Carla y Ratoncito Pérez (Cuento Infantil)
Publicado en Jul 31, 2013
Aquél era un día gris. Llovía en la ciudad de Quito y, además, Carla llegó del "Jardín Adonai" muy preocupada. Mamá Liliana la vio entrar en casa y sintió que Carla no se encontraba bien porque, siendo una niña tan alegre, aquel día no sonrió al entrar y dio dos besitos fríos a la mamá y a la abuelita Lucy; así que mamá Liliana se interesó por saber qué le sucedía. Observó que Carla masticaba lentamente la comida y que luego, sin mucho ánimo, se levantó de la mesa y comenzó a caminar nerviosamente por el salón. Mamá Liliana descubrió que Carla se miraba muchas veces al espejo. Se acercó silenciosamente a ella y le preguntó.
- ¿Qué te sucede, Carla? ¿Por qué estás tan triste hoy? Al principio Carla no deseaba contar su preocupación, pero después no pudo aguantar más y se acercó a su mamá. - Mamita... ¿puedo contarte algo? - ¡Claro que sí, Carla! -le respondió la mamá. Y entonces fue cuando Carla se abrazó a ella y comenzó a llorar. - Vamos... vamos Carla... dime qué es eso que tanto te preocupa... - Es que... ¡mira, mamá, este diente está flojo y se me va a caer hoy mismo! Mamá Liliana, sonriendo, acarició a Carla y la sentó en sus rodillas. - Te voy a contar una linda historia, Carlina. ¿Deseas que te cuente una linda historia antes de dormir? - ¡Sí, mamita... me encanta oírte contar historias! -respondió la pequeña Lina muy emocionada y mucho más alegre que antes. - ¿Sabes quién es Ratoncito Pérez? Y Carla, volviendo a sentirse preocupada por su dientecito, sólo movió la cabeza dando a entender que no. - Pues verás... cuando a los niños y a las niñas de tu edad se les cae un dientecito de leche... Ratoncito Pérez, que es muy bueno y sólo quiere que todos los niños y niñas del mundo sean felices, está muy atento para acudir esa misma noche y dejar, bajo la almohada de sus camitas, un bonito regalo. Carla escuchaba con los ojos muy abiertos, mientras la tristeza desaparecía de su rostro. - Pero..- ¿sabes qué debes hacer para que Ratoncito Pérez venga esta misma noche? - No, mamita... Y mientras decía esto, Carla mostró a su mamá el dientecito de leche que acababa de caer... - Tienes que coger ese dientecito, colocarlo bajo la almohada, cerrar los ojos y dormir profundamente mientras sueñas con el más bonito regalo que desees. Carla había quedado dormida en el regazo de su mamá. A la mañana siguiente, cuando los rayos del sol alumbraban el dormitorio de la niña Lina, ésta abrió sus ojitos. Había dormido de un solo tirón y había tenido un hermoso sueño en el que Ratoncito Pérez, todo de color azul, bajaba volando desde los cielos y dejaba, debajo de la almohada, justo al lado iquierdo de su cabecita, una preciosa muqueñita con un gran paquete de caramelos. Entonces fue cuando Carla lo descubrió. ¡Junto a ella estaba la muñeca y, al lado, los caramelos! - ¡¡Leslie... Leslie... despierta Leslie!! Leslie Carolina, la hermanita mayor de Carla Andrea, despertó sobresaltada. - ¿Qué sucede, Carla? - ¡¡Mira Leslie... mira lo que me trajo Ratoncito Pérez!! Inmediatamente Carla buscó bajo su almohada. ¡Ya no estaba su dientecito! Abuelita Lucy entró en el dormitorio de sus dos lindas nietas y Carla no pudo esperar más. - ¡¡Abuelita... Abuelita Lucy... mira lo que me regaló Ratoncito Pérez esta noche!! Y Leslie Carolina, la segunda Lina de la familia tras su mamá y delante de su hermanita, añadió: ¡Es verdad abuelita, porque mientras Carla y yo dormíamos profundamente, Ratoncito Pérez entró en la alcoba, se llevó el dientecito de mi hermanita y dejó, a cambio, esos bonitos regalos!. Abuelita Lucy sonreía de una manera amable y feliz... - ¡Hay más! -dijo- ¡Yo vi a Ratoncito Pérez cuando se marchaba y sabiendo que tú eres la hermanita mayor de Carla y te comportas como una niña buena y educada, me entregó este otro regalo para ti! Leslie saltó