....."EL LAMENTO"
Publicado en Mar 06, 2020
Cuento corto El lamento ¡Condenen al criminal! ¡Condenen al malhechor! ¡Al culpable! ¡Escarmienten! Gavn I Fue en la noche del 30 de abril. El aire estaba atrevido y frío, el adoquinado húmedo por lluvia, había concluido una hora antes de finalizar la función. Buenos Aires estaba como siempre. Las calles de Palermo con exigua luz y el meneo propio de un domingo de madrugada. ¡Hermoso.. Tomás! ¡He delirado en este día! fue una velada espléndida, el reencuentro con la música ¡Ah que bello! eternamente gozaban como perennes asistentes a la programación del Colón. La sinfónica interpretó esa noche de gala, al compositor italiano Claudio Monteverdi El lamento d`Arianna. Una de sus obras más emotivas y exitosas. Voces de sopranos de cristalina claridad atravesaban la contundencia de tenores. Regresaban hablando de música sobre la fastuosidad de los violines, bajos, violonchelos, órganos, clarines y trompetas y creatividad de la obra. Ella no paraba de elogiarla. Tomás, asegura que después de escucharla podría morir tranquilo. Su rostro denota una paz, casi celestial, como si hubiese regresado de un lugar extraño, iluminado, apacible. ¡No seas exagerado Tomás! queda un amplio programa para concurrir, señaló Laura en son de reproche, por la palabra de fatalidad que él había pronunciado. El ciclo recién se iniciaba. Laura es una mujer elegante, delgada, de tez mate, con cabellera azabache y ojos negros. Su cuerpo aún firme, no registra el paso de los años. Era quince años menor que Tomás, a quién conoció en viaje al caribe. Ambos encontraron afinidad inmediata. Tomás venía de enterrar a su primer amor y primera esposa, fallecida por cáncer de huesos hacia ya cinco años. Ella: había permanecido soltera con la férrea voluntad de mantenerse así, en esa posición para desarrollar todas sus potencialidades en el arte; escultura y pintura. Sin embargo, la trampa del amor fue más poderosa que su voluntad o de dejar de amar, la exclusividad del amor, es una forma anhelada de Laura; pero no hay amor si hay egoísmo. Se puede ser fiel al amor, sin que sea II El tráfico esta despejado, ingresaron al barrio en poco tiempo. Al llegar, el coche con luces prendidas enfocó el portón del garaje con una luz blanca intensa. Tomás bajó del coche como era habitual para abrir la puerta de su casa. Laura espera sentada relajada revisando muy conforme el programa de teatro habilitado después de muchos años de reparación. No bien entreabrió la primera hoja del protón, dos hombres encapuchados abordaron a Tomás abruptamente encañonándolo en la cintura y gruñéndole que no se resista. ¡Dame la guita viejo! Repitió el más alto. El más indigno empotró una trompada en el estómago sin razón alguna. Los asaltantes cubiertos con pasamontañas negros de tres orificios correspondientes al ojo y boca. Tomás doblado al primer golpe lentamente se fue hundiendo tomándose del borde de la primera hoja del portón. Los atracadores no habían advertido a Laura sentada en el coche paralizada de miedo sin emitir sonido alguno, presenciaba esa agresión sin poder socorrer a su esposo. Reparó cuando Tomás les gritó que le robaran todo pero que no le hicieran daño e introdujo la mano en el bolsillo del saco, buscando su billetera. El malhechor más crecido diò un paso atrás con el cañón del arma muy cercano al tórax de Tomás gritando ¡Que haces viejo!, ¡Cuidado! ¡Està armado! Alertó. En pocos segundos disparó tres descargas que tiñeron de púrpura la camisa y el saco de Tomás. Al instante, una lengüeta de sangre a descendió sobre los mosaicos de la vereda. Laura permanecía estática. La luz el