Eternos muros me detienen… majestuosos, inmensos, interminables. Me alejan del deseo, me hacen presa de la soledad. Debo acaso mantener mi carne casta, mi alma pura, mi cuerpo frío, mi flor sin dueño? Mil llamas estallan en mi pecho, el aliento me abandona, mi piel arde en este fuego. Se enciende mi sentir, sensaciones me invaden, pecado y culpa me inundan. Sé que él viene. Mi amado viene. No se detiene, trepa muros, lucha contra fuegos, sortea abismos, advierte traiciones. Saldrá triunfante y vanagloriará mi espera, porque soy suya, porque él me pertenece. Cabalgaremos hacia un horizonte repleto de poéticos azules y rodeado de gloriosos violetas. Finalmente descansaremos en un mullido, cálido y profundo rojo. El suave aroma de las rosas inundará de placeres nuestro lecho, enmudeciéndonos en éxtasis de amores, de carne y sangre, de alma y cuerpo. Nos entregaremos el uno al otro, piel a piel, cuerpo a cuerpo, penetrará su mirada en mi pupila. Eterna y fugaz, profunda y leve. Grandiosa cópula inmersa en ansiedades. Él me protegerá con su fuerza y entereza, yo lo extasiaré de amores. Seremos uno sólo…