Historia de "Thaler" (Novela) -Capítulo 9-
Publicado en Jul 10, 2013
Historia de "Thaler" (Novela) -Capítulo 9-
17 de octubre de 1908. Sección de Caballeros de la zapatería Carmelo de la calle Sacramento en Los Ángeles de California, Estados Unidos. - ¡Buenos días, Dennis! - Por favor, Señor Asborn, no me tutee en público y llámeme Señor Raton. No está bien visto por la sociedad que todo un señor propietario del mejor restaurante de la ciudad se tutee con un pobre empleado de banca que ha terminado por ser un pobre empleado de zapatería. Las clases sociales son las clases sociales y debemos respetarlas. - ¡No me andes con zarandajas, Dennis! ¡¡Venga ese abrazo!! Sin poder poner resistencia alguna, Dennis Raton se vio abrazado por Jim Asborn. Era como el abrazo de un oso y a Dennis se le cortó la respiración pero pudo quejarse a duras penas. - Señor Asborn... que yo... lo que pasa... es que yo... El aliento a cebolla cruda atormentó el fino don de percibir las fragancias de la pituitaria de Jim, quien apartó rápìdamente el fornido abrazo. - ¡¡Pero hijo de tu padre y de tu madre, qué peste echas!! Recobrado el aliento, Dennis Raton pudo hablar con libertad... - Ya le dije, Señor Asborn, que las clases sociales son las clases sociales. Yo, como sólo soy un pobre empleado de banca que ha terminado por ser un pobre empleado de zapatería nada más que he podido comer pan con cebolla cruda. - ¡No me vengas ahora a soltar una perorata marxiana! - No soy marxiano sino marxista. - ¡Bobadas, Dennis, bobadas! ¡Sois más raros que un perro con escarlatina! ¡¡Venga otro abrazo!! Este segundo abrazo fue todavía más violento que el primero y el tufo a cebolla que salía de la boca de Dennis azotó con más fuerza la fina pituitaria de Jim quien se zafó rápidamente del empleado de la zapatería. - ¡¡Dios mío, que olor a cloaca!! - Ya le dije, Señor Asborn, que las clases sociales son las clases sociales y que una vez que se desate la lucha de clases... esto... yo... en fin... no sé lo que sigue... - O sea, que os lo enseñan para que lo aprendáis de memorieta... ¿no es eso? - Esto... sí... Señor Asborn... Jim Asborn enganchó la oreja izquierda de Dennis Raton y la retorció con violencia. - ¡Ay, ay y ay! !Que me deja sin oreja, Señor Asborn! El aludido soltó la ya enrojecida oreja izquierda de su víctima. - No sólo debería cortarte las dos orejas... - No siga, por favor, Señor Asborn, que nos están escuchando las mujeres al otro lado de la estantería. - ¿Tienes miedo de las feministas? - Miedo no. Lo que les tengo a las feministas es pavor, terror, pánico y mucho más. - ¿Pero no son también marxianas? - ¡Marxistas, Señor Asborn, marxistas! Una de las aludidas golpeó duramente la estantería que separaba a la Sección de Caballeros de la Sección de Damas, mientras les interpeló violentamente. - ¡¡Todos los hombres deberíais ser castrados!! Dennis Raton protestó... - Yo no, señorita o señora, porque yo soy marxiano... esto... no... yo soy proletario... - ¡¡Tú el primero de todos!! Voló una zapato de mujer por encima de la estantería y dio, con su alto tacón de aguja, en la frente despejada de Dennis produciéndole un corte del cual comenzó a manar un hilillo de sangre... - ¡Ay, ay y ay! ¿Cómo puede hacerme esto a mí una camarada de lucha obrera? La del otro lado de la estantería siguió amenazando... - ¡¡Obrerucho!! ¡¡Como salte la barricada te vas a enterar de lo que es la lucha obrera de verdad!! El acaudalado y fino aristócrata Jim Asborn tuvo que intervenir para evitar males