Mis Memorias.- Lricas memoriales.
Publicado en Jun 28, 2013
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Líricas memoriales.
 
La tarde había pasado,
su huella se notaba
su ausencia se sentía
el silencio ya hablaba
la tarde se hizo oscura
el día tan opaco
la triste despedida,
la amarga despedida.
 
 
Reía de lo lindo,
el micrófono me oía
escuchaba mis carcajadas
el callado ya no callaba.
Corría en el tiempo,
el tiempo se extenuaba,
el reloj se congelaba,
sus baterías se agotaban.
 
 
El hielo se derretía
se hacía agua en su fuego,
las llamas se extinguían,
su instinto se adormecía.
 
 
Veía a mi aurora,
el sol ya meditaba
el sol ya se tumbaba
sus fuerzas se apagaban.
 
 
Escuchaba alguna historia,
escuchaba la historia,
escuchaba esa historia,
una con un inicio
esa con su fin
aquella con su igual.
 
 
Me perdía en el entendimiento
y dejaba de mi rostro las lágrimas fluir,
extensa concentración que olvidaba
todo semejante en aquella morada.
 
 
Sonaba una guitarra,
casi como un arpa,
las teclas de mi piano,
uno al que tocaba desde las manos de un huérfano.
Ese que maniobraba mis notas musicales,
un recital que dejaba mis tímpanos hinchados
uno que sonaba como su alma magullada.
 
 
Un poema escrito,
una vida sin crónicas,
un espacio sin lugar,
un ruido sin sonido,
una mirada cegada,
una tijera cortada,
un aplauso censurado,
un texto incomprendido.
 
 
La brisa corría
por mis brazos se movía,
en las pupilas me ardía
por mi cuerpo crecía.
 
 
Una piedra que sudaba,
un grito tragado,
una limpieza que magullaba,
un agua que no mojaba.
 
 
Un baile descoordinado,
un suspiro asfixiado,
una caída sin raspada alguna.
 
 
Un súbito salto como traslado
a una morada nada proyectada.
 
 
Una mezcla incolora,
una receta sin sabor,
un instante desconsolado,
una rosa marchita,
una muerte bendita.
 
 
El humo sanaba
y se hervía en su presión,
la pluma me marcaba
la pluma pactaba en mis manos sujetada,
sin risas fingidas
sin cebollas explotadoras de llantos,
la oscuridad silenciosa,
la bulla iluminada.
 
 
Una situación tensa,
una picazón intensa,
las pestañas desvanecidas,
las cejas no tan erguidas.
 
 
La espera insoportable,
la presencia improbable.
 
 
Dos duendes
que zumbaban en los hombros,
una comida sin hambre,
un hambre sin comida.
 
 
El crepúsculo yacía sin vida
ya se había agotado toda su energía,
murciélagos leucémicos,
diferentes, muy idénticos.
 
 
La velada dormía,
el alcohol no se bebía,
las palabras ya no salían.
Las voces ya no se oían,
la escritura no se detenía.
 
 
La fecha solía dar mil vueltas
y quedarse fija,
daba en su tiempo,
al mismo tiempo recibía.
 
 
Las yagas en filas surgían,
las agujas allí intuían,
las manadas se independizaban,
las parejas se dislocaban.
 
 
El sol se había puesto,
el calor prevalecía,
el frío interno permanecía,
la tarde roja se hacía,
las sombras no se veían,
la alegre despedida,
la dulce despedida.
 
 
D’.’S.
 
11/03/2013
 
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Foto del autor Dawrin Saumet
Textos Publicados: 16
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Descripción

Palabras Clave: poesa

Categoría: Poesa

Subcategoría: Filosfica



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