Boa de nueve lunas
Publicado en Jan 16, 2010
Las huellas digitales de su izquierda rodean suavemente el seno del lado homónimo. El público lo circunda. Atento, aguarda en silencio la clase magistral.
Ella, espectadora y protagonista, envuelve con su cabellera sus propias y ajenas desnudeces. Viaja de butaca a escenario, intermitente. Murmullos. Rozar de gasas. Respiraciones contenidas. Y el mutismo que se quiebra con una nota concordante. Un suave gemido asciende por su garganta al compás que él oprime su seno. El experto en erotismo pronuncia: - La mano debe rodearlo mansamente, y la lengua… Y conteniendo la excitación en su gola, y el deseo inminente en su pubis, se arquea. Retrocede a la primera fila de butacas, y se observa desde ahí. Ve su cuerpo desnudo en el círculo de la hoguera. Ve caníbales sexuales con sus comisuras babeantes. Olfatea hormonas en ebullición. Que desbordan por poros humanos, que la envuelven, la sacuden, la desgastan. Y una rosada lengua que deja un camino de saliva alrededor de su pezón. Y un in crescendo deseo de explosión que la carcome la devora la anula. Pero él, no la devora, ni la engulle, ni la come. En cambio, su voz académica en su pico máximo de oratoria. - Debe lamerse sólo la parte que circunda... La lujuria la invade, y anhela con vehemencia la brutalidad sexual. Pero su cuerpo, en un estatismo permanente, la abandona en un rincón mental. Y el discurso se extiende en tiempo, y las caricias se reducen en espacio. Impotente, abatida, desquiciada. Incomprendida en ese juego de modelo que no sirve para armar ni desarmar. Su corriente alterna choca con un muro gélido que no la contiene y en cambio aplaca su vorágine. Intenta comprender sobre reglas amatorias. Y penetra en un resquicio que vislumbra entre amores. Eróticos y maternales. Y ese seno desnudo esperando la mordedura, contrasta con un vientre henchido de nueve meses.
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Eli
Julieta