Carlos Heredia y Jorge Escobar son dos de mis grandes y nobles amigos de la barriada. Cuando llega esa hora de determinar si sabemos reír ante la vida, Carlos y Jorge son dos compañeros de viaje. Risas para poder sobrevivir en las horas del diario, en los minutos de la memoria, en los segundos del recuerdo. Diario. Memoria. Recuerdos. Cosas tan sencillas como poder enhebrar conversaciones sin reglas determinadas, sin complejos de superioridad, sin inferioridad de condiciones.  
A veces se me ocurre pasar el tiempo. ¿Qué es pasar el tiempo junto a Carlos y Jorge? Mucho más que estar sentado en un mullido butacón  de cualquier Academia de la Lengua soportando las altas magnitudes literarias de los engreídos, de los señores y las señorías que se han encumbrado. Y es que para hablar con Carlos y Jorge no es necesario recurrir al excelso lenguaje de Cela. No. Camilo José Cela no es un referente para mí. Prefiero ser un comunicador interpersonal antes que traicionar a los amigos y, mucho menos, antes que traicionar a mi esposa. 
 
Si el anecdotario de las grandes celebridades de cualquier Academia de la Lengua está lleno de intereses (y digo intereses para referirme al interés creado), prefiero la lengua espontánea que surge de la convivencia a un nivel de interpretación integradora sin distinción de clase social ni clase cultural alguna. Quizás para ser un gran comunicador social se pasa, en primer lugar (y esto es fundamental para mí), por ser un gran comunicador interpersonal. Mis charlas con Carlos y Jorge no se miden por niveles más o menos altos de cultura sino que se miden por niveles más o menos altos de amistad. 
 
Y así paso algunos largos minutos de mi existencia... jugando con el lenguaje al igual  que niños que no hemos querido crecer... mientras, ahora, tomo mi tinto de café, entinto mi diario, entinto mi memoria y entinto mis recuerdos. Es la mejor manera de ir escribiendo mi propia biografía sin tener que recurrir a ningún estilista del lenguaje. El estilismo del lenguaje es, para mí, la esclerosis de los escritores que ansían su grandeza. Creo que la grandeza de un escritor está dentro de su propia alma y por eso algunos de los que se creen demasiado altos no saben, en realidad, definir bien lo que es un dístico o un diptongo. Cada cual puede interpretarlo como mejor lo desee. Yo los interpreto hablando con Carlos y Jorge y en los momentos que libremente elijo. No me es necesario, para hablar con ellos, estar sentado en algún mullido butacón de alguna Academia de la Lengua. Prefiero hacerlo de pie. 
 
Nota Adjunta: Un dístico es una fórmula de la poesía y un diptongo es una fórmula del lenguaje. No necesito consultar nigún Diccionario para saberlo. Las anáforas las dejo para otro momento de mi existencia.