Un instante de dicha; 1.- La sala de lectura
Publicado en Mar 15, 2012
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Allí estaba Evrart sentado en el vestíbulo, esperando a Christine.
Aquella era una casa enorme, se decía que pertenecía al siglo XIX y tenía cerca de veinte habitaciones además de amplias salas y hermosas galerías.
Desde hacía dos semanas, Christine Murphy, su prometida; se había mudado con su familia a aquel enorme edificio, debido a los desastres que había ocasionado el terremoto  en su ciudad natal.
Evrart Ernoul la visitaba por primera vez, después de un largo viaje que le había parecido un infierno al no poder ver a su amada tras la catástrofe. De origen francés, había conocido a Christine, que era norteamericana,  en un intercambio escolar hacía dos años y desde entonces habían iniciado un noviazgo sin contratiempos.
Evrart, era hijo único de un rico empresario, que se había divorciado de su madre cuando él tenía seis años de edad. Había crecido en un ambiente acomodado y ostentoso, había ido a estudiar en las mejores escuelas y tenía asegurada la herencia de su madre, quien había muerto hacía tres años.
Había cumplido veinte el mes pasado y era un chico alto, más del promedio, con unos ojos marrones claro y el largo cabello de paje, color rojizo. Su rostro era muy fino, quizá demasiado, por lo que a veces se sentía cohibido al pensar que podía pasar por afeminado. Era reservado y tenía pocos amigos, dedicando su tiempo más bien a sus estudios y el piano.
Siendo un chico más bien solitario, se había acomodado bien al temperamento alegre y festivo de Christine y su familia, en quienes había encontrado un segundo hogar. En cuanto a su padre, se frecuentaban muy poco.
Evrart observó nuevamente su reloj de cadena, regalo de su abuelo, y corroboró que Christine llevaba ya media hora haciéndole esperar. Se levantó un tanto impaciente y empezó a caminar por el salón, a grandes zancadas.
Se escuchaba gritería de niños al interior y el movimiento propio del hogar. Algunas sirvientas llevaban tazones con comida al amplio comedor y se escuchaba la voz imperiosa de una mujer.
Caminó un poco más, movido por la curiosidad, encontrando de vez en vez, alguna salita de lectura.
Entonces vio en una de ellas a una joven absorta en una lectura.
La joven, de tez blanca y negra cabellera rizada en una trenza, vestía modestamente una blusa de color melón y una falda palo de rosa. Sus grandes y rasgados ojos verdes tenían como particularidad unas espesas y largas pestañas, lo que hacía aún más llamativa su mirada.
Evrart no pudo evitar acercarse para mirar de cerca aquellos labios carmín plegados en una profunda abstracción por la lectura. No era tan delgada como Christine, pero sin duda tenía linda figura, contorneada y llamativa bajo aquel sencillo vestido. Se adivinaba un pecho prominente bajo su blusa y unas lindas y exuberantes piernas ocultas bajo la falda.
La joven de pronto, volvió sus ojos hacia él, sorprendida por el exhaustivo escrutinio a que era sometida.
Evrart, embobado, sólo acertó a sonreír.
No importaba cuánto tiempo más tardara Christine, aquel descubrimiento le parecía celestial. Nunca antes había conocido una mujer más hermosa.
Ella sonrió levemente, aunque bajó su mirada inmediatamente, con un rubor marcado en sus mejillas.
Sin embargo, no pudo evitar la tentación de volver a espiarle de rabillo, mientras intentaba retomar su lectura.
Evrart continuaba allí, en el umbral de la puerta, contemplándola.
Ella entonces, dejó entre sus manos el pequeño libro, sin resolverse a cerrarlo del todo. Evrart nervioso, volvió a sonreír sin poder pronunciar palabra. Los ojos de aquella bella dama le observaron con curiosidad en completo silencio, mezcla de tensión y de emoción contenida.
Sus miradas se cruzaron varias veces, explorándose mutuamente. Se alejaban y acercaban con sigilo pero evidentemente atraídos.
De pronto, una voz conocida sacó bruscamente a Evrart de su ensoñación.
- ¡Por fin estoy aquí! ¡Vámonos!
Christine hizo aparición en las escaleras que conducían a las alcobas. Llevaba un vestido floral multicolor y un sombrerito de paja adornado con un listón.
El gusto por ver a Evrart no le persuadió de la mujer que se encontraba en el interior de la cámara.
El joven la abrazó, aunque no con la intensidad que esperaba hacerlo momentos antes. Hacía dos semanas no hacía más que pensar en ella, preocupado por su bienestar y deseoso de estar a su lado.
Pero ahora... simplemente no podía borrar de su cabeza a la mujer de ojos verdes y espesas pestañas.
- ¡Me da tanto gusto verte!
- A mí también, Tine (le llamaba así de cariño, ella lo llamaba Ev). Por fin puedo ver con mi propios ojos que estás sana y salva.
Christine lo llevó por el vestíbulo hacia la puerta. Se reunirían con su familia en un restaurante cercano. Evrart miró una vez más hacia el interior de la sala, buscando encontrarse de nuevo con la silenciosa joven.
Pero ésta se había marchado misteriosamente.
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Descripción

Un joven espera a su novia en la nueva casa donde se hospeda. Antes de que la pudiera ver, sucede un acontecimiento que lo desconcierta.

Palabras Clave: casa terremoto damnificados familia libro

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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