Historia de "Thaler" (Novela) -Captulo 5-
Publicado en Jun 10, 2013
Historia de Thaler (Novela) -Capítulo 5-
17 de octubre de 1908. Tienda "Le Violon que chante" de James Cono en Los Ángeles de California, Estados Unidos. - ¡Necesito, urgentemente, comprar un regalo para ella! - ¿Qué te sucede, Tom Wason? ¿Quién es ella? - Escucha, James Cono... ¡no tengo ni tiempo ni ganas de decirte quién es ella, cotilla de los arrabales! - ¡Mal empezamos el día, Tom, mal empezamos el día! - ¡Y reza a Dios por que no se ponga peor! ¡Sólo necesito que me aconsejes y que aprendas a cerrar la boca cuando nadie te ha dado vela en este entierro! - ¿Entierro? ¿Es que ha habido algún muerto en el vecindario? - ¡Los muertos bien muertos están! ¡¡Ya no existen los trillizos Orestein!! - ¡Alabado se Dios! ¡Qué peso me quitas de encima y qué tranquilidad va a reinar a partir de ahora! - Eso de que va a reinar la tranquilidad a partir de ahora está todavía por ver, James. ¿Me vas a aconsejar o no me vas a aconsejar, malandrín? James Cono, observando que Tom Wason llevaba el fusil ametrallador en su mano derecha, bajó el tono de su voz. - Difícilmente te puedo aconsejar si no sé quién es ella... - Únicamente puedo decirte que le gusta la música... - ¡No me digas que le va la marcha! - ¡¡Baja la voz, necio!! ¡¡Ten la debida cortesía como para bajar la voz cuando hables de ella o te doy un tortazo que te suenan los mocos a calderilla!! ¡¡No eres más necio porque entonces serías gilipichis total!! - Pero... si yo... - ¡Limítate a aconsejarme y no te metas en asuntos que no te interesan, celestino! - No es que me interese el asunto, Tom... pero... ¿quién es ella?... Tom Wason acarició, con su mano izquierda, el fusil ametralllador que había levantado ligeramente hasta la altura del pecho de James Cono. - ¡¡¡No, por Dios, por la Patria y por el Presidente, no dispares!!! Tom Wason bajó el fusil... - Entonces aconséjame bien. ¿Qué puedo regalarle a una gachí a la que le encanta la música de gramola? - No se llama gramola, Tom, sino gramófono. ¡El gramófono! ¡¡Qué gran invento!! Tendríamos que levantar un templo para a adorar a Payne y a Broadvert... - ¡¡Me importa un rábano quiénes fueron esos tal Payne y Broadvert. A mí me da lo mismo que los adores o no los adores. ¡Como si quieres hacer penitencia por ellos! ¡Yo sólo quiero que me asesores! - ¿Quieres música? ¡El gramófono, Tom Wason, el gramófono es lo que se lleva hoy en día! ¡Aquí tengo, como ves con tus propios ojos, uno de primera calidad! - ¡No me interesa el gramófono, James! ¡Ya tengo yo un gramófono en mi casa! - Pero este, si lo miras con buenos ojos, es el último grito musical... - ¡¡Me estás haciendo gritar, James Cono!! ¡Lo que necesito es renovar el repertorio de mis discos! A ella siempre le gustan las últimas novedades musicales y hoy es el día de su cumpleaños... - ¿Tienes con qué pagarme? Tom Wason sacó a "Thaler" del bolsillo izquierdo del trasero de su pantalón de uniforme policíaco. James Cono abrió lo ojos como platos. - ¿Eso qué es? - ¡Un dólar! ¿Es que eres tan miope que no ves que es un dólar? - No soy tan miope como muchos dicen. ¡Soy capaz de distinguir a un truhán desde que abre la puerta de mi tienda! - ¿Estás diciendo que soy un tramposo? ¿No ves que es solamente un dólar? - Si. Ya lo veo pero no me lo creo. Es el dólar más extraño que he visto en mi vida... - Llámalo "Thaler"... - ¿Puedo observarlo de cerca? - Te lo doy a cambio de la última novedad musical. - ¡Tengo lo último que se ha grabado para los gramófonos! James Cono cogió a "Thaler" y se lo guardó en el pequeño bolsillo izquierdo de su chaleco, junto al reloj de cadena que le dejó su abuelo como herencia, y después sacó el disco que tenía, bien guardado, debajo del mostrador. - ¿Eso qué es? - La "Canción de la Bandera"... - ¿Me estás tomando el pelo, James? - ¡Te juro que es la "Canción de la Bandera"! - ¿La bandera de qué Estado de la Unión? ¡Conozco todas las banderas de nuestra nación y jamás en mi vida he visto nada igual! - ¡Es la bandera argentina, Tom! Creía que todos los policías érais cultos pero veo que, al menos tú, eres bastante ignorante por no decirte muy ignorante porque sabes muy poco de Historia americana! Tom Wason no hizo caso a la provocación del temerario James Cono... - ¡¡Arrea!! ¡¡Es justo lo que necesito!! ¡¡Estupendo!! - ¡Yo no soy ningún estúpido, Tom! - ¡¡He dicho estupendo y no estúpido, James!! Pero veo que, además de