mayores. - ¡Calma, calma, cada uno en su lugar y tengamos todos la fiesta en paz! Pero la feminista, antes de callarse, soltó una última amenaza. - ¡¡Ya llegará el 1 de mayo del año que viene y se van a enterar ustedes los señoritos de este país!! Jim Asborn y Dennis Raton guardaron silencio por ver como terminaba la perorata de la exaltada feminista. - ¡¡Todos los hombres vais a ser colgados de las farolas de Los Ángeles de California para que sirváis para algo a ver si así teneís un poco más de luz en el cerebro!! - ¿Los obreruchos también? - Los obreruchos los primeros, sarnoso. Sólo sois unos machistas más machistas que los marquesitos como ese tal Jim Asborn. - ¡Haz el favor de no provocarla otra vez, Dennis y devuélvele el zapato o asalta la estantería y nos muele a palos! Dennis Raton lanzó el zapato por encima de la estantería y fue a caer sobre la cabeza casi rapada de la feminista. - ¡Ay, ay y ay! ¿Quién ha sido el gracioso de los dos? - Por la Virgen de los Remedios, Jim, no me delates. Jim Asborn prefirió guardar silencio... - ¡Cuando me entere quien ha sido el que me ha dado con mi propio zapato en la cabeza va a saber lo que es el suplicio de los tontos útiles! ¡¡Tontos!! ¡¡¡Más que tontos los dos!!! Totalmente cohibidos y temiendo que la enfurecida feminista hiciese acto de presencia, Jim y Dennis guardaban silencio abrazados el uno al otro como dos colegas a punto de ser fusilados. - ¡Jesús que peste a cebolla sueltas, Dennis! - Pues le advierto, señor Asborn, que es excelente para tener buena sangre. - Está bien. Será muy bueno para la sangre porque ha dejado de salir de tu frente pero de eso podremos hablar en otro momento. ¡Me parece que se ha ido de la tienda! Ambos se separaron nuevamente y hablaron en voz muy baja. - Espere un momento, Señor Asborn, que lo voy a confirmar... - Ten mucho cuidado, Dennis, porque debe ser mastodóntica... - Vamos a ver si es cierto... - Que tengas mucho cuidado, Dennis, que puede ser mastodóntica. Dennis Raton en un acto de heroismo civil habló en alto. - ¡Señora mastodonte! ¿Está usted ahí, señora mastodonte? Al no recibir contestación alguna ambos respiraron profundamente y se sentaron en el largo banquillo que servía para que los clientes se probaran los zapatos. - Bueno... pues usted dirá Señor Asborn... - ¿Cómo que yo diré? ¿No es esto una zapatería, atontado? - Pues si. Da la casualidad que esto es una zapatería, engreído. - Mal empezamos, Dennis, mal empezamos la tarde... - Que yo lo que quiero decir es que a qué cuento ha venido usted aquí. - ¡Pero leches! ¿No es esto una zapatería? No me hagas volver a repetirlo. - Entonces supongo que... - No he visto un dependiente más tonto que tú. ¡Por supuesto que vengo a comprar un buen par de zapatos! Llega ya pronto el invierno y necesito abrigarme bien los pies. Dennis Raton se levantó como un rayo y al desequilibrarse el banquillo Jim Asborn dio con su trasero en el suelo. - ¡Ay! - Perdone, Señor Asborn, pero han sido los nervios. Dennis Raton ayudó a levantarse del suelo a Jim Asborn y comenzó a cepillarle, con sus manos, las perneras del flamante traje del rico cliente. - ¿Puedes estarte ya quieto, atontado del todo? - Bueno... pero no se enfade... Jim Asborn se sentó cómodamente en el banquillo destinado a los clientes. - ¡Repito que quiero unos buenos zapatos para abrirgarme bien los pies! Denis Raton se colocó en cuclillas delante de Jim Asborn y le indicó que se quitara los que llevaba puestos. Una vez que Jim se los quitó el tufo de olor a queso rancio echó