Cogulos de magia celeste. [6-Enero-2011]
Publicado en Aug 06, 2013
Ya ha pasado mucho tiempo desde aquel día en que me levante a mirar un auto a control remoto nuevo. Mi boca dejo de pronunciar palabras dulces con aquel tono de soprano que tanto enternecía a los adultos; ahora sólo dice lo necesario para comunicarse, mientras el bigote oculta la resequedad de mi vida. Mis ojos se han arrugado lo suficiente como para resistir el peso de la noche por tanto trabajo, trabajo eterno; pero también se han vuelto enamorados de la almohada, y en cada oportunidad que se presenta, los dispongo a entregarse al lujo de una cobija sobre una cama dura. Mi barriga amenaza con crecer si continuo usando el autobús, comiendo hamburguesas lejos de casa, sentado frente a la computadora largas horas. Refrescándome con soda y no con agua, por el simple pretexto de que se llaman casi igual. Mis manos han tocado todo tipo de perversiones, de amistades, de tratos, de fuerzas: de experiencias. Toman con delicadeza a la vida mientras la sostienen firmemente. Mi pelo ha vuelto a crecer, después de que a tanta greña haya decidido poner fin a tal distracción. Mis pies ya no son flexibles, truenan al caminar, se hinchan por no moverse: esperan que aquellas épocas en las que eran musculosas vuelvan, esperando que en un despertar estén tan activas como antes, esto, con tan solo un deseo… Mi corazón, lleno de amor sin dar, de triunfos olvidados, de palabras memorables, de rechazos fatales, de pensamientos suicidas, de mujeres amantes, de grandes rivales por majestuosas batallas; deseos que me matan cada vez que duermo, ilusiones que me animan despertar, a vivir… De ilusiones. Si olvidara por un momento que nueve punto ochentaiún metros sobre segundo al cuadrado me tienen en el suelo… parece difícil, pero basta recordar. Recordar a cuando me encerraba en mi mente, cuando mis ojos se dilataban ante el caer de mis párpados, cuando juntaba las manos y recordaba lo que hice a lo largo de un año. En espera de algo mágico, que viene del cielo sin tocar el suelo a tocarme a mí. Si es cierto que el tiempo no existe, puedo saltar y salir jugar con aquellas esferas de cristal; recordar que de entre tantas de mis cosas, algunas tienen un valor especial y otras un valor divino, místico, mágico. Que de la nada brotó para ser algo, para alguien, que soy yo. Aquella sensación de poder ilimitado nos hizo hacer maravillas, proezas eternas que forjan leyendas en cada ciudad, colonia, calle y casa; aquella fuerza divina, que nos fue prestada en una breve época, es la que nos hizo llamarnos: humanos, y que en ese entonces, siendo aun divinos nos enorgullecíamos de decirnos: niños. En vez de llorar por saber que fue mentira, de entender porque aquellos días siempre terminabas desobedecido, de imaginar que habría pasado si tu hubieras vivido por eso y de suspirar cada vez que dan ese tema por cerrado, prueba en hacer las cosas ahora que crees haber despertado. Y. Tú. Deberías entender, que la nobleza que indirectamente dices tener te vuelve a introducir en el mundo mágico, pero que esta vez, ya no tocas el suelo. Y observa cómo es: una carta en el suelo dirigida al cielo se contesta.
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