hago por ella y tampoco por mí.-Sé a qué te refieres y no sabes cuanto te lo agradezco.-No tienes nada que agradecer, por ti lo daría todo.  Esa mujer... ya no existe en mi vida.  Hace mucho tiempo se marchó y con ella también se desvanecieron todos los recuerdos.-Emma...-, pronunció mientras se le quebraba la voz.-Ahora... ¿me das un par de días al menos para preparar el viaje?  ¿Ella está contigo?-, quise saber.-No, ella está en "Santa Elena".Ese nombre, ese lugar... Mis ojos marrones comenzaron a humedecerse y mi pecho terminó por oprimirse.-Emma, ¿me estás escuchando?-Sí.  Estaré ahí... No te preocupes.  Ahora tengo que colgar.-Amor, no quiero darte problemas, pero si no necesitara de ti y todo esto no fuese tan importante yo...La interrumpí.  Realmente me sentía muy extraña y deseaba por sobre todo colgar la llamada.-Bien.  Hablamos mañana, por favor.  Te volveré a llamar.-¿Lo prometes?-Lo... prometo.  Adiós.-, fue lo último que dije antes de finalizar la llamada.  Lancé el teléfono sobre uno de los sofás de la sala.      Inhalé profundamente tanto como mi pecho me lo permitió, como si el aire que necesitara para seguir respirando comenzara a escasear.  Pensé en ella mientras trataba de conectar mi mente, mis emociones y los movimientos de mi cuerpo en uno solo.  Había transcurrido tanto tiempo desde la última vez que la había visto y escuchado que no lograba siquiera recordar de qué color era su cabello o cómo era su sonrisa o su tono de voz... "No, en definitiva no soy como ella", pensé y evoqué la escena que aún guardaba con recelo dentro de mi mente, la que muchas veces quise olvidar y que ahora se repetía con tanta fuerza.  Todo iba pasando como si estuviese rememorando alguna que otra película, pero no una cualquiera, sino la de mi propia vida.  Entonces, una fugaz lágrima comenzó a rodar por mi rostro, y otra, y otra más...Continuará...

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