Dos ngeles
Publicado en Sep 04, 2009
Mirko mueve su rabo mínimo de bóxer y, sospechando que algo anda mal, se queja; siento apenas, con mi mano izquierda casi muerta, el frío de la vida vertiente en el hocico con el que husmea, pretendiendo animarme, empecinado en hacerse acariciar. No puedo ahuyentarlo, ni consolarlo. Candela, la perrita atigrada y mestiza, también se acerca a mi sueño, como huida del mundo, y me olfatea llorando, moviendo una cola titubeante.
Lamento darme cuenta, tan tarde, de que esos perros fueran mis ángeles; si parecía que un día hablarían, es el momento en el que quizás lo hagan. Veo alas beatíficas en el encanto de sus orejas atentas y encuentro pura inocencia en un brillo teologal, el de sus miradas caninas tan francas.
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Arturo Palavicini
Qué buena historia, yo también me identifiqué con tus ángeles. ¿Será qué casi todos hemos tenido a alguno de esos seres alados con rabo?
Un abrazo amigo.
Arturo Palavicini
JORGE MARTIN
inocencio rex
miguel cabeza
Te contaré que tuve una perra que fue mi ángel real. Un día me dio por escalar una pequeña montaña sin previsión, ni preparación (así soy), en pleno invierno. Me perdí en la cima y la noche cayó rápida. Cuando ya me desesperaba intuí que la perra me intentaba "decir" algo y me vinieron a la cabeza unos versos del cántabro José M. Pereda (fallecido en 1906) que decían algo así: "en la noches de tormenta, entre los acantilados, suelta las riendas y abandónate al corcel". Y es lo que hice, me puse tras ella y me devolvió sano y salvo.
Un abrazo