miope, eres bastante sordo... - No entiendo nada de nada... - Veo yo también que tú eres bastante ignorante por no decirte muy ignorante. ¿De qué te sirve chismear tanto con las clientas que entran en tu local? ¿No sabes todavía que mi chavala es argentina y le gusta la música desde que tiene uso de razón? - ¡¡Ostras!! ¿Tu novia es argentina? - He dicho mi chavala pero si tú la consideras mi novia... ¡mejor que mejor! A James Cono le tembló la voz cuando escuchó hablar con tanto entusiasmo a Tom Wason... - ¿Se... se... se... se puede saber cómo se llama? - Gloria Sabadini Di Dominicale. - ¡¡Atiza!! ¡¡Me dejas de piedra!! ¿Tu novia es la modelo argentina Gloria Sabadini Di Dominicale que, según dicen los entendidos en esas materias, es la modelo más joven y juvenil de la actualidad? ¡Qué callado te lo tenías, granuja! - Eso es, James... pero baja la voz porque no quiero que los demás vayan diciendo de mí que me invento historias para hacerme más importante de lo que soy... - ¡Muy alto picas tú, Tom Wason, para ser solamente un simple policía de los de a pie de Los Ángeles de California! - Baja la voz, James Cono, pero para tu conocimiento, que ya veo que es más bien escaso porque además de burro eres ignorante, te pongo en antecedentes que desciende, directamente, del gran Francesco Sabadini y la gran Francesca Dominicale. Así que como ves es muy fresca por parte de padre y muy fresca por parte de madre. - ¡¡Carambolas de Malasia!! ¿El que fue arquitecto del Palacio Real de Madrid? - Exacto. Una vez estuve en sus hermosos jardines... - Para... para... Tom Wason... - Ya vamos entendiéndonos mejor, chatarrero... - Si no te gusta mi tienda... ¿por qué vienes siempre a comprar aquí? - Me produce alergia acudir a este agujero de cucarachas lleno de antiguallas por todas partes, pero no conozco ningún lugar mejor, en todo el Estado de California, que esta chamarilería para encontrar novedades... - Entonces... ¿te lo envuelvo ya en papel regalo? - ¡Para... para un momento los caballos, James Connors... no vayas tan deprisa que te puedes descabalgar y romperte los costillares! - Pero... por el mismísimo Lincoln que Dios le tenga en la Gloria... ¿qué quieres ahora? - Primero necesito escucharlo. ¡Haz el puñetero favor de dejar en paz a Lincoln y enchúfalo ya a la gramola! - No es una gramola, Tom. ¡¡Se llama gramófono!! - Me importa menos que un carajillo que se llame gramófono... por mí como si se llama micrófono... ¡¡microbio!! ¡No me pongas más nervioso de lo que estoy y pon en movimiento ese cacharro! James Cono, observando que Tom Wason volvía a subir ligeramente su fusil mientras lo acariciaba con su mano izquierda, ya no se anduvo más con el juego de las preguntas y las respuestas, sacó el disco de la funda de su carpeta, lo colocó debajo de la aguja del gramófono y puso a éste en funcionamiento... - Alta en el cielo un águila guerrera... En ese mismo instante abrió la puerta la solterona Mary Pipí, pero con la desgracia de que junto con ella se coló en la tienda su loro "Jeremías" perseguido, como un tifón, por el perro perdiguero del rapaz Jimmy Caster que, en su loca carrera, saltó sobre el mostrador y derribó al suelo el gramófono dejándolo totalmente destrozado e inservible mientras que el disco quedó hecho mil pedazos ante el ataque de histeria que le entró a James Cono... - ¡¡¡Saca a ese asqueroso bicho pulgoso de aquí, Jimmy Caster, antes de que acabe con toda mi tienda!!! - ¡"Warrior"! ¡¡Ven acá inmediatamente!! Mas el perro perdiguero no sólo no hizo caso a la llamada del niño Jimmy Caster sino que siguió, enloquecido cada vez más, con la persecución al loro de la señorita Pipí... derribando todos los trastos que se encontraba a su paso. Cayeron al suelo, con gran estruendo, toda una pila de sartenes de hojalata que estaban cuidadosamente colocadas... un viejo trombón que algún soldado yankee, de etnia negra, había utilizado en la Guerra de Secesión, para tocar jazz en sus ratos de ocio... varias perolas de cerámica de alguna tribu cherokee... tazas y tazones que producían un ruido ronco y estruendoso cuando se iban haciendo trizas... botellones de whisky que, al romperse, hacían correr el líquido por el suelo... una palangana de latón del siglo XIX... una tinaja de alabastro y lapislázuli, egipcia, que nadie sabría decir quien la había llevado hasta California... la romana que hubo de ser utilizada por alguna vieja vendedora de legumbres... toda una serie