Cuando se menciona a la palabra poeta, a la mayor de la gente se le instala en la mente la imagen de un ser volátil, que no habita la realidad, retraído y torpe. Sin embargo, contrario a esto, creo que el poeta es el ser humano con los pies más bien puestos sobre la tierra.

No es lo mismo para el pragmático, el simple, aquel que se levanta en las mañanas, sumiso, a solucionar la urgencia de su estomago. Éste, acostumbrado como vive a atravesar por el mismo retazo de mundo, o por distintos, en busca de la garantía de su subsistencia, apenas ve a su alrededor. Y cuando ve, no le importa que las cosas existan, si éstas no tienen relación directa con su existencia. Parece ignorarlas por el solo hecho de no estar vinculadas con su residencia a la tierra. Al mirar su indiferencia, uno diría que se esfuerza en vano la naturaleza en mantener sus reinos, los seres que se cruzan, los materiales que sostiene el peso de la vida, ante esos ojos ciegos que no quieren ver nada distinto al hecho de no morir de hambre.