Las atrapamoscas (Diario)
Publicado en Jun 25, 2013
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Recuerdo que, en aquellas inolvidables vacaciones en Valverde de Júcar, había algo realmente repulsivo en la cocina-comedor. Que las moscas existían es algo tan verdadero como que las moscas siguen existiendo. ¡Pero qué desagradable era tener que desayunar, almorzar, merendar y cenar con aquella horrible visión de la tira atrapamoscas que colgaba del techo! ¡Qué repugnante era ver a decenas y decenas de moscas de todos los tamaños y colores pegadas en aquellas tiras que parecían cementerios de dípteros alados! Lo peor no era ver sus cadáveres en descomposición sino tener que comer viéndolos. 
 
Yo no sé si a mi tía Amparo y a mi tío Ángel les daba o no les daba asco aquella horrible visión pero, para mí, niño todavía, me parecía espantoso, cruel, sanguinario y hasta sádico. Todo en una misma escena. Pero no lo digo por las pobres moscas muertas sino por la tétrica imagen de verlas allí, pegadas por sus patas y muriendo lentamente por inanición. Supongo que las cámaras de gas donde los nazis metieron a los judíos debía ser algo parecido. Si aquello les parecía divertido a los demás a mí me parecía horripilante. Es por eso por lo que comía a toda velocidad y salía, rápidamente, a la calle para vivir aventuras que me hiciesen olvidarlo.
 
Las tirillas atrapamoscas han pasado ya a la historia pero... ¡cuántas historias se pueden contar sobre ellas mientras se charla alrededor de las chimeneas! ¡Cuántos relatos de horror y hasta de terror podría yo escribir sobre aquellas mortuorias armas de pegamento! Por eso prefería irme hasta la plazoleta de la fuente, con el mulo, y darme un trago de agua pura y cristalina para poder acabar con aquella sensación de angustia que se quedaba en mi estómago después de experimentar aquellas tétricas visiones. Todavía recuerdo a algunas que movían sus alas, desesperadamente, para escapar de un deceso anunciado. Era como "Crónica de una muerte anunciada" pero a lo conquense. No sé si el ilustre cronista Federico Muelas escribío algo, en alguna ocasión, sobre eso; pero a mí me inspiró un relato de terror titulado "La mosca verde". Algún día lo volveré a reescribir... pero ahora solamente prefiero desayunar sanamente y sin tener que ver aquellas columnas de moscas moribundas.
 
Olvido a las atrapamoscas y leo a Julio César Iglesias: "Su carrera es un éxito pregonado. Sólo una malévola conjunción astral con su conspiración de accidente, los entrenadores obcecados y los defensas consentidos pueden impedir que pase a la historia. A una edad en que otros deportistas empiezan a despertar, muestra la lucidez natural de quienes han nacido despiertos. Además de conocer las conexiones que convierten un cacharro en una máquina, él mismo es una conexión andante. Desde su cuadro de mandos, el puente del pie,  supervisa, recupera y engrasa las articulaciones del equipo: ahora sale del caos con un suave toque al vacío, luego sale de la rutina con un largo pase inesperado, y de pronto arma el dispositivo más complejo con el gesto más sencillo; supera la distancia más larga por el camino más corto. Si el esfuerzo conjunto no basta para decidir, resuelve los problemas con el recurso individual: la confrontación cuerpo a cuerpo. Es entonces cuando nos descubre su colección de diabluras. Esa facilidad suya para el recorte, la razón personal del fútbol, tiene varios secretos; unos están relacionados con su habilidad y otros con su anatomía. En general despliega una sabiduría de pícaro en la que se mezclan las trampas de tahúr y los trucos de prestidigitador. Esconde la pelota, ese as de diamante, bajo el vuelo del calzón, y la presenta de nuevo cuando es imposible recuperarla. Su constitución física también se revela como un arma de guerra. Las proporciones de su esqueleto y su reparto muscular, base amplia, talla ligera, parece calculados para garantizar el equilibrio en las situaciones más extraordinarias".
 
Gracias por tus palabras, Julio César, "aedo imperator" de las crónicas futboleras, pero yo sólo quiero olvidar aquellas tirillas atrapamoscas dándole al balón parábolas increíbles y marcar goles para su olvido, porque las estelas funenarias no me interesan y prefiero seguir jugando con Lolita. Que nadie se escandalice por ello ya que sólo es una perrita blanca moteada con pintas de color.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Página de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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