ORFEO TRÉMULO CANTO.-
Publicado en Sep 06, 2011
Qué celos;
de todos los que te tienen en sus paseos sin quererte celos de todos los que te miran en sus paisajes sin conocerte celos de todos los que te huelen y te suspiran en plena distracción sin saberte Qué celos de los cielos que va acariciando tu cabellos en múltiples sabores y millones de idiomas Qué celos del viento y de las aves uno sin decoro nada sobre tus pieles tan ajenas y las otras con las alas voyeristas cuentan en un canto tus vapores ruborizados de tus pieles de tus pieles tan ajenas de mis destinos de tus líneas carnosas que nunca memorizaré qué celos. Qué celos; celos de la luciérnaga, celos de la flor, celos de la mano que recibe tu moneda de la mejilla coronada con tu beso y el saludo matinal que ilumina y se sostiene en los oídos hasta el anochecer. Qué celos; de los que te ven a diario, de los que te respiraron durante años de los que solo fueron un encuentro, de los que se fueron sin valorarte de los que te vieron despertar, dormir, llorar, reír, flotar. Qué celos; celos de los que bebieron hasta caer a tu lado qué celos de este sol presuntuoso que se atreve a salir ignorando tu mirada qué celos de esta luna llena que se burla de mi necesidad, de mis recuerdos, de mis soledades y de mis miedos, Qué celos de la lluvia qué desperdicio fue permanecer de pie como estatua evitando empaparme con la agonía en los ojos deletreándote en un millón de gotas y desangrándome en un millón de lágrimas. Qué celos; de este maldito universo que conspira para ponerte en la mira de todos mis enemigos que aún te desean Qué celos qué funesto fuego este que siento y que me encarna en la celda donde en un distante tiempo promoví la fidelidad a los hielos perpetuos para sepultar el más sincero ensueño Qué celos que en esta tumba no yace ninguna flor y nunca escuché un llanto lejano ni por error, pero sí percibí como paso por paso se deshojaban mis letras de ti pétalo tras pétalo, el celo se volvía insoportable y vitalicio. Fui el fruto de raíces muertas en el pecho masacrado por la derrota de las nubes que se negaban a llorar sobre mí. Qué celos; saber que tus pies desnudos aprecian la tierra húmeda con la sangre del murmullo de aquellas bestias que crucificaron tu nombre en cada esquina donde moría el poema donde moría mi mano. Qué celos que ahora levantas tu rostro y caminas sonriente qué celos, qué herida, qué latir extinguido cuando a la distancia te siento levitar y no puedo despegar mis sentidos encriptados en el fondo de este desierto de olvidos, y reclamos marchitos. Y ahora estos celos son una daga que me desmembra al nombrarte qué celos de mis ojos, de mis brazos y qué celos de mis labios que se largan tras de ti y todo de mí me deja vacío, me dejan atrás como un triste gorrión mudo enjaulado que lleva a cuestas el divino castigo y estigmata de ser destruido si tu voz se apaga o salvado si tu voz se apiada y espero a que pasen esos mil años y ruego por la materia y nacimiento de un nuevo poema o delirante milagro mientras me enmarco en estos celos dormitando en mi cápsula de sangre en el letargo lloviendo en rabia y desbocando en fuego... pero esperando a que vengas esperándote a que vengas de nuevo
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