De pelo sucio y los pies descalzos,
 el frío se colaba por su pantalón raído.
 De su hambre ¡A nadie le importaba!
 Entre lúgubres y oscuras calles se veía
 deambulando por algo de comida.
 ¡Su pequeña mano, sólo una moneda quería!
 ¡Su corazón, una caricia soñaba!
 ¿Cuántas veces por su lado pasamos y su amargura nunca notamos?
   Mirando las estrellas se dormía,
 y despertaba aferrado a su cartón,
 como abrigo único encontrado.
 Entre indiferencias y desprecios,
 entre un mundo de opulencias y avaricias
 quiso ganarle al hambre y al frío;
 mas nunca se quejaba del dolor que su maltratada vida provocaba.
 Una noche de frío invierno, su mirada fija se quedó,
 y bajo un viejo puente lo encontraron
 cobijado entre cartones y papeles.
 ¡El pelusa, para siempre... se durmió!