GEMELOS
Publicado en Nov 14, 2019
GEMELOS
Ya era hora de buscar arreglo al deteriorado matrimonio de Antonio y Maruja, quienes después de pasar varios años de convivencia se sentían aburridos de la rutina, monotonía, celos de Antonio, malos genios, con sus tres hijos, mayores de diez años, más la diaria cantaleta de Maruja. Parecía insólito arreglar el problema matrimonial con un nuevo embarazo ¿otro hijo? Sí, otro hijo, por consejo de la psicóloga y, se cumplió con gran sorpresa. Sí, Antonio y Maruja tuvieron hijos gemelos. ¿Completaron cinco hijos? Así fue y termino el problema matrimonial, dando giro a una nueva vida, con más hijos, no más rutina ni cantaleta, por el contrario, se despertaron nuevos sueños, amor, ilusión, sufrimientos, sorpresas y nuevas actividades. Antonio tenía que ayudar a quitar y poner pañales, Maruja se confundía dando teteros, no recordaba a cuál de los bebés le había dado el tetero, dejaba a uno con hambre y al otro lleno. Los otros hijos también ayudaban a arrullar a los bebes, jugaban, peleaban por llevar los coches, les daba asco ver las cacas, se burlaban de ver a la madre enfriando teteros y confundida. Mucha alegría despertaba en la familia los avances de los bebes, cuando empezaron a ver, hablar, gatear, caminar, a ser graciosos. En época navideña, todos eran felices comprando juguetes, ropa, curiosidades, se ilusionaban llenando el árbol de luces, guirnaldas, bolas brillantes de colores, adornos y regalos. Disfrute de exquisitas comidas, cantando villancicos, tocando panderetas, maracas, pitos, mucha alegría, reparto de regalos, destaparlos, verlos y disfrutarlos Pero, desde el nacimiento unos bebes nacen con estrellas, otros nacen estrellados, por desgracia esa diferencia se marcó en los dos bebes gemelos. Uno de ellos recibía menos teteros que el otro. Al momento del bautizo el preferido fue bautizado con un buen nombre, le llamaron Andrés, mientras al bebé que menos tetero le daban, lo bautizaron con el feo nombre de “Pío” Todos consentían más a Andrés, se burlaban de Pío por ser más delgado, menos gracioso, pasaba por desapercibido, además lo apodaban como “El Pío bobo”. Llegado el tiempo de ser estudiantes al par de gemelos les ocurría lo mismo que en el hogar, el consentido era Andrés y, del “Pío bobo” se burlaban, cosa que le molestaba a su hermano Andrés y lo defendía, Pío agradecía las defensas de su hermano tanto en el colegio como en el hogar, sólo contaba con el cariño de su hermano Andrés- Antonio se sentía avergonzado de tener un hijo bobo, pasaba su insomnio planeando la forma de deshacerse de ese hijo, que ya lo llamaban “El bobo Pío del pueblo” causando gran molestia a la familia. Andrés lloraba por las injusticias y burlas que recibía su hermano Pío, sin que nadie se diera cuenta de sus cualidades: ser útil, obediente, mandadero, a veces sorprendía con actitudes inexplicables, por ejemplo: cuando terminaba la noche buena y el año nuevo, madrugaba Pío a ver las calles sucias con papeles de regalo rotos, cenizas y pedazos de pólvora, tenía la paciencia de recoger tanta basura y dejarla en las canecas, luego permanecía unos minutos sentado o recostado en el piso frente a la iglesia del pueblo Paipa. Mientras doblaban las campanas de la iglesia, Pío lloraba, limpiaba sus abundantes lágrimas con las puntas de su camisa, su hermano Andrés lo consolaba, lo invitaba a jugar, pero Antonio, además de maltratar y gritar a su hijo Pío, de no permitir que le regalaran juguetes, lo vivía castigando porque le fastidiaba verlo como bobo recogiendo basuras de la calle y, a punta de rejo lo conducía a la casa. Andrés suplicaba que lo dejara jugar con su hermano Pío, pero, sólo era posible cuando Antonio salía de trabajo a la carpintería. Los gemelos jugaban con cualquier cosa. Pío inventaba figuras con palitos, con papeles, hacía barquitos de papel, dibujaba muñecos desnudos con un ombligo grande Andrés, también tomaba granos de fríjoles de maíz y lentejas para formar caminitos y figuras, se divertían, sin juguetes, a veces, Andrés le