coche, prendida, la protege de los asaltantes asustados. El más pequeño atina a introducir la mano en el saco, roba la billetera a la vez que grita ¡Boludo no te das cuenta que estaba sacando su billetera y lo mataste! ¡Pensé que era un arma! respondió nervioso el asesino moviendo el caño del revólver de arriba abajo tomando con la mano izquierda la cabeza. ¡Que lo repariò….viejo de mierda! ¡Que cagada! ¡Rajemos antes que venga la cana! El más chico no conforme con la billetera revisó los fondillos del pantalón; extrajo dinero suelto, quitó el reloj y una delicada pulsera de oro de la muñeca derecha. Se fugaron corriendo perdiéndose en la oscuridad de la noche. Y Laura invadida por temor. Sí, ese animal dormido que habita y se agiganta debilitándola ante una realidad tan despreciada es subestimada y complicada. Laura permanecía con el alma en un hilo de incertidumbre Se eterniza esa imàgen. Impávida con boca abierta y ojos vidriosos. No brota la voz, tampoco puede mover sus brazos en ese estado de shock, se mantiene así hasta que la policía le obliga a salir del auto. Desolada, mira sin comprender. Esta confundida, muda, temblorosa, asombrada y aterrorizada. La trasladaron al interior de su casa, acompañada por el vecino y su esposa; el fue quién reclamó rápidamente la policía cuando escuchó estampidos y por su ventana advirtió a su amigo en el suelo desangrándose. El coche con luces prendidas. Laura sentada en la misma posición que cuando los policías abrieron la puerta para sacarla del coche. El cuerpo de Tomás cubierto por una tapadera ocre, inmóvil, vacío, impedido de protesta alguna. Resignó su vida, marcado por el dolor de la impotencia. Su protección fue incorrecta. El centelleo de luces de patrulleros proporcionaba una misteriosa imagen de irrealidad, agitando rostros de vecinos que acudieron diligentes al lugar del hecho. La espera del cuerpo forense imponía una prolija zona de de privacidad con cintas rojas. III Laura taciturna, sentada en el sillón con una taza de té, custodiada por sus vecinos más cercanos rodeándola, el policía, intimando que ella enumere detalles del hecho, y referencias de los maleantes. Laura està centralizada en ese acto cobarde que le arrebató la vida a su marido. Esa imagen contrasta con el recuerdo del último día, horas antes de concurrir al teatro. Tomás había hecho gala de su extremado amor por ella. Había permanecido extasiado ante la figura desnuda de Laura cuando emergió del baño con una paño blanco envolviendo su cabello sonriendo y el garboso cuerpo bañado en piel. Admiraba esa mujer. Descubrirla con detenido arrebato, le provocaba un goce inmenso. Laura advirtió la mirada lasciva de su esposo Lo entusiasmó con una sola palabra. ¿Te baño? Y sonrió. Su risa invadió la habitación prolijamente decorada, Tomás se despojó de su ropa con deleite de mancebo, Laura, con una radiante mirada como si englobara el cosmos, concentró su avidez en el ánimo exhibido por Tomás; permanece húmeda, lubricada por el deseo, anhelante de gozo, entregando su cuerpo al latir trémulo de ese despertar de los sentidos como un rugido oculto del cuerpo. Tomás la trasladó a la ducha con exagerada fineza, envuelta en cariño profundo. Innovaron el amor bajo la tibia agua que escurrió el pecado, dejando dos cuerpos bendecidos de paz, saboreando el agua cristalina sobre sus cabezas. ¿Y si nos quedamos? Preguntó Tomás. -¿Y si nos quedamos?- Retumba y estremece la pregunta de su vecino mientras Laura retorna a la noche trágica observando el policía que importuna a su frente -¿Cómo?