de la cama de un solo brinco, cogió el paquete y, con los nervios a flor de piel, lo abrió. ¡Allí estaban los queridos patines que siempre deseó! - Qué bueno es Ratoncito Pérez... ¿verdad Leslie? -dijo entonces Carla. Pasaban los minutos y llegaba la hora de ir al colegio. Leslie y Carla tuvieron que darse muchísima prisa para lavarse, peinarse, vestirse sus ropas escolares y bajar a desayunar. La alegría de las dos hermanitas era tan grande que no pudieron estar calladas. Hablaron... y hablaron... y hablaron sin parar... de aquel bondadoso personaje que, tan gentilmente, les había obsequiado aquellos lindos regalos. - Papi... ¿tú has visto alguna vez a Ratoncito Pérez? A papá José le pilló tan de sorpresa la pregunta de Carla que se atragantó al beber el café. - Vamos, José... ¡cuéntales a las niñas el día en que viste a Ratoncito Pérez! -intervino mamá Liliana, la primera Lina de la familia, mientras sonreía feliz ante los apuros del papá. - Bien... ejem... esto ocurrió hace ya muchos años... cuando yo era un niño de la misma edad que vosotras... y el asunto fue que... ¡Dios mío! ¡La hora! ¡Tengo que salir rápido hacia la oficina! ¡Os lo cuento cuando vuelva!. Y papá José salió corriendo para poder llegar a tiempo a la Redacción pero no sin antes haber dado un beso a Abuelita Lucy, mamá Liliana, Leslie y Carla. Ya en el colegio, Carla no pudo callar por mucho tiempo la alegre noticia y comentó, con todos sus amiguitos y amiguitas, ¡que eran muchísimos!, el suceso de Ratoncito Pérez. ¡¡La que se armó!! Rápidamente se formaron dos bandos. Unos decían que Ratoncito Pérez no existía y era sólo pura fantasía de Carla. Algunos hasta afirmaron que Carla era una mentirosa... pero otros, aunque más bien pocos, creían la historia. Entre los amigos comunes de Carla, la tercera Lina de la familia, y Leslie, la segunda Lina de la familia, destacaban sus primitos Andrea y Krister. Andreíta era partidaria de creer que Ratoncito Pérez existía de verdad... pero Krister negaba tal cosa y era de los que dijeron que Carla estaba mintiendo para hacerse la importante ante los demás. Por eso, al ir a casa de la Abuelita Lucy -invitados para almorzar todos juntos- Krister molestaba a Carla. - Carla... ¿por qué te inventaste la historia de Ratoncito Pérez? Carla no podía admitir que Krister no aceptase que Ratoncito Pérez existía de verdad y, menos todavía que, por esta cuestión, la llamase a ella mentirosa. ¡Ratoncito Pérez existía y había dejado para ella, la noche pasada, lindos regalos bajo la almohada de su cama y, es más, había entregado a Abuelita Lucy otro regalo para Leslie. - Krister... ¡yo nunca he mentido y no pienso mentir jamás! ¡Creas o no creas en Ratoncito Pérez o dudes de su realidad... la verdad es que existe y tanto mi abuelita como mi mamá y mi papá le han visto! - ¡Yo lo que no veo no lo creo! -sentenció Krister. Ya en el jardín de la casa de Abuelita Lucy, Carla levantó la mirada al cielo, que estaba muy limpio y muy azul, y comenzó a llamar. - ¡Ratoncito Pérez, Ratoncito Pérez, asómate por favor! Pero ni Ratoncito Pérez ni nadie más apareció por los cielos... y fue entonces cuyando Krister afirmó que Carla sólo había soñado aquella historia. Carla estaba triste, pero tenía tanta fe en lo que defendía que siguió insistiendo, pero ahora más fuerte. - ¡¡Ratoncito Pérez, Ratoncito Pérez, asómate por favor... para que Krister pueda ver con sus propios ojos que existes, que eres de color azul y que traes regalos a los niños que creen en ti y colocan los dientecitos de leche que se les caen debajo de sus almohadas!! - ¡Pero si los ratones no tienen alas para volar, Carla! -volvió a sentenciar, con aires de importancia, Krister- ¡Me voy porque yo ya no quiero seguir esperando cosas imposibles! En aquel mismo instante en que Krister decidió dejar a las tres niñas plantadas en el jardín, cuando se