Los nigromantes de la 108.5 (Relato).
Publicado en May 17, 2013
Escondidas y escondidos en lo más profundo del oscuro rincón de la gruta 108.5, los nigromantes cantan y bailan sus tétricas y macabras danzas de la muerte. Brujas y hechiceros de la noche. Se oye el ulular de los búhos y, en medio de la candela, el graznido de los gallinazos acompaña a los gritos de las brujas mientras los hechiceros engruesan su voz con la intención de asustar a los viajeros. Las tinieblas se apoderan del paisaje. Propalando historias de miedo y de terror, escondidos en las profundidades de la gruta 108.5, celebran sus sangrientas misas negras.
Candela. Fuego fatuos. Dirigidos por "El Diablo Cojuelo", un tal llamado "Don Galo" por sus cavernosos seguidores, todo es un panorama de esqueléticos personajes. Zombis de la noche. En las cuencas de sus ojos se observa lo demoníaco de sus guturales canciones. Seres de ultratumba que han perdido sus almas y convocan a sus espíritus malignos en los aquelarres, en medio de un putrefacto olor a sangre y azufre. Su heroína es "Doña Calavera". Enloquecidos por la ceremonia de la confusión, cantan incoherencias mentales. El laberinto oscuros de sus danzas macabras no salen de la inteligencia sino de sus ignorancias mentales mientras el tenebroso resplandor de las llamaradas es su impotencia convertida en desesperación. Gritan ellas como posesas y ellos se pierden en una extraña jerigonza de incoherencias propias de locos seres que han perdido su cualidad humana y que son, solamente, espectros infernales. La noche, oscura como sus conciencias, es infernal. Sus cantos y sus danzas son las macabras escenas de sus propias muertes. Condenados a vivir una perpetua y fantasmal inexistencia, intentan producir miedo con sus quejidos sartánicos. Dios les ha condenado a sufrir porque han elegido a "Don Satanás" como su caudillo. Ebrias y ebrios por completo, se arrastran por los suelos, baboseando como sapos y babosas, mientras sus cuerpos sólo son amasijos de pústulas, úlceras y llagas con un poco de pellejo adherido a sus huesos. Es el "Infierno" de Jerónimo Bosch. Cantan y bailan, revolcándose en el cieno, con desenfreno y sin darse cuenta de que "Don Satanás" está muerto. Se devoran los unos a los otros. "Saturno devorando a un hijo" de Goya, mientras se escucha, a todo volumen, la "Marcha fúnebre" de Saint-Saens. En lo más oscuro de la gruta 108.5, erradas y errados por completo en sus dementes decisiones, siguen cantando y bailando con desenfreno mientras se devoran entre sí; ignorando siempre que su "Don Satanás" está muerto en las tinieblas del Infierno. De repente, una explosión gigantesca les hace saltar destrozados en miles de pedazos mientras "Doña Calavera" muestra una simiesca sonrisa y suelta estruendosas carcajadas. Todas ellas y todos ellos, brujas y hechiceros de la 108.5, se han convertido en cenizas y sus últimos hálitos de vida son la desaparición de sus vanas y vacías presencias. Fin. Oscura y sombría "Naturaleza muerta" de Willem Kalf. Ya sólo son, las brujas y los hechiceros, los nigromantes de la 108.5, oscuras y sombrías naturalezas muertas que, sin alma, han desaparecido para siempre. El sano payaso de la esquina sólo sonríe bajo la luz de la luna.
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