- responde confusa. Su vecino pregunta ¿Y si nos quedamos Laura? ¡No queremos que quedes sola! Laura aún no puede evitar mezclar dos imágenes tan cercanas. La tragedia y ese recuerdo que nuevamente la invade Recuerda que ella sonrió con vigor a la propuesta de Tomás y ambos, estallaron en contagiosa alegría. ¡Ni lo pienses Tomás! ¡Yo voy! Y lo beso con ternura, como si ese beso fuese el premio o un galardón bondadoso al acto de renuncia del espectáculo. ¡Vamos! ¡Llegaremos tarde! Se engalanaron. Ella embelleció su madura imagen de mujer apaciguada y feliz. Tomás encorsetó el traje oscuro de conciertos protestando como siempre al hacer el nudo de su corbata. -¡Deja que yo lo hago!- Tomás dejó que ella, con sus manos deseadas y mágicas concretara el nudo. Alarmaba un brillo extraño en la mirada de Tomás, un brillo húmedo y lejano que angustió a Laura.¿Te sientes bien? ¡Como nunca! Refutó velozmente Tomás. La intuición y el presentimiento en la mujer tiene un desarrollo inexplicable. III -¡Deja que yo lo hago!- Señaló su vecino tomando la taza de té vacía que Laura intentaba llevar a la mesa ratona. ¡Intente describirlo Sra.! tan solo proporciónenos alguna pista. Laura logró encauzar sus dos ojos negros al policía y comenzó el relato ya más serena; al terminar agregó ¿Qué pista puedo dar de dos individuos encapuchados? -¡Bien Hermosa mujer! Quedó perfecto… ¡mira!- Tomás diò giros y molinetes inventando mímicas y sonriendo feliz. Laura se tranquilizó al ver retornar la mirada tranquila de su cónyuge. Plantó sus aretes y el collar y salieron rápidamente después de cerrar la casa con una rutina estudiada al comienzo y mecanizada a lo largo de los años dominaba siempre por la ubicación de las llaves ¿Dónde quedaron? -¡Dame una pista!- remacha Tomás acostumbrado a repuesta ¡Sobre la mesa de mármol! corea Laura con la seguridad que allì están. -¡Déme una pista!- Repite el policía, no solo de sus rostros que por razones obvias no los vio, pero puede describir su actitud, tamaño, peso. Hay detalles que puede usted recordar. Laura renueva su relato tratando de puntualizar detalladamente escena y personajes. Detalla con fastidio. Abatida y desalentada. A medida que pasan las horas toma conciencia de la muerte de su esposo. Siempre se preguntó cuando uno de los dos este ausente, donde habitarían en esa situación. Ambos no sabían cuanta es la distancia, ni cuantas nubes les podrían acompañar hoy, o ayer….o mañana, por esos itinerarios silenciosos. Nadie lo sabe. Ella tampoco, es el secreto. Pero piensa que indiscretamente la distancia se fragmenta ¿Será que el espacio es un mar Tomás? ¿O una larga planicie infinita? preguntó. Tomás sonríe complaciente. Ninguno de los dos lo sabe. Un lazo de evocaciones incólumes florecen, haciendo despertar alboradas y allí está, piensa Tomás con un gesto premiado de pudor. Es que la pureza de tus palabras son las que percibo, aún, cuando estás ausente.. murmura en un diálogo silencioso. -Sube rápido Laura- dice Tomás señalando la puerta entreabierta del coche. ¡Llegaremos tarde! se queja. ¡No! …Alcanzaremos a llegar a tiempo! contestó Laura segura de sí misma. El vehículo tomó la rutinaria avenida y avanzó sin problema con un tráfico bastante exiguo. Tomás acrecentó el volumen del CD. La orquesta Philharmonia de Wilhelm Furtwanglr interpreta a Beethoven: La novena Sinfonía. Tomás conduce pero también innova de director de orquesta moviendo manos en cada permuta de instrumentos. Tomás es un apasionado de la música clásica Laura acompaña sin reproche, pero ella es más inclinada a lo melódico. ¡Deja de hacerte el payaso! recrimina Laura advirtiendo que Tomás suelta el volante. Tomás ríe. Le gusta provocar a Laura. La entrada al teatro Colón fue apresurada. Tomás