Impones tu arrogancia
al alba de mis días
clamando por mis sueños
socavando mi ser
opacando mis amaneceres
presumiendo que puedo amarte
ilimitadamente
sin siquiera un gesto
que contenga una duda
tan omnipotente
y creído de ti mismo
llenándote de vanidades
que a tu paso
te claman otras
que no son mi rostro
ni mi cuerpo
ni mi ser
ya frágil por el designio
que tu le proferiste
de dudas y atropello
y ya no puedo imaginarte mío
ni por un instante
vacilar a la idea
de que ya no te amo
y sigues agazapado a mi regazo
convencido de tu altivez
ciego de mí
sin imaginarte
 que estoy orillando sueños
que fueron creciendo de a poco
como una orquídea en un jardín desierto
que florece día a día
con un esplendor nuevo
que alguien la vio germinar mustia
y decidió robártela
de cuerpo y alma
y lo logra cada día de cada mirada
y me seduce al punto de ya no ver
otros ojos que no sean los suyos
encandilada al embelezo
 de este encanto divino
extraviándome en este amor
sin remordimientos ni intriga.
                                         Finalmente ciega de ti.
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