El Ciclo de las Almas 05/08
Publicado en Jul 05, 2010
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05/08
 
Yo no tenía dudas de que aquella confesión era real. Supe entonces que el escalofrío que me recorría el cuerpo cada vez que hablábamos, era una señal. Recordé cada plática con él en la que siempre caíamos en una especie de dilema sobre la elección entre el bien y el mal. Recordé haber leído muchos fragmentos en los que se hablaba del tema y los había discutido con aquel hombre sabio y lleno de respuestas. Comencé a preguntarme cómo me había salvado realmente y entonces otra pregunta afloró desde mis entrañas, sacudiendo mi cuerpo de miedo: ¿Para qué me había salvado? ¿Qué quería de mí aquel ser?
 
Extendí la mano y el ente que había conocido como el Galeno me levantó del suelo. Sentí sus dedos fríos a pesar de que hace algunos instantes estaban en llamas y no había la más mínima señal de quemaduras en su ropa o en su piel. Yo estaba petrificado. Sin saber qué decir. El mismísimo Luzbel estaba frente a mí. El ángel caído. Satán.Lucifer. Belial. Beelzebú. El portador de la luz, El lucero de la Mañana.
 
            ―Esto no es posible… ―retrocedí y comencé a alejarme de aquel ser demoniaco. Estaba mareado y apenas podía mantenerme en pie. Fui caminando poco a poco apoyándome de las sillas del lujoso comedor hasta la salida de éste, pero el Galeno, como una sombra, estaba allí, sonriente y esperándome bajo el arco dórico que remataba la entrada del comedor.
 
            ―No temas, Miguel. No voy a hacerte daño. Eso ya deberías saberlo.
 
            Él tenía razón, de querer hacerlo, ya lo habría hecho. Me incorporé como pude y lo miré. Aunque estaba asustado no sentía latir mi corazón ni advertía mi respiración. Esto es extraño. Coloqué una mano sobre mi pecho y no sentí nada. Ni un leve movimiento. Estás muerto. Todo es cierto. ¡Eres un cadáver! Pero ¿cómo…?
 
            ― ¿Ahora me crees, Miguel? ―preguntó Don Ángelo. Yo estaba seguro de que él sabía la respuesta de esa pregunta.
 
            ―Estoy… ¿Pero…?
           
            ―Miguel, hay muchas formas de permanecer en este mundo. Y no todas implican seguir vivos ―respondió él. Ahora no tenía dudas, leía mis pensamientos―. Te he ofrecido un privilegio. Permanecer entre los vivos, y no solo eso, sino que podrás estar entre ellos para siempre, pero a cambio, debes darme algo ¿Cumplirás tu palabra?
 
            Pensé en Lucía. No quería morir y dejarla. Le había prometido tantas cosas que, su vida futura, prácticamente giraba en torno a nuestro amor y nuestros planes, en torno a mis promesas. Recordé la última carta que le había escrito. En ella, le había prometido que la buscaría en el campo dentro de un año y que entonces nos casaríamos. Le había hablado del Galeno y de mi educación, le conté de mis planes de convertirme en escritor y de cómo el Galeno me ayudaría a surgir con la ayuda de sus contactos en la capital. No podía defraudarla. Morir significaría destruir su vida con la mía. Solo tenía que dar aquel último paso.
 
―Lo haré, Don Ángelo ―dije llamándolo por su falso nombre.
 
            ―Creo que, a estas alturas, ya sabrás lo que quiero ¿No es cierto?
           
            Solo una respuesta se me ocurrió en aquella situación tan familiar:
 
― ¿Mi alma? ―respondí.
 
            El negó con una carcajada.
 
            ―Eso es algo muy simple, Miguel. Si quisiera tu alma no me habría tomado las molestias que me he tomado contigo ―dijo él―. Un alma no es suficiente.
 
            ― ¿Entonces qué es lo que quiere?
 
―He deparado una tarea mucho más… beneficiosa para ti y para mí. ¿Acaso aún no la comprendes? ―preguntó.
 
Todo era confuso. No tenía idea de qué era aquello que debería tener claro en aquel punto de la conversación con el diablo. Suspiré y respondí entonces:
 
―Tal vez me haya confesado su verdadero nombre, pero su forma de hablar es tan esquiva como antes ―dije.
 