tenía razón. La función ya comenzó: “La Venexiana” hacía maravillas. La sensación de estar en otro mundo, en otra comarca ajena a la tierra, ajena a problemas cotidianos con una orquesta marcando la nostalgia del lamento de su tenor Sandro Naglia y decenas de instrumentos. ¡Que bello Laura! ¡Escucha! IV Pasaron dos horas. Las pocas referencias que Laura pudo entregar al policía no fueron suficientes para hacer un identikit. Pero se fueron. Quedó el matrimonio vecino Mabel y Oscar. Conocidos de años, tal vez, unos ocho; Mabel obligó a tomar un ansiolítico a Laura que con voz lánguida murmuraba ¡Ni pensar quiero!¡ni pensar! que todo eso….todo, construido lentamente se fue, se fue con prisa. ¡Ni pensar quiero! Llanto sollozo y repite, ¡Ni pensar! y espontáneamente recita entre sollozos la poesía, que Tomás le escribió en el verano, hasta que se adormeció ajena a su tragedia, el barbitúrico ya se estaba anunciando. “Cuando estés ausente, habitarás esa comarca de privilegio Laura donde nadie sabe cuanta es la distancia, ni cuantas nubes te acompañan hoy, ayer o mañana tal vez, y en esos trayectos silenciosos aunque lo preguntes… nadie lo sabe. Es el secreto. Pero indiscretamente, la distancia se fragmenta. ¿Será que el espacio es un mar? ¿O una larga planicie infinita? Nadie lo sabe. Será entonces, como un ardid envuelto en sedas, un lazo de reminiscencias indemnes, harán despertar alboradas Y allì estarás… con tu hermoso gesto premiado de pudor y con la pureza de tus palabras, aún cuando esté yo ausente” Fueron las palabras finales que Laura leyó como despedida en la cabecera del féretro dando inicio al velatorio. Los velatorios son rutinarios. El féretro ubicado como para una exposición. Las flores pálidas presentes; una cruz infaltable en la cabecera y los candelabros de plata, custodiando la muerte. La ronda de café, el llanto de los deudos, el dolor de los parientes más cercanos. Pocos. Muy pocos. Tomás era un hombre huraño que gozaba con la soledad, Laura, permanecía sentada muy cerca de la cabecera del ataúd. No llora. Tiene demasiado dolor para hacerlo. La ausencia de Tomás abre un camino desconocido. Siempre fue muy protegida por su esposo. Era su refugio. Su paz. El desfile de compañeros de trabajo de Tomás no cesa. Condolencias calcadas. Rostros compungidos. Ausencias. En la mañana el vehículo funerario negro, largo, fúnebre. Lustroso, se encargó de llevarlos por calles vacías hasta el cementerio. Las palabras finales. Los saludos finales. El final de una vida y un cuerpo. Allì, en esas profundidades de la tierra, Tomás descansa ahora en paz; en las sombras; en el frío de las tumbas; en el olvido del cuerpo. La extrema quietud del cementerio contagia. El diálogo rutinario de los panteones preparan la noche. V Laura està aliviada. Fue más difícil el trayecto, que dejar en esa nueva morada a Tomás. Y siempre està el regreso. El regreso a los recuerdos, a la mirada privilegiada del recuerdo en fotos, en muebles preferidos por él, en costumbres. El vacío en la casa se ha multiplicado. Laura està desolada. Desguarnecida con sus recuerdos intactos. Muy cercanos a la despedida. El programa del teatro Colón duerme ajeno al dolor en la mesa de mármol. Las fotos de ambos, en portarretratos que estacionaron el tiempo para siempre entre esos marcos. Las fotos no envejecen. Perduran. La habitación aún està revuelta. No hubo tiempo de acondicionarla antes de partir a la función del Colón. Una corbata en el suelo. ¡Siempre las tira! Pensó levantándola, acariciándola con inmensa ternura, como si fuese una parte viva que no acompañó al féretro. Aun tiene ese perfume animal propio de Tomás. Sonríe