para atrás a Dennis quien, en medio de un fuerte mareo, cayó de espaldas. - ¿Pero qué te pasa ahora, inútil? Dennis Raton contestó mientras se tapaba la nariz con su mano derecha. - Que hablando de abrigarse los pies... ¡Madre Santísima la peste que echan sus pinreles! - ¿Qué es eso de mis pinreles? - Una palabra que aprendí de una tribu de gitanos. - ¿Estás diciendo que huelen mal mis pies? - Mal no, Señor Asborn. ¡¡Huelen muy mal!! - ¡¡Haz el favor de hablar sin taparte las narices porque resuena en la tienda y se van a enterar las señoritas que puedan entrar de imprevisto!! Dennis se destapó la nariz pero no pudo aguantar por mucho tiempo en cuclillas soportando aquel tremendo olor a queso podrido. - ¡Dígame que número gasta y veré que encuentro! Pero, por favor, sea rápido porque está comenzando a oler toda la tienda a queso podrido y como venga Don Carmelo me va a echar la culpa a mí. Mientras piensa qué clase de zapatos quiere disculpe que rocíe la atmósfera de este local con un mucho de perfume de ambientador. Mientras Jim Asborn se concentraba en pensar lo que quería comprar, Dennis Raton alcanzó el bote del perfume ambientador y roció todo el local; lo cual hizo que el señorito estornudara como un descosido. - ¡Atchiss! ¡¡Atchissss!! ¡¡¡Atchissssssss!!! - ¡Jesús! ¡¡Jesús!! ¡¡¡Jesús!!! - ¡¡No me resulta gracioso, zapatones!! - Si yo soy un zapatones cuando sólo calzo un 42... ¿qué es usted que calza, por lo que veo, al menos un 50? - No me refiero a los pies sino a esa mierda que has echado en el aire. ¡Vaya olor más insoportable! - ¡A grandes males peores remedios! Además, debería usted saber, Señor Asborn, que el ambientador es un aparato que sirve para desodorizar y perfumar locales cerrados. La función del ambientador es la de rodear a una persona, situación, etcétera, de notas evocadoras de algún medio social, época o lugar determinado y como estamos en Los Ángeles de California nada mejor que un aroma celestial con sabor a naranja. - ¡Puagg! ¡¡Puagggg!! ¡¡¡Puagggggggg!!! - ¿Qué le sucede ahora, Señor Asborn? - ¡¡No soporto el sabor a naranja desde que me caí de un naranjo cuando era niño!! - Eso debe haber sido hace, por lo menos, una centuria... ¿no es cierto? - ¡No puedo ni recordarlo! - Entonces quizás haya sido hace dos centurias exactas... porque... - ¡¡Porque ya basta de bacilarme, Dennis Raton!! - Pues me falta añadir que hay que destacar que la clave y la esencia del ambientador, Señor Asborn, es el perfume... - ¿Me quito o no me quito los calcetines? Dennis Raton reaccionó como si le hubiera picado una avispa y corrió otra vez al lugar donde estaba sentado Jim. - ¡¡No!! ¡¡Por caridad!! ¡¡No se quite los calcetines, Señor Asborn!! - Pues atiéndeme ya y deja de hacer el gilipuertas. - Eso... eso.. abriré la puerta para que podamos respirar... - ¡Haz el favor de buscarme un par de la talla 50 y deja de hacer el gil con la puerta! - Perdone, Señor Asborn, pero es necesario sobrevivir. Dennis Raton dejó abierta la puerta de la zapatería y volvió a atender al ya irritado Jim Asborn. - Primero permita que compruebe si tiene usted los pinreles planos o no tiene usted los pinreles planos. - Pies. Tengo pies y no pinreles. - Pues parecen dos aeroplanos completos pero a los que les huelen las alas. - ¡Escucha, Dennis! Si no dejas de reírte de mis pies al final vas a reirte de tus narices. - ¡¡Calma, Señor Asborn!! ¡No quisera yo que mis narices aumentaran de tamaño! Pero... permita que compruebe si tiene o no tiene los pies planos. Cuando Jim Asborn