dirigía al interior de la casa, Carla divisó un pequeño punto de color azul que volaba por los cielos. - ¡¡Espera, Krister, espera!! ¡Por allí viene algo que vuela! -gritó Leslie. - ¡Yo también lo veo y es de color azul! -gritó también Andreíta. Krister se volvió hacia el lugar donde estaban sus tres primitas. - ¡Bobadas! ¡¡Eso sólo es un pájaro!! En efecto, era un estornino que volaba muy rápido... muy rápido... y que pasó por encima del jardín como un rayo. - ¿Viste, Carla? Los pájaros vuelan porque tienen alas pero... ¿cuándo se ha visto a un ratòn con alas? ¡Sigo diciendo que la historia del Ratoncito Pérez sólo ha sido un sueño tuyo! Las tres niñas quedaron calladas. Entonces comenzó a brillar muy fuerte el Sol... ¡y otro puntito de color azul surcó los cielos! - ¿Veis? ¡Es otro pajarito! -volvió a decir Krister sacando pecho como haciendo saber que era más inteligente y sabio que las tres juntas porque para eso él era hombre y ellas sólo niñas. - ¡No! ¡No es un pajarito! ¡Tiene cola de ratón! -gritó Leslie. - ¡Y bigotes de ratón! -gritó también Andreíta. - ¡Y también tiene alas! ¡¡Tiene alas!! -gritó Carla mientras daba saltos de alegría. Krsiter se puso muy serio, rojo de vergüenza, y miró y miró sin poder dar crédito a lo que veía... mientras aquel ratoncito de color azul bajaba hacia el jardín. - ¡¡Lleva un regalo en sus manos!! -seguía diciendo Carla- ¿Ves cómo no fue un sueño, Krister? Ratoncito Pérez bajó por fin al jardín. Dejó un gran paquete en el suelo y saludó. - ¡Hola, niñas! ¡Hola, niño! ¿Quién de vosotros me llamaba con tanta insistencia? - He sido yo -dijo Carla. - ¡Ah! ¡Qué agradable sopresa! Tú eres Carla ¿verdad?... y esta noche puse regalos bajo tu almohada... ¿no es cierto? - Claro que sí, Ratoncito Pérez... y quiero darte las gracias por esos regalos y el que le diste a mi hermana Leslie. - ¡Oh! No hace falta que me llames para eso... porque yo sé que siempre me estarás agradecida y me recordarás con cariño durante toda tu vida. - ¿Y cómo puedes saber esas cosas, Ratoncito Pérez? - Porque conozco el sentimiento que anida en los corazones de los niños y las niñas que creen en mí y sé cuales son sus ilusiones y sus sueños. - ¡Verá, Ratoncito Pérez! -intervino entonces Leslie, la segunda Lina de la familia- mi hermanita también le llamaba porque deseaba demostrar a Krister que sí existes. En el colegio, la mayoría de los niños, por culpa de este que se las da de muy machito, han dicho que Carla mentía para hacerse la importante ante los demás como si mi hermanita fuese como él. Ratoncito Pérez sonrió antes de hablar. - Yo sé que Carla nunca miente. Todos los niños y niñas tenéis libertad de creer o no creer en mi o de dudar sobre si existo o no existo... pero Carla no miente nunca y si dijo que yo existo pues... ¡Ya lo veís! ¡Aquí estoy y aquí me tenéis! - Yo sí lo creía -dijo Leslie- y Andreíta también pero no lo creía Krister porque cree que es más hombre si no cree lo que nosotras creemos. - ¿Que importancia tiene que existan niños que nieguen mi exitencia o que duden de mi realidad? La duda es también es parte de la libertad. Pero vosotras creéis en mí y eso es suficiente para hacerme feliz. Luego se dirigió a Krister y le acarició la cabeza mientras peguntó. - ¿Tú crees ya que yo existo o sigues diciendo que no o que tienes todavía dudas? ¿No eres de los que van diciendo lo de si no lo veo no lo creo? - Perdón... Señor Pérez... Al oír lo de Señor Pérez... Carla, Leslie y Andreíta se partieron de risa; lo cual hizo que Krister, además de rojo de vergüenza se pusiera enfadado. - ¿No ves que yo soy un ratón? ¡Decir ratón y aparecer el gato Pirracas fue todo uno! Pirracas se abalanzó sobre Ratoncito Pérez y lo atrapó entre sus garras. Los niños quedaron muy asustados. No sabían qué hacer. Ratoncito Pérez intentaba escapar de las garras de Pirracas, pero el gato era mucho