SAI BABA POÉTICO Y ANALÓGICO
Publicado en May 18, 2013
Estás en la Luz, la Luz está en ti, tú eres la Luz. Sathya Sai Baba INTRODUCCIÓN ¿Un breve cuento para iniciar esta lectura? No es de Sai. Pertenece a la sabiduría sufí y de su interpretación cada quien es responsable. Lo relata el maestro sufí Nazim al-Qubrusi, en un libro llamado Océanos de misericordia: “Varios discípulos de un gran maestro amanecieron un día con fuertes dolores de estómago. Todos ellos eran vegetarianos. Parecían envenenados o intoxicados. Viéndolos en tan doloroso estado, el maestro les dijo: “Ustedes se envenenaron por comer carne cruda”. La sorpresa de los hombres fue grande. Todos ellos protestaron, diciéndole al maestro que si no consumían carne, mucho menos la iban a comer cruda. De pronto, salieron y comenzaron a vomitar el contenido de sus estómagos: carne cruda, pestilentes pedazos de carne cruda. No salían de su asombro, cuando el maestro les dijo: “Ustedes comieron la carne de sus hermanos cuando estuvieron murmurando y hablando mal de ellos”. Narayana Kasturi fue, en India, una de las personas más cercanas a Sathya Sai Baba. Su principal biógrafo y uno de los devotos con mayor percepción de quién era Sai y cuál su trabajo en el mundo. Como introducción a la extensa serie de libros que recopilan desde 1953 hasta recientes años sus mensajes, en el volumen 1 Kasturi escribió un extenso poema titulado A mis compañeros de peregrinaje, donde describe así las virtudes verbales de Sai: Su palabra es una cascada, límpida y pura. Enseña, nunca predica. Deshace todos los nudos, silencia las preguntas antes que surjan en la mente. Define, refina, consuela a los atormentados. Resplandeciente poesía, espontánea, sublime, que pinta cuadros de la Verdad trascendental parábola, proverbio, de brillantez relumbrante en el tintineante, rutilante, campanilleante telugú, cada palabra, un mantra; cada frase, un sutra; una oración, un Gayatri, un discurso, un Upanishad, pues Él no es un pozo o estanque o río, Él es el océano de la Divina Sabiduría. Discurrir por analogía es extraer conclusiones de una semejanza observada entre varias cosas. Inferir que dos o más de ellas, reconocidas como semejantes en diversos puntos, se identifican en un trazo no observado. Un trazo poético. Un sesgo literario donde prevalece la metáfora. Los raciocinios por analogía, guardan cercanas relaciones con la síntesis y acuden a la imaginación como elemento esencial de aquello que se trata. De la idea básica que se pretende expresar.Todo discernimiento de este tipo, junto con su carga de figuras literarias cuando el emisor desea expresarse mediante lo poético, con su ingenio e insinuaciones, con la sutil carga de humor que contienen muchas analogías, es una acertada forma estética de inducción para percibir aquellos contenidos religiosos, filosóficos, esotéricos y metafísicos que de otra manera no son fáciles de observar. Aristóteles recurrió a la analogía como recurso argumentativo, por ser el único disponible para explicar determinados temas con los cuales no valían otros métodos. En una de sus conversaciones, Sai reitera: “No podemos describir a Dios con el vocabulario que aprendemos sobre la tierra. Hemos de experimentar la dicha de realizarlo como el centro mismo de nuestro ser. El hombre está dotado de un sentido de temor reverencial y asombro, un sentido que lo hace ser ya sea un participante, un indagador en el misterio o un devoto adorador. La poesía real emana del llamado de lo divino dentro de uno para expresarse en un vocabulario sublime, concediéndole una alegría duradera tanto al poeta como al lector. Los poetas deberían descubrir primero a Dios y luego difundir su propio éxtasis antre aquellos que estén sedientos de esa dicha”. Aproximarnos a cuanto él expresa mediante analogías, es hacer parte de aquellas personas anegadas de sensibilidad y devoción, con sentimientos de perplejidad por el milagro cotidiano del mundo, dispuestas a indagar en el misterio dejándose transportar por la paradójica belleza y las alegorías de lo analógico, ineludibles desde su forma