Quinto levanta... (El Chivatazo)
Publicado en Jun 20, 2013
¿Quién diría aquello de que hay que tirar bien a la Diana? La verdad sea dicha que es que yo no he sido sino que lo he escuchado en algún antro del anfiteatro en un entreacto. No recuerdo nada de Diana salvo lo de “¡Quinto levanta tira de la manta!". Algunos, de cuyos nombres no quiero acordarme, siguen teniendo nostalgias del Ripalda. ¡Como para tirar de espalda! Yo, la verdad sea pensada y quien piensa no es traidor, prefiero tirar a la Diana a ver si sigo dando en todo el centro. Lo sorprendente de todo esto es el asunto de las germanías. ¡Qué leche tienen que ver las germanías con Eume! Pues que han dicho las germanas y las hermanas de las germanas que mola una gran cantidad pasar el verano en las riberas del Eume. Por cierto… ¿Puentedeume está en las riberas del Eume? Ni Eufeminiano Fuentes, que sabía consultar muy bien las fuentes (de información por supuesto) lo ha sabido descubrir. Con esto de las germanías levantadas con la Diana en cabeza estamos más bien perdidos. Si Carlos levantara la cabeza supongo que le gustaría olvidar a las germanas de las germanías e irse a descansar a Huete o Cañete.
Por cierto, ahora que sabemos que Cañete no es Huete, ni Alpedrete, ni tan siquiera Albacete, lo que sucedió con la hermana de Ángela es mejor que se lo pregunten a Cañete que, la verdad siga siendo pensada, sabe bastante del asunto. Acabo de conectar con los hilos de mi memoria. Espero que la próxima vez la guapísima Ornela Muti me avise con tiempo suficiente como para vestirme como Dios manda y tener una cita algo más provechosa que sólo dos segundos para decirnos hola y adiós. Fue hace 20 años más o hace 20 años menos. ¿Alguien duda que Ornela Muti me dijo hola y yo le dije adiós? Pudo ser algo más pero es que aquella mañana yo andaba con “aguas de borrajas” y estaba borrando una frase que no venía a cuento. Por cierto que no es un cuento. Pasemos a la cultura general básica que es lo más básico que debe saber un filósofo antes de decir la tontería de “sólo sé que no sé nada”. De paso, antes de entrar en material, me informan que en una emisora de radio están moviendo las sillas para hacer creer a su público (unos cuantos “enteraos” nada más) que se está corriendo la Tierra. En cuanto a Pablo es más mentiroso que un profeta de cañamazo. El tío anda diciendo por ahí que Brooklyn sólo vale uno con treinta y tres; a lo cual, desde el “New York Times” le han contestado que eso no se lo cree él ni en calcetines Ferrys paseando por la Apia Vía de Roma. El caso es que Pablo quizás esté ahora comiendo apio por lo de ir a visitar a la estatua de Apolino Taruguez. Apolino Taruguez, amigos lectores y amigas lectoras es “El Lector Desconocido”. Si los que aman la guerra tienen su propia estatua conocida como “El Soldado Desconocido” los que amamos la lectura desde los tiempos del chupete tenemos la nuestra propia. Si le ha tocado a Apolino Taruguez representarnos a lo “made in Spain” es que Dios nos debe haber elegido para ser los pioneros de la cultura de macuto. Antes de la nota cultural también me informan que a un seguidor del Duce le han condenado a un par de minutos dentro de la cárcel por llevar gabardina en este mes de junio. La próxima vez se lo pensará unas trescientas mil veces antes de salir a la calle, bajo el tórrido sol manchego, solamente con una gabardina de entretiempo y haciéndose el Duce ante los semáforos en verde. ¡Vaya menda más verde el tal Brambilla más bien largo de barbilla pero corto de sesera! Cultura al tajo que tengo trabajo. Ahora resulta que se ha descubierto, por una carta aparecida en un baúl de la Pavlova, que Monteverdi decía, con eso del sol y del mí, que el sol le pertenecía a él solo por saber tocar muy bien el violón que siempre tenía entre sus manos. Con razón afirmaba el gran Paul Klee que “muchos de los salidos donde deben estar es encerrados”. Vale. La próxima vez que vuelva a leer algo sobre algún hombre consagrado ya sé que quizás todos ellos, puestos en fila india, sean unos largos etcéteras. ¡Etceteraaaaaaaaaa! Por ejemplo. Cuando vea a Víctor de la Concha se lo voy a decir mirándole de hito en hito aunque ponga el grito en el cielo. Es una cuestión de licenciado “honoris causa”. Terminemos con una inquietud que nos tiene a todos más anímicamente colgados que el Puente de Brooklyn (a ver si Pablo se entera) y que consiste en saber cuántos le vamos a meter a los de Tahití. Vale. Nos vemos en la cafetería de la cocina de mi casa.
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