prestaba a escondidas sus juguetes a Pío. La mamá sentía lástima del chico por el maltrato que recibía del papá, le preparaba de vez en cuando algún delicioso platillo y le daba palmaditas en la espalda. Las injusticias con Pío le dolían más a Andrés, que al mismo Pío, porque quería mucho a su hermano gemelo. Cuando Pío veía a la mamá muy cansada, con dolor en la cintura de tanto hacer oficio, Pío, en voz baja, como tímido, pedía a su madre que se acostara y descansara, Maruja se acostaba, dormía y Pío arreglaba la casa, cocinaba y lavaba la ropa, sentía felicidad de ver descansando a la mamá, Pero el papá lo trataba de nena, repetía que ese oficio era para mujeres o para bobos como él… Antonio observaba el firmamento, veía que cuando las grises nubes desaparecían, aparecía el brillante sol, cuando desaparecía la lluvia nocturna, asomaban los astros, brillaba la luna y las estrellas. Igual pasa cuando desaparecen los seres malos y bobos, aparecen los buenos y los inteligentes, concentraba su pensamiento en la palabra “Desaparecer” Un día desapareció el “Bobo Pío del barrio” sin saberse su rumbo, Andrés lloraba la ausencia de su hermano, Maruja se mantenía atrapada en montañas que desmoronaban recuerdos, tropezaba contra el aire que la seguía, llovían lágrimas de sus ojos, martillaban golpes en su corazón, por remordimientos, por recordar las ayudas de su hijo cuando estaba cansada, los maltratos de Antonio y la tristeza de no haber sido cariñosa con su hijo, tal vez, en un lugar oculto de su corazón guardaba amor por Pío, qué injusta he sido al no valorar a Pío. Los otros tres hermanos mayores nadaban en indiferencia, sonreían recordando al hermano Pío, Andrés reprochaba la actitud de los hermanos y los miraba con desprecio. Antonio se mantenía fresco, aliviado, alegre, enterrando pecados en el jardín de la casa, creyéndose muy inteligente, hábil, prudente, seguro de que todo aquello quedaría oculto, nadie descubriría aquel día domingo en que Maruja y los hijos estaban en misa, mientras él había cumplido su plan ¿cómo fue ese plan? Aprovechó que Pío no fue a misa, lo invitó a pasear, subieron con Pío a una flota que transportaba pasajeros a distintos pueblos y ciudades, se acomodaron bien en la silla de atrás. El papá dijo al hijo la mentira de que iba a comprar mecato para evitar hambre en el camino. Pasaron más de cinco minutos y el conductor del bus arrancó, sin detenerse ante las suplicas de Pío para que esperara al papá. El bus siguió a mucha velocidad y, no se supo que pasó con Pío en su soledad. Antonio se devolvió a casa, sin arrepentimiento, sin lástima feliz de cumplir con su deseo de deshacerse de su hijo, Antonio tuvo suerte de llegar a casa, antes que los que estaban en misa y, con gran desfachatez, armaba escándalo, preguntando por qué no regresaron de la misa con Pío? Maruja y los hijos decían que Pío no había ido a misa, que se había quedado en la casa. Antonio fingía estar enojado y preocupado, siendo la verdad que estaba feliz pensando: brilla el sol, las estrellas, se deslizan bloques de felicidad, la angustia desaparece “bendita sea la desaparición” Andrés recordaba ese muñeco desnudo, con el ombligo grande y cuadrado, pintado por su hermano Pío. Era una de las fantasías de Pío, reformar partes del cuerpo humano, pintaba manos con seis dedos, ojos de diferente color, un brazo negro, otro blanco, una oreja pequeña, otra grande, sus dibujos eran fantásticos, originales, increíbles, despertaban en Andrés el deseo de ver un poco más concretos dichos dibujos y en sus ratos libres, tomaba plastilinas de colores y hacía figuras, de acuerdo a los dibujos de Pío, sentía felicidad de sus obras esculturales. Un sábado en hora matutina mientras Andrés se duchaba, sintió algo raro en su ombligo, ¿dolor? No. ¿Piquiña? No. ¿calor? No. ¿cosquilleo? Si…, hasta le producía risa. Nunca había sentido algo así, como tampoco había sentido curiosidad de mirar su ombligo (…) ¡Cómo! Agachó su cabeza, miró su ombligo y… ¡Vaya sorpresa! Su ombligo también era grande y cuadrado, igual