La fidelidad es el valor supremo y extremo de la sinceridad; aquello que nunca jamás hemos de dejar en el baúl de los recuerdos, olvidando todo lo que expresa, todo lo que contiene, todo lo que supone, todo lo que significa. Hoy en día, muchos hombres la tienen como un valor perdido, como algo con lo que no se debe contar para, según ellos, ser felices... aunque siempre les vemos siendo solamente desgraciados sin ninguna clase de felicidad. Porque olvidan que la falta de fidelidad es el principio de sus desgracias. Por eso contemplamos tantas desgracias a nuestro alrededor. Mas nosotros nunca abandonamos a quienes comparten su confianza y les devolvemos la misma confianza gracias a nuestra forma de ser y, sobre todo, a nuestra forma de actuar.
 
Actuar de esta manera, con confianza suprema en Dios y en nuestra compañera en el Camino, en la Verdad y en la Vida, es el eje primordial que nos hace ser felices mientras vemos tantos desgraciados e infelices a nuestro alrededor. Sobre la fidelidad se ha dicho lo siguiente: "Me enamoré de mi mujer y nunca más me volví a enamorar. La fidelidad la proponemos inconscientemente: tienes una familia, unos hijos, ¿cómo vas a jugar al amor por ahí?" (Pablo Picasso); "Cuando se está enamorada, la fidelidad es fácil" (Julia Roberts); "La fidelidad es la confianza erigida en norma" (José Ortega y Gasset); "El amor significa cariño, confianza, FIDELIDAD y, sobre todo, SINCERIDAD. Yo intento tener todo eso y tú ¿lo cumples? (un desconocido o una desconocida); "Hay maridos tan injustos que exigen a sus mujeres una fidelidad que ellos mismos violan, se parecen a los generales que huyen cobardemente del enemigo pero que quieren, sin embargo, que sus soldados mantengan el puesto con valor" (Plutarco); "La fideldiad es una obra de arte plasmada sobre un lienzo blanco, donde las tentaciones se han dibujado mezclándose para no cometerlas" (Jahili); "Gracias DIOS por ser mi amigo; gracias DIOS por tu amistad, gracias DIOS por tu fidelidad y un beso te mereces por todo ellos (Lou de Bouvoir, estudiante de Derecho); "Nunca he engañado a mi mujer. No es ningún mérito: la amo" (Georges Duhamel). Y yo, asumiendo todo eso, añado además lo siguiente. 

Soy adicto, sí, a tu piel, a tu forma de explotar en todo y en la nada hacerte sentimiento. Voluntad para ahondar en las cosas a las que ya estamos acostumbrados. Eres mujer capital de mis veredas, onírica pulsación en las pupilas y horizonte de alborada en lecho. Después de los témpanos hirientes te miro en la danza miel de tus pupilas y llenas de instantes dibujados las prímulas ondulantes de la urgencia hasta descargar toda la brillante metáfora de tu lúcida sonrisa. Entonces es cuando levanto el sueño para acariciar tus ansias de paloma y me envuelvo en el tallo de tu cuerpo lentamente anclado para ir muriendo un poco más... un poco más en cada instante... hasta desaparecer ingrávido y latente en el corto espacio del suspiro. Yo deseo que nunca acabe este eterno sueño de adicción para poder decirle a mi presencia que sólo soy tu beso inacabado. Y que me renuevo de nuevo en el ser otra vez tal como éramos siempre; tal como nos conocimos siempre; tal como nos amamos siempre... buscando en el íntimo rincón del alma ese estar presente en tu piel y dormir suavemente en las olas de tus ojos y la belleza infinita de tu cuerpo bañado por la olas de la calma. Así... tal como éramos en aquel poniente en que las rosas del mar traían la primavera a nuestras vida y que siguen latiendo en la arena fina caliente por tu cuerpo descansado y mi alma de guitarra marinera. Quizás no sepa cantar más canciones que las surgidas de mi propia voz viéndote allí, sobre la arena, acompañada de mi sentimiento noble y en el ajedrez de los jardines te amo como siempre paseando por el más pequeño de los dos... dejando atrás las connotaciones de la envidia y los celos ajenos. Tú tocándome el corazón con una mano para liberarme de la prisión que compensaban mi edad de oro siempre presente... y yo sigo aquí, soñando, con la adicción a tu piel trigueña de la playa en donde la guitarra vibraba su sueño bajo las miradas de los paseos del atardecer y esas noches vividas entre blancas fidelidades sin mentira alguna".
 
Mientras que gran parte de la humanidad vive una crisis existencial donde se multiplican las traiciones, los abandonos de los valores, el tráfico de los sentimientos en medio de la putrefacción de la moral... quedamos nosotros y nosotras... los que seguimos viviendo tendencias eternas que conforman y confirman nuestro compromiso jurado y juramentado ante Dios y la Humanidad. Porque el consenso de la mayoría no nos interesa para nada sino nuestra original manera de ser tan suficientemente felices que nunca vamos a cambiar. Nosotros, los cristianos y las cristianas, somos y nos comportamos como nos dijo Jesucristo: "Seguidme y nunca me abandonéis porque así seréis eternamente felices y desde vuestra vida en esta Tierra". Lo mismo hacemos con nuestras únicas esposas. Si eso es no tener pantalones, como dicen los que no mantienen la fidelidad en sus relaciones amorosas, mejor es vivir desnudos pero ser fieles, siempre fieles, a nuestras conductas, con  nuestro valor y nuestros valores invendibles e invencibles. Fieles y hasta desnudos de toda clase de engaños. Que se laven las manos ellos, los que las tienen sucias por los vicios. Jamás seremos como ellos. Jamás seremos esos que viven con la soberbia de creerse superiores a nosotros y a noostras. Nosotros somos tan limpios que jamás tocamos lo que Dios no nos permite. Y eso es Fidelidad. Mejor es vivir así que no sentados en sus muelles butacones pero llenos de inmundicia por todas partes.