Son dias de nudos, de laberintos,
de gritos desnudos  
que no se estrellan con nada;
días de envidia insana, de revisar los cajones,
de encontrar las dagas y escarbarme las llagas.
Son días sin salidas galantes,
de fotos en sepia y despromesas veladas;
de despertares ahogados en madrugadas abortadas
en las que soy mi padre
dándome la misma, 
repetida,
última
bofetada.
Bocanadas desveladas
de la madre sin calmantes
de una calma desesperada.
Amanece
y la mañana parece el etéreo durazno
que desayunan las aves;
sé que ya no hay arte que me salve
de salir a vivir 
     como mueren los cobardes.