más grande y fuerte que él. Carla contemplaba, desesperada, la escena. - ¡Suelta a Ratoncito Pérez, Pirracas! ¡¡Suéltalo!! Pero el gato Pirracas no sólo no soltaba al ratón, sino que se relamía los bigotes pensando en la suculenta comida que tendría para su almuerzo. - ¡¡He dicho que le sueltes!! ¡¡Suéltalo ya!! Carla, muy enfadada, se acercó amenazadora hacia Pirracas; pero tuvo que retroceder, asustadísima, cuando el gato le enseñó los dientes mientras bufaba. - ¿Así que no lo sueltas, eh, gato malo? Y rápidamente, sin pensarlo dos veces, Carla -la tercera Lina de la familia- cogió una escoba que siempre tenía preparada Abuelita Lucy para limpiar el jardín. - ¡¡Toma, toma y toma!! Carla comenzó a dar escobazos a Pirracas y éste, que al principio seguía resistiendo, no tuvo más remedio que soltar a Ratoncito Pérez y, huyendo de la batalla, saltó la tapia del jardín y se perdió, maullando, por los tejados vecinos. Cuando Ratoncito Pérez se repuso del susto recibido, pudo hablar y dijo así: - ¡¡Gracias a Dios, Carla!! Menos mal que has sido muy rápida y oportuna. !Bufff! ¡Menudo susto! Si no llega a ser por ti ahora mismo estaría dentro de la panza de ese glotón... - ¡¡Viva Carla!! -gritaron al mismo tiempo Leslie -la segunda Lina de la familia- y Andrea. - ¡¡Viva Carla!! ¡La más intrépìda de las niñas y niños de este país! -gritó Krister una vez repuesto de su vergüenza anterior. - Un momento... un momento, niños. No hagáis tanto ruido -imploró Ratoncito Pérez. - ¿Por qué? -interrogó Carla. - Bueno... eso ya lo sabréis cuando os convirtáis en mayores... Ratoncito Pérez guiñó un ojo mirando a Carla. - ¿Sabes una cosa, Carla? Siempre recordaré que me salvaste la vida. Ratoncito Pérez dio un dulce beso en la cara a los cuatro. - Adiós. Me voy porque he de llevar regalos a otros niños y niñas a los que se les han caído dientecitos y tienen fe en mí... Levantó entonces el vuelo, con el regalo entre sus manos, y desde los cielos se despidió. - ¡¡No os olvidéis nunca de poner todos los dientes que se os caigan debajo de vuestras almohadas después de haber pedido un deseo!! ¡¡Si lo hacéis así y no habéis perdido la ilusión, volveré a traeros bonitos regalos!! ¡¡Adiós niños!! ¡¡Nunca os olvidaré!! Aquella noche, durante la cena familiar, Carla preguntó a su mamá. - Mami... ¿por qué Ratoncito Pérez no quiere que las personas mayores le vean? Mamá Liliana -la primera Lina de la familia- miró a papá José y después miró a las dos hermanitas Leslie y Carla, la segunda y tercera Lina de la familia respectivamente. - La verdad es que Ratoncito Pérez no necesita demostrar que existe. Él es así. Está tan seguro de sí mismo que da a todos, niños, niñas, adultos y ancianos, la libertad de creer o no creer en él o que duden o no duden de su realidad. Intervino papá José. - Yo puedo añadir que mientras existan niños en este planeta, sea cual sea la edad que tengan en sus documentos de identidad, existirá Ratoncito Pérez. Ahora bien, deben ser niños y niñas con deseos de soñar... y poseedores de un lindo corazón... Aquella misma noche Krister tardó mucho más en dormirse que de costumbre porque aprendió a soñar en cosas bellas y bonitos regalos; Leslie y Andreíta también tardaron mucho en dormirse, porque se contaron, mutuamente, historias sobre Ratoncito Pérez. Y Carla también tardó demasiado tiempo, puesto que se habían hecho realidades los sueños que siempre buscó: una muñequita con cara risueña, un buen montón de caramelos dulces y la comprobación de que Ratoncito Pérez existe en la verdad de todos los niños y niñas felices. Al día siguiente, en el cole, todos los niños y niñas vitorearon a Carla como a una verdadera heroína, le aplaudieron y la nombraron capitana del Club de los Niños con Fe. Autores: José Orero de Julián y Carla Andrea Orero Del Castillo.
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