metafórica cuando con ellas se pretende expresar la apertura del ser humano hacia lo divino, hacia lo trascendente. Toda analogía es puerta entreabierta a ese misterio inabordable con otros recursos dialécticos o lingüísticos. Por tal motivo, la analogía es utensilio racional que se emplea, por parte de los poetas y en India lo empleaban los antiguos Kavis, para asociar diversos elementos del entorno relacionándolos entre sí mediante figuras retóricas como la comparación, la alegoría y la metáfora. “Cualquiera que sea mi lenguaje, yo no hablo para informar sino más bien para curar”, afirmó Sai. Pocas veces, en la historia universal de la religión y la filosofía, la sabiduría fue tan accesible al devoto, al buscador espiritual, a los intelectuales y al hombre común, como ocurre con las palabras de Sai Baba. Sin esfuerzos dialécticos para quienes lo lean. Él supo transmutar con su verbo las más complejas y genéricas ideas convirtiéndolas en conocimiento asimilable y aplicable a la cotidianidad. Su didáctica de la filosofía perenne, es la filosofía más inteligible que pueda encontrarse entre maestros espirituales contemporáneos, con una carga literaria y poética solo superada por Osho en sus discursos. Las analogías de Sai siembran en el corazón de cuantos le escuchan, cinco cualidades básicas: Verdad, rectitud, no violencia, amor y paz, revolucionando a través de ellas la conducta humana. Observemos esta analogía que le embelesaba repetir en sus pláticas: “El interior de una vacija puesta bocabajo permanece seco, no importa cuán fuerte sea la lluvia, pero si está bocarriba, acumulará algo de lluvia aunque esta sea muy leve. De igual manera, si el corazón está volteado hacia Dios, alguna Gracia recibirá”. La comprensión de excelsas cuestiones metafísicas, teológicas, éticas, sociales o pedagógicas, se produce mediante un lenguaje de sugestivas argumentaciones con la analogía como parte esencial de la enseñanza. En todos sus Mensajes se entrecruzan con sencillez las figuras literarias y poéticas, y el tejido lógico y racional de las argumentaciones, formando frases de singular belleza y elocuente contenido sicológico, capaces de equilibrar su sentido espiritual y la razón filosófica del texto. Recónditos contenidos toman forma a medida que Sathya Sai exterioriza cualquier tema y lo resuelve acudiendo a una analogía, a pesar de que el desarrollo de sus mensajes no sigue pautas oratorias o retóricas premeditadas. Su lenguaje y sus imágenes poéticas no pertenecen a escuela alguna ni se articulan en concepciones antiguas o modernas que lo rotulen como seguidor de las mismas. Revitaliza la tradición espiritual de la humanidad a partir del estudio y práctica de los Vedas, ajustándolos a criterios modernos con tal ecuanimidad que, quien lo escucha o lo lee, se siente familiarizado con la sabiduría de todos los siglos. En nuestra vida cotidiana, algunas personas empleamos las analogías con positivas ventajas para la comunicación interpersonal. En el ámbito científico y filosófico, sirven como punto de partida para establecer hipótesis que conducen a emprender investigaciones y experiencias orientadas por aquellas. La poetisa británica Elizabeth Browning, escribió: “Si obtenemos belleza simple, obtenemos lo mejor que Dios ha creado”. Tal condición de simplicidad, a la cual se refiere la escritora, expresada originalmente en musicales frases propias de la sonoridad de la lengua telugú en India, es atributo esencial de las analogías con que el místico Sathya Sai Baba reafirma sus enseñanzas entre quienes lo escuchan o leen. Todo razonamiento analógico, por el estilo de los aplicados por Sai Baba, es un medio que facilita pasar de lo recóndito a lo conocido, de los efectos manifiestos a las causas que se nos velan. En literatura, las analogías son de una riqueza expresiva enorme al acercarnos al posible conocimiento de la verdad, lo mismo que cualquier razonamiento científico. Este fue uno de los maestros espirituales contemporáneos de India que más acudió en sus multitudinarias intervenciones, o en sus diálogos con grupos circunscritos