DA DE VOTACIN
Publicado en Dec 15, 2009
Domingo 13 de Diciembre de 2009… son las once y media, el calor es agotador, pero mi deber cívico me llama. Voy conforme y esperanzada, como en cada una de las elecciones presidenciales. Entro al Liceo Manuel de Salas y lo primero que llama mi atención, es que mi Mesa ha sido cambiada al segundo piso del Gimnasio. Me desconcierto, desoriento y desconcentro frente a esta nueva ubicación, debe ser debido a que, en mis últimos años,me he transformado en un animal de costumbre. Esto me lleva a no prestar atención a instrucciones básicas en el desagradable procedimiento y cometer el maldito error de hacer la fila en la Mesa equivocada. No ha sido tan malo, demoré sólo 10 minutos en llegar a la Mesa misma y verificar mi error. Quiero morir al constatar que el número de Mesa correcto, corresponde a la que tiene la única fila que se hace eterna, dando giro tras giro dentro del recinto. Tomo rumbo a esta interminable fila de mujeres de todas las edades, tallas y estaturas. Algunas de nosotras acudimos con hijos, amigas, otras solas o las con mejor suerte, se encontraron con alguna amistad de antaño a la cual abrazaron en medio de efusivas muestras de cariño.
Me doy el plantón del año, al principio con bastante tolerancia y positivismo… pienso y repito “estoy aquí para cambiar el futuro y destino de mi país”. Lo pienso realmente convencida de que cientos, miles y ojala millones, compartan esta convicción. A medida que pasan los minutos y veo que estoy de pié en el mismo lugar, sin ningún avance, comienza a invadirme la impaciencia, seguida de la falta de tolerancia, para finalmente descontrolarme y comenzar a escapárseme los improperios. Josefa pregunta por qué estoy tan molesta. La miro y le explico, intentando controlarme ante su crítica de inocente infante. El autocontrol sólo es eficaz durante siete minutos, luego sigue otro de mis reticentes monólogos. Primero al más bajo volumen de mi voz y en inglés, como para que nadie se sienta ofendido y sólo suene a letra de canción gringa. Josefa me pide la correspondiente traducción y cito una frase de bastante levedad. Después de unos ocho minutos más, sigo en español, sin ya tomar en cuenta la expresión de desconcierto de mi hija y como esperando contagiar este espíritu de inconformismo latente al resto de mis compañeras de espera. En el caluroso aire de medio día de Domingo, dedicado a nuestro deber cívico ya se siente el desagradable deseo de sentarse en una de las sillas dispuestas únicamente para las vocales y apoderadas de mesa. Casi diez minutos después, comienzo a subir el volumen de mi voz y traduzco mis exclamaciones anteriores al español. Me sorprendo al escuchar otras similares, provenientes de variadas voces. Me volteo para mirar hacia atrás y ver esta fila, que ahora se ha duplicado, y ahora se ha plagado de mujeres que levantan una que otra mano en señal de aburrimiento y reclamo. Satisfecha sonrío… no soy la única. Josefa dice que tiene sed, a lo cual respondo que como pensé que tardaríamos diez minutos, no traje dinero y puede beber agua de la llave si encontramos el baño. Se siente un poco molesta ante el tono desagradable de mi voz. Me disculpo y la beso y abrazo en señal de reconciliación. Recapacito pensando en el posible triunfo de mi candidato, lo cual me provoca un sentimiento de decadente conformismo. Tomo suavemente el brazo de uno de los coordinadores de esta sede de votación que ha cometido el error de hacer coincidir su ruta con mi lugar de espera. Le pido ayuda para hacer que esta Mesa avance. Me mira con una expresión de sorpresa, a la cual se le transparenta el deseo de responder algo como “qué quiere que haga señora” o simplemente huir. Lo sigo con la mirada mientras hace un par de gestiones en otras mesas y luego se va. Entonces más de mis improperios se me escapan de la boca. Hago notar mi calidad de feminista haciendo referencia a que más podía esperar de un hombre y etcéteras. Pasan alrededor de cinco minutos más y me disculpo con el mundo al ver que ha regresado en compañía de una quinta integrante para esta Mesa, la cual toma la ubicación de una de las vocales, ésta última toma ahora la última ubicación y se hace un inexplicable y, a mi juicio, inútil enroque. Callo. Espero. Sudo. Me duelen los pies. Miro a Josefa y la acaricio y abrazo. Le pido disculpas por el mal rato. Me abraza y me dice que me quiere. Ha sido lo mejor del día. Ahora la fila avanza un poco más rápido, aunque debería decir, menos lento. Me conformo durante algunos minutos y mantengo la calma. Nuevamente la lentitud ha invadido el ambiente, vuelvo a sentir que la intolerancia me hace su presa y ahora estoy al borde de la histeria. Josefa vuelve a decir que tiene sed. Respondo que si quiere va al baño y bebe de la llave. Me mira y calla. Soy una bruja desgraciada, pienso. Cuatro