Pobrerete y la hormiga gigante (Cuento Infantil).
Publicado en Jun 25, 2013
A Pobrerete le despertó el sonido del reloj de la torre vecina; aquella torre donde Pobrerete siempre jugaba imaginando que era un animal en peligro de extinción. Era un animal desconocido y él lo llamaba solamente "Cocomocho". Pobrerete era "Cocomocho" cuando se entretenía, horas enteras, en jugar a descubrir misterios...
- Soy pobre, muy pobre, demasiado pobre diría yo, pero más feliz que todos ellos juntos. El reloj de la torre terminó de dar las diez campanadas de la mañana. - Bueno. Es hora de levantarse y darse una vuelta por el mercado a ver qué es lo que puede caer hoy. Sé que lo único que tengo es mi imaginación pero con la imaginación también se puede vivir; aunque sea de lo que me dan las mujeres por contarles historias imposibles. Lo que más me gusta es el melón. A ver si hoy tengo suerte y cae un buen melón de esos que dicen de Villaconejos que no sé donde está pero que están de miedo. - ¡Pobrerete! ¡Eh, Pobrerete! ¡Sal ya a la calle! Pobrerete se asomó a la desvencijada ventana de su pequeña chabola. - ¡Pero chavala! ¿Es que tus padres no te han prohibido volver a salir conmigo? - Sí. Pero yo soy más lista que ellos. Ni se van a enterar. - ¿Y no te da miedo que se enfaden un día y te envíen a Oxford con tus tíos? - ¡Que te digo que esta vez no se van a enterar! Cuando Marilina se empeñaba en conseguir algo era imposible evitarlo así que Pobrerete, que a decir verdad se entusiasmaba cuando la guapa Marilina venía a buscarle, cogió un mendrugo de pan, se lo metió en el bolsillo derecho de su pantalón y salíó de la chabola sin que su madre, Robustiana, que estaba lavando ropa en la parte trasera del hogar, se diese cuenta. Cuando salió a la calle se quedó mirando totalmente pasmado. - ¿Qué te pasa, Pobrerete? ¿Nunca me habías visto vestida de hada madrina? - Pues no... pero la verdad es que estás más guapa que nunca me podía yo imaginar... - Pues deja de imaginar tanto y vámonos antes de que nos vean. - ¿A dónde? - A la fiesta de disfraces de mi amigo "El Tontorro". - ¿Tú tienes un amigo que se llama "El Tontorro"? - Es la mejor manera que tengo para describirlo. - Debe ser muy millonario ese tal "Tontorro". - Sí. Es millonario pero menos que yo. - Está bien. Tú haces perfectamente de hada madrina pero yo... - Tú haces perfectamente de pobre donde no caerse muerto. - Pero no voy disfrazado. - Pero nadie de mis amigos y amigas se va a dar cuenta. Pensarán que eres un poco extraño por ir vestido de pobre pero nada más. Pobrerete se acercó a Marilina y, sacando el mendrugo de pan del bolsillo derecho de su pantalón, lo partió en dos mitades y le ofreció una a ella. - Te advierto que sólo me lo como porque me lo das tú porque esto de comer pan duro si que es un verdadero sacrificio. - Para mí poder comer pan duro es lo que más me gusta... bueno... lo segundo que más me gusta... - ¿Y qué es lo que más te gusta de comer en lugar de pan duro? - ¡Melón! ¡Uno de esos grandes melones que me regalan las mujeres del mercado! - ¿De verdad me lo estás diciendo? - Reconozco que me los regalan porque están ya pasados y nadie los va a comprar pero... ¡son de Villaconejos! - ¿Te regalan melones de Villaconejos ya pasados? - Sí. Es como mi ropa. Ropa pasada de tanto que la lava mi madre para que me dure temporadas enteras. - Pobrerete. ¿Eres feliz? - No te lo vas a creer. - Yo puedo creerme todo lo que me digas porque no eres tan mentiroso como los demás. - Entonces te diré que sí. - ¿Que me acompañas a la fiesta de disfraces de la casa de "El Tontorro"? - No. Que soy feliz aunque nunca haya estado en ninguna de esas fiestas. Marilina terminó de comerse el medio mendrugo de pan duro cuando ya hacía varios minutos que Pobrerete se había devorado el suyo. - Ya está, Pobrerete. ¡Vamos! - Que no... que no, Marilina... que yo no deseo