de devotos, al empleo eficaz de imágenes literarias para enriquecer y aclarar el contenido de sus enseñanzas. En su voz fulguraban innumerables y finas, penetrantes y categóricas analogías, acrecentando siempre el sentido religioso, espiritual y sicológico de aquellos temas tratados. Poesía y narrativa adquieren nuevas connotaciones cuando Sathya Sai Baba las entreteje en sus pláticas. Hace de las metáforas religiosas un instrumento lingüístico que profundiza en zonas cerebrales donde no llegan las argumentaciones intelectuales ni el raciocinio habitual. Nos descubre las divinidades que habitan en la palabra, puesto que desde tiempos inmemoriales en India se ha creido que al sonido de cada sílaba de una palabra, corresponde una divinidad concreta, las cuales asumen protéicas formas al ser pronunciadas. Cada palabra, por consiguiente, tiene varios dioses de acuerdo con sus sílabas. Y las del telugú, preciosos fonemas con que Sathya comunicaba sus analogías, son sílabas musicales de vibrantes armonías y profundos contrastes vocálicos. Para Sai, vigilante siempre de la belleza que contenían sus palabras, “los poetas de la edad moderna no pueden compararse con los de antaño, los Kavis. Estos habían purificado su conciencia de tal modo que Dios estaba claramente reflejado en ella, pero los poetas de ahora retienen todas las manchas y fallas que complacen los bajos instintos”. La analogía, es la forma como el entendimiento humano, el alma o la razón, comprenden la auténtica realidad y ascienden por medio de las ideas, en este caso mediante las metáforas y en general a través de la poesía o la brevedad narrativa, al conocimiento de la verdad y de Dios. Si hay verdad, es porque Dios es verdad absoluta. Si hay belleza, es porque Dios es belleza absoluta. Si hay poesía, es porque Dios es poesía absoluta. Quien se expresa poéticamente y quienes son capaces de entender inspiradamente cuanto se dice, es porque tienen en sí mismos la belleza de Dios. Con belleza escueta, el Avatar irradia hacia la mente de quien lo escucha atento, una compleja idea difícil de discernir por otro medio. O dilata un tema que con otras palabras y a través de otros argumentos quedaría inconcluso para quien intenta asimilar su mensaje. Sembrando su discurso de analogías, induce a reflexionar sin condicionamientos sobre explícitos conceptos que traen hasta nuestra restringida comprensión su propia mirada de la vastedad metafísica y religiosa del conocimiento y del ser, del mundo y la vida, del hombre con sus contradictorias emociones y sus sentimientos. Bien lo afirma Baba: “Hasta ahora, nadie ha podido encontrar un individuo o un texto que haya descrito genuinamente la grandiosa forma de Dios”. Sus analogías son compactas señales revelando a nuestra conciencia la forma, la presencia y manifestación de Dios ante el hombre que lo anhela, lo busca e identifica dentro de sí mismo. Conocedor de la dificultad del lenguaje para transmitir la visión de la omnipotencia de lo divino, Sai recurre entonces al sentido alusivo de las analogías. Cuando enseña, cualquier analogía suya ajustada a la vida moderna o arraigada en la tradición de las seis grandes religiones, actúa como punto de partida para hacer comprensibles opiniones sumamente abstractas sobre la religión, la mística o la filosofía indias. Tales recursos poéticos son atrayentes remates de sus conceptos para aclarar a la audiencia cuanto pretende comunicar. Las admirables analogías de Sathya, son fecundas en revelaciones. Cumplen su objetivo didáctico dentro del texto o independientes de él. Concluyen el tema o le dan apertura provocando conceptos que de otra manera no se deducirían con la misma facilidad, mediante el recurso de la frase breve, inspiradora, atractiva y escueta en sus semejanzas. De las múltiples técnicas que Sai emplea para transmitir sus enseñanzas, las analogías poéticas son unas de las más sugestivas por su humana sabiduría. Desde los 14 años cuando inició su misión y a lo largo de su vida hasta el 24 de abril de 2011, cuando falleció a los 84 años de edad, se le observa como persona