Puedo levantarme cada día
y ver el sol cuando comienza
a plasmarse en el infinito
de este horizonte que abarca
la endiablada hermosura de la naturaleza.
Y aún así esta exaltación
no ciega mis ojos a otra visión universal
de inescrutable realismo
a la cual no enceguezco,
porque asumo un compromiso
que se eleva más allá de vanas promesas.
Y no perezco en el intento,
solo siento la incertidumbre que lava mi rostro
cuando salgo a la calle todas las mañanas
y enfrento la realidad que toca mi alma,
porque es el dolor que me circunda
y está frente a mí y lo percibo
el dolor de sentirme parte de un universo
de rostros abatidos,
que lloran por sus miradas la impotencia
de su propia desolación
por un país que no los contiene
ni seca sus lágrimas
ni los alimenta con el pan sagrado
del que debe nutrirse un pueblo 
para emerger del hambre y la miseria,
y que sus vidas sean arrulladas
con auténticas promesas
y no con limosnas que duran las horas
que se necesitan para subsistir.
Promesas de trabajo
y salarios dignos,
asumiendo compromisos a largo plazo
que refuercen la idea de un orden social justo,
pregonando educación
fuente indestructible de progreso 
que un pueblo necesita para crecer con dignidad.
Frenar a los perversos que elevan sus aspiraciones
hacia sus propias moradas de impunidad
y se realimentan de sus propios fracasos
para volver poderosos e incapaces
a sofrenar proyectos que claman por valores justos
e inamovibles, de una justicia social
que beneficie a la periferia de un pueblo
que llora por el dolor de su propio exterminio
cuando  se levanta cada mañana de cada día
con sus alas rotas,
con sus esperanzas truncas,
con carencias de sonrisas como consecuencia
de tanta  hipocresía al servicio de unos pocos
que se ufanan de este sistema perverso
que les otorga su complacencia para seguir
sus burdas carreras hacia la impunidad.
Y deambulando  hacia mi destino
voy ideando los panfletos 
que me permitan sofrenar esta amargura.
panfletos que abarquen los mínimos contenidos
por un reclamo social justo,
sin golpes de estado
ni golpes bajos a la dignidad,
sin totalitarismos,
por elecciones limpias 
que no compren mentes al azar
por gobiernos libres de corrupción y de arrogancia,
por la libertad de ideas
por la igualdad de clases, razas y credos,
por fuentes de trabajo con salarios justos
que dignifiquen  al trabajador,
por una educación que nos instruya
y nos eleve de la ignorancia
de la que se alimentan los poderosos.
Por la libertad de expresión
en todos los órdenes
sin pregonar anarquías.
Por una sonrisa...la tuya...
mi  bello niño que te encuentro
todos los días en la misma acera
desplegada tu pequeña mano
a una limosna que te haga sentir felíz
un segundo de tu fatigada vida,
el tiempo justo para despertar conciencias
y darle la espalda a la indiferencia...
esa tenaz y complaciente enemiga.