Me ves y yo me siento aquí, en el silencio de la noche, para que me veas y seas feliz esos minutos en que te asomas a mi íntimo reducto en el espejo mundial. Disfruto al saber que tú estás aquí, que tus ojos se posan en mi piel como mariposas dulces de tierno aleteo; siento un gran placer y el sexo entre mis piernas se abre como si la aurora se avanzara unas horas... calladamente, en el vientre de tu cuarto, me miras y yo, a mil kilómetros de ti, lo sé, percibo tu saliva en mi lengua y esos labios que a buscar los rincones más cálidos ya empezaron hace unos minutos. Me ves, unos minutos me tienes, y en tu memoria seré una imagen deseada unas cuantas horas, las diurnas de esa dura jornada que se repite, hasta que busques otra imagen en el vientre de tu cuarto que se traga a una muchacha tras otra.