LA OTRA LUNA
Publicado en Mar 17, 2010
LA OTRA LUNA
El fenómeno acaparó mi atención desde el momento en que aquella noche decidí abrir la ventana de mi dormitorio y dejar entrar una leve brisa que se insinuaba entre los árboles, agitando los barruntos de mi curiosidad. Su luz, levemente ancestral, despedía los restos de un día infernal, seducida por la secreta evocación de una oscura monotonía. Su forma acariciaba las estrellas por primera vez, dándose a la fuga sobre un corredor de pequeños luceros, y estampando sobre el cielo incipientes recuerdos como ligeras nubes de cristal. Me fui a un lugar donde pudiera observarla mejor, la plaza con su amplio parque verde y sus paseos circulares. Era tarde, ya no había nadie. La sorpresa me despojó de los últimos baluartes de mi resistencia. No era la luna de siempre, la de los enamorados, era otra, una nueva luna que misteriosamente me observaba desde lo alto, pero sin cara ni cráteres, transparente y límpida, como de mercurio; ni siquiera parecía girar a nuestro derredor. No era el único que parecía entender que este milagro estaba sucediendo frente a mis propios ojos. Había alguien más, una sombra dibujada al otro lado de la plaza, que como esta luna, se escabullía entre los árboles serenamente. Su belleza me catapultó de mi cómodo banco de madera. La seguí hasta un lugar donde la pudiese ver mejor. Su cabello rojizo y su esbelta figura, me hicieron olvidar por unos momentos el motivo por el cual yo estaba en ese lugar. Sería muy joven, su vestido realzaba aun más su figura casi felina. Inmóvil, en la penumbra y desde los escalones de la plaza, la jovencita observaba el derrotero de la otra luna. Me acerqué lo más que pude, intenté entablar una conversación pero no pude. Su rostro, se disipaba en la oscuridad, envuelto en el misterio de su silencio. Sin embargo, me lo soñé hermoso, como esta nueva luna. El descubrimiento no sólo me pertenecía a mí, sino también a esa mujer, hipnotizada por el suave resplandor de la luz plateada. ¿Seriamos los únicos en percatarse de semejante hecho? ¿Por qué nadie se asombrara de ver dos lunas sobre un mismo cielo? ¿Estaríamos en otro planeta acaso? ¿Se formó de repente otro satélite? Eso era improbable, sus consecuencias sobre nuestra gravedad y nuestra órbita hubiesen sido fatales. Saqué fuerzas no sé de dónde y me decidí a dirigirle mi palabra. -¿No es increíble que existan dos lunas? - Si, es maravilloso... es tan pura...tan clara. ¿Ud. de donde salió?... no lo vi venir. -Ya no lo recuerdo. Se que me trajo esta nueva luna...pero ahora descubro que solo nosotros dos nos percatamos de ello - Es como si fuese hecha para.... - Para los dos. -Si. Para los dos. -¿Será casualidad o es el destino que la puso ahí para que nos encontremos Ud y yo? -No lo se, ¿cómo puedo saberlo? ¿Nos conocemos? - No, pero siento como si la conociera de toda la vida. Hay cosas que no tienen explicación. Dígame al menos cómo se llama... cómo llego hasta aquí... -No puedo...discúlpeme... ya me tengo que ir, dijo, mirando su diminuto reloj.... Se fue por una de las callejuelas de adoquines que rodeaban a la plaza. La perseguí guiado por los destellos de la otra luna sin cara. Los árboles configuraban un ademán al solo verla pasar. Su cabello dibujaba una trama de seducción sobre el aire, su perfume hacía envidiar a más de una flor. Se metió en un sótano. La escoltaba una tenue luz de neón cuyas letras no pude dilucidar. Bajé, estaba muy oscuro, una puerta negra le ponía fin a la escalera. Cuando entro, me encuentro rodeado de un rimero de mujeres de avanzada edad, casi desnudas, que surgieron como de la nada. Le perdí el rastro a la mujer de la plaza; luces de colores competían para ver quién dilataba más a mis pupilas; un humo denso se confundía entre mis pasos como si hubiese entrado a un baño turco. Me llevaron secuestrado del brazo y me sentaron sobre un mostrador que parecía de plástico. Eran dos, pero enseguida se quedó una sola junto a mí. El ruido de la música era atronador. No comprendía nada de lo que mi compañera me gritaba al oído. Sin que yo pudiese atinar a decir alguna cosa, ya tenía mi vaso servido con algún trago de colores de esos que tienen algún nombre en inglés. Me hablaba, me preguntaba cosas que ya no recuerdo; yo seguía pensando en ella, en la chica de la otra luna. La busqué en vano sobre la pista de baile. Un viejo que tendría como noventa años quemaba sus últimos cartuchos. Se estaba despidiendo de la mejor manera, pensé. De pronto la veo a ella pasar junto a otro hombre. Casi no llevaba ropas. Iban de la mano a un lugar más íntimo que se encontraba en el fondo cruzando el mostrador. La dueña me guiño el ojo izquierdo y me hizo un gesto de que la aguardara. La mujer que me tomaba de las manos me dijo: -Ha... ya entiendo... la buscabas a ella.... a la pelirroja. Si quieres te dejo solo y esperas a que se desocupe. -No....no me interesa eso... dime al menos cómo se llama. -El nombre no lo se, es nueva por aquí, muy jovencita y muy solicitada. Pero dígame ¿a qué vino Ud. aquí? Como pude, a pesar del volumen de la música, y de un globo de espejos que cada diez segundos me sacaba una foto, le conté la historia de las dos lunas, de mi breve y mágico encuentro con ella y de mi deseo de conocerla, de al menos verle la cara. Mi acompañante sonrió y se sorprendió de la historia que le conté. Al final, mostrándome su rostro curtido por la tristeza y sin dientes (quizás ése era su mejor atributo) me dijo: .-No le aconsejo lo de la cara. Le dicen cara de luna. - ¿Por qué, es redonda? - No. Por los cráteres. GABRIEL FALCONI
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Delfy
muy bueno, me lo llevo a mis favoritos.
gabriel falconi
al principio soy romantico pero luego la realidad me hace bajar a la tierra
besos
nydia
Muy rómantco antes del totalmente inesperado final, como los tuyos, únicos!!
muy bueno
besito..
miguel cabeza
Muy bueno Gabriel. Volveré a esta lectura.
gabriel falconi
da para varias interpretaciones
te mando un abrazo
Felix Antonio Esteves Fuenmayor
Me gusto
Félix
gabriel falconi