• Belén
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  • País: Argentina
 
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La juventud está perdida
Autor: Belén  1409 Lecturas
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Para mi Abuela
Autor: Belén  694 Lecturas
Es dolorosa. Sí, su historia es terrible. Al parecer nadie está exento de esto, y ella tampoco. Su vida era casi perfecta, hasta que esto le sucedió. Hasta que se convirtió en una pesadilla. Hasta que su vida, al igual que en una película de terror,  se tornó una existencia espantosa, horrible, pavorosa... La voy a narrar. Ella es algo introvertida. Laura, de 17 años, es buena estudiante e inteligente. No le gusta mucho salir. Como dice siempre su mejor amiga, la podemos denominar una persona "aguafiestas". Sólo tiene ojos para un chico, y algunos se burlan de lo enamoradiza que es. Además de ser buena estudiante, es buena practicando deportes (hockey, su favorito). Es compasiva y divertida. Algo sumisa a veces. Es amable y muy buena hija. En fin, es una buena chica. Al igual que todos los viernes, Laura se juntó con Inés, su mejor amiga. Se juntaban a charlar y a merendar a la salida del colegio. Aunque tenían sus diferencias bien marcadas, eran las mejores amigas del mundo. Bueno, al menos del pueblo en el que vivían, seguro. Inés siempre estaba con un chico diferente y siempre decía estar enamorada de uno distinto. Le gustaba salir todos los sábados. En cambio Laura era todo lo contrario. Estaba enamoradísima de Matías, un compañero de su curso, desde hacía dos años. Inés siempre se mostraba algo molesta cuando le hablaba de Matías. Aparte de tenerla harta, se cansaba de repetirle que tenía que olvidarlo, que no la merecía, y que era un estúpido porque sólo se acordaba de ella cuando la necesitaba. Claro, ella estaba de novia y no tenía que sufrir por ninguno, tenía al que quería (al menos por un rato). Su novio era un baterista de una pequeña banda del pueblo, amigo de su mejor amigo Fernando, cantante de la misma. Así que le propuso a Laura la idea de presentarle a Fernando. Sería perfecto: Inés saldría con su novio y Laura con Fernando. Podrían salir los cuatro y de paso su mejor amiga se olvidaría de Matías. Pero a Laura la idea no le gustó mucho. Fernando tenía 25 años, era demasiado grande para ella. Aparte, sólo tenía ojos para un chico, y por más que ése no le prestara atención, siempre era fiel a sus sentimientos. Bastaron unos días para que Laura empiece a mandarse mensajes con Fernando. Su mejor amiga la había convencido. La hizo pensar que sería una buena idea y ella aceptó. Sí, era sumisa e Inés terminó de convencerla. Pero al menos le servía para distraerse e intentar olvidar a Matías. Además no le prestaba demasiada atención a Fernando como él a ella. El sábado de la semana siguiente había una fiesta en el pueblo. Una fiesta que se hacía todos los años e integraba a algunas "banditas" del lugar. Era una especie de recital para jóvenes, siempre iban todos los chicos del colegio. Inés insistió e insistió para que Laura vaya. Quería que conozca, de una vez por todas en persona, a Fernando que iba a estar cantando ahí. Aparte, ella quería verse con su novio, por supuesto. A pesar de negarse ante todas las súplicas e insistencias de Inés, y a pesar de que no le gustaba para nada la idea de salir, Laura aceptó. Ese sábado le preguntó a su padre si podía ir: - Papá, ya viste que hoy es la fiesta del pueblo que se hace siempre y...  -dijo Laura y se frenó. Le costaba pedir permiso. Sus padres eran muy sobreprotectores, y no sólo con ella que era la menor de sus tres hermanos. -Sí, entonces... -le siguió su padre, sabiendo la pregunta que venía. - Quería preguntarte si me dejas ir, con Inés. Van todos los chicos del colegio. -Bueno, está bien. Te voy a dejar sólo porque casi nunca sales. -Gracias, papá. -No vuelvas muy tarde, Laura -agregó su madre- y por favor avísanos cuando llegues allá y cuando estés por regresar. -Sí, mamá.