Ella contesta el teléfono en la bañera
y me pide que le llame en quince minutos
¿quien tiene un teléfono colgado en el broche del cuello cuando se baña?
cagas desesperación o te limpias la impureza de un mal auguro
¿qué espera una llamada del cielo o un susurro del infierno?
Diez treinta y siete; demasiado vago sumarle quince minutos a la espera
en ese lapso silencioso
desangro mil reclamos
eyaculo mil clamores
orino mil nombres
y escupo mil ausencias.
Diez cuarenta; y la suma ni empieza
camino un millón de pruebas
me disipo en un millón de imágenes
me pierdo en un millón de galaxias
y me amedrentan un millón de celos
demasiados ceros a la ansiosa llegada de la hora
soy un infinito silencio que no sabe si sumar
si restarte o si dividirte para que no me duelas
Diez cuarenta y cinco; y con el temblor en la boca
con la tempestad en el tímpano
y con la terquedad bajo mis ropas
simulo a un desierto sin natura que no reconoce la flor de tus voces
el habitante de un mundo sin matemáticas
¿Pero qué me importan los abusos por no saber cual es mi cambio?
si no tengo ni tus roses,
ni tus poses
solo las heces del recuerdo
de hace tantos años que me dejaron pobre
¡Diez cincuenta!; y no sé a qué minuto debí empezar con la operación
mi corazón está en el quirófano abandonado
y el cerebro es una máquina de hacer fotografías quebradas.
¡¡Diez cincuenta y tantos!!; por fin es hora de marcar el redial
y a mí que se me cruza el llanto
y la soledad tanto que
ya se me olvidó
todo lo que quería decirte
es mejor aprovechar el tiempo no más
y nada más para saludarnos  
quizás y solo hablé
para quedarme callado.