habilidosa para desarrollar sus ideas empleando la fuerza de la poesía, los giros literarios, las referencias metafóricas como punto de atención para quienes le escuchan. En el desarrollo de sus ideas y doctrinas se le encuentra didáctico y compasivo. Cada frase que a través de esta forma literaria florece en sus labios, es belleza explicativa y esclarecedora de lo mejor que el Avatar concede con su verbo. Fruto dulce y fragante de sus conversaciones, la conciencia divina de Sai es fuente de donde destilan todas estas analogías, antiguas o renovadas, dichas por primera vez o con la insinuante impronta de los siglos pasados, recordando a otros maestros que también hicieron pedagógico uso de las mismas y conservadas gracias a las tradiciones orales y escritas. Al leerlas y releerlas insistiendo en aprehender el sentido interno de estas, se vivencian otros estratos de comprensión y conocimiento que con la primera lectura pasan inadvertidos. Son flores de inagotable fragancia que sobresalen en sus diálogos y ocupan lugar privilegiado en sus exposiciones. Y a lo largo de todos sus libros publicados. En Sai Baba, sin este pretender ser un orador ni supeditarse a preconcebidos recursos del género, sus analogías actúan comoelementos literarios que enriquecen su expresión poética y su estilo expositivo. Señala Vinayak Krishna Gokak: “Millones de personas que han escuchado el mágico canto de sus bhajans y su estremecedora elocuencia, llevan en sus mentes un recuerdo inolvidable de lo que vieron y oyeron”. Es indudable que las analogías creadas o recreadas por Sathya Sai Baba, poseen el mismo encanto de sus mahimas, milagros asombrosos, y complementan a la perfección su upadesha. Semejanzas, prosopopeyas, alusiones y metáforas, acuden a nosotros para contribuir en el despertar de la percepción íntima del individuo y testimoniar con su objetividad estética y espiritual, el amor de Sai por el ser humano. La madurez que provocan sus persuasivas analogías, es de profundiad desafiante para el erudito y el filósofo, para el poeta o el teólogo, sin perder su simplicidad para quienes no frecuentan estos ámbitos espirituales o místicos de Oriente. Enfatiza Gokak: “Baba no es solo un conversador genial.También es un escritor brillante”. Las analogías de este escritor lúcido cuyo “llamado al intelecto es discreto y gana gradualmente a uno, a medida que se medita en lo que él dice”, no están lejos del espíritu y la estructua de los vachanas, epigramáticos poemas en prosa, compuestos por él, donde el Purna Avatara despliega su brillantez metafísica y sicológica retozando con el humor, utilizando delicado lirismo, recurriendo a paralelismos no exentos de rigurosa crítica pero apuntando directo al punto que desea aclarar. Afirma Shakuntala Balu: “Su voz no es solamente fuerte y clara: tiene la majestad de la santidad y la dulzura de la pureza. El contenido de sus charlas tiene la marca de la autenticidad y de la verdad debida a su pureza y prístino poder”. Gokak lo advierte al referirse al uso que Sai hace de palabras clave en sus parábolas: “Las palabras que usamos deben ser tales que el mínimo número de ellas dé el máximo significado”, regla determinante para la construcción de analogías que Sai Baba no aprendió en ningún centro educativo, ni leyendo libros sobre el tema, pero de las cuales es maestro irrebatible, comparable solo con Osho en cuyas obras hay espaciosos jardines de parábolas y analogías. Las analogías de Sai pertenecen a todos los tiempos y culturas. Son suyas y de India. Son de las bodegas milenarias de sabiduría mística que validan la conciencia de quienes se aproximan a ellas. Sabiduría sin edad a la cual se acercaron indagando los interrogantes supremos de la vida y la muerte, del conocimiento sagrado, tal vez un pastor griego, un filósofo escolástico, un taciturno pitagórico, un noctívago beduino, un comerciante de la edad media, un monje escribano, un viajero fenicio, un atlante, un lemuriano, un aristócrata romano, un sacerdote de Bizancio, un extático estilita del desierto de Tebaida, un discípulo de Shiva, un