Sangran labios por la herida mentida de la libertad de poner en boca de todos una única verdad. ¿por qué no vimos al colimba en la cruz, estaqueado en una perra guerra que íbamos ganando, goleando a Inglaterra por derechos y por humanos?
Convenía que fuésemos mejores, entonces llegaban buenas nuevas, a todo color, en los taiwaneses del demedós.
Ahora que conviene que seamos los peores, todo está pésimo en primera plana aunque afuera esté saliendo un sol de primer primavera; así maquillan a supinos y sacan diablos que tenían enlatados para la ocasión: socialismos de balsas, comunismos de miseria, balas a populismos chavistas; lo digno es chauvinista; el marketing, ley; sermones de honestismo al pedo  acerca de los riesgos de las confianzas perdidas por no sumergirnos e ir solitos a pegarnos al fondo del fondo monetario, y perdernos de revivir la porcina porno de los avaros dólares metidos en el culo del ávidos banqueros pincharratas que tienen el hábito
de confesarse siempre ante el mismo prelado dorado de siempre, ese que jadea y que suda y mea culpa siempre pal mismo lado, a los negros, putos peronistas, en simposios en los que departen nóbeles australopitecos a campeones y capitanes, a los mejores anfitriones
de las casas en llamas, sean de nicaragua como de acá a dos cuadras.