El caminó pasando a mi lado directo a donde estaba la chimenea, pero se detuvo en medio de la sala mirando hacia la mesa, luego, me miró con una expresión y me llamó:
 
― Acércate Miguel ―pidió y así lo hice. Me detuve junto a él sin dudarlo, sabía que no me haría daño―. Durante siglos ―comenzó a decir―, muchas leyendas han sido creadas alrededor de esta visita… Leyendas que, como todas, no se alejan mucho de la realidad, historias que han perdido los detalles pero que conservan la esencia de la realidad. Amigo mío ―dijo el demonio con aire resuelto―, ¿Te consuela el hecho de saber que no eres el primer hombre que está en esta situación?
 
―Vamos al grano, Don Ángelo.
 
―Te he dado de beber algo que te ha hecho vencer a la muerte, Miguel.  Algo que llamaste un elixir y que no era más que una parte de mi mismo ¿Eso te aclara las cosas? ¿Te suena familiar? ―preguntó él.
 
Recordé el sabor herrumbroso y la espesa consistencia de aquella infusión al recorrer mi garganta: ¡Sangre! Ahora sabía el porqué aquella infusión me era tan familiar, era sangre... Pero ¿por qué?
 
― ¿Porque me ha dado a beber su sangre? ―pregunté. Sabía la respuesta pero no quería estar en lo correcto. Debía estar equivocado. Suprimí la respuesta entre mis pensamientos pero finalmente ella se dejo oír en mi cabeza casi como un grito audible al exterior:
 
 ¡Sangre! ¡Bautismo de Sangre!
 
―Te estás acercando, Miguel ―confesó el que era el Galeno. Todo comenzaba a tomar sentido para mí, las leyendas, la visita, el bien y el mal, el moribundo y el demonio que acude en la ayuda. Recordé aquella noche fatídica en la que sentí a la muerte entrar en mi cuarto y hablé:
 
―La noche en la que le pedí que me salvara… usted se acercó a mí…―comencé a decir. Quería decirle que casi podía sentir su respiración en mi rostro y que pude ver mi reflejo en sus ojos oscuros pero él me interrumpió:
 
―Esa noche Miguel, recibiste el primer requisito para ser lo que eres y, al beber de mi sangre, el bautismo, tu transformación fue completa. Lamentablemente, estuviste débil durante dos días y por eso decidí retrasar nuestro reencuentro. Pero ahora… eres fuerte y necesito sellar nuestro pacto.
 
Estaba aterrado. Yo sabía que las leyendas estaban erradas, yo conocía la verdadera historia. Entre los muchos libros que había leído, los de ocultismo, fueron de los que más llamaron mi atención porque imaginaba que aprendiendo de ellos podría escribir una novela emocionante y escalofriante a la vez. El Galeno me había sugerido hacer de ese mi campo en la escritura. Me decía: La controversia, siempre llama a muchos lectores. Mi experiencia me decía que el Galeno tenía razón y entonces centré gran parte de mis estudios en libros oscuros que eran los únicos que no adquiría en Los Libros de Don Juan. Aquellos gruesos volúmenes, casi siempre me eran entregados por el mismo Don Ángelo. Caratulas negras, marrones y con raros símbolos y hechas de raros materiales. Sus páginas, estaban ilustradas muchas veces con cruentas imágenes de sacrificio acabadas a mano así como cada uno de sus párrafos manuscritos. Otras veces, eran de la habitual imprenta en papel ya amarillento y viejo. En ocasiones las tintas eran las que daban la impresión de ser algo más que tinta. Comprobé que algunos de ellos eran escritos con sangre y el Galeno me decía que aquello le causaba repulsión, sin embargo, decía, era un buen tema del que hablar para atraer curiosos y me seguía proporcionando los volúmenes que estaban a su alcance. A veces los pedía a mi encargo, según referencias de los mismos textos que él me daba y que me dijo había adquirido de una antigua biblioteca heredada por su bisabuela. Yo los leía todos con avidez esperando extraer de ellos una idea, una historia que me lanzara al éxito en la gran ciudad donde casi todos leían. Quería brindarles una novela que reviviera sus miedos y removiera sus creencias más firmes. Le había planteado eso al Galeno, y él se había mostrado muy contento con la idea. Ahora ya sabía por qué.

Es en la zozobra de las mentes cuando se estrecha el telón para actúe el demonio. Recordé haber leído.
 
― ¿Qué es lo que me ha hecho? ―pregunté.
 
―Salvar tu vida, como me pediste. He cumplido mi parte y ahora tú debes cumplir con la tuya.
 
― ¿Qué quiere?
 
―Quiero que consigas otras almas para mí ―dijo tras un trueno.
 