seguidor de Buda, un cristiano en las catacumbas, un sabio hazídico, un derviche sufí o un mago sumerio; un inmortal taoista o un hombre de la era poselectrónica, quienes entenderían sin barreras el significado, la intención y el sentido que tiene para el proceso del despertar humano. Son de excepcional belleza y precisión espiritual incomparables. Otro referente próximo en el uso de las analogías fue Sri Ramakrishna, en cuyos diálogos las analogías también desempeñaban funciones didácticas para el despertar de sus devotos. Adaptadas al lenguaje del hombre contemporáneo, condensan el aroma místico usual entre los más trascendentes expositores de la mística sufí. En Sathya Sai Baba, cuando relata una parábola o reafirma sus explicaciones con una analogía, descuella la misma serena sabiduría, el mismo equilibrio entre el ser y el vacío que podemos encontrar en una semejanza de Rumy, una aclaración de Arabi o en un mondo zen de Hui Neng. Cuando la mente racional y el intelecto con su caudal de información se quedan cortos para aproximarse a enseñanzas que Sai nos comparte, surgen entre los párrafos luminosas analogías que abren las puertas de la comprensión al menos sagaz, al más insensible de cuantos le escuchan. Me atrevo, con base en la clarividencia sicológica de las analogías poéticas de Sai Baba, a proponer la existencia de una Yoga analógica, igual que existen tantas otras ramas de las cuatro yogas esenciales. Ningún guía espiritual de oriente u occidente, ha sido tan exuberante y didáctico en su empleo como Sathya Sai. Dentro de las lenguas dravídicas, el telugú -lengua materna de Sai-, asiste a su edad de oro literaria gracias a la fortuna de ser este quien se exprese mediante ella para refrendar sus enseñanzas, para comunicarse con gente de múltiples credos e ideologías que durante más de medio siglo estuvieron escuchándole en Prashanti Nilayam, popularizándola entre culturas que nunca habían tenido noticias de tan musical lengua. Leer y comprender las analogías como hilo conductor, ayuda a encontrar una vía para la realización de verdades que no entenderíamos fácil si quien las comunica empleara otros elementos literarios, filosóficos o lingüísticos. Sai las desborda de su espíritu divino. De llegar uno a leerlas como metáforas literarias, o disfrutarlas como juegos idiomáticos nada más, o entenderlas como recursos espirituales de iniciación, dichas analogías siguen siendo poderosas fórmulas filosóficas cargadas de sentidos señaladores de las búsquedas interiores, la plenitud de la realización y la alegría de la certidumbre de la verdad. Las analogías poéticas de Sai, pueden comprenderse y degustarse dentro del texto como algo secundario de este, o desglosadas de él, sin que por ello no se entiendan o pierdan su valor y sentido místico. Allá o acá, visible señal de Prema, cada analogía en sus labios e hilada a la potente corriente de su verbo, cumple funciones religiosas, sicológicas y estéticas de acuerdo con la actitud del receptor, con base en el desarrollo interior que haya logrado quien lo escucha o lo lee.Con Indulal Sha reconocemos que: “Este estudio intenso de la literatura de Baba me condujo a la larga a una nueva vida por completo, y dotó de una nueva dimensión a mis prácticas espirituales, creando en mí un vínculo inalienable e indisoluble con Baba. La fuerza y belleza de esta literatura son tan grandes, y tan poderoso fue el impacto que causó en mí, que me sentí inspirado para poner en práctica lo que había leído”. Sugiero aplicar a la lectura de las analogías, una práctica recomendada por Sai, llamada Ekanta Bhakti, sencilla y fácil de llevar a cabo donde quiera que estemos. “La práctica espiritual de sentarse en silencio y dejar que la respiración se torne lenta y regular se llama Ekanta Bhakti. Baba describe la práctica de la siguiente manera: Ekanta Bhakti es algo sutil, logrado por el control efectivo de la mente y experimentando el Ser de uno. No es correcto pensar que el control de la mente significa mantenerla fija sin que divague. Ser capaz de limpiar la mente de pensamientos impuros es el