Nuevo Cuaderno: Sensuales sevillanas (Diario)
Publicado en Jul 01, 2013
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La ciudad de los sentidos. La vieja y hermosa Dama, oculta tras su mantilla y su tópicos como forma propia de mirar la vida. Eso dice mi colega Mariano... pero yo no quiero saber nada de viejas por muchas mantillas que se pongan encima, así que me voy yo solo por la Calle Sierpes, en el Barrio de Triana. Me gusta estar tan lejos de Mariano que gozo de la libertad de acción sin tener que cargar con su pesada compañía. Y, de esta manera, a solas con mis canciones propias y sin tener que soportar los aires de grandeza de Mariano, exploro en soledad todo Triana, la Isla de la Cartuja, los Remedios y el Aljarafe completo. ¿Qué sabe Mariano de las sensuales sevillanas si no ha salido más allá de los límites de Alcorcón? Por eso es mejor quitármelo de encima. Si él quiere ser capitán que lo sea de un barco inglés como dicen los Beatles. Yo no. Yo sólo soy un contrabandista, un salteador de caminos y hasta un bandolero en la ciudad. Estoy más a gusto a solas con las sevillanas, paseando junto a ellas por la Calle Sierpes, que con la tarea de tener que ser guía obligado de Mariano y Fernandito. Cada cual es cada cual y yo soy cualquier cosa en que me convierta mi existencia. Si hablan mal de mí es mucho mejor que si no hablan.
 
Me introduzco en "Mordisco Tapas", de la Calle Harinas, en el número 13 que siempre es un número que me da buena suerte, y pido una ración de chipirones a la andaluza que está detrás del mostrador. Los chipirones son unos moluscos cefalópodos conocidos vulgarmente como calamares. A la andaluza y en pleno centro de Sevilla están de miedo. Es una delicia saborearlos sin nadie que te haga sombra.  Mejor es estar comiéndolos solo que acompañado de "plastas" que no conocen de las sevillanas más que lo que han oído decir a los turistas alemanes, a los cuales les encantan cuando cantan... Y es que hay sevillanas y hay sevillanas. Las que me gustan a mí son las sensuales y no las "saborías". A las sensuales sevilllanas prefiero verlas de cerca, sentadas a los pies de La Giralda pero siempre sobreviviendo al "embrujo andaluz" y coleccionando postales imaginativas: un torero a la entrada de la Catedral, un torero en la Plaza de la Virgen de los Reyes, un torero en la Judería de Santa Cruz, un torero en los Reales Alcázares, un torero en el Archivo de Indias... porque ¡vaya gozada esta de ser "El Curro Romero de las Tres Culturas"! (judía, musulmana y cristiana) mientras completo mi ruta dando muletazos a los toros del atardecer. 
 
Si estoy en Sevilla es porque me gusta esta ciudad, su música  y sus cantes y sus chavalas sensuales, alegres y divertidas, "ligeras de cascos" y hasta espontáneas para el chiste. Sentado en la terraza del "Madrugá", en Salado número 11, me invento, mentalmente, chistes cuando se me acerca un grupo de cuatro de ellas con ganas de jarana. Y voy y les cuento uno de los peores porque soy así de malvado: "Un trianero le dice a un marinero que en la mar hay agua salada pero en la tierra hay buena ensalada". Las cuatro me miran como si yo estuviera loco, pero les da por reír aunque me parece que no han comprendido nada. Mejor. Me sé otro peor todavía y lo suelto: "Un trianero le dice a un costalero que él lleva a cuestas a la Virgen pero que las prefiere de origen". Ahora sí que me miran como si fuera yo un loco de remate y me abandonan marchándose hacia la Torre del Oro. Yo canto en voz alta, para que me escuchen bien mientras huyen a toda prisa: "¡Arenal de Sevilla y olé, viva Triana!. Si es que no avisan a la Guardia Civil me he salvado. La Guardia Civil no aparece. Me levanto y reanudo mi paseo hacia la Torre de Don Fadrique. ¡De Torre a Torre y el que no lleve sombrero que se torre!. Sigo cantando en voz alta. Ahora ya estoy seguro de que las cuatro juerguistas jamás volverán a acercarse ni a varios kilómetros de distancia. Mejor que mejor. Prefiero mil veces una a una y no de cuatro en cuatro. No por miedo sino por ligar con mayor salero porque, pasear por las calles de Sevilla, sin la "guasa" dentro del cuerpo es peor que estar con Mariano y Fernandito. Asi que me voy "de guasa" hata el "Giralpito" que es, para quienes no lo saben, el Puente del Alamillo: una forma de entender la vida.
 
Escucho varios chistes alegres, dicharacheros... y me miro en las aguas del Guadalquivir. Me veo como un extraño dramaturgo nocturno disfrazado de Curro Jiménez que, habiendo dejado a toda su banda en la Sierra Morena, busco alguna morena que otra. Para nada más que para seguir contando pésimos chistes del calibre "cero coma cinco" y gracias por el cinco. Así que entro en la "Taberna El Rinconcillo" de la Calle Zagat y escucho a una flamenca que se ha equivocado de provincia cantando casi a pecho descubierto como se dice en Madrid: "Yo no se por qué causa todos los hombres, todos lo hombres echan humo tan solo si oyen mi nombre si oyen mi nombre. Vaya corona, vaya corona la que le han puesto al garbo de mi persona de mi persona". Me aburren ya los recuerdos y salgo zumbando de la taberna pensando en alguna gitanilla como le sucedió a Don Miguel de Cervantes Saavedra. Soy más de gitanillas a lo cervantino que de serranillas a lo marqués. Termino pasando la noche junto a una fogata mezclado con un grupo de gitanos y gitanas. Y es que soy de las cercanías del Puente de Las Palmeras. ¿Donde está eso?. Digamos que en la frontera. 
 

 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Página de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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