al muñeco pintado por Pío, Andrés sonreía no lo podía creer, tocaba su ombligo y sentía cosquilleo. Por durar tanto tiempo duchándose y riendo, Maruja estaba preocupada, repetidas veces llamaba Andrés, Andrés, Andrés y nada no respondía sólo se reía, la mamá golpeaba fuerte en la puerta del baño, Andrés sintiéndose asustado, no quería contar su descubrimiento, pensando en que despertaba burlas, era mejor guardar el secreto, se cubrió con la toalla, se secó, abrió la puerta, vio llorar a la madre ¿por qué lloras, mamá? Pues hijo estaba angustiada por tu demora ¿y de qué te reías? Andrés no sabía que responder, sólo decía, no sé, espera que me vista, tal vez, después me acuerde, luego pensó: mi madre debe saber lo del ombligo, claro que sí, como no, si ella nos bañaba nos vestía y nos conoce como somos, es decir puedo contarle el motivo de mi risa, después de vestirme, contaré a mi madre que me reía por acabar de descubrir la forma de mi ombligo, que el bobo soy yo y no mi hermano Pío que dibujaba muñecos con ombligos como los nuestros. ¿Por qué seremos así? Preguntaba Andrés a la mamá. No lo sé, era la respuesta de Maruja. Pasaron cinco años. Quizás por aquello de la telepatía, Andrés sentía que Pío estaba cerca a Paipa, -el pueblo en que vivían- y, como por fuerza de atracción Andrés viajó al pueblo de Ráquira, no estaba equivocado, es el pueblo más lindo de Boyacá, es famoso por sus artesanías elaboradas en arcilla, fabrican ollas, jarrones, figuras decorativas. Cuando Andrés llegó a Ráquira, observó gran cantidad de artesanías hechas en barro. En una de esas tiendas de figuras variadas vio un aviso que decía “EL OMBLIGO QUE HACE REÍR” Andrés se sorprendió tanto, que no podía caminar ni hablar, sólo pensaba “Aquí está mi hermano” ¡qué felicidad!, difícilmente podía caminar, poco a poco avanzaba hacia la tienda, muchos autos estaban estacionados frente a la tienda y mucha gente en el almacén, gran sorpresa, Andrés y Pío se encontraron, se abrazaron, lloraron de emoción, Pío dijo a los vendedores: juicio, mañana nos vemos, invitó a su hermano a tomar unas cervezas para celebrar el feliz encuentro. Andrés repetía una y otra vez: hermano casi no te reconozco, has cambiado mucho, te veo alto y gordo, pareces feliz (…) no te equivocas Andrés soy feliz, sufrí mucho en mi niñez ¿Recuerdas que tú eras el único que me quería? ¿Recuerdas mis hambres, las humillaciones y maltrato que mi padre me daba? mi padre me odiaba, me engañó me invitó a pasear y me dejó solo a la deriva ¿Cómo? No entiendo, ¿nuestro padre te dejó sólo? Cuéntame todo. Tomaban cerveza lentamente, Pío contaba el miedo que sintió cuando el bus arrancó después de haber esperado que volviera el papá y no volvió. Al conductor del bus no le importo, arrancó, siguió la marcha con mucha velocidad, yo lloraba, gritaba papá, papá, hasta que un señor gordo, de rostro colorado, labios gruesos, nariz achatada, bien vestido, pantalón negro, camisa blanca, chaqueta azul y sombrero negro, me dijo: no llore niño, tranquilo cuenta con mi ayuda ¿Dónde vives? El llanto no me permitía responder, el señor esperó que yo calmara mi llanto y me hizo preguntas, mi nombre, mi edad, el nombre de mis padres, le conté que tenía un hermano gemelo, que era el único de mi familia que me quería, que mi papá me odiaba, le conté que yo jugaba con mi hermano y que vivía triste, que lloraba mi desgracia cerca a la iglesia del pueblo. Después de contarle todo, el señor me dijo: “No hay mal que por bien no venga” no vale la pena tu regreso a ese hogar, conocerás conmigo y mi familia la paz y el amor que mereces. Le pregunté, usted ¿dónde vive? me contó que vivía en Ráquira, que a ese pueblo me llevaba, que conocería a la familia y que viviría con ellos y que nada me faltaría, yo le decía que bueno, pero sentía tristeza de no volverte a ver, ni a mi mamá, bueno hermano…para, para… después me sigues contando, “mi papá es mucho desgraciado” ¿dejarte solo? Y como si fuera poco culpar a mi mamá y a nosotros de tu desaparición, mi mamá si ha sufrido mucho tu