Toda una vida
 en las quimeras
 de las preguntas
que no se pueden contestar,
 sino sólo filosofar,
pues algunas de ellas
 son como el hielo
que se deshacen en líquido
para perderse
en el drenaje
de la incredulidad,
por eso  las personas buscan
el albor de una esperanza,
quienes también me  preguntan
 si creo en Dios,
 y yo con toda la plenitud
 de mi convicción,
contesto que no.
Pero la abstracción
 me conduce a   reflexiones
del por qué existe
 en el universo
el color  verde de las montaña,
 el azul del cielo  reflejado
en la inmensidad del mar,
la existencia del viento
que me acaricia mi cara
aunque no lo vea,
o  los  numerosos animales,
 en cuyos ojos
 se ve el signo de interrogación
 cuando los encontramos
y huyen de nosotros despavoridos
para evitar nuestras malas vibraciones
que dejamos también
 en lugares tranquilos
 fuera de la selva asfáltica
y concluyo
 que yo me conformo
 con lo que siento y veo,
porque con los años
he comprendido
que andar sin rumbo
no tiene sentido,
así que mi secreto
 es entregar
el abandono de la envidia y del odio