―Pero… ¿cómo?
 
―Te he dicho que no me debes la vida. Que se la debes a alguien más…
 
―…Alguien que morirá ésta noche ―completé. Recordaba bien su primera frase ominosa de esa noche.
 
―Así es Miguel.
 
― ¿Qué quiere decir eso? ¡Basta de sombras! ―grité. Él no sé inmutó.
 
―Para vivir eternamente has recibido dos ingredientes primordiales Miguel, pero, aún necesitas un tercer ingrediente. Uno que precisarás el resto de tus días. Eternamente… y, esta noche, yo te lo ofrezco… ―a continuación quitó el velo que cubría la bandeja de plata sobre la mesa y lo que estaba tras él me heló la sangre:
 
― ¡Lucía! ―exclamé alarmado al verla impávida y hermosa como solo ella tendida en aquella bandeja y enfundada en un vestido rojo sangre, sus formas tenuemente resaltadas por la luz de las velas. Su cabello negro ondeándole sobre los hombros y sus labios rojos relajados como los parpados que le cubrían sus claros ojos en aquel sueño inducido.
 
―Sabes lo que debes hacer, Miguel. Conoces la verdadera leyenda… ―un relámpago me cegó. Las ventanas del comedor de Villa Luzbel explotaron en un reguero de vidrio y madera. Pude ver como todo se nublaba en humo y llamas luego de que un fuego azul irrumpiera desde la ventana con el rugir de las nubes. Caí al suelo sacudido por una fuerza tremenda, las velas se apagaron con una ráfaga de viento helado que entró por la ventana rota. Todo era oscuridad y silencio sin contar la tempestad nocturna. Me incorporé poco a poco sintiendo un suelo suave debajo de mí. Luego, al recordar a Lucía, raudo, me puse de pie para sentir que algo me  golpeaba en la frente. No podía ver nada, pero sentí con los dedos algo líquido que brotaba de mi frente. Un relámpago iluminó el entorno. Lo primero que vi fue mi mano manchada de sangre, un instante más tarde, un segundo relámpago me mostró donde estaba: Yacía sobre mi cama, solitario. Estaba en mi habitación y me había golpeado con la litera donde solía dormir con mi padre. Una tormenta se derramaba afuera y el reloj mostró que era media noche iluminado fugazmente por un fogonazo de la tempestad.
 
¿Era otra de mis pesadillas?
 
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Descripción

Una novela corta llena de suspenso, misterio y narración descriptiva que cuenta la dramática historia de Miguel y los eventos que lo llevaron a su extraña muerte...

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Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio


Creditos: Francisco Pérez

Derechos de Autor: Francisco Pérez


Comentarios (18)add comment
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Francisco Perez

Muchas Gracias amigo Daniel!
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July 06, 2010
 

Daniel Florentino Lpez

Relato entretenido y dinámico
Felicitaciones!
Daniel
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July 06, 2010
 

Francisco Perez

Q placer verla de nuevo señorita bella!! Y pues, no tengo más que decirle sino que sus dudas serán aclaradas en los capítulos siguientes, (al menos eso espero), y que me gustaría verla en ellos... Gracias por tu lectura y comentarios mi amor, me alegra que te guste... Sus besos y abrazos son bien recibidos señorita! Y le devuelvo el gesto multiplicado...: Besos! Y abrazos! LA AMO!
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July 05, 2010
 

Angelica

Excelente...! Este capitulo me gusto mucho... Será realmente una pesadilla? Hasta que punto será cierto todo lo que en esa "pesadilla" se ha dicho? Y Lucia? Estará en peligro? Como puedes darte cuenta, TENGO MUCHAS PREGUNTAS! Espero respuestas muy pronto por aqui.. Te seguire leyendo mi amor... Va genial tu historia! TE AMO!!! Besos para ti y, por supuesto, ESTRELLAS!!
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July 05, 2010
 

Francisco Perez

Un placer es saber que allí está la preciada mirada crítica de tan imprescindibles personas! Los lectores! Gracias por leerme! Son ánimos! Saludos desde Venezuela!
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July 05, 2010
 

miguel cabeza

Un placer leerte. Saludos
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July 05, 2010
 

Francisco Perez

Todo un honor para mí recibir sus estrellas amigo Gabriel! Mis saludos desde Venezuela! Espero verlo en los otros capítulos...
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July 05, 2010
 

gabriel falconi

muy bien.... has mantienido la intriga y el suspenso hasta ultimo momento
ahi van mis estrellas
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July 05, 2010
 
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