Esto es periodismo. (Octubre, 2010)
Publicado en Jul 24, 2013
Y de que sirve escribir si no se está enamorado. ¿Es que acaso mi importancia literaria no tiene relevancia si no me sonrojo al ver una mujer? Esta es la versión que nació de la libreta verde, que para no transcribir, se hace de nuevo. Era la conferencia sobre la importancia del periodismo en nuestro país bonito. Allá por el año 2010, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales un evento increíble dio comienzo… La conferencia parecía tener momentos de tensión, ya que el ponente remarcaba la importancia de atreverse a lo imposible, de estar siempre prevenidos para todas las acciones; el ponente no dejaba de acercarse al frente, en dirección de los jóvenes que escuchaban atentos, levantaba su mano a la altura del pecho, mientras que los dos profesores que lo acompañaban no dejaban de mirarlo… el tema periodístico a tratar: “porque nos odian tanto”. Entre sollozos el ponente dejaba ver su decepción ante la postura de todos los medios y su favoritismo por la venta ante el descuido del bien social. Agua, charla, atención en todos los ámbitos, las fotografías no dejaban de dispararse a cada momento; alumnos tomando notas a cada instante, la conferencia estaba alargándose más de la cuenta, resultaba demasiado interesante tal tema. Y ahí estaba, allá por el año 2010, en medio de una importante conferencia: una camioneta negra, con los cristales rotos pero blindados, con las llantas deshechas, con el cofre humeante e hirviente… y del lado izquierdo de los ponentes, la pared desladrillada. Fue repentino, nadie se percato de lo que estaba ocurriendo, un silencio domó el ambiente de relajo juvenil; todos bajo el hechizo del “pause” miraban aquella camioneta, negra, misteriosa y prohibida; el ponente se acercó a la camioneta, bólido inquietante para el fundador de varios medios de comunicación, ya no buscaría la noticia, él sería la noticia, y la forma en que se presentaba tal evento, le auguraban una tétrica publicación en los sucesos y decesos. El segundo en acercarse fue un joven de corpulento cuerpo y caminar perezoso, escudriñaba y fruncía el rostro intentando descifrar lo que ocurría dentro de la camioneta, movía sus lentes esperando atravesar el acero negro metálico… nada. El ponente para no perder liderazgo comenzó a invocar a los seres que dentro de aquella camioneta debían encontrarse: ¡algo debía estar ahí dentro!, ¿qué fue o quien fue el que llevó ese vehículo hasta ese lugar? El tercer joven aun sentado en su butaca miraba el humo del motor: las llantas silbando el aire de caucho caliente, el mofle jugando como el único percusionista; los cristales, tantos como incontables, el color de la camioneta: aún sin perder el brillo metálico, brillo en donde se reflejaba el cuerpo pensativo de aquel joven. Fue el tercero que se levantó, fue el tercero que se acerco a la camioneta, fue el tercero en tocar el oscuro metal hirviendo. Fue el primero que llevó su mirada hacia el camino anterior… Sólo una carretera pasa cerca del auditorio y es un cruce, por lo que es necesario bajar la velocidad antes de llegar a la intersección, ninguna dirección apunta al auditorio; si bien es una camioneta con bastante peso, mostraba un gran daño, daño que no se veía reflejado en la pared destruida: esta parecía un muro de unicel, que se rompe sólo una parte; debía venir de más lejos el auto, de una persecución tal vez, pero atrás de esa carretera esta una cerca de acero, atrás una carretera que circuncida al Cerro de las Campas, cerro cercado también por cercas de acero… El tercer joven miró al ponente que no dejaba de gritar, al joven corpulento que intentaba abrir la puerta… miro a su alrededor: nadie se había levantado… el susto de tal entrada les robo el aliento y no pensaba devolvérselo… Zumbaron los oídos del tercer joven y miro que algunas gotas comenzaban a caer sobre la pared tirada; lentamente camino hacia afuera, era el único que tenia de frente la salida, los demás se levantaban poco a poco para, entre un ataque de curioseo, destripar a la camioneta. Aquel joven salió del auditorio donde minutos antes había una conferencia sobre el periodismo: el sol era inclemente y la lluvia lo convertía en un invidente. Esperó a que sus ojos se restablecieran: sus oídos se agudizaron antes, percató el murmullo de los jóvenes que atrás quedaban atrapados atrapando al vehículo, notó que ese zumbido era un aparato desconocido que provenía de lo lejos, escuchó autos correr a toda velocidad, tal vez… el sonido de gente gritando… sus ojos volvían a ver… Un inmenso y escalofriante ruido le hizo saber que algo más grande que un auto había caído cerca de él, tan cerca como para refrescarlo con un mortal aironazo a su pelo, tan lejos como para no aplastarlo como a todos los que dentro del auditorio estaban… adulando la mínima expresión de misterio. Sus ojos retomaron la nitidez de costumbre, su cerebro proceso la información visual y la relacionó con lo que los oídos, ahora aturdidos, habían recabado segundos antes… el diagnostico era obvio. Debía caminar... necesitaba correr. Tenía que vivir.
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