sintió los dedos de las manos de Dennis Raton en las plantas de sus pies le atacó un verdadero ataque de risa. - ¡Jajaja! ¡¡Jajajajaja!! ¡¡¡Jajajajajajajajajaja!!! La risa tonta de Jim era contagiosa para Dennis... - ¡Jajaja! ¡¡Jajajajaja!! ¡¡¡Jajajajajajajajajaja!!! - ¡Jajaja! ¡¡Jajajajaja!! ¡¡¡Jajajajajajajajajaja!!! - ¡Jajaja! ¡¡Jajajajaja!! ¡¡¡Jajajajajajajajajaja!!! - ¡Jajaja! ¡¡Jajajajaja!! ¡¡¡Jajajajajajajajajaja!!! Ambos quedaron con la risa congelada cuando vieron aparecer la enorme y gorda figura de un hombre que se encontraba en la puerta y que, con los brazos en cruz, bramó mientras le temblaba el bigote... - ¡¡¡Qué pasa aquí!!! El primero que pudo reaccionar, por la cuenta que le tenía, fue Dennis Raton. - ¡¡Pedón, Don Antonio!!... no... no... ¡¡Pedón, Señor Carmelo!!... no... no... perdone usted... - ¡¡¡Ni pedón ni pedones!!! ¡¡¡Qué pasa aquí!!! - Le prometo que lo tengo todo controlado. Aquí no pasa nada de nada así que vaya usted tranquilo a almorzar su magro de cerdo de todos los días. A Jim Asborn aquello de magro de cerdo de todos los días le volvió a producir un ataque de risa pero esta vez algo sostenido para no producir la ira en aquel voluminoso personaje. - ¡¡¡Ja... Ja... Ja... Jaja... Jaja... Jaja... Jajaja... Jajaja... Jajaja!!! - Por favor, Jim, que tengo mujer y cinco hijas. Jim Asborn, por hacer un favor a Dennis Raton, se contuvo el ataque; lo cual fue aprovechado por Don Antonio Carmelo para seguir amenazante... - ¡¡¡Que sea la última vez que ocurre porque resulta que desde la calle esto parece una tienda de venta de chisteras en lugar de una tienda de venta de zapatos!!! Al decir esto se le hincharon las venas del cuello mientras su cara se ponía roja como un semáforo; lo cual hizo que Jim Asborn no pudiera aguantarse más. - ¡¡¡Jajajajajajajajajajajaja!!! - ¡Por favor, Jim, que tengo mujer y cinco hijas! ¡Pedón, Don Antonio! No pudiendo contenerse más, Dennis Raton se tapó la boca para no soltar la carcajada con lo cual emitió un sonido gutural. - Hummmm... Hummmm... Hummmm... - ¡¡¡Como vuelva yo por aquí y vea otra escena similar a esta quedas despedido, Dennis!!! Dennis Raton tragó saliva... - Esto... ¡glub!... pedón, Don Antonio... - ¡¡¡Señor Carmelo!!! ¡¡¡Soy el Señor Carmelo!!! - Por cierto, Señor Carmelo... ¿le ofrezco un caramelo a este distinguido caballero a ver si así se le pasa la risa? - ¡¡¡Para eso están en la repisa, so burro!!! Dennis Raton se incorporó y asió el tarro que, resbalando, se estrelló contra el suelo explotando y saliendo todos los caramelos despedidos en todas las direcciones. Uno de ellos le pegó en el ojo derecho a Don Antonio; lo cual volvió a producir un ataque de risa a Jim. - ¡Jajaja! ¡¡Jajajajaja!! ¡¡¡Jajajajajajajajajaja!!! - ¡¡¡Ya estamos!!! Pero Don Antonio optó mejor por irse a comer el magro de cerdo y se marchó dando un portazo con tal mala fortuna que rompió el cristal en mil pedazos. - No se preocupe usted, Don Antonio, que yo, con mi proverbial diligencia de vendedor especializado le juro que pondré en su lugar un cartón con dibujos a todo color y verá qué mona queda la entrada con una pandilla de monos a todo color, pero no se mosquee con el Señor Asborn tanto porque es tonto. Don Antonio Carmelo ni se dignó contestar y con el rostro ahora de color verdoso se marchó a tranquilizarse comiendo el magro de cerdo. - Señor Asborn... ¿se le ha pasado ya? - ¿Se ha ido ya ese gorila con bigote? - Pues sí. De momento tenemos tiempo suficiente como para volver al tema. Dennis volvió a