Los Abuelos (Relato) -12-
Publicado en Jun 23, 2013
Dentro del caserío todo era acogedor, con estilo moderno, decorativo, funcional... dando, a la vez, imagen demostrativa de las grandes capacidades artísticas de Arantxa Basurto Rojas. Allí es donde Andoni Iturralde compartió con ella las decenas y decenas de años que les convirtieron en sentimiento y corazón el uno para el otro. Andoni halló allí sus múltiples patrias: la familia, los libros, los amigos, el amor, el trabajo, la iglesia, las vivencias... y aquellas hojas que escribía llenándolas de pensamientos. Bajo el cobijo de la presencia de Arantxa, él desarrolló el universo de su creatividad y se convirtió en el realizador de su destino. Con ella siempre a su lado (sin abandono del uno para con el otro), Andoni encontró la paz de su espíritu y la inspiración poética para poder mantener el discurso literario de su existencia. Y siempre J.J.Elizalde en el itinerario interior del pensamiento, porque la permisividad de la liberación de los sentimientos fue lo que hizo que Arantxa y Andoni perviviesen eternamente en su mutuo amor.
Una vez sentados, dispuesto todo para iniciarse el desayuno, ella tomó una nueva hoja escrita que ya había colocado sobre la mesa. Leyó en voz alta. - "Buscando la verdad de todos los sentires he atrapado una forma de ansiedad entre mis manos; una especie de recóndito deseo. Ese laurel de lo que fue mío y tuyo y que aún nos pertenece. Queda algo de su aroma que todavía te puedo entregar, no ya en lo alto de la cima sino en el tierno hundimiento de mis sueños; para descubrir un nuevo empeño de propuestas que sean traducciones de mis profundos diálogos con el alba de todos los días. No descarto nunca la posibilidad de aportar mayores emociones para las lágrimas, porque deseo ofrecerme a mí y ansío ofrecerte a ti ese algo, similar a lo imposible, con el que poder adornar nuestros años con sonrisas". - ¿También conservas eso? - Ha sido siempre alimento para mí, Andoni. El miró los ojos de ella y no dijo nada mientras comenzaron a desayunar. Mediado el desayuno ella fue la que habló. - Quiero contarte un secreto que he guardado siempre, Andoni. - ¿Tú también tienes un secreto? - ¿Hay alguien, en este mundo, que viviendo de verdad puede hacerlo en plenitud sin mantener un secreto, aunque sólo sea uno nada más? - Posiblemente no. Es más, yo afirmaria que eso es imposible. Sin alguien vive de verdad nexorablemente permanece fiel a un secreto propio. Al menos guarda un secreto que le hace, precisamente, ser feliz. Solo con él podemos decir que vivimos de verdad. - Y yo, como he vivido de verdad, quiero contarte ahora mi secreto... para hacerte partícipe de mi plenitud. - Si me cuentas tu secreto dejará de serlo... - Siempre llega el momento en que hay que descubrirlo para poder vivir, precisamente, su misterioso final y plenamente su memoria. - Cierto. Siempre llega ese momento aunque sólo sea para demostrarnos a nosotros mismos que hemos sido verdaderos - Yo he mantenido sólo uno pero tengo ahora la necesidad de hacer que extienda sus alas para volar... - ¿No tienes miedo de que se te escape y ya nunca más vuelva a ti? ¿No tienes temor de que, al quedarte sin él, te quedes tan desnuda que te veas carente de ti misma? - ¡Jamás! Es tan profundamente mío que por mucho que se extienda por los espacios infinitos de este universo que llamamos vida siempre estará volando dentro de mí. Nunca podré quedarme vacía porque él se completó con la eternidsd de tus versos. - ¿Tan profundamente tuyo es? - Sí, Andoni. Gracias a ti. Sölo gracias a ti.
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