- Laura terminó la conversación. Inés estaba muy exaltada con la idea de ver a su amor tocar en la banda. Mientras iban camino a la fiesta, Laura le decía que no era para tanto. Ella ni siquiera tenía un mínimo de entusiasmo por conocer a Fernando. No habían llegado al recital, y ya se quería ir. En la fiesta estaban todos. Todos, exacto. Cuando digo todos, me refiero también a Matías ¡ahí sí Laura le puso ganas! Y casi que se exaltó al igual que su amiga. La verdad que se estaba divirtiendo. Si bien se encontraba algo nerviosa por conocer a Fernando y algo molesta porque Matías casi que ni la miraba, igual la estaba pasando bien por primera vez en un ambiente así. Terminaron de tocar los chicos, e Inés ya quería ir corriendo hacia donde estaban ellos. Se presentaron. Laura conoció a Fernando, y bueno... era lindo. Inés no tuvo mejor idea que dejarlos solos. En realidad, no fue idea de ella. Pero el baterista la invitó a su departamento, y ella aceptó de inmediato sin pensar en si la dejaría sola a su amiga o no. Laura estaba enojada. No quería estar sola con Fernando. Ya le parecía un chico demasiado pesado. La verdad que él y todos sus amigos (inclusive el novio de Inés) eran cargosos y hasta empezaba a pensar que eran unos drogadictos. Fernando quería llevarla a su departamento y ella no quería. Él la zamarreó un poco y ella se resistía. Estaba comenzando a sentirse incómoda por más que no hubiera nadie a su alrededor. La obligó a subir a su auto. Ella aún se resistía. Ahora le pegó. La sujetó de los pelos amenazándola y la subió al asiento trasero sin dejarla decir ni una sola palabra. Laura quería salir y no podía. Fernando le pegó hasta dejarla semiconsciente, se quedó tranquilo, y arrancó el auto a toda marcha. Laura no estaba equivocada. Fernando se drogaba. "Ya son las siete de la mañana. Qué raro que mi Laurita todavía no haya llegado ¡Le dije que no vuelva tarde!" pensaba la mamá de Laura mientras preparaba su desayuno y el de su marido. -Buenos días ¿acaso todavía Laura no ha llegado? -pregunta el padre sorprendido y algo enojado también.- -No, ya me voy a comunicar con Inés. Llamé a Laura siete veces y tiene el celular apagado - responde la madre con preocupación. Cuando Inés se despierta mira su celular. Eran once las llamadas perdidas que tenía de la mamá de Laura. Sabía que si se comunicaba con ella, tendría que decir la verdad. Y no sólo la había dejado a Laura sola, si no que se había ido al departamento de su novio mintiéndoles a sus padres que se quedaría a dormir en lo de su mejor amiga. Estaba en problemas, así que Inés mintió. No dijo la verdad. Pasan las horas y Laura sigue semiconsciente. En el momento que  despierta observa detenidamente el lugar en el que se encontraba. Era oscuro. "¿Dónde estoy?" se preguntaba. Parecía estar alejada del pueblo. Y sí, estaba a unos 30 km de su hogar. Sentía un frío descomunal en todo su cuerpo. También sentía algunas molestias por las lesiones que tenía. Sogas presionaban sus tobillos. Sus manos, también amarradas con una soga que las tensionaban. Una cinta oprimía su boca molestándola al respirar. Ella, acostada (tirada) en un colchón que tenía un olor y un polvillo que asfixiaban exuberantemente a cualquiera que lo olfateara. Fernando se encontraba a su lado, sentado en una silla vigilándola. Él, a causa de sus drogas, era un maldito lúbrico, sucio, y escabroso hombre. Cuando se dio cuenta que estaba despierta la obligó a hacer cosas obscenas. La desató. Le dijo que mientras más tranquila se quedara, todo iba a ser mejor. Laura lo rechazaba. Una y otra vez se resistía. Comenzaba a llorar y Fernando se estaba enojando. En su estado de poca consciencia la golpeó salvajemente. Seguía obligándola a hacer algo que ella no quería. Laura gemía del dolor. Otra vez, se encontraba semiconsciente. Sí, pero esta vez era peor. La había