ausencia, yo también, ¡Qué felicidad este encuentro parece un milagro!, bueno sígueme contando. El señor me llevó a su pueblo, a su casa, me presentó su familia, les contó lo que yo le conté y esa familia de cuatro hijos, dos chicas y dos chicos me brindaban mucho cariñom, exquisita alimentación, me hacían muchas preguntas no sabían qué hacer para tenerme feliz, me preguntaban qué me gustaba, yo les mostraba mis dibujos y les contaba que tú hacías esculturas en plastilina con los dibujos que yo hacía. El señor se llama Vicente, a él le encantan mis dibujos, se ríe mucho de los muñecos con el ombligo grande y cuadrado. Don Vicente tenía dos fábricas de artesanías hechas en barro, me enseñaba la forma como se moldeaban jarrones, masetas, platos, pocillos, adornos como animales, perros, gatos, viejitos, niños, una vez que todo estaba moldeado pasaba a hornos de alta temperatura y todo quedaba lindo. Empezó mi felicidad, me acordé de todo lo que hacías en plastilina con mis dibujos, entonces empecé a hacerlos en barro, los moldeaba como me enseñó don Vicente y el me permitía el horno para lograr figuras en muñecos con el ombligo como el de nosotros y muchas figuras más que me inventaba, quedaban tan lindas que las lucíamos en la fábrica. Se volvió famoso el muñeco de ombligo como el de nosotros, pero don Vicente pensó que mis inventos debían ser exhibidos en una fábrica de mi propiedad, me ayudó a conseguir un local, me regaló uno de sus hornos, logramos completar todo lo que hacía falta, trabajé día y noche para surtir mi fábrica, me ha ido muy bien, pues ya soy dueño de varios almacenes de curiosidades elaboradas en barro, el nombre de los almacenes es “El ombligo que hace reír”. Muchos turistas quedan encantados al ver los muñecos de ombligo grande y cuadrado, tanto así que he sido entrevistado en emisoras, causa curiosidad a los turistas la historia de nuestro ombligo, hasta el punto de que los guías incluyen en la historia del pueblo que en realidad el dueño de las tiendas tiene el ombligo igual a los muñecos. He tenido que mostrar a algunos turistas mi ombligo, cuando lo toco el cosquilleo me produce mucha risa y los turistas compran montones de muñecos para recordar y regalar a sus familiares y amigos. A propósito, hermano, ¿a ti también te produce cosquilleo y risa cuando te tocas el ombligo? Claro que sí hermano, pero tarde me di cuenta, bueno, sígueme contando. No me vas a creer, un tipo hizo muñecos en caucho igual a los que hago, con la diferencia de que el tipo logró adaptar mucha risa al tocar el ombligo del muñeco, es como esos muñecos bebes que los tocan y lloran, pero los muñecos del tipo ríen a carcajada, y ese tipo se volvió rico vendiendo esos muñecos. Una pregunta hermano, ¿no te molesta mostrar tu ombligo? Si me siento incómodo, pero gracias a la incomodidad se multiplicaron las ventas de los muñecos en muchas partes donde quiera que se han distribuido. Pero, Pio ese tipo plagió tu invento, debes acusarlo, no Andrés no importa, prefiero la felicidad del tipo antes que el sufrimiento, uyy hermano tienes corazón de oro, mereces felicidad, ¿Qué más te hará feliz? La familia de don Vicente me adora y estoy felizmente casado con Anita, una de las hijas de don Vicente. Fíjate Andrés, conseguí la felicidad con amor y paz. Sí hermano Pío, felicidad es lo que mereces y tienes la buena vida que no tuviste en tu niñez, yo sufría por todo ello, pero ya comparto tu felicidad. Hermano te invito a mi casa, quiero que conozcas a mi esposa y a candelita, nuestra mascota. También que conozcas mis fábricas y, que mi mamá, mi papá y mis hermanos me visiten, quiero verlos. ¿A mi papá también lo quieres ver? Si creo que ya no se avergüenza de mí, creo que se siente orgulloso de un hijo que lo perdona y que no es “el bobo del pueblo” Es la felicidad que quieres agregar en mí, mas no es completa mi felicidad, falta tu felicidad y la de toda mi familia. Sí hermano, cuando estemos reunidos en familia, compartiendo la felicidad.
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