No habr ms penas ni olvido. (Prlogo de Osvaldo Soriano)
Publicado en Mar 23, 2010
La acción de "No habrá más penas ni olvido" se sitúa en la Argentina durante el último gobierno de Juan Domingo Perón, entre octubre de 1973 y julio de 1974. Luego de una larga lucha popular, Perón regresó al país en medio de una grave conmocion a la que él mismo había contribuido; su movimiento estaba dividido por lo menos en dos grandes facciones: aquella que lo veía como un líder revolucionarios y otra que se aferraba a su ascendiente sobre las masas para impedir la victoria popular. Este malentendido -por absurdo que hoy parezca- es uno de los tantos orígenes de la tragedia argentina. Electo presidente, Perón iniciaría una implacable depuración de elementos "izquierdistas" de su movimiento. La juventud, cada día más golpeada y maltrecha, siguió reivindicando hasta el final su adhesión al líder. Calificados por Perón de "imbéciles", de "imberbes irresponsables", dirigentes y militantes de la organización guerrillera Montoneros y de la Juventud Peronista (estrechamente ligados) insistían en creer (o querían creer), que la furia del Jefe del Justicialismo era una argucia táctica más de su presunta lucha contra la oligarquía y el imperialismo. Trágica confusión. Hasta su muerte, el 1° de julio de 1974, Perón utilizó una curiosa estrategia de gobierno: descalificó como "infiltrados" a aquellos que todo el país conocía como peronistas, incluso a viejos militantes de la primera hora (representados en esta novela por el delegado municipal Ignacio Fuentes) y bendijo como peronistas a muchos advenedizos que habían contribuido a su caída en 1955 y que se batieron contra él hasta poco antes de su regreso (el personaje del martillero Guzmán los ejemplifica en este relato). En este momento histórico se sitúa "No habrá más penas ni olvido". La acción se desarrolla en un pueblo de la Provincia de Buenos Aires donde todos los personajes se conocen entre sí. La maniobra de Perón y su ministro López Rega, cobra entonces dimensiones absurdas, grotescas. En realidad, este enfrentamiento sucedía en el anonimato de las grandes ciudades donde el terror se disimula en la multitud, en la incertidumbre creada por asesinos y víctimas sin uniforme. Como la novela lo sugiere, la batalla no podía sino facilitar la intervención de las fuerzas armadas, que completarían minuciosamente la liquidación de izquierdistas ya iniciada por los grupos fascistas. Era en los sindicatos controlados por la burocracia peronista, en la policía (al frente de la cual Perón nombró a sus más acérrimos enemigos de ayer), y en los ministerios dominados por la "verticalidad" justicialista, donde se reclutaban las temibles bandas armadas que "depuraban" a la juventud y a los honestos peronistas de la primera hora (dirigentes y militantes universitarios y obreros, diputados, gobernadores de provincias que habían dejado de ser útiles al proyecto reformista encabezado por Perón). El fuego de la masacre fue facilitado por los tremendos errores cometidos por la guerrilla (la peronista y la "marxista") y sus brazos legales; por su candidez política, por la torpeza, el extremo dogmatismo y a veces la mala fe de sus dirigentes. "No habrá más penas ni olvido" excluye de la acción a todos los demás protagonistas políticos y sociales de aquel momento para ceñirse a esta satírica observación del fenómeno peronista.
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