El amor de Dios
Publicado en Oct 04, 2009
Los perros habían encontrado un banquete en los desperdicios del contenedor. Las aves despertaban piando en la marea azul del amanecer. El ómnibus pasó escandalosamente repleto y triste. Lo dejó ir. Un linyera le pidió una moneda; él dudó inicialmente, pero al fin decidió vaciar los bolsillos en las manos sucias y atravesadas por llagas. Le preguntó si podía sentarse a su lado. No quería volver a una casa vacía. Supo que en ese estado de angustia podría cometer una locura, quemar todos sus libros y escribir una carta para lectura póstuma.
El vagabundo le apoyó su mejilla en el hombro y le dijo: -no estés triste, ya todo va a mejorar. Él, agradecido, besó las llagas de una mano cuartada; sintió el hedor del alcohol y de la putrefacción a la que estamos destinados, estimó tales fragancias como reales manifestaciones del amor de Dios. Y tanta belleza le dolió tanto bajo el esternón, que la tristeza desapareció con esa magia que lo aclaró todo, en una mañana en la que al fin despertó para empezar a aprender a vivir.
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