acuclillarse frente a Jim y al intentar, nuevamente, comprobar si éste tenía los pies planos o no tenía los pies planos, volvió a producir las carcajadas del Señor Asborn. - ¡Jajaja! ¡¡Jajajajaja!! ¡¡¡Jajajajajajajajajaja!!! Mas esta vez, Jim se echó violentamente hacia atrás y su cabeza chocó contra la estantería de madera que tenía detrás de su espalda, la cual, después de unos diez segundos de bamboleo, cayó estrepitosamente, con toda su mercadería de zapatos, zapatillas, botines y botas, sobre los cuerpos de Jim y Dennis que quedaron atrapados por ella y semiocultos ante aquella cantidad de material de zapatería sobre ellos. El primero que pudo levantarse del suelo saliendo de aquel laberinto de calzados, pero magullado por el golpe de la estantería de madera, fue Jim Asborn completamente mareado. - ¿Qué pasa? ¿Qué sucede? ¿Qué ocurre? - ¡No se haga usted el disimulado y sáqueme de aquí, Señor Asborn! Jim comenzó a estirar del brazo izquierdo de Dennis hasta que le sacó de la opresión de la estantería pero estuvo a punto de separarle el brazo del resto de su cuerpo. - ¡¡¡Augggg!!! ¡¡Que me arranca todo el miembro, Señor Asborn!! - ¿Todo el miembro? - Me refiero al miembro superior izquierdo. Una vez también en pie Dennis Raton quedó desolado al ver la cantidad de material de calzado desparramado por el suelo; mientras Jim Asborn estaba como en otro mundo hasta que Dennis Raton le dio una colleja que le hizo volver a la realidad. - ¿Ya sabe qué pasa, qué sucede y qué ocurre, palomino atontado? - Ya. Ya basta, Dennis. Se me ocurre que mientras tú colocas todo en su sitio yo podría encender un cigarrillo. - ¡¡¡No, Señor Asborn!!! Está bien que quiera fumar pero hágalo en la calle porque si al final arde la tienda entonces... ¿qué hago con mi mujer y mis cinco hijas? - ¿Quemarlas vivas? Dennis le dio otra colleja a Jim... - No es mala idea... pero no me sirve... - ¿Por qué no te sirve, pelanas? - No por falta de ganas... pero ellas son capaces de quemarme a mí vivo si se enteran de que hemos quemado la tienda... haga el favor de ayudarme a subir la estantería. Jim ayudó a Dennis en esta labor pero se negó en rotundo a ayudarle en lo de colocar todos los zapatos, las zapatillas, los botines y las botas en sus lugares adecuados. - Como la tarea te va a durar unos quince minutos yo me voy a la puerta y enciendo un cigarrillo. Jim Asborn, que era de los hombres que cumplen su palabra, se dispuso a hacerlo pero, antes de eso, le dio tres collejas a Dennis. - Es usted un tramposo, Señor Asborn. - ¿Por dejarle sólo ante el peligro? - No. Porque usted ma ha dado tres collejas y yo sólo le dí dos a usted. - Las clases sociales Dennis, no olvides lo de las clases sociales... Y ante la sopresa de Dennis Raton que no acertaba a saber qué relación había en lo de las collejas con las clases sociales, el señorito Jim Asborn salió a la puerta de la calle, sacó un cigarrillo, lo encendió y comenzó a fumar ante la desesperación del empleado de la zapatería que se volvía medio loco mientras iba colocando cada par de zapatos en su respectivo lugar. - ¡Ya puede usted dejar de fumar y venir de nuevo al banquillo, Señor Asborn! - Espero que no sea el banquillo de los acusados, acusica. - Yo no soy como usted cree que soy. - De acuerdo. Los ladrones somos gente honrada. Dennis eligió el primer par de botas que encontró al alcance de sus manos. - Empecemos por este lindo par de botas. ¡Son perfectas para un caballero como usted! - ¿Perfectas para montar? - Si se refiere a caballerías por