indefinida de cajones de madera, carcomidos por el paso del tiempo, que pertenecerían a algún grande y famoso pionero cuáquero inglés para guardar en ellos los originales de las cartas que le llegaban desde el otro lado del Océano... un pistolón que, al parecer y según contaba el mismísimo James Cono, había sido usado por el general Custer... un arca de metal que, por lo menos, debía ser de la época de Noé... - ¡¡¡Esto parece la Primera Guerra Balcánica!!! ¡¡¡Sujeta ya a ese dichoso "Warrior", Jimmy Caster, o lo remato yo con una sola ráfaga!!! - ¡¡Eso sí que no, Tom Wason!! ¡¡No voy a permitir que un simple chucho pulgoso sea víctima propiciatoria, ante mis rijosos ojos, de la impotencia de un policía incapaz de atraparle!! - Pero... ¿quieres o no quieres salvar tu tienda? ¡Como defensor de las causas perdidas no tengo precio, James! La discusión entre los dos hombres allí presentes se acabó cuando, de repente, "Jeremías" se escondió en el agujero de una guitarra española que, sin cuerdas, estaba colgada muy cerca del techo y "Warrior", subido encima de un saco de patatas, quedó como paralizado esperando a que el loro saliera de su escondite. - Lo siento mucho, James Cono... pero la culpa ha sido mía por haber consentido a mi loro que me acompañara. ¡No sabía que ese chucho pulgoso estaba en la calle! - Llevo más de veinte años en este negocio y nunca he visto nada igual. ¡Esto es peor que la destrucción de Pompeya! - Estoy dispuesta a pagarle todos los daños... - ¡¡¡Cállese ya, cacatúa!!! - ¡¡Indecente!! ¡Sería usted demasiado feliz si pudiera salir de paseo con una señorita tan respetable y respetada como yo! - ¡¡Dios me libre de tal pesadilla!! ¡¡Antes de que me pudiera ocurrir eso preferiría hacerlo con una mona de Gibraltar, so fea y so loro!! La señorita Mary Pipí sólo reaccionó dando un tremendo bolsazo, llevando dentro de su bolso una plancha metálica, en la cabeza del histérico James Cono que quedó totalmente aturdido mientras caía al suelo como un pesado fardo descargado por un estibador de los muelles del puerto de San Francisco mientras ella volvió a levantar el bolso con la intención de rematarlo allí mismo... - ¡¡¡No lo mate, señorita Pipí!!! - ¡¡Se lo merece por badulaque!! - No le dé más importancia. ¡Si lo mata lo convertirá en un héroe de la resistencia para las futuras generaciones de jóvenes insolentes! ¡¡Si usted hace eso lo convertirá en un mito para la posteridad de esta Nación!! - Pero no puedo consentir que... - Escuche bien y no sea también sorda. Yo sí puedo acompañarla hacia su dulce hogar... A Mary Pipí se le pasó, al instante, la rabia... porque era la primera vez en toda su vida que un joven mozo, y además tan guapo como Tom Wason, le ofrecía su brazo izquierdo para caminar por las calles de Los Ángeles de California; así que decidió aprovechar aquel remanso de paz y de gloria que le ofrecía Wason y, sacando la plancha del interior de su bolso, la dejó sobre una desvencijada hamaca que se encontraba allí sin saber nadie por qué ni para qué. Se sentía como en el Cielo... - Pero solo hasta su domicilio, señorita... no vayan a verme algunos indiscretos y se entere mi parienta y me retire el saludo de por vida... - ¿Por qué iba a retirarle el saludo su querida esposa? - Por tener tan mal gusto... esto... no... no... perdone señorita loro... digo señorita del loro... quiero decir por no tener vergüenza... - No lo estropee más, Tom... Y mientras la señorita Mary Pipí y el policía Tom Wason salían de "Le Violon que chante", empezaba a reaccionar James Cono... - Es como si me hubiesen metido en la cabeza trecientos kilos de trilita... Poco a poco pudo levantarse del suelo agarrándose a una de las cuatro patas de una mesa de billar, pegó unas cuantas cabezadas en el aire para volver en sí, se dirigió hacia la puerta dando tumbos de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, logró abrirla, respiró profundamente y salió a la calle. En el interior de su tienda "Warrior" seguía esperando a "Jeremías" mientras que el rapaz Jimmy Caster se llenaba los bolsillos de su pantalón corto con caramelos que había encontrado en un gran tarro de cristal que se hallaba sobre el mostrador y se había salvado milagrosamente de la batalla campal. "Thaler" iba, bien cobijado, en el pequeño bolsillo izquierdo del chaleco de James Cono y junto al reloj con cadena que era la única herencia del abuelo.
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