golpeado aún más dejándole golpes severos. Queriendo satisfacer sus deseos, finalmente la violó. Laura sentía dolor, mucho dolor. Sentía vergüenza, impotencia, angustia, sufrimiento. Se sentía indefensa. Bah, estaba indefensa. Prefería estar muerta, antes que en esa situación. Habían pasado tres días y Laura no aparecía. El equipo policial no encontraba rastros. La búsqueda se tornaba cada vez más difícil al pasar las horas. Manolo y Bianca, sus padres, estaban preocupados y destrozados. Los minutos se hacían eternos. Ni hablar de las horas, mucho menos de los días en los que Laura estaba ausente. Inés decidió decir la verdad, ya era hora. Recibió su merecido. Aunque no fue demasiado importante, lo único que importaba ahora era encontrar a Laura. Ella, el día anterior había estado con su novio. El baterista le comentó que había hablado con Fernando. Inés se interesó y le dijo que le diga todo lo que sabía. Él, sin conocer la verdad de su amigo, le dijo que Fernando le había mencionado que Laura se había vuelto sola, a la noche, caminando de regreso a su casa cuando terminaron de hablar. Comenzaron a surgir diferentes suposiciones. Todo el quipo de búsqueda que se había formado, los policías, la familia, algunos vecinos, y amigos, pensaban que podría haberle sucedido algo cuando regresaba a su casa. Pero ninguna pista aparecía. Tal vez la mataron. A lo mejor la secuestraron en el camino y la violaron. Quizá la llevaron muy lejos, a otro país. Nadie sabía nada. Nadie imaginaba quién podría haber sido, o qué le podría haber pasado. Mientras más pasaban los días, su familia sufría aún más. Los vecinos, preocupados. Los amigos, además de destrozados, sentían inseguridad al salir a la calle. Ni hablar de Inés. Se sentía tan culpable. Sentía dolor. Un dolor profundo y abundante que no la dejaba ni pensar. Su culpa era terrible. "¿Cómo pude dejarla sola?" se preguntaba así misma todo el tiempo. Todos estaban afligidos y atormentados. Nadie sabía nada. Laura, sigue en su lugar ignorado. Nadie sabe si está viva o muerta. Fernando sigue con su vida normal, pero ahora en la cárcel por drogarse en la vía pública. Es un caso excepcional. Está preso, pero no por lo que le había hecho a Laura, si no por algo más simple. Puede salir en cualquier momento, no va a durar mucho tiempo allí.  ¿Por qué nadie sabe quién es el culpable? ¿Por qué no hay rastros de nada? ¿A dónde se habían llevado a Laura? Lo único que todos sabían, era que la habían destruido, destrozado. Nadie se imaginaba algo bueno. Todo lo que se imaginaban era lo peor. Claro, nadie podía pensar divinidades cuando Laura estaba desaparecida durante tanto tiempo. Inés se quedó con su culpa, no podía superar la pérdida de su mejor amiga. Se hacía preguntas todos los días. Miraba al cielo buscando una explicación, suplicando que Laura apareciera. Pensaba que si no hubiese insistido en presentarle a Fernando, nada hubiera pasado. Porque no habrían ido a la fiesta. Al menos, no la habría dejado sola. Desde ese día aprendió que debía cuidarse. Prometió cuidarse por su amiga a la que ya no tenía. Se arrepintió y no mintió nunca más en situaciones así. Sabía que siempre tenía que ir con la verdad a sus padres. No salía sola a la calle de noche. Cuando salía se cuidaba y era precavida al andar. Aprendió y se concientizó sobre los peligros que había, sobre los peligros de los que nadie está libre. Supo que debía cuidarse y que importaba más una amiga que la relación con un chico. Aprendió que todo eso le podría haber pasado a ella. Hasta el día de hoy, nadie sabe qué pasó con Laura. Ella no está para contarlo. Pasaron dos años desde aquel día, y lo único que queda en su familia es la esperanza de encontrarla. Están derrotados, pero aún así siguen y siguen buscando hasta el fin del mundo.
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Te padezco, te escribo
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