Qué complicado es cuando alguien me pide que no le olvide. Para comenzar, no sólo ha generado en mí la tentativa intención de hacerlo (porque ni siquiera me cruzaba por la mente), sino que también con ello vienen los celos del recuerdo. Y es que éste dice algo como lo siguiente: "si te pide que no le olvides es porque siente tal amenaza de tu parte, siendo así, ¿qué más da si le olvidas? de cualquier manera ya lo hubo previsto y no le resultará trascendente". Entonces analizo el comentario y respondo al recuerdo: "¿Cómo puedes tú, desde tu cómodo asiento en lo más alto de la torre, ahí donde tu corona está por rozar las nubes, hablar sin el mínimo conocimiento de causa? ¿Qué sabes tú sobre olvidar y las repercusiones en la materia de olvido?". Haciendo honor a su sinceridad, ríe, para después agregar: "Tienes razón en un punto. No conozco ni conoceré las consecuencias, fatales o no, del olvido. Porque sencillamente, mi materia de olvido eres y serás tú, en tu envoltura de "buen olvidadero", y yo pasaré inadvertido ante las antorchas, y ante las miradas coléricas, melancólicas, nostálgicas de quienes carezcan de dicha, por tu culpa". Quisiera poder decir "no te olvidaré" en su sentido más estricto, porque si bien soy capaz de decirlo, llevarlo a la realidad implicaría un grado de hipocrecia que no me permito. En cambio, puedo decir "no te recordaré... pero tampoco te he de olvidar", y así sabrá que estará en la memoria del microcosmos, quizás no como astro reinante, pero estará ahí acompañado por otros más.