Tarde de Enero
Publicado en Aug 27, 2009
No era Octubre, y al parecer jamás se había quitado el disfraz de encima; cruzar las calles con todas las miradas pesando en su nuca lo ponía muy nervioso, por lo que aceleraba el paso a medida que los ojos a su alrededor se multiplicaban cada vez mas. La presión de la multitud lo aplastaba siempre que se exponía a las miradas, ellos simplemente no sabían lo que pasaba dentro de él, tal vez por eso eran tan curiosos. - Camina con el pecho erguido- se decía- estas personas no saben quien les está pasando por el lado. Y así era más fácil, alimentar su ego le ayudaba a menudo, a superar las fuertes críticas de algún imprudente que no se había podido quedar callado al verlo; ya estaba muy cerca del lugar para el que iba, así que aceleró el paso aún mas. A su izquierda, una vieja silla de madera ubicada detrás de una puerta lo invitaba a sentarse, era el lugar perfecto para esperar y pensar un poco. Se sentó, bajó la cabeza poniéndola entre sus 2 gélidas y blancas manos, y cerró los ojos; sintió el vacío que producía ese espacioso lugar, los gritos y el corretear de unos niños que cruzaban por el frente y el intenso viento de invierno que le golpeaba el costado; -así había sido el día en que lo había visto por primera vez- pensó- yo solo estaba sentado, como ahora, en ese oscuro bar, un antro estrecho, pequeño y casi subterráneo y de una peculiar luz mortecina, donde solía ir tan frecuentemente con mi mejor amiga, ahí estábamos, ella como siempre canturreándome todo lo que le había pasado en la semana, las peleas con su novia, la borrachera del jueves… después de eso, todo fue silencio, entre la oscuridad del sitio pudo ver una figura atravesando la puerta con luz propia, casi levitando. Giraba su cabeza como intentando reconocer a alguien con unos vivaces ojos marrón; nuestras miradas se cruzaron por un par de segundos robándome todo el aire y haciéndome subir una llamarada a las mejillas, que no pude ocultar, estaba maravillado y aún mas cuando me di cuenta que la persona que reparaba hace un instante se dirigía hacia donde estábamos. Saludó con un cálido abrazo a mi amiga, apartó una silla de otra mesa y se instaló con nosotros. No podía dejar de ver como con sus delgados dedos retiraba el ondulado cabello que a veces se deslizaba en su cara, como queriendo acariciarla siempre. Creo que no nos conocemos- me dijo Y como saliéndome de mi perplejidad le estreché la mano torpemente con un- gusto en conocerte. Otra vez había caído a la realidad dándose cuenta que estaba en la misma silla vieja del centro comercial, con la cabeza entre las manos e intensamente sonrojado, como la primera vez. Después de ese día, habían pasado noches enteras en vela, tardes tratando de volverlo a ver, intentos fallidos de conseguir pistas acerca de el; hasta que por fin la noche anterior habían podido hablar de nuevo, planeando salir hoy. No sabía que iba a hacer teniéndolo tan cerca, solo esperaba que no fuera a actuar como un idiota. -pecho erguido, recuerda, pecho erguido y frente en alto- se repetía mientras sus ojos detectaban que a quien esperaba se estaba acercando; para no perder el dominio de sus emociones y de ese agitado corazón que a duras penas le había dejado decir hola. -¿Me has esperado mucho?- preguntó el recién llegado con una grave y baja voz muy particular. - no, no… no te preocupes- le respondió entre risitas, para ocultar su ansiedad. El ruido de sus pasos se hacía mas fuerte con la presión, el mirarlo le hacía temblar las manos ocultas bajo unos calentadores negros, y lo que decía era opacado por el movimiento de sus labios. Este chico tenía el mismo efecto en él que como cuando se miraba a si mismo al espejo, y se quedaba allí horas aparentemente esperando que algo en sus grandes ojos azules cambiara, aunque… - ¿no me vas a decir como estoy?- frase que mutiló sus pensamientos de inmediato. -Eh…si… este… muy bien- dijo nervioso como si le hubiera leído la mente. -Gracias- le respondió, y vio salir por primera vez de ese enigmático rostro una sonrisa que le hizo olvidar que estaban caminando congelados bajo la lluvia. Era como una hermosa pesadilla, todas sus emociones se le mezclaban en la cabeza haciéndole sentir que se podía reventar en cualquier momento, y mas ahora, cuando el lo había tomado de la mano echando a correr. De pronto frenó en seco y un cuerpo cayó encima del otro. Estaban los dos empapados, tirados en el piso, uno severamente apenado y el otro muriéndose de risa. Ahí, en medio de una espléndida colina de gris pavimento, sin ser vistos por todos los que le huían a la lluvia, cuatro pares labios carmesí se iban juntando.
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Erii Nikaido sama
este es mi texto favorito asi q aprecio sus comentarios
JORGE MARTIN
Antonio JImenez Villa
CORDIAL SALUDO Y UN ABRAZO DESDE MEDELLIN.
ANTONIO J.
inocencio rex
5 pepas.