1.- La venganza de Mara
Publicado en Oct 14, 2011
Observó aquel lugar. Era un edifico grande, ya antiguo. La fachada era de cantera, gris y rosada. Tenía grabados de tipo barroco e infinidad de ventanas y balcones. Enmarcados en listones florales de piedra.
La adolescente, de diecisiete años, se detuvo frente a la recepción y miraba con curiosidad aquel marco dorado donde se certificaba aquel hotel como uno de los más prestigiados del país. Aquel marco, cuya primer letra de la palabra "Resort" era tan enorme como una mano, así como el joven rubio que recibía al grupo estudiantil en traje chaqué negro, tenían algo en común. Los había soñado dos noches antes. Ambos estaban allí en su sueño, como en una estampa, prácticamente congelados. Nunca escuchó su voz ni le vio moverse a ningún lado. Solamente había algo en su cara, que aún cuando mostraba esa sonrisa brillante de anuncio de pasta dental, aterrorizaba. También pudo ver cómo se movían sus ojos con sagacidad hacia todos lados. Eran unos ojos azul brillante, que lanzaban destellos no humanos, como si se tratase de rayos láser. Mara ahora despierta, observaba ese cuadro. Con excepción del rayo láser, el joven en traje elegante aún tenía una mirada maliciosa. Observaba la llegada de los estudiantes con regocijo, pero no era un regocijo natural. Era una especie de gusto malsano, como un devorador de carne fresca entre las reses. Mara se apartó entonces y empujando su enorme maleta de viaje, buscó con Gisela C., la prefecta, para saber cuál habitación le correspondía. La prefecta, apretujada entre los adolescentes mientras entregaba los pases, se acercó con dificultad. La chica no tardó en percatarse de la mala noticia, compartiría la habitación con Beatriz S., y la diva de la escuela: Carolina T. Mara se sentó sobre su enorme maleta, mientras los veía a todos salir corriendo en todas direcciones para distribuirse en las habitaciones del hotel. En una hora deberían estar listos para el primer recorrido por la ciudad. Mara era enorme y pesada, tenía un problema con su metabolismo y eso le colocaba encima un pequeño inconveniente: su obesidad. Tras una historia escolar donde había tenido qué aguantar los típicos motes, sarcasmos, así como convertirse en el blanco de las burlas, Mara había aprendido a no ser motivo de atención. Gisela, la prefecta, la urgió para subiera a cambiarse. •- Me has puesto en la mira del rifle- le reprochó Mara con cierta pereza -pudiste acomodarme con Juliana C., al menos todas ésas me ignoran. •- Mara, tienes qué aprender a convivir con todos... •- No sé si "todos" sea la palabra adecuada para describir a este complicado hábitat en el que me encuentro. Pero la prefecta no quería filosofar con ella, lo que necesitaba era cumplir su encargo para poder tomarse un baño en la habitación que sólo a ella estaba reservada. Así que la chica hizo de tripas corazón y fue llevada casi a empellones a su respectivo cuarto. No tenía muchas esperanzas respecto a su suerte. Seguramente se le había reservado el sofá, donde debía acomodar sus noventa kilos de peso. Las camas individuales serían para Beatriz y Carolina, ya que ellas eran personas "normales" y tenían derecho a un trato digno. Mara, la obesa Mara, tenía que conformarse con sobrevivir de forma precaria por "malos hábitos alimenticios" que la convertían en el monstruo que era: un ser enorme, gordo y desagradable. Pero no sólo no encontró sofá. Le tocaría dormir sobre la alfombra al lado del ropero que ya había sido atestado de mil accesorios femeninos. Sus compañeras habían invadido las dos camas, que eran tamaño matrimonial, pero ninguna compartiría su espacio con Mara desde luego. Sumémosle a eso que Carolina y Beatriz competían por el título de la "miss belleza", dejando a Beatriz en ligera desventaja. Carolina, además de ser la más cotizada, tenía más dinero que toda la clase junta, así que podía hacer y disponer de todos como quisiera. En cuanto vieron a Mara, cada una expresó su rechazo a su manera. Carolina sonrió con su peculiar gracia y frescura, que hacía de sus sarcasmos y sus crueles ironías, simpáticas e ingenuas bromas. •- ¡Mara, pensé que te habías atorado en el autobús, querida! ¿Por qué demoraste tanto? Beatriz tan sólo le dirigió una malhumorada mirada. Le disgustaba tener qué compartir habitación con aquellas dos. •- Aún puedo entrar y salir del autobús sin ningún problema- le contestó Mara con indiferencia, la vida la había vuelto diplomática y sarcástica consigo misma -la verdad es que me demoré porque no me hace gracia quedarme con ustedes. Beatriz sonrió en silencio al oír aquella respuesta, mientras le lanzaba una mirada de rabillo a la envanecida Carolina. Ésta última se sintió ofendida. •- Mara, dudo que alguien hubiera deseado tu compañía durante el viaje. Deberías ser más agradecida con nosotras. •- ¿Por qué? Ustedes no me eligieron, lo hizo la prefecta. Así que dejemos los protocolos ¿Dónde voy a poner mis cosas? •- Hay bastante lugar en el suelo- le respondió Carolina, divertida -sólo procura no dejar cosas a medio camino, me incomodaría tropezar o estropearte alguno de tus enormes zapatos. Mara observó con resignación a sus dos compañeras y la invasión que habían hecho de aquella habitación. Colocó su maleta a un lado de la ventana y se sentó en la alfombra con dificultad. •- ¿Alguien puede prestarme una almohada?- preguntó amablemente.
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NORMA ESTELA FERREYRA
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