LA DIMINUTA MUERTE.
Publicado en Feb 15, 2013
Acaricio tu cuello y mis uñas escarban en tu pelo, recorro tu espalda, tu omóplato Izquierdo, las vértebras desnudas, el latir de tus arterias, vibración salobre del placer anunciado, tus poros se abren al roce de mis manos, giras, y tus ojos me encuentran, me miran. Tiemblo, mi cuerpo se estremece y no es por este dolor de amarte, es tu piel que se mete en la mía, me traspasa, son tus células vivas bebiéndome, reproduciéndose en las mías, absorbiéndome como ameba sedienta, vacuolas huérfanas habitándome Es tu vientre que me cubre, manto tibio rio desbocado que fluye, aguas incontenibles desbordàndome, ojos metidos en las cuencas de mis ojos, todo lo guardas, lo proteges me extraes los fluidos desde la linfa, de la sangre impura y la destilas, me tomas y me liberas de prejuicios oscuros… me desfloras el alma con tu boca y tus dientes, y yo me quedo en tì, piernas, brazos, pequeña, dulce como el suave gemido de los pàjaros, no es este vuelo que a veces me revela, inquieta, caprichosa, desmedida es este decir y amarte, esta herida abierta que no sangra, que se cauteriza, se alarga crece, brote, flor, y el viaje desbocado, el inicio de la muerte, frágil intensa, la diminuta muerte la que no tiene miedo, eternidad o duelo. Morimos, nos diseminamos, partículas inmersas en el suspiro agónico del goce infinito, partimos, desde la vida a la vida, desde la fenictud… al antro.
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