El carbonero criollo (Cuento - Realismo Mágico)
Publicado en Jun 10, 2013
El carbonero criollo (Cuento-Realismo Mágico)
Hubo una vez, en tiempos que ya son Historia, un carbonero criollo llamado León que vivía felizmente practicando la caza mayor (venados a los que mataba para saciar sus bajas pasiones gastronómicas) en Suchitoto. León nunca se hartaba de comer sus muy suculentos y celebrados venados y acudía, siempre, a las muy afamadas y suntuosas veladas nocturnales (cumbia tras cumbia sin cesar ni un solo segundo hasta la llegada del alba) en la grandísima hacienda de su compadre el gringo Lawrence, el cual tenía por costumbre hacer grandes pedidos de carbón vegetal a León cuando llegaban las épocas invernales. El empedernido solterón y carbonero criollo León desprendía mucho "feeling" entre las mozas más atractivas, interesantes y elegantes de todo Suchitoto y cualquier otro lugar de El Salvador... por lo que ya era enfermizamente envidiado por todos los grandes gamonales como el gringo Lawrence que, sin embargo, estaba casado varias veces y tenía que sacar adelante a sus 8 hijos varones y sus 3 hijas mujeres; teniendo que soportar, además, los endemoniados celos por culpa de su Jeroma, conocida por todos como "La Jeromina" debido a su oscuro y escabroso pasado sentimental cuando, de soltera, se ganaba la vida como el Diablo le daba a entender. Lawrence se moría de envidia y celos, en primer lugar por la pertinaz y alegre soltería del carbonero criollo y, en segundo lugar, por culpa de aquellos malditos celos que no le dejaban vivir ya que bien sabían todos los asistentes a sus grandes fiestas y aun lo que nunca podían acudir a ellas por su baja condición social que "La Jeromina" bebía los vientos por León... mas el carbonero criollo no estaba nunca por la labor de ser ni plato de segunda mesa ni tan siquiera mesa de segundo plato y huía abierta y astutamente, como zorro plateado (al igual que José huyó de la mujer de Putifar) del acoso de la esposa de su compadre, el gringo gamonal Lawrence que, según algunos, había tenido experiencias de "amores libres" incluso en Arabia. Hasta Pepito, el hijo de la tabernera Conchita, campeón en conocer chismes y extenderlos por todas las barriadas de Suchitoto, sabía de los entresijos que se traía entre manos "La Jeromina" con aquello de querer cazar, como un conejo, al alegre y feliz carbonero criollo. Debido a esto y a que todas las mozas galanas deseaban pasar algún rato que otro en compañía de León, era por lo que al famoso y multimillonario gamonal ya se le conocía como "Lawrence de Arabia" por dos razones bien claras: por su tortuoso pasado sentimental y porque, como árabe en salmuera de picadillo, ardía de celos contra el gallardo carbonero criollo. Invitábale, asiduamente y con insistencia berraca, el gamonal Lawrence al carbonero León a jugar golf, sólo para lucirse ante las damitas en edad de merecer con el "swing" aprendido en los mejores campos de juego estadounidenses; pero, sorprendentemente, el carbonero criollo salía siempre ganador en cada contienda, y eso a pesar de no conocer ningún campo de golf salvo el de su compadre Lawrence. ¡Esto era lo que le hacía tener siempre un humor de mil diablos a aquel chirigoteado "Lawrence de Arabia" que era la risión de todos y todas que le veían estirarse, furiosamente, de sus bigotes al término de cada jornada; especialmente cuando la luna, teñida de rojo, parecía querer comerse su alma! ¿Era posible que un simple carbonero criollo llamado León fuese más famoso y celebrado por todas las chavalas, chicas, mozas y hasta cuarentonas de buen ver, que todo un craso adinerado gamonal como él? ¡Y la envidia le atenazaba como unas pinzas de cangrejo de mar asiéndole las entrañas! ¡Su inmenso orgullo no podía permitir, por más tiempo, que aquel carbonero le aventajase siempre a la hora de cortejar y atraer la atención de todas ellas en lugar de hacerlo él, el guapísimo gamonal Lawrence que se jactaba siempre de haberse hecho a sí mismo un hombre sin la ayuda de Dios no de ningún ángel bajado del cielo! ¡Aquella inmensa sensación de envidia le traía a mal vivir al gamonal Lawrence que se veía siempre derrotado por el carbonero criollo! ¡El vaso de la amargura había ya rebosado su nivel máximo y aquella sensación demoníaca que le corroía el corazón se transmutó en odio, un odio visceral, cuando Lawrence fue testigo de que el "musiquillo" Pancho Lara, que había acudido a Suchitoto desde su lejana y nativa Comayagua, compuso un estribillo que se convirtió, rápidamente y como lengua de fuego, en un sonsonete que todas ellas cantaban y que estallaba dentro de su cerebro como si Pedro Botero le impidiera siempre olvidarlo. No podía soportar aquello de "Criollo naciste / carbonero mayor / y eres el mejor / en darlas alpiste; / a unas por su buen ver / a otras por buen gusto / pero siempre bien robusto / a la hora del hacer. / No hay palo mayor / ni tan siquiera de chiste / que te rechiste / en lo de conquistador". Y las damas todas lo cantaban a coro ante la gran puerta de bronce de la lujosa mansión del gamonal para mayor escarnio, rabia y enojo, de Lawrence. El último día que se vio con vida a León, el galante carbonero criollo, cuentan los que lo vieron que los Duendes de la Noche y los Diablos de la Muerte hicieron enloquecer al gringo gamonal Lawrence y que "La Jeromina" se ahorcó usando el viejo roble que hay en el centro del patio de la venta de "Los Tamboricos" después de haber cogido una borrachera de muy padre y señor mío. Lo cuentan todos los que lo vieron mientras comen habas y granos de maíces, sentados alrededor de las fogatas, en las barriadas de Suchitoto. Y cuentan que cuando la luna se tiñe de rojo se escuchan los aullidos de Lawrence procedentes de las lejanas montañas.
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