lugares comunes
Publicado en Aug 12, 2009
LUGARES COMUNES
No recuerdo cuando fue exactamente que dije basta, sólo sé que algo estalló dentro de mí, como si hubiese tenido una bomba de tiempo en mis entrañas. La rutina, lo predecible y los lugares comunes, me producían tal aburrimiento que ya ni siquiera quería salir de mi casa. Los diálogos y los gestos de las personas me parecían todos iguales, como cortados por el mismo cuchillo. Siempre aborrecí los modismos y los estereotipos de la gente común y luché para no contagiarme de ellos. Antes, cuando todavía salía de mi casa, dialogaba con las personas, hasta que un día me di cuenta de que eran como autómatas. Pude comprobar que las conversaciones eran un calco una de otra. Ellos hablaban del partido del domingo, y ellas, de las maestras de sus hijos. Encontrar una voz original era como encontrar una aguja en un pajar. El portero cada vez que salía me decía: "Buen día señor, ¿siempre en la lucha"? La vecina en el ascensor me recalcaba" hoy está fresquito, pero a la tarde va a estar lindo". La panadera siempre le echaba la culpa al gobierno por el precio del pan y afirmaba:" no sé a donde vamos a ir a parar". El mozo cuando me traía la tapa del diario en el desayuno decía: "No somos nada". Y ni qué hablar de la televisión. Los programas eran semejantes; no podía distinguir entre un locutor y otro; y menos entre una modelo y otra, por más hermosas que fuesen. Me enfurecía pensar que millones de personas se reían al mismo tiempo cuando a algún tonto se lo ocurría contar un chiste. Parecía ser que nadie se salía del libreto y si alguien lo hacía, lo tildaban de loco. ¿Cómo escapar de esta telaraña mental? Suicidarme sería un lugar común, salir a gritar por la calle me costaría, quizás, terminar en la cárcel, otro lugar común. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo saber si uno es realmente libre o está manipulado desde arriba? Al final opté por preguntarle al que estaba arriba. Lo llamé por el teléfono de mi habitación. Bajó como lo hacía siempre, de blanco y con sus armas en la mano. Le pregunté si algún día iba a ser libre, si algún día iban a dejar de maniobrarme. El doctor me respondió con un compendio de lugares comunes que prefiero no recordar. Elegí el más común de todos, el que me sugería seguir con la medicación. Cuando se fue, prendí la televisión: ya venía mi programa favorito, el de los chistes malos, el que religiosamente yo veía todas las noches para no pensar en estas cosas.
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gabriel falconi
me halagan tus comentarios viniendo ademas de una excelente poeta
hace mucho tiempo lei un mundo feliz
me sorprendio la asociacion con ese autor
te agradezco lo de favoritos
nos seguimos leyendo
norma aristeguy
Es un relato, que no sé si vos mismo te das cuenta la importancia que tiene, el sacudón que provoca!
¿Has leído a mi adorado Huxley? Porque tu relato parece confirmar todo lo que ese sabio escritor predijo.
Me lo llevo a favoritos, quiero tenerlo conmigo. Y va una estrellita porque no sé cómo se ponen más.
Cariños.
gabriel falconi
miguel cabeza
Un cordial saludo