para nada ir a una fiesta de disfraces y menos a la casa de un tontorro. - Yo no tengo la culpa de que sea un tontorro y tú tampoco así que vamos... Marilina cogió de la mano a Pobrerete y, a pesar de la resistencia de éste, lo arrastró hasta donde se encontraba, esperándola, Pablo... - Señorita... ya se está haciendo tarde... y no comprendo cómo he podido hacerla caso y venir hasta este arrabal. - No te preocupes, Pablo. Nadie se va a enterar. - ¿Comprende que me estoy jugando mi oficio? - ¡Chispas! ¡¡Vaya Mercedes!! ¡¡¡Está guay del todo!!! - Calla Pobrerete y entra. - ¿Este vagabundo va a entrar en el Mercedes de su padre, señorita? ¡Si se entera Don Augusto si que pierdo mi trabajo para siempre! - Pues esto es lo que hay, Pablo... o nos llevas en el coche hasta La Moraleja o me voy con él andando aunque llegue a la hora que canta el gallo. - ¿Y si se entera su padre, señorita? - Mi padre no se va a enterar si tú no te chivas. - ¿Y si me pregunta dónde ha estado usted todo el día? - Muy fácil. En la fiesta de la casa de "El Tontorro". - ¡Como se entere de que le llama "El Tontorro" en lugar de Juan Antonio vamos a tener un gran disgusto! ¡Su padre y Don Augusto son socios y amigos desde la más tierna infancia! - Cada uno es cada uno y yo soy así y punto. ¡Vamos a La Moraleja! - Verás Marilina... yo es que de moralejas ya tengo bastantes con las que me suelta mi mamá cuando me pierde de vista durante el día entero y regreso lleno de mugre por todas partes. - No digas más tonterías. Con la mugre pareces un verdadero pobre. Va a ser el disfraz más original de todos. ¡Vamos para adentro! Una vez que Marilina consigue que entre Pobrerete en el lujoso Mercedes da la tajante orden. - ¡A la Moraleja, Pablo! ¡A casa del "Tontorro"! - Señorita Marilina. Se llama Juan Antonio y un día se va a enfadar... - Vamos a ver, Pablo... si tú conocieses a un verdadero tonto... ¿como le llamarías? - ¡"El Tontorro" sin duda alguna! Esto... por favor, señorita... no me haga decir lo que siento... y no quiero problemas con Don Augusto. ¿A dónde vamos? - A la Calle Espliego de La Moraleja. No hay pérdida alguna. La casa de "El Tontorro" es la más lujosa de todas. Hasta tiene un par de leones en la puerta. Pobrerete comenzó a temblar y a querer salir del Mercedes. - ¿Un par de leones? ¡Ni hablar! ¡¡No quiero morir siendo tan niño!! ¡¡¡No me interesa para nada ir al limbo de los inocentes todavía!!! Quiero tener la grata oportunidad de seguir robando peras. - ¿Eres un robaperas, Pobrete? - Reconozco que sí. Soy un robaperas cuando tengo hambre y me canso de los melones. - ¡Se acabó¡ ¡Se acabó de robar peras! ¡Desde mañana mismo ordeno a mi tata Panchita a que te envíe un kilo de peras cada día! - Pues muchas gracias pero tengo prisa... Pobrerete ya estaba abriendo la puerta del lujoso Mercedes cuando Marilina volvió a cogerle por la manga de la descolorida camisa. - ¡¡Que te he dicho que me acompañes a la fiesta!! - ¡¡Que te he dicho que me dan miedo los leones!! Yo no he nacido para ir de safaris. - ¿Pero no te das cuenta de que me refiero a dos leones de piedra? - Bueno. Si son de piedra es otra cosa, pero... que no... que no me veo yo ligando en una fiesta de niños pijos. - Es que no vas a tener que ligar con ninguna de ellas. - O sea que me estás dando la razón. - No vas a ligar con ninguna de ella mientras yo esté viva. Pobrerete no entendió la frase pero se dio por vencido... - Está bien. Me voy a aburrir como una ostra pero lo haré por ti. - ¡Venga, Pablo, mete ya el acelerador! El chofer Pablo, que estaba temeroso de que alguna banda de pillastres les asaltara, cumplió de inmediato la orden y el lujoso Mercedes voló en dirección oeste. - Te prometo, Marilina, que me da mucha vergüenza... - ¿Desde cuándo tienes tú vergüenza, Pobrerete? - Que yo recuerde... ¡desde que nací! Aquella contestación hizo reír a Marilina. - ¿Ves