mujeres que me anteceden en esta desagradable espera, comentan y se quejan relatando que en oportunidades anteriores no había sido tan lento, entonces aprovecho que se ha desatado un ambiente de intolerancia colectiva, me sumo a la seguidilla de comentarios, reclamos y muestras de malhumor generalizados, para relatar en forma resumida lo rápido que había sido mi paso por la, a estas alturas ya famosa, Mesa 48 y que nunca había esperado más de diez minutos para sufragar. Todas estas señoras, señoritas, jóvenes y no tanto, por primera vez hicimos causa común y levantamos la voz para expresar nuestro desacuerdo. Estando ahora a sólo un par de metros y teniendo la quinta ubicación en esta fila, mi sorpresa fue mayor al ver que, a medida que cada una de estas señoras toman su turno, sonríen al momento de intercambiar un agradable diálogo con las Vocales de Mesa, las mismas que nos han sometido a esta verdadera tortura durante algo más de una hora. Es mi turno, lo cedo ante una anciana en silla de ruedas. Pasan un par de minutos más y con una seña de su mano izquierda, una de las vocales me hace pasar. Le entrego mi Cédula de Identidad y con un tono de extrema amabilidad, pregunta si sé mi número de registro. Con el rostro casi transformado por la ira, respondo que lo único que sé, es que ésta es la Mesa Más Lenta De Chile. Josefa me mira y guarda silencio, creo que está impresionada por el tono sarcástico en las palabras de su dulce madre. Siento la mirada inquisitiva de cada una de las integrantes de este elenco y un silencio generalizado se rompe ante la respuesta de la Apoderada de Mesa que se unió a esta cruzada a última hora. Sus palabras parecen un monólogo memorizado en caso de emergencia, el cual apela a la tolerancia y comprensión que debo tener ante la situación debido a que ninguna de las vocales cuenta con experiencia. Detengo sus comentarios alzando mi mano y diciéndole “usted acaba de llegar y no tiene nada que opinar”. Increíblemente dirige su mirada hacia mí y calla. Siento que tengo un poder sobrenatural y puedo controlar la acción de todo ser que ose dirigirse a mí, lo cual lamentablemente, me asusta y decido terminar con esta discusión. Todas y cada una de estas señoras, ha decidido hacer la gestión de la forma más rápida posible, de hecho una de ellas pide anotar el número de mi registro y no olvidarlo al momento de firmar el libro de registros. Me entregan los votos, los sellos y un lápiz de grafito con la punta recién afilada, como señal de que nada debe entorpecer mi sufragio. Josefa me sigue y entro a la urna. Abro los votos. Presidente… Diputado. Marco las líneas con decisión y esperanza. Cierro los votos y, después de pasar cada unos de los sellos por mi casi seca lengua, los pego sobre cada uno de ellos. Salgo de la urna y sigo con este interminable procedimiento. Recupero mi Cédula de Identidad y verifico que me entreguen la que corresponde. No doy las gracias. Una de ellas, casi tímidamente me indica que debo marcar mi pulgar en esta tinta que no sé cual es su función. Antes era verde y fácil de remover. Ahora es púrpura y no sale con nada, lo sé por las marcas que veo en cada votante que me antecede, incluso después de remover el exceso en un pequeño trozo de papel higiénico. Decido apenas posar mi pulgar para que la marca sea levemente perceptible. Creo que a modo de disculpa, esta mujer que me observa con una expresión temerosa, me entrega un trozo de papel higiénico de casi 20 centímetros para remover el exceso de tinta. Sólo tomo un trozo de unos cinco centímetros y devuelvo el resto. Creo que también a modo de disculpa… No menos desagradable ha sido el resultado de las elecciones 2009 en Chile. Han obtenido las dos mayorías, dos de los candidatos que no me representan en ningún aspecto. El candidato por el cual voté, en el que deposité la última esperanza que albergaba mi espíritu, apenas ha superado el 20%. Y lo peor de todo, es que el próximo 17 de Enero, me reencontraré con estas cuatro mujeres en iguales circunstancias… Bueno, tengo dos opciones: prepararme psicológicamente para la segunda vuelta en las Elecciones Presidenciales, o gracias a la extensa geografía de mi territorio, puedo salir de vacaciones al extremo Norte o Sur, y así, en contra de toda convicción moral, conciencia social y compromiso con mi país, podré excusarme para no cumplir con mi bendito deber cívico.
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Claudia Riquelme
Cariños y gracias,
LaNegra
miguel cabeza
Me gustó muchísimo. Qué pena que no votéis cada mes para que pudieras enviarnos una crónica mensual y podernos así ir deleitando con las evoluciones de tus estados de ánimo...(ja,ja)
Siento lo de tu candidato, seguro que también era el mío (por lo que pillo en la tele...)
Besos
JUAN CARLOS
Besos y todo mi cariño...
Tu amigo..Juan Carlos...