Ya no recuerda por qué pelea
       Era adolescente, cuando por primera vez empuñó un fusil, ahora la juventud es un lejano recuerdo. En medio de la selva colombiana,  a Miguel Saín lo apodan "El perro" y dirige una diezmada columna de soldados insurgentes.
      Su cabeza tiene precio. Una bala, un certero misil, un traicionero cuchillo, lo acechan y secretamente, él los desea. El dinero que no puede gastar, la vida que no puede vivir, la muerte que él propaga como virus de plomo lo agobian.
       Aquella madrugada, los helicópteros aparecieron casi silenciosos descargando metralla, luego vinieron los aviones con sus bombas. Parecía que disparaban a ciegas. Todo duró veinte minutos. Decidió no responder el fuego para no delatar posiciones.
       Murieron dos rehenes que poco le importaban y tres camaradas. Uno de ellos Felipa, su amante. Quiso llorar pero no podía. La bala que lo buscaba no lo encontró. Dio la orden de levantar todo y continuar. Él ya no recuerda por qué pelea.