significado correcto de Ekanta. Esto ha de practicarse en un lugar tranquilo, libre de ruidos o interrupciones. La mejor hora para practicarse es entre las tres y cinco de la mañana. Seleccionen una hora específica dentro de ese período, cierren la puerta, siéntense en silencio y regulen la respiración para que el ritmo de inhalación sea igual al de exhalación. Esto es importante. Además, mediante la práctica gradual, el número de respiraciones por minuto debe reducirse de ocho a diez, a dos o una por minuto. Deben tomarse su tiempo, avanzando gradualmente en el proceso de reducción del número de inhalaciones y exhalaciones. Para controlar la respiración de esta manera, existe una muy efectiva disciplina que debe ser observada: la punta de la lengua debe tocar suavemente la parte posterior de los dientes. Cuando se le mantiene en esta posición específica, disminuyen los pensamientos en la mente, se desconectan ustedes mismos del cuerpo y de cosas que les rodean y alcanzan el estado de Ekanta Bhakti. Ekanta Bhakti es ese estado de la mente sin pensamientos ni deseos, cuando está concentrada en Dios.” Sai Baba podía hablar y escribir, cuando lo consideraba ineludible, todos los idiomas y lenguas del mundo. Sin embargo, sus conferencias las pronunciaba en telugú y kannada, otras veces en tamil o malayalam donde el sonido de las analogías es atrayente melodía de embriagantes ritmos. Desde la musicalidad ancestral de dichas lenguas hasta las traducciones al inglés y luego al español en las impecables versiones de Arlette Meyer, ellas conservan su vigor y belleza. Con esta intervención, mi propósito es destacar para todo tipo de lectores, cercanos a la mística de india o ajenos a ella, el valor literario y poético de Sai Baba cuando hablaba o escribía. Tengo un libro inédito donde, producto de la lectura de más de cien de sus obras, selecciono y organizo cerca de mil analogías suyas. En una revista quindiana, 17 años atrás, publiqué una extensa muestra de tal trabajo. El manejo literario de dicha técnica no lo aprendió Sathya en ninguna universidad, ni tuvo a nadie que le enseñara los secretos de la comparación. Llevaba este conocimiento, tal destreza idiomática dentro de sí. Esa belleza literaria que enriquece sus enseñanzas, era innata en él y desde niño y a lo largo de su vida, tomó fuerza y coherencia en la medida que crecían sus audiencias. Prevenía el también poeta y místico sufí, Rumi, en su libro Fihi-ma-Fihi: “Si la belleza divina se manifestase sin velos, no la soportaríamos ni podríamos gozar de ella”. Las analogías de Sai son prueba de ello. Están recubiertas de velos a través de los cuales se intuyen verdades que el intelecto es incapaz de comprender o explicar. Con tales velos sutiles, Baba cubre y descubre, reviste y desnuda aquellas ideas que de otra manera se nos perderían entre sus pláticas. Indudablemente, es un amplio y hermoso camino para aproximarse uno a enseñanzas espirituales de alguien que fue figura esencial de la más alta espiritualidad del siglo XX. Si estableciéramos semejanzas entre las analogías de Sai y las de algún místico occidental, sería nada menos que con las de Angelus Silesius, nacido en 1624 y considerado el último de los místicos alemanes. Al escribir, Silesius también adoptó el símbolo, la imagen literaria, la representación metafórica y la brevedad impactante de la expresión analógica, para recordar al ser humano su condición cosmológica de imago mundi y su condición meafísica de imago dei. Recomiendo, de este místico alemán, un libro llamado Peregrino querubínico, epigramas y máximas espirituales para llevar a la contemplación de Dios, editado en España por José J. de Olañeta (2003) en una serie llamada Los pequeños libros de la sabiduría. Aquí se recopilan más de 1.000 máximas de tal iluminado, sobre el amor a Dios y la experiencia mística del hombre que realiza algún aspecto de la divinidad. Una profunda máxima de Silesius dice: “No sé lo que soy, no soy lo que sé: una cosa sin ser una cosa; un punto y un círculo”. OM SAI RAM
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