supuesto que sí. Jim se sentó, complacido y sonriente, en el banquillo y Dennis comenzó con la labor de hacer entrar la bota izquierda en el pie izquierdo del Señor Asborn. - ¿Por qué empiezas con la bota izquierda y no con la derecha? - Perdone, señorito, pero es que soy zurdo. Aquello le hizo gracia a Jim pero, al comprobar el dolor que le entraba ya que la bota era un par de números más pequeños que su pie, estiró la pierna y le arreó tal patada en el estómago a Dennis que este volvió a caer de espaldas y sin poder respirar por unos breves segundos. - Perdona, Dennis, ha sido solamente un reflejo inconsciente. - ¡¡¡Ufff... ufff... ufff!!! ¡No vuelva a hacer eso, señorito, porque me acaba dejar sin resuello! - ¡Vaya cara de tonto que se te ha quedado, Dennis! Aquello de tonto no lo pudo soportar Dennis quien, cogiendo la bota derecha la estampó en las narices de Jim... - ¡¡¡Ufff... ufff... ufff! ¿Qué has hecho, sapo? - Devolver golpe por golpe y ahora, usted, antes de que la sangre llegue al río, dedíquese a limpiarse las narices y a probarse números porque yo me voy a la estantería del fondo a buscar algo apropiado. Y Dennis Raton se dirigió hacia el fondo de la tienda. - ¡¡Te vas a acordar de quien fue tu padre!! A la amenza del Señor Asborn le siguió la acción de éste arrojando la citada bota derecha contra el empleado Raton quien recibió en la espalda tal golpe que se estrelló de bruces contra la estantería de dicho fondo. Aquello no lo podía permitir el orgullo de Dennis quien, agarrando una zapatilla, la lanzó contra el desprevenido Jim el cual la recibió en su propia boca. - ¡Para que sepas lo que es el sabor a esparto! - ¡Esta insolencia no va a quedar así! ¡Si de espartanos hablamos acabas de declararme la guerra! Comenzó una desenfrenada y alocada batalla sin descanso en la que Jim Asborn lanzaba todos los calzados que encontraba contra Dennis Raton pero esté no se quedaba a la zaga y hacia lo mismo contra el señorito. Al final, la estampa era como si se hubiera celebrado allí la Batalla de Trafalgar pero en versión zapatera. Los dos terminaron exhaustos y con sus rostros llenos de moretones y arañazos producidos por aquella terrible mansalva de zapatazos, zaptaillazos, botinazos y botazos. - Me voy, obrerucho. - ¿Y no va a comprar nada después de todo? Jim Asborn se compadeció de Dennis Ralston y sacó a "Thaler" de su bolsillo... - ¡Toma este dólar! ¡Quizás esto te consuele! Jim arrojó a "Thaler" y Dennis lo atrapó sin dejarlo caer al suelo; pero al atrapar la moneda le entró como una ira irrefrenable. - ¡No! ¡Nada de seguir pelando contra mí, Dennis! ¡Si quieres zurrártela de nuevo enfrentate a tu suegra! Jim Asborn, tras decir esto, cogió su sombrero cordobés que había dejado en el perchero al iniciar su visita a la "Zapatería Carmelo" y se marchó de la tienda. Dennis Raton, al ver el pandemonium en que se había convertido el suelo donde se encontraban, desperdigadas de forma totalmente anárquica, todas las existencias de la Sección de Caballeros, se acercó al mostrador, sacó una de las hojas de Notas de Ventas y escribió con un lapicero... - Don Antonio, o señor Carmelo o como quiera y desee que le llame, he de ponerle en aviso que me despido yo mismo diez minutos antes de que me despida usted. Aproveche el tiempo para arreglar toda la tienda y así hace usted algo de provecho en su vida. Y palpándose los moratones y los rasguños de la cara, también él se fue de la tienda camino de su hogar.
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