Suele despertarme de madrugada, con susurros suaves, o a veces con palabras fuertes, a veces interrumpe en mis días vacios, en mis días súper ficticios, a veces volamos juntos, por lugares extraños, charlamos con gente, salimos a pasear, a veces me duele su presencia. El siempre está presente, toma diversas formas y colores, es efímero y también permanente, el no existe sin mí, ni yo sin él, nos alimentamos, nos damos la mano, a veces pasa tiempo sin que nos veamos; hay tiempos que no noto su ausencia, hay tiempos que siento que naufrago, y miro por todos los rincones, los lugares abiertos, cerrados,  oscuros, calientes; lo llamo pero no me responde.
 Y ahí está de nuevo, golpeando a mi puerta. A veces es arduo el camino, y lo transito a tientas, allá a lo lejos veo una señal. ¡Qué lindo es llegar!  A veces  me pierdo, y un cartel me señala el final del camino. Lo comparto si quiero, y si no, lo reservo solo para mí, charlamos bajito a la siesta y a la sombra, lo cubro de esperanza y de lindos recuerdos, a veces se rompe y no se puede reparar; y a veces lo saco fuera porque no quiero volver a creer. Pero hicimos un trato; mi sueño y yo, siempre estará la ventana abierta a la madrugada.
Fin