cómo eres muy gracioso? - Eso es el mejor piropo que me han dicho nunca. - Nunca es demasiado tiempo, chaval. - Pues entonces diré que jamás me lo han dicho. - Pero el jamás no existe, chaval. - Entonces prefiero guardar silencio. - Eso es. Callado eres más guapo todavía. - Todavía estoy pensando en volver hacia atrás. - ¡Hacia atrás nunca, chaval! - Está bien. De momento lo pensaré bien. - ¡Tú no piensas mientras yo esté presente! Pobrerete decidió no comenzar una discusión interminable pero cuando llegaron a la lujosa mansión de los padres de "El Tontorro" se asustó más que un conejo en un campo de tiro del ejército de artillería. - ¡¡No!! ¡¡Ahí no entro yo, Marilina!! - Que no seas bobo. Que vas muy bien disfrazado. - Te repito que no es un disfraz sino que soy pobre de verdad. - Por eso es mejor todavía que ir disfrazado de mentira. - Pues yo miento algunas veces... - Pero estoy segura de que son mentiras piadosas. - Si tú lo crees... - ¡Nada de nada! ¡Tú entras en la fiesta conmigo! - Pero... si es que nadie me ha enviado una invitación... - Pero es más divertido así. - ¿Se puede entrar sin invitación a vuestras fiestas? - Cuando es un asunto de extrema necesidad... pues sí... - Es que lo mío no es de extrema necesidad sino un imposible. - ¡Entrando conmigo nada es imposible en esta vida! - Ah, bueno, si tú lo dices... - Punto y final a la discusión. ¡Vamos para adentro! - ¡Es que me van a echar nada más que me vean entrar! - ¿Quién? - El tontorro ese. - ¿Pero no ves que sólo es un tontorro? - Está bien. No entro ahí porque como se entere tu padre te envía al Congo Belga de misionera de los pobres. - Mi padre no se va ni a enterar porque está de negocios en Zimbabue. - ¿En Zimbabue? ¿Qué Banco es ese? - Zimbabue no es ningún Banco pero mi padre está poniéndose las botas. - ¡Atiza! ¡No sabía que tu padre es un militar! - No es un militar. Está en un banquete. - Ya decía yo que Zimbabue me sonaba a Banco. - Un banquete no es un Banco pequeño sino una fiesta, Pobrerete. - ¿De verdad que no se va a enterar tu padre? - Mi padre no sabe ni el día exacto en que nací. - ¿Y si se entera tu madre? - Mi madre está en un té en honor de los pobres. - Pues entonces dale las gracias de mi parte y en nombre de todos mis colegas pero ahí no entro. - ¿Y si te cuento que mi madre tampoco se va a enterar? - ¿Y tu conciencia? ¿No se va a enterar tu conciencia? - ¡Pues no! ¡Yo duermo siempre con mi conciencia tranquila! - Pues eso ya es dormir con alguien pero yo... - Me parece que esto no va a terminar nunca como sigamos así. ¡Vamos para adentro! - Pero luego no te quejes de que murmuren de mí. - Cuanto más murmuren de ti mejor que mejor. - ¿Mejor que mejor? - ¡Sí! ¡Mejor que mejor! - A las chicas no hay quien las entienda... Convencido a pesar de que había puesto toda clase de argumentos para no acudir, a Pobrerete no le quedó más remedio que entrar en la lujosa mansión donde la fiesta ya habia comenzado. - ¡Ven! ¡Te presento a Cristobalín! - ¿Y este tipo de qué va disfrazado? - ¡Yo voy de "Titanomyrma lubei"! - ¡Ostras! ¿Qué clase de bicho es ese? - ¡Va de hormiga gigante! Lo que pasa es que es el empollón del International College of Spain y sabe un mogollón de Latín. - ¿Y le gusta hablar así para que nadie le entienda o porque es un defecto del lenguaje? Menos mal que yo no voy a ese cole porque terminaría tonto del todo. Marilina no pudo aguantarse la risa. - ¿Y de qué vas tú? - ¡De pobre! ¡Él va disfrazado de pobre! - Pero si yo... - ¡Cállate, por favor! ¡Vas disfrazado de pobre y todos lo han visto! - ¡Dios mío! ¿Y ahora que hago? - Compórtate como un pobre. Pobrerete tomó la frase al pie de la letra y comenzó a comer de todo lo que había sobre la mesa. - ¡Qué bien hace de pobre ese chaval! - ¡Mejor que tú de "Titanomyrma lubei"! - De verdad que parece un pobre de verdad. - Y de verdad que tú pareces