en complicidad con ella misma. Sería la última sonrisa. Laura entró en el mutismo y aislamiento. Mabel y Oscar sus amigos y vecinos la dejaron descansar. Caminaron despacio alejándose del dolor. Ya en su domicilio, sonreían pero lo mas extraño eran esos dos jóvenes que estaban instalados en su cocina asustados, temblorosos ajenos al tiempo pero impactados por el asesinato que acababan de realizar. Mabel les preparó una taza de café con galletas que ella misma elabora, mientras Oscar subió al dormitorio a buscar el sobre prometido; cinco mil dólares. Matar es barato pensó al revisar el sobre y comprobar los billetes. Enterrar es más caro. Tarareando despreocupadamente bajo las escaleras y se dirigió a los dos muchachos entregando el sobre pactado… “Buen trabajo”, y salgan por detrás de mi jardín, no hay nadie en esa calle. Terminaron el café y se fueron sin decir una palabra. Abrazó a Mabel y susurrándole al oído le dijo… “Tranquila…dimos el primer paso, ahora nos queda eliminar a Laura, a ella le gusta mucho nadar en el lago.” Buscó dos vasos con hielo puso la mitad de vodka y brindaron por su futuro.....”“Un paso mas y nos quedaremos con toda su fortuna” Oscar como abogado y albacea de Tomás nuevamente había logrado su rutinario plan; era el tercero. Ahora, habrá que buscar un nuevo estado, y por supuesto una nueva víctima. Laura ya estaba condenada. FIN El duelo inevitable y apropiado la fue acabando confinándola a un aislamiento y rechazo a la vida. Su abandono se fue acrecentando olvidándose de su cuerpo y rostro. Los sollozos impregnaron sus pómulos manteniéndolos lustrosos con algún nuevo surco que se abría sin permiso en el margen de sus ojos, como si su propia naturaleza renunciara a la belleza para entregarse al deterioro. La congoja invadió lentamente su alma. Y esa dama atiborrada de vida y pillería se trasformó en una esquiva figura fantasmal de palidez cadavérica, con ojeras que resaltaban cada vez más la extraña transformación de su rostro, actualmente perceptible con arraigadas aristas angulosas. Se ve languidecer. Se va secando. Achicando. Es una flor marchita, también se va consumiendo. Simula un cadáver viviente es parte de esa descomposición. ¿Y el alma Tomás?, no se sabe en donde está, si en sus heridas, en sus lamentos, en el aliento estruendoso o en la mirada perdida y opaca. En sus órganos desafinados o en esa piel pálida, cetrina y fría. Pero el alma… ¿donde está su alma? se pregunta angustiada Laura ¿También sufrirá este dolor o la ausencia? o es la privilegiada imagen insensible del ser. ¿Y sus amores? ¿Qué quedan de ellos? ¿La abandonaron al perder Tomás su conciencia? ¿No hay amor sin conciencia? El moribundo ¿es un desamorado? El alma robó los recuerdos de amor de Laura. ¡La muy traicionera, se está vengando! ¿A dónde llevará esos amores sustraídos? ¿Los venderá?... ¿A dios o al diablo? ¡Quién creó a quién?¡Cual es el padre y cual el hijo? Lo cierto que esa mujer, ya no tiene alma, ni amores que la habiten. Es una cosa, que va a su propia desintegración y a la nada. El día y la noche, el frío y el calor. El contraste. El espejo. Es como si la vida, se hubiese fundado desde lo absurdo. Para Laura, eso había pasado, hasta lo impensable, hace que el pensamiento lo recapacite. Lo superficial, tiene siempre, algo de profundo; la vida y la muerte, nacer para morir. Morir todos los días un poco con la excusa de vivir. El árbol antes vivo y radiante de verde, también seca. Y esos espacios de vida tan simple y hermosa que Tomás dejaron pasar, como si fuese una costumbre desechar belleza, ya no están. Gvn
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