LIBRE DE PECADOS
Publicado en Aug 30, 2009
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"¡Qué poco esperan los que esperan!", denunció al final de la charla. Llevaban cierto tiempo discutiendo, jugando a la asonada sin revancha. Ninguno era piloto de tormentas, tampoco escribiente de bitácoras. Desavenirse parecía ser el trato malhablado de esta unión de corazones destrozados. La espera no era espera sino demora. Una suerte de tiempo malogrado, un dolor sin herida, sin cicatriz, sin suturas. Antes, cuando cada instante tenía la fuerza del beso y el beso era el plato en la mesa. Antes, cuando la jornada laboral parecía infinita y los ojos asesinaban al reloj. Antes, cuando se agendaban los "te quiero" en el libro de novedades y la novedad era que se amaba sin espera. Antes, cuando los cuerpos retenían la brasa que ardía en cada caricia y el fuego era un dulce despertar. Antes, se quedó sin antes y sin después. Se durmió el hechizo y la hechicera. El mago ya no es el mago de los globos rojos y galera dorada. No hay magia. No hay fantasía. No hay misterio. ¿Indiferencia, desamor, claudicación, desgano, abandono? Ninguno va a aceptar que el cielo raso se vistió de noche y que la noche es más larga que el día. De la espera al olvido no hay frontera y entre los dos, el inicio del diálogo fue la ruindad de la soberbia.
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miguel cabeza
inocencio rex
es el reloj el que lo asesina todo.