una hormiga a su lado por muy gigante que seas. Además con él se puede bailar a gusto pero contigo, con tantas patas y antenas, difícil lo veo. - Pero... ¡si está lleno de lamparones! - Por eso tiene más luces que tú, Cristobalín. - ¡¡Haz el favor de llamarme Cristobalito!! - ¡Cristobalín! ¡Cristobalín! ¡Y Cristobalín! Si hubieses descubierto algo importante hasta te podría llamar Cristóbal pero como no es verdad no merece la pena seguir hablando contigo. Marilina se acercó a la mesa donde Pobrerete seguía dándose un verdadero festín. - ¿Quieres más o ya tienes bastante? - Para ser la primera y la última vez que acudo a una fiesta de tan alta clase social... ¿todavía puedo seguir comiendo? - ¿Eso es una pregunta? - Eso es una necesidad. - Sigue comiendo pero te pierdes algo muy interesante que va a comenzar. - ¿Algo interesante que va a comenzar? - Sí. La hormiga gigante quiere bailar claqué para hacer más emocionante la reunión. - ¿Es que una hormiga gigante puede bailar claqué? ¿También se aprende eso en ese cole? - Se llama International College of Spain. - ¡Con lo fácil que es decir Colegio Internacional de España! - ¿Quién te ha enseñado a traducir del inglés al español? - Es que hay que ser muy tonto del todo para no saberlo. - ¡Eres más inteligente de lo que pareces! - ¿Parezco tonto? - No. Pareces más listo que Don Alfredo... - ¿Más listo que Di Stéfano? - Pero... ¿qué dices?... ¿quién es Di Stéfano?... - ¡Pues Don Alfredo, Marilina, Don Alfredo! - ¡Don Alfredo es el Jefe de Estudios del Colegio Internacional de España! - ¡Atiza! Es la primera vez que escucho que Di Stéfano se dedica a la enseñanza. - ¿Es que has comido tanto que te ha sentado mal o es que yo estoy más perdida que una bruja sin escoba? - ¡Tú nunca serías una bruja! ¡Tú sólo puedes ser una hada madrina! ¡Pero Di Stéfano es Don Alfredo! - ¡Que no, Pobrerete, que Don Alfredo se apellida García! - ¿Es que se ha nacionalizado español y ha cambiado su apellido? - ¡Venga! ¡Vamos! ¡Termina ese sanduche que va a comenzar la función! - Pero... ¿de verdad que una hormiga gigante puede bailar claqué? - Lo hace mejor que Fred Astaire. La verdad es que ver a Cristobalín bailando claqué con tantas patas y antenas fue una gozada para Pobrerete. - ¿Qué te ha parecido, so pobre? - Lo has hecho mejor que Teresa de Calcuta en medio de un campamento de batusis, Cristobalín. - ¿Y tú cómo te llamas si se puede saber? - Prefiero que me llames "Cocomocho" y así repartirnos el ridículo entre los dos. - ¿Siempre eres así de generoso? - Cuando me lo paso en grande lo soy más. Por ejemplo cuando veo a alguien bailando una danza africana. - ¡¡He bailado claqué!! - Pues yo creía que estabas bailando una conga y como el Congo está en África pues me ha entrado la risa y por eso llámame "Cocomocho" para que no te sientas tan ridículo. Marilina se acercó a los dos... - ¡Vamos! ¡Dejad de hablar tanto porque van a dar el premio al mejor disfraz! - Seguro que lo gana esta hormiga gigante... - ¡Siempre he sido yo el ganador y esta vez no va a ser una excepción! - ¡No cantes victoria antes de tiempo, Cristobalín! ¡No he visto jamás un disfraz tan completo como el de este pobre! - Pero... Don Alfredo... ¡si sólo es un disfraz de pobre! - ¡Pues parece un pobre de verdad y él es el que gana el Primer Premio este año! - Oiga, Don Alfredo... ¿en qué consiste el Primer Premio? - En bailar con la más guapa de todas... - ¡No! ¡¡Eso sí que no!! Si se entera el padre de Marilina me envía a Somalia... - ¿Bailas o no bailas conmigo? - Si tanto empeño pones... pero yo no sé nada de bailes de salón... - ¡Tú imagina que sólo es un sueño y deja que yo te guíe! - Es que... - ¿Qué pasa ahora? - ¡¡Que no quiero terminar en Somalia!! Pero Pobrerete no bailó con Marilina